William S. Burroughs Nike Commercial
Nike
1994
Hace cien años nació William S. Burroughs, una leyenda, una sombra. No recordamos gran cosa de él. Entre anécdotas de Guillermo Tell y de cuando todo hombre podía ser Strauss Kahn en Tanger, hemos olvidado hablar aquello que es: sus libros. Un escritor no existe más allá de sus libros. Sus libros permanecen mientras su vida se difumina, se convierte en motivo de cuchicheo, de enaltecimiento absurdo; sólo permanecen sus libros, aciertos o errores, tanto da, cuando su presencia deja de estar presente.
Resulta casi obsceno que uno de los últimos trabajos que tenemos del más contumaz, o de los más contumaces, revolucionario poético sea un anuncio. La antítesis de aquello que personifica. La cuestión es raspar con las uñas el estucado, dejarse los dedos, llenar de sangre la pared para poder dejar entrever de entre los huecos aquello que se esconde oculto más allá de esa mala capa de pintura que supone la publicidad; publicidad, que funciona en ambas direcciones: nunca encontró mecanismo con el que llegar a más gente. Nunca encontró mecanismos en que menos gente le escuchara. ¿A qué mira la gente cuando el sabio apunta a la luna? No al dedo, a la televisión de plasma que lo emite.
«El propósito de la tecnología no es confundir al cerebro», ¿cómo iba a serlo? El cerebro se siente muy cómodo con el cerebro, una extensión de sí mismo que le permite llegar más allá de su capacidades; ¿cómo negar la virtud de un implante que pueda hacer que una persona sin una extremidad pueda llevar una vida normal? «Es servir al cuerpo», ya que el cuerpo es la base de toda conexión con el cerebro, ya que nuestras experiencias más intensas son corporales, la tecnología debe llevarnos más allá dentro del fruto de esas experiencias. «Hacer la vida más fácil, hacer posible cualquier cosa», o la función de la tecnología como ortopedia existencial que nos lleva más allá de los límites conocidos. «Es la venida de una nueva tecnología», un nuevo campo de pruebas donde podremos transcender de nuevo nuestros límites naturales, llegando más allá de lo que podríamos soñar.
Irónico, nadie escucha al rey cuando es irónico: la tecnología siempre está llegando, siempre está destruyendo la anterior, no manipula la mente, es algo más cómodo: hace de nuestra vida algo más útil. ¿Quién necesita manipular nuestra mente cuando sólo necesitan chantajearnos con quitarnos cuanta tecnología tengamos?
Nike pudo servirse para sus propósitos de la imagen de un escritor torturado, un revolucionario más allá del límite de la coherencia —coherencia que no sirve ni para admirar ni para respetar, pues sirve como fruto del pensamiento sin pensar — , del mismo modo que un escritor torturado, un revolucionario más allá del límite de la coherencia, pudo servirse de la publicidad de Nike para sus propósitos. ¿Quién es capaz de juzgar el anverso sin perderse en el abismo del reverso? Quizás no sea incoherencia, quizás sea el último acto poético de un hombre iluminado.