Este año más que listas hemos tenido elegías. Con constantes referencias a lo ocurrido durante el año, cualquiera que leyera lo escrito en el último mes, fuera de contexto, podría creer que en 2020 solo ha ocurrido una cosa y que toda la cultura se ha paralizado o subordinado a la misma. Pero nosotros no creemos eso. Por eso, este año, como todos los años, la lista es diversa, caótica y repleta de joyas conocidas y por descubrir.
Algunos nombres conocidos vuelven, otros repiten como todos los años, algunas ausencias duelen y otros nuevos nombres aportan visiones diferentes al conjunto. Es el ciclo natural de la vida, pero especialmente de esta lista: nadie está obligado a participar, pero el capricho, la casualidad y las secretas reglas de selección, hacen que cambie sus integrantes cada año. Cada entrega. Cada ocasión en la que volvemos para hacer un resumen de lo mejor del año.
Por eso no vamos a lamentarnos. Vamos a celebrar. Celebrar que en 2020 ha habido mucha cultura que ha merecido la pena descubrir, que el mundo ha seguido girando y que nos ha apetecido pensar, sentir y disfrutar de cuanto otros seres humanos han querido crear extrayendo de dentro de sí algo genuino, único y personal. Porque hacer elegías es fácil. Pero celebrar la vida es mucho más divertido.

Andrés Abel
The Hunt
«Pongo un montón de caras en esta película». De todas las alegrías que nos ha dado Damon Lindelof esta me parece sin duda la más redonda, con permiso de The Leftovers, y eso es gracias sobre todo a una Betty Gilpin de-sa-ta-da. Dice en los extras del BD: «Si Athena [el personaje de Hilary Swank] es la diosa de la guerra y el intelecto, yo quería que Crystal fuera Medusa: una mujer maldita, olvidada y profundamente enloquecida». Su Crystal Creasey es por definición y resultados el John Rambo de nuestra era, y yo podría pasarme la vida viendo cómo apila cuerpos y escuchando sus actualizaciones de fábulas clásicas. Como esa que nos hace preguntarnos si somos la liebre o la tortuga.
The Mill
Así se llama el local de ensayo de Paradise Lost (inventores del metal gótico, marineros de luces apagadas con almas de hielo y espaldas blanquecinas, etcétera) y ese fue el escenario de una actuación que se transmitió al mundo en dos únicos pases para luego esfumarse en el mismo vacío que parecía envolver al grupo durante el concierto. No puedo enlazar, pues, ningún vídeo del evento, pero sí los de Beneath Broken Earth y So Much is Lost, por ejemplo, dos canciones casi opuestas que tuvieron los huevazos de tocar seguidas en el bis haciéndolas sonar como éxitos del mismo disco, para intentar transmitir lo brujo que es este grupo y lo mágica que fue esa noche.
The Weeknd
La película musical de terror del año no es The Haunting of Björk House, sino la que se ha montado Abel Tesfaye en torno a su fenomenal After Hours. Para ello ha construido una narrativa en la que ha integrado los videoclips de los temas, alguna actuación en vivo, e incluso un corto que preludia la transición del artista en slasher… y su muerte a mitad de camino. Después de ese bloque pre mortem (obra todo del director Anton Tammi) sobrevienen visiones del más allá, la visita de los fantasmas del pasado en forma de pieza de animación, y un gran final (de momento) en el que se regresa a la carnalidad de la forma más abelita posible. La secuencia ordenada de la historia puede verse en esta lista que, caso de saber a poco, es posible complementar con más sangre en directo o colaboraciones tan monstruosas como las de Kenny G o Chromatics. Del crossover con Rosalía mejor maybe olvidarse, a riesgo de tener que dormir con la luz abierta.

Álvaro Arbonés
Tres vasos comunicantes: Devs, Gangs of London y The Forest of Love
Alex Garland. Gareth Evans. Sion Sono. Tres nombres con nada en común entre ellos, excepto una visión muy particular del audiovisual que no acepta ninguno de los clásicos compromisos que exige el mainstream o la cinefilia. Hacen cine basándose en lo que creen que debe ser el cine, no lo que un grupo de gente, con dinero o con auto-otorgado prestigio, crean que debe ser. Para demostrarlo, solo tenemos que ver sus respectivos proyectos de este año —Devs, Gangs of London y The Forest of Love— para comprobar que no se pliegan a las ideas de los productores de Hollywood, pero tampoco a las ideas de los cinéfilos siempre dispuestos a tirar a las vías a todo aquel que se atreva a salirse del camino marcado por la idolatría a las figuras que les hacen sentir también a ellos santificados.
El futuro es trans con KiCk i de Arca
KiCk i de Arca no suena como nada que hayas escuchado. KiCk i de Arca suena como pedazos de muchas cosas que hayas escuchado. Porque si tuviéramos que definir su género, en dónde se circunscribe, ¿dónde lo situaríamos? ¿Es reggaeton? ¿Es electrónica? ¿Es pop? Más importante aún, ¿acaso importa? Porque en el disco quizás más accesible y más experimental de Arca, pero también en el disco donde se declara no-binaria, es donde, seguramente, sea más difícil demarcar ya ninguna clase de límite en su discurso. Su música no es sólo del futuro: su música es de un futuro mejor. De un mundo donde ya no cabe siquiera preguntar de qué género es algo, porque, primero y antetodo, se escucha lo que tiene que decir aquellos de quienes pretendemos sacar algo tan complaciente como un género donde encarcelarlos.
House / Power of X en el valor de saber crear mundos
Los X‑Men son infinitos. Los X‑Men son eternos. No existe ninguna trama en el mundo que ya no hayan usado los X‑Men. Y sin embargo, en House of X y Power of X, las colecciones paralelas creadas para refundar el status quo de los mutantes, Jonathan Hickman se las apaña para escribir una espectacular biblia que redefine todo el mundo de los mutantes que, si bien resulta familiar, parece tan lleno de posibilidades que la única posibilidad real para nosotros, lectores, es celebrarlo. ¿Que los cómics en sí tienen los clásicos problemas de guión de Hickman, el cual valora más el fanservice —el guiño guiño, codazo codazo— y la purga caprichosa de información por encima de cualquier clase de consistencia o coherencia narrativa? Por supuesto. No podría ser de otro modo. Pero el nuevo status quo de los X‑Men es tan espectacular, sugestivo y lleno de posibilidades que, aunque sólo sea por eso, tenemos que celebrar estos doce números deslavazados que han asentado los cimientos para algo con muchísimo potencial.

Bamf!
Artefacto 3: Bojack Horseman
Lo sé, lo sé: entra en el tiempo de descuento. Pero la última temporada de Bojack Horseman se emitió en 2020 dando lugar a una situación muy curiosa: el meme del caballo dibujado por secciones se cumple a lo largo de las seis temporadas que trataron con dramática comicidad todos los temas sociales y éticos habidos y por haber. Y lo hicieron bien, dejándonos rotitas por dentro. Un caballo perfecto para una serie protagonizada por un caballo desastroso.
Artefacto 2: The Mandalorian
Cómo nos duele a algunos amar algunos productos generados por esa máquina fagocitadora de humanos y entretenimiento que es Disney. El Mandodiao nos ha brindado, para empezar, una infinidad de juegos de palabras por los que estaré infinitamente agradecido. Pero también ha recuperado lo que para algunes de nosotres es la esencia pura de Star Wars en formato tele-serie western con maquillaje y muñecotes en vez de seres CGI. Y tres toneladas de fanservice. Ni lo analices como si fuera algo de Lars Von Trier, ni lo eleves a la categoría de obra maestra que humilla al resto de productos de Star Wars: disfrutalo como une críe y cállate.
Artefacto 1: ¡Ay, Campaneras!
Lidia García, @thequeercañibot en Twitter. Cuidaos, y cuidad. Sicalipsis. La Carmen de Mérimée. La revista. El cuplé. ¡Ay, Campaneras! es la reivindicación de la cultura popular español tradicional, denostada durante mucho tiempo por rancia, por hortera, y por una conceptualización generalizada (en muchos casos, infundada) de «cosa de abuelas» y/o «cosa del franquismo». Es de las abuelas y se consumió en el franquismo, sí, pero dejadme que os diga una cosa: que os lo explique Lidia García en su podcast, el mejor (muy de lejos) artefacto cultural que el que escribe esto se ha metido al cuerpo en 2020. Palabras como «copla» o «Concha Piquer» no te suenan bien hasta que Lidia te las explica en clave de género, queer, de clase y con una contextualización histórica que quita el sentío, queridas.

Hector G. Barnés
The Claremont Run
Detesto los análisis en 140 caracteres, detesto los hilos inacabables que no son más que pura reescritura de la Wikipedia, detesto la rotundidad que propicia el formato de Twitter. Con una gran excepción: The Claremont Run, página académica dedicada a analizar la andadura de Chris Claremont como guionista de ‘La Patrulla‑X’ entre 1975 y 1991, quizá uno de los hitos culturales pop de largo recorrido más excepcionales, solo comparables a la de Gene Rodenberry en ‘Star Trek’. Aunque en su página web se recojan recursos valiosos como una sistematización de las representaciones de los personajes, nada como las digresiones recogidas en su cuenta de Twitter, que me han alegrado el día cada vez que asomaban la cabeza por mi ‘timeline’, pequeñas reflexiones sobre la genialidad de uno de los grandes del cómic. Y, al mismo tiempo, una muestra de que la academia puede encontrar otras vías para la divulgación en los formatos emergentes.
Lee Friedlander en Madrid (PhotoESPAÑA)
Me acerqué a la exposición del fotógrafo estadounidense en la Fundación Mapfre imaginando una agradable recopilación de portadas de discos icónicas —suyo es, por ejemplo, el célebre contrapicado de John Coltrane en la portada de Giant Steps o los retratos de los bluesmen como Mississippi Fred McDowell en su entorno natural— y me encontré con un apasionante formalista cuyas fotografías son capaces de mostrar una realidad y su reverso, la vida cotidiana y la vida abstracta, Hooper y Chirico de la mano. Periodismo y poesía, el sueño americano y el sueño de Goya. Friedlander viajó por España a principios de los años 60 y las imágenes de nuestro país recogidas por el americano ofrecen una visión muy lejana a los retratos costumbristas tan propios de la época, que muestran que en la abstracción, como en la muerte, todos nos parecemos.
Utopías: «Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI» de Erik Olin Wright y «Utopía no es una isla» de Layla Martínez
En las últimas semanas del año irrumpieron un par de libros que intentan responder a la gran pregunta que nos tendremos que hacer el próximo año: ¿cómo conseguimos que el mundo sea un lugar mejor? «Admirable» es la palabra que siempre me ha sugerido el tristemente fallecido sociólogo estadounidense, tanto por su manera de explicar con didáctica e inteligencia las dinámicas políticas y sociales de la segunda mitad del siglo XX como por la esperanza que brilla bajo su gramática calmada y generosa. Martínez es mucho más ruidosa y furiosa escribiendo, y eso también es necesario: sus utopías no solo son una guía para adivinar mejores futuros, sino también una estimulante recopilación de relatos que nos recuerdan que la ciencia-ficción o la fantasía no tienen por qué ser siempre ficciones.

Noah Benalal
Toda la comedia alegre
El primer espacio de esta lista se lo quiero dedicar a los tres ítems que más me han obsesionado y me han hecho reír este 2020. El primero es Middleditch and Schwartz, una miniserie de comedia de improvisación que se estrenó en Netflix a principios de año, donde Thomas Middleditch (Silicon Valley) y Ben Schwartz (Parks & Recreation, Space Force) le sonsacan a alguien del público una pequeña anécdota sobre la que construirán, sobre la marcha, todo su espectáculo: una maravilla cuando les sale bien, y todavía más divertida cuando se equivocan y tienen que salir por lugares inesperados. También ha sido el año de Saturday Night Live, que entre la campaña presidencial, la crónica de actualidad y el musical absurdo, ha sido el ritual perfecto para sentirme acompañada los domingos por la mañana. Mis sketches favoritos, para quien le interese, han sido este, este, este y este. Y, por último, Tenet: la película de Christopher Nolan que no es capaz de dominar el tiempo para aterrizar ninguno de sus chistes, pero que con sus errores me ha enseñado cosas y además me hecho pasar los mejores ratos del año, bromeando y especulando sobre su alto concepto y su estrepitoso fracaso.
Dos anti-relatos nacionales, o algo así (libros y cine)
Aquí reúno las dos cosas que de verdad me gustaría que todo el mundo pudiese ver y leer: El año del descubrimiento, una película de Luis López Carrasco, y Mapocho, una novela de Nona Fernández. El año del descubrimiento utiliza los recursos del documental y las protestas obreras de 1992 en Cartagena para construir un relato a muchas voces sobre los éxitos y fracasos del sindicalismo en España, las consecuencias de la reconversión industrial, la precariedad laboral de los jóvenes de hoy y, más que ninguna otra cosa, los efectos materiales de la política en las vidas de la gente. Con pantalla partida y sin ninguna prisa, va más allá de exponer las «mentiras» del año de los JJOO de Barcelona, la Expo ‘92 y la idea de una España que llegaba, por fin, al futuro; la peli constata, pregunta, escucha y, sobre todo, te enciende como una cerilla. El cuerpo con el que se sale de verla no lo puedo explicar, pero merece mucho la pena y la admiro. Igual que Mapocho, una enorme construcción tambaleante de novela que, en muy poco espacio, también superpone distintos períodos históricos para desmontar y recrear un relato nacional, el de la impresionante y sangrienta historia de Chile: es una historia de fantasmas, de extrema violencia y extrema belleza, que personaliza y revive y exterioriza el trauma de una nación que se ha movilizado y ha recogido sus frutos este año. 2020 también ha sido el año de Chile, y no tengo ninguna duda de que esta ha sido mi lectura favorita.
Miscelánea de internet
Por último, las cosas que más me han llamado la atención durante el año del scroll: Garbage Day, la newsletter sobre memes y cosas de internet curada con mucho cariño e ímpetu periodístico por Ryan Broderick, que explica y colecciona material encontrado de Internet; explica el origen de algunas bromas en uso, selecciona y analiza de toda clase de vídeos y objetos curiosos, y va actualizando sobre el desarrollo de posts, hilos y happenings virtuales que se extienden en el tiempo, como lo del monolito, y siempre es muy divertido. También la cuenta de Instagram de Nicole McLaughlin, una diseñadora que hace upcycling con toda clase de objetos y fabrica ropa y accesorios chulísimos y un poco absurdos: mis favoritos son los pendientes de hilo dental, los pendientes de mantequilla y las uñas de pan para untar mantequilla. Sobresale la cuenta de Marsel, mi perro influencer favorito, y la narrativa del vídeo de Brian David Gilbert del que todo el mundo habla.

Jorge Cano
Ema
Ahora que estamos viviendo en primera fila la muerte del cine (gracias, Nolan), quiero reivindicar como buen boomer la inimitable experiencia de ver una película en una sala. Y no por la calidad de imagen y sonido, o por la atención a la que nos predispone como espectadores, sino por esa mística comunión que a veces se produce entre completos desconocidos. Riendo en los mismos chistes, emocionándonos en las mismas escenas o como me ocurrió con Ema de Pablo Larraín, ponernos todos los allí presentes cachondísimos. Es tan sensual esta película, de una manera tan visceral, que un hornysmo transversal alcanzó tanto a los más jóvenes como a las señoras jubiladas que nos fallan en los cines Ideal los fines de semana por la tarde. Supongo que a eso se refieren con «la magia del cine», que a veces se nos olvida entre tanta película falta de pasión y frescura, algo de lo que va sobrado el cine de este magnífico director chileno.
How to with John Wilson
El único y humilde propósito que me hice para este año es intentar ser un poco menos cínico, y al final lo que he hecho es abrazar esta característica de mi personalidad en lugar de luchar con ella, ya que controlada y en sus dosis justas creo que no hace daño a nadie. How to with John Wilson me ha ayudado en este proceso mental, una serie que desde un humor muy irónico critica el enfermizo estilo de vida de los neoyorquinos y por consiguiente de todos los que vivimos en una sociedad consumista. Ofreciendo algunos de los momentos con los que más me he reído en mucho tiempo, y de los más tristes si rascas la superficie, la mirada cínica pero a la vez humanista de John Wilson consigue crear algo único y muy original, demostrando que ambas facetas no tienen por qué estar reñidas: siempre hay algo de luz al final del sucio, maloliente y oscuro túnel.
We Are Who We Are
A riesgo de quedar baneado para siempre de esta prestigiosa lista, porque el patrón que nos ha reunido hoy aquí a todos le tiene un poco de tirria a este italiano, me he atrevido a incluir We Are Who We Are,la serie de Luca Guadagnino, que me ha enamorado. Vale, sé perfectamente por qué no os gusta este director, yo también le veo las mismas costuras y entiendo que os resulte irritante, pero por lo que sea conecto con su mirada y sensibilidad, me gusta lo que hace incluso cuando se equivoca. Intentad dejar vuestros prejuicios a un lado, porque de manera sorprendente en esta serie tenemos a un Guadagnino que abandona su esteticismo y apuesta por el naturalismo para hablar de algo tan manido como la adolescencia, que pocas veces he visto retratada en una ficción de manera tan certera. Esa montaña rusa de emociones con euforias y decaimientos y de búsqueda de la identidad que mediante cuidadas atmósferas emocionales y unos actores en estado de gracia consiguieron que acabara queriendo a sus personajes como si fueran mis hijos; una serie preciosa.



Pablo Casado
New Blood Interactive
2020 ha sido el año en el que, por suerte, he comenzado a sumergirme en el catálogo de esta gloriosa editora de videojuegos independientes. Socarrones, irreverentes y con un grado de compromiso con la calidad y la satisfacción de los usuarios poco común, acumulan tras de sí miles de reseñas positivas en todos sus títulos, una colección de juegos brutal y unas direcciones web que son para enmarcar. Un ejemplo incontestable de todo esto es el, por ahora, Early Access de ULTRAKILL. Sus engañosas trazas de FPS noventero esconden tras de sí una propuesta frenética, ultraviolenta y turbogore en la que su infierno tiene más que ver con Quake que con la Divina Comedia y al único Dante que rendiremos pleitesía será al de la saga de Capcom, ejecutando combos imposibles y maniobras de fino estilista a toda hostia. De ahí a coger un dominio llamado devilmayquake.com sólo iba un paso, pero lo relevante de verdad es asomarse a esa dirección y ver cómo el 99% de sus reseñas son positivas. O el 98% de las reseñas de DUSK. O el 96% de las de Amid Evil. Quizás esos porcentajes vienen de la mano de propuestas llenas de pasión, creatividad y respeto por el medio y todo lo que lleva consigo, usuarios incluidos. Y quizá muchas publishers deberían tomar nota de New Blood, una editora que parece que está de cachondeo cuando llama a su página de Steam wehate.money, pero que se toma en serio las cosas que de verdad importan.
ELDER. OMENS.
El último álbum de ELDER es la cristalización de un proceso que se lleva fraguando, por lo menos, desde Reflections Of A Floating World . Una evolución lenta pero segura de lo que ya por aquél entonces era un sonido inimitable que ansiaba explorar nuevas fronteras más allá de los límites de las pesadas guitarras del stoner. Algo de esa contundencia queda en los cinco cortes que componen OMENS, un disco que es muchísimo más ambicioso en la construcción de sus melodías y que relega a la parte vocal a una presencia casi anecdótica. De ahí que haya aún más espacio para un meticuloso recorrido por el trabajo de sus guitarras, para alejarse y acercarse una y otra vez al eje melódico de la composición y llegar finalmente a un clímax en el que, ahí sí, toda la banda se desata para demostrar que no se les ha olvidado nada de lo que en su momento demostraron. Habrá muchos que añoren la poderosa distorsión que, en su momento, dominó Dead Roots Stirring y, en menor medida, Lore. Yo no. Cada disco de Elder es un estudio en profundidad de una nueva fórmula, de un giro a su particular sonido, que afianza cada vez más a un grupo que no tiene rival. Joder, cómo me gusta Elder.
Daniel Warren Johnson
Dos son las obras que me llevan a incluir a este monstruo de las viñetas en esta lista de 2020. La primera me la permito por una pequeña argucia gracias al lógico desfase editorial USA/España y la segunda es en buena lid. Y es que en este año ha visto la luz en España Murder Falcon y en USA Wonder Woman: Dead Earth. Cualquiera de las dos contiene los suficientes elementos Danielwarrenjohnsonianos como para empezar mi alegato pero eh, doble de viñetas, doble de diversión. Porque de eso es de lo que va la obra de mi querido artista: de disfrutar al máximo con cada página. Con un trazo furioso, lleno de energía y dinamismo, sus composiciones aprovechan el 100% del formato, haciendo que nuestros ojos vayan de forma rápida de un lado para otro con unas onomatopeyas geniales o se detengan ante una mirada que reclama toda nuestra atención. Y eso cuando no abre al máximo el plano y la épica a gran escala le roba el protagonismo a cualquier otro aspecto de sus cuidados guiones. Lo cual es digno de mención, porque estamos hablando de unos cómics que tienen como protagonistas a una Wonder Woman post-apocalíptica y a un halcón con un brazo biónico que pega hostias al ritmo del JEBI METAL. Normal que, con estas credenciales, le hayan otorgado las riendas de la nueva colección de Bill Rayo Beta en Marvel, un alien de aspecto caballuno que es mejor Thor que el propio Thor y que fue la carta de presentación de Walter Simonson —otro TITÁN— como autor completo en Marvel. Dudo mucho que sea una coincidencia.

Anabel Colazo
Tetsuya Nomura is very quiet, but very powerful
No nos cuesta demasiado valorar nuestras propias experiencias, hasta el punto de ser sobreprotectores con ellas. Nadie parece querer remakes de cosas. Mucha gente se emocionó al ver que el proyecto de Final Fantasy VII remake existía, pero mucha gente ha detestado que lo hicieran. No es por respeto a la obra original, no es porque aprecien hasta niveles inabarcables el juego de 1997: al fin y al cabo, nadie va a eliminar esa obra. Simplemente, no quieren ver amenazado el recuerdo de cuando jugaron Final Fantasy VII por primera vez. Pero Final Fantasy VII remake es consciente de esto, lo integra en su narrativa y sigue adelante, contando la historia que esta vez quiere contar. Kitase, Nojima y Nomura (productor, guionista y director respectivamente de Final Fantasy VII remake) trabajaron mucho para sacar adelante Final Fantasy VII en 1997. Midgar está ahí, como hacía 23 años… y a su vez es muy distinta. Le pesa la experiencia: todos los juegos, libros, la película (que fue mi puerta de entrada a este universo)…toda esa obra existe en forma de compilación del universo. Y sí, la ciudad de Midgar sigue ahí, igual que los temas que nos ocupan: los ricos siguen aplastando a los pobres, y sigue habiendo un planeta que salvar. Las megacorporaciones siguen monopolizando los recursos primarios y destruyendo la tierra que habitamos. Al final del juego original hay un salto temporal en el que podemos ver la ciudad de Midgar derruida atrapada por una vegetación creciente, la naturaleza reapropiándose de lo que es suyo. Pensaba en esto como un futuro inevitable e inamovible… pero en 2020 no me atrevería a afirmar lo mismo. Me pregunto que le espera a Midgar en esta ocasión. Final Fantasy VII remake termina con una frase dicha por Aerith: “lo echo de menos, el cielo de acero”. No saber lo que va a ocurrir da miedo pero estoy deseando vivirlo.
Yaeji in Place
Con What We Drew Yaeji se ha metido de lleno entre mis artistas más reproducidos este año. Hace unos meses, cuando todavía me encontraba atrapada en otro país, el directo solidario que hizo en el canal Boiler Room de youtube me atrapó por completo: su naturaleza como artista multidisciplinar y la presencia de distintos colaboradores hizo que lejos de ser un directo al uso fuese una experiencia a la que vuelvo cada mes, hipnotizada por lo bien que funcionan todos los elementos que maneja juntos.
El final de Kimetsu no Yaiba
La historia de los cazadores de demonios es frenética y rápida. Quizás esto se debe a que sí, en un mundo lleno de espadas y demonios, mucha gente muere. Permitiéndose el espacio necesario para que empatices con ellos, la mayoría de los personajes perecerán entre esas páginas. En un mundo tan violento y despiadado es un alivio que los protagonistas sean personas optimistas y fuertes, pero frustrante para el desarrollo de los personajes. Es por esto que me resultó un alivio ver ese capítulo final, que planteado como una suerte de fanfiction slice of life/au los personajes que nos han acompañado (y dejado) a lo largo de toda la serie encuentran un lugar feliz.

Xabier Cortés
Stare Into The Death And Be Still, de Ulcerate
Si el año pasado Blood Incantation lanzó el que probablemente sea uno de los trabajos deathmetaleros más importantes de los últimos años, este 2020 son los neozelandeses Ulcerate los encargados de demostrarnos que, lejos de la opinión del metalero medio, el death metal tiene todavía muchos secretos que desvelar. «Stare Into Death And Be Still» supone una perfecta continuación de ese absoluto Leviatán sonoro que fue su disco de 2016 «Shrines Of Paralysis», pero con el firme propósito de llevar las límites de su propio sonido a nuevas alturas. Más accesible que sus anteriores trabajos, todo lo accesible que puede ser un sonido extremo claro está; afilado, áspero y disonante, el trabajo tanto en composición como en ejecución (también en la producción, cristalina y perfectamente equilibrada) alcanza nuevas cotas de excelencia aquí siempre con el ojito puesto especialmente en esa inhumana máquina tras la batería que es Jaimie Saint-Merat. Desde los primeros compases de «The Lifeless Advance» hasta los últimos estertores de «Dissolved Orders» con el que cierran el disco, este último trabajo del trío de Auckland sigue añadiendo nuevos capítulos a la historia de la música extrema de vanguardia. ¿Cómo no va a ser uno de los discos más destacados del año uno que parece abrir una brecha en el tejido cósmico para transportarnos a través de un agujero negro de melancolía, disonancia y ruido? Pues eso.
Termination Shock, de Traveler
Un año más esa nueva ola de heavy metal tradicional que se ha venido gestando en Norteamérica en esta última década nos vuelve a dejar, por un lado, un buen puñado de trabajos con los que recordar a los viejos popes (británicos) del género y, por otro, demostrar que lejos de quedarse en un simple ejercicio de nostalgia sin otro recorrido que ese, lo que nos proponen grupos como Traveler, Eternal Champion, Riot City, Screamer o Haunt es devolverle a ese heavy metal arquetípico un poco de esa magia que vivió hace más de treinta años. En un año en el que hemos visto el segundo larga duración (con un hype descomunal, y merecido, dentro de las huestes metálicas que ríase usted del creado por cierto videojuego no-sé-qué-2077) de Eternal Champion, es «Termination Shock» de los canadienses Traveler el que se alza como campeón —no pun intended— en esta vorágine de riffs potentes, melodías pegadizas, himnos épicos y catársis ochentera que mantiene el pantalón vaquero ajustado y cazadora vaquera parcheada. En su segundo larga duración, este combo de Ontario consigue un equilibrio perfecto entre todos esos elementos que convirtieron a la nwobhm en todo un fenómeno musical: ritmos acelerados, voz brillante (pero comedida con los gorgoritos), armonías dobladas por unas guitarras que siempre tienen la respuesta que estás buscando, unos coros para dejarse la garganta junto a ellos y todo esto construido sobre una base rítmica sólida y trotona. Es por todo esto que «Termination Shock» merece un lugar de honor entre esos artefactos culturales que han atravesado este 2020.
Conundrum, de Hällas
Que uno de los discos más destacables de este año 2020 sea un disco que bebe directamente de las fuentes del rock progresivo de los setenta/ochenta —de Uriah Heep y Blue Öyster Club entre muchos otros—with a twist es algo que me imagino querrá decir algo de los tiempos que corren. No lo sé. Lo que sí me quedó claro la primera vez que escuché este nuevo trabajo del quinteto sueco es que dentro de esta corriente retro-rock que lleva desarrollándose desde hace unos años, Hällas se está convirtiendo por derecho propio en uno de sus exponentes más brillantes. Porque no son tan habituales los discos que te dejan una sensación de bienestar después de una escucha, pero son los menos los que, tras muchas —muchísimas— escuchas más se descubre como una de esas rara avis que según le vas dando más vueltas te das cuenta de que resulta ser un disco que te arropa, te da un besito en la frente y te dice que todo va a salir bien. «Conundrum» es una aventura — los propios Hällas se definen como adventure rock— que pone final a la trilogía que empezara hace 5 años con su primer álbum. Prog, synth (incluso abrazando sin tapujos el synthwave en «Fading Hero»), psicodelia y misterio en un álbum se nos va presentando de forma natural y sin prisas: todo fluye y no encontramos ningún elemento que se aleje del plan que tienen estos suecos en sus cabecitas. Te adentras con paso firme, pero cauto en un disco que resulta ser un laberinto y no dejas de encontrarte verdaderos himnos como «Carry On» —probablemente uno de las mejores canciones que han escuchado estos humildes oídos en los últimos años — , el sinte desatado de «Tear Of A Traitor» o la épica y emotiva «Labyrinth Of Distant Echoes». Como si hiciera falta decir algo más de uno de los mejores discos que ha salido este 2020.

Carlos Crespo
Primero, el jardín
Creo que pocas cosas este año me han hecho sentir tan en conexión con el mundo, la creatividad y tan seguro de que internet ha merecido la pena como la iniciativa de los Árboles Frutales, de Adrián Viéitez. Una colección de textos de diversas voces de la literatura española, desde autoras reconocidas a su propio padre, que conforman un abanico en el que se dan cita todo tipo de temáticas. He vuelto a más de uno de estos textos como quien regresa a casa después de mucho tiempo fuera, para descubrir cosas nuevas en cada relectura.
Después, la tormenta
Pedro Costa es uno de los directores de cine a los que más admiro. Solo he visto una de sus películas (la estupendísima Vitalina Varela), pero me faltan dedos para contar las charlas y entrevistas que he seguido suyas. Lo admiro por su reconocimiento del cine como lo que es: un negocio. Su personalidad es explosiva, y su forma de hablar, sin pelos en la lengua, no será para todos. Pero en charlas como la que dio en el pasado Festival de Róterdam, demuestra que entiende perfectamente qué es el arte, y hasta dónde tiene sentido llegar por él («si un actor no está bien, si yo no estoy bien, ese día no rodamos»). Además, es un tío muy divertido de escuchar: «Bresson luce genial en el iPhone«, «no hagáis más películas, por favor». Por favor.
Tres escenas para terminar
Un poco de trampa aquí meter tres escenas en un solo apartado, pero es que el cine ha dado cosas buenísimas este año.
A falta de ver la comentadísima Lover’s Rock de Steve McQueen, mi escena de fiesta favoritísima de este año está en Los europeos, la última película de Víctor García León. Los dos protagonistas, de viaje en la Ibiza pre-boom del turismo, van a una casa donde el tiempo se dilata, se corta, la gente se acerca, los cuerpos se tocan… Es casi un hechizo, y García León lo graba y lo monta con un tacto y decisión hipnotizantes.
En el punto opuesto a esta encontramos Voices in the wind, un dramón de Nobuhiro Suwa presentado en el Festival de Gijón a través de Filmin y que contiene una de las escenas más desasosegantes que recuerdo en todo el año: su protagonista, una adolescente japonesa, caminando por un decampado lleno de escombros, sufriendo un ataque de ansiedad que muta en crisis existencial, en llantos, en gritos, en ella pidiéndole al cielo, a lo que sea, que la escuche, que está sola y no quiere, que por qué todo esto le pasa a ella.
Y al final, la calma. De First cow habréis leído ya mucho más, y mucho mejor. Yo, personalmente, sigo sin sacarme de la cabeza una pequeñísima escena. En la secuencia en que Cookie, uno de los protagonistas, visita la casa de King Lu por primera vez, ambos se dedican a adecentar un poco la habitación antes de beber un poco. King corta madera, torpemente. Cookie barre. Entonces, Cookie sale, sin cruzar palabra, va al campo de al lado, y regresa con un ramito de flores casi secas. Es un gesto pequeño, ínfimo, pero si esta película, que va sobre las posibilidades del sueño americano para las personas y no para la economía, va de algo, probablemente vaya de ese pequeño gesto. Un ramito de flores para adecentar la casa. Y ya luce muchísimo mejor.

Jaime Delgado
Repetición como catarsis
Ingrid, de Klara Lewis, es la composición que más me ha sobrecogido y hecho feliz en… años. Entendiendo felicidad como esa sensación casi extracorpórea de plenitud, ese estado epifánico en el que la realidad se desdibuja pero, a la vez, tenemos una aparente mayor comprensión de la misma que no podemos poner en palabras. Es decir, los químicos de la cabeza haciendo sus cositas. Sus siete segundos de chelo se repiten hasta la eternidad, desgastándose y distorsionándose poco a poco, acumulándose sobre sí mismos como corrosivo, como desprendiéndose de su pulcritud y liberándose cada vez más de su deshonestidad para dejar salir algo mucho más sincero, más violento, más primitivo: un abanico de emociones puras que van de la confusión al dolor al éxtasis a la tristeza y a la esperanza, y que nos conduce a un estado introspectivo despojado de artificios e hipocresía.
(Spotify no deja de ser una herramienta estupenda para compartir y quizá descubrirle algo a otro con gustos similares, pero no está de más recordar que si queremos apoyar a un artista/sello Bandcamp sigue siendo la mejor manera, llegándole aproximadamente el 85% de lo que aportemos).
Bundle for Racial Justice and Equality by itch.io and 1391 others
Si nos centramos en su relevancia, las manifestaciones y creciente atención que ha recibido el movimiento Black Lives Matter este año seguramente quede por encima de mi elección particular, pero los movimientos sociales son lentos y continuos, y ni #BLM ha surgido en 2020 ni sus avances y consecuencias serán, por desgracia, inmediatas. Lo que estas protestas sí desencadenaron el pasado junio fue el lanzamiento en itch.io (baluarte de minorías, pero también de cualquier creador con la necesidad de expresarse y compartir algo importante para ellos; una plataforma donde el contenido no está para ser comprado, sino para ser jugado) del mayor bundle benéfico de videojuegos de la historia, que terminó agrupando más de 1700 creaciones indies y recaudando más de 8 millones de dólares. Como hito en sí ya es sorprendente, pero más allá de los números el evento sirve (o debería servir) como llamada de atención para ser conscientes de la importancia que tiene esa parte del medio que queda sepultada bajo la atención constante y desmedida al último lanzamiento de la gran compañía que toque en ese momento. Ante la hegemonía de mecánicas formulaicas –y tremendamente conservadoras– en el par de géneros reinantes, la ambición ciega por una mayor y más grande fidelidad realista que lleva irremediablemente a la cultura del «crunch» y el intento sistemático de distanciarse de cualquier interpretación política (pista: es imposible), disponemos de un catálogo amplísimo de creaciones más personales, pequeñitas, quizá más feotas, según quien mire, quizá más cortas, pero con inquietud por explorar y subvertir las narrativas o mecánicas convencionales, no tener ningún reparo en incluir un discurso de clara intención social o ser abierta y directamente experimentales. O quizá nada de ello, quizá simplemente ser un lugar calentito y agradable, un pequeño refugio, durante los minutos que dure la experiencia. Por supuesto no hay nada de malo en jugar a los AAA que a cada cual le interesen, y la creciente popularidad del indie es indiscutible, pero al igual que el racismo no desapareció mágicamente con la abolición de la esclavitud, existe aún una diversidad inmensa de propuestas moviéndose por el entretejido intrínseco del medio que sigue quedando oculta y a la que podemos, podríamos, apoyar y prestar más atención.
(Por mencionar unos cuantos ejemplos aún cuando limitarme a títulos de 2020 sea parcialmente contrario a lo que acabo de defender: Stars Die, The Sacrifices, MetaWare High School, Signs of the Sojourner, The Indifferent Wonder of an Edible Place, Pyramid, Democratic Socialism Simulator o Utopias: Navigating Without Coordinates. Pueden no ser obras excepcionales y absolutas, tener defectos o incluso alguna ser algo fallida, pero todas ellas nacen de una expresión y sentimiento honesto y contribuyen a enriquecer el ecosistema del videojuego. Además, si uno quiere algo excepcional, epítome de lo que pueden lograr los videojuegos independientes, ya tenemos el mejor lanzamiento del año y de la década: Kentucky Route Zero).
(El final de) Red Post on Escher Street
Era difícil saber qué esperar de Sion Sono tras The Forest of Love, por sentirse (más que habitualmente) como sintetizador y en cierta manera culminación; por la forma en la que Sono se expone, realiza autocrítica hasta tornarse autodesprecio y destripa de forma descorazonadora su propia carrera bajo el prisma de lo miserable; por su ejercicio, en suma, de deconstrucción basado en la autolesión y destrucción terminal. Sería sencillo hablar de Red Post on Escher Street como ese renacimiento que se alza sobre las ruinas de lo devastado, una vuelta a los orígenes, o bien como el reverso positivo de la anterior (cada personaje extensión de Sono, pero atravesados por afecto en lugar de por desprecio), o incluso ligarla a Why Don’t You Play in Hell poniendo el foco en aspectos diferentes y llevándola algo más allá, o algo más acá. Pero en realidad no es nada de eso, o es todo ello, es simplemente una película más de Sono, con sus inquietudes sobre el valor del arte, cómo afecta a nuestra realidad y el proceso creativo; con su empatía, humanidad y amor habitual por el ser humano, tanto como individuo como en las relaciones que se construyen entre estos, y la necesidad de escuchar sus historias; un caos controlado de una vitalidad y precisión estructural impecable, pero que una vez coloca todas las piezas (dejando al mismo tiempo en el proceso que la cámara se distraiga y persiga lo que le llame la atención) da espacio y libertad suficiente para que sean ellos mismos, los personajes, los que descubran por sí solos cómo convertirse en personas. También es lo más punk que ha hecho Sono y ha dado el cine en los últimos años.

César Díaz
VIDEOJUEGOS: The Last of Us Parte II
Este año por circunstancias personales (ser bi padre) jugar a videojuegos ha sido algo que me ha resultado extremadamente difícil. Sobre todo, teniendo en cuenta lo complicado que nos lo han puesto en esta generación. Estaremos todos de acuerdo que, a excepción de los juegos de Nintendo, la inmediatez, no ha sido una de las virtudes de los juegos salidos para PS4. Y si lo hayan sido sus interminables momentos de espera con parches y actualizaciones.
El único juego que ha conseguido que supere todas las barreras impuestas por el medio y me meta de lleno en su universo ha sido la obra de Naughty Dog. Y no ha sido por sus mecánicas, anticuadas , poco innovadoras, si no por su historia y por su diseño de niveles que, si bien cuando lo empecé, me parecía aburrido, al darle una segunda vuelta al juego, descubrí nuevos recovecos y caminos inexplorados que me ayudaron a comprender lo bien pensado que estaba el juego.
Y por su puesto, su historia. Cuando pasa mucho tiempo después de haber jugado a algo, uno olvida los detalles menos importantes, pero de lo que no se olvida nunca es de las sensaciones y de cómo te han hecho sentir. Yo nunca he sabido tocar la guitarra, pero jamás olvidaré la sensación de Ellie al verse impedida para tocar la guitarra y de cómo llegó hasta allí.
Sin duda es uno de los mejores videojuegos que he jugado en los últimos años y que, me ayudan a no desconectar del todo de este universo videojuegrguista que tanto me ha dado.
MÚSICA: Oneohtrix Point Never, MAGIC
Un día abrí twitter y me entero de que Daniel Lopatin había sacado nuevo disco. Era noviembre. El frío había llegado y metido en el transporte público de un Madrid pandémico iba escuchando el último trabajo de este prolífico productor. Su música Quizá sea su disco más pop y accesible. Un disco que he escuchado en bucle durante horas y que me ha llevado a un montón de lugares. 2020 confirma a Lopatin como uno de los grandes productores musicales de la música de vanguardia y que le convierte en todo un referente. Si es que no lo era ya.
SERIES TV: Veneno ( de los putos javis)
Tengo una relación de amor odio con estos 2, Los Javis. Sus personajes públicos me estomagan, su constante sobre exposición mediática han conseguido que su sola presencia en la tele haga que cambie de canal. Y sin embargo su último trabajo Veneno para Atresmedia me parece fabuloso. No solo por ser los reyes de lo meta de la cultura popular española si no por lo bien que tratan todo el universo de Joselito, la mujer trans que irrumpió en la televisión nacional en la década de los 90 y que se convirtió en todo un icono POP. Sin duda, la serie de La Veneno es la que más me ha emocionado este año. Y que ha resultado una sorpresa, teniendo en cuenta la calidad media de las producciones de A3. Y una confirmación: que Los Javis tienen un talento que está fuera de toda duda, más allá del mamarrachismo que derrochan. Sin duda estaré atento a cual será su siguiente trabajo.

Oriol Estrada Rangil
Marcados por la cruz escarlata
Black Veil Brides son uno de esos grupos de éxito que todo guardián de la pureza del Metal tiene obligación de odiar, y solo por eso su atractivo se dispara. Cuando el Rock parece haber perdido todo fuelle entre el público joven (en parte por culpa de esos guardianes), esta banda que tanto te clava una canción Hard Rock como una con influencias Metalcore se ha erigido en la última década como la perfecta heredera del Glam de los ochenta y de la música entendida como entretenimiento al más puro estilo KISS. Aunque la fórmula podría parecer gastada y superada, ahí están sus discos en altas posiciones en Billboard, o este videoclip de Scarlet Cross aparecido un viernes 13 en YouTube, que en pocos días sumaba más de un millón de visitas. Metal pegadizo pero sin renunciar a la contundencia, con un punto añadido que lo hace todavía más interesante: es el avance de un futuro disco conceptual, The Phantom Tomorrow, que vendrá acompañado de un cómic. Deseoso estoy de poder leer esta obra que recoge influencias que van desde Batman a Watchmen, pasando por V de Vendetta.
¡A metamorfosearse!
2020 es posiblemente el año Boys Love (BL) en el mercado español de manga. Si bien, por mucho que algunos reaccionarios se quejen de que todo lo que se publica ahora es BL (los números están ahí y dicen NO), podemos hablar de cierta normalización. Un nicho de mercado que crece saludablemente, a pesar de las reacciones adversas o indiferencias que puede suscitar. En el Manga Barcelona de 2020 muchas de las licencias más aplaudidas han sido precisamente de BL, pero además ha brillado con luz propia una de sus invitadas: Tsurutani Kaori, la autora de Metamorfosis BL, un manga que NO ES BL pero que cuenta una preciosa historia de amistad entre una jovencita y una anciana que comparten pasión por el género. No es en absoluto necesario ser lector de BL para conectar con una historia como esta, que al final nos habla de la pasión por la lectura, de los placeres de compartir tus intereses con otros y como algo así es capaz de derribar todo tipo de barreras. Y quién sabe, quizá este título convenza a alguien para darle una oportunidad a un género que sigue a día de hoy cargado de prejuicios, de puro desconocimiento.
Reactinception con Ronnie Radke
YouTube se inventó para los vídeos de reacciones, pero lo que quizás nadie esperaba es que un músico, normalmente objeto de estas reacciones, se convirtiese en sujeto, y empezara colgar sus reacciones a las reacciones de otros; que a su vez también hacen un vídeo en el que reaccionan a la reacción del músico que reacciona al que reacciona a su canción: REACTINCEPTION lo llaman (vuelve a leer la frase si hace falta). Ronnie Radke, líder de Falling in Reverse, personaje singular con una historia que incluye dos años y medio en prisión y arrepentimiento por sus actitudes de puro rockstar del pasado, ha dado mucho que hablar a lo largo de 2020 con su vídeo de Popular Monster (lanzado a finales de 2019): la sorprendente fusión de rap y metal con la que Linkin Park y otros grupos nu-metal solo soñaban. Una mezcla de estilos y sensaciones acompañadas de un vídeo musical convertido en película hollywoodiense de monstruos desatados, que ha generado decenas de reacciones en YouTube que el propio Radke se ha encargado de comentar, demostrando que su canción y vídeo ha conseguido convencer a raperos y metaleros por igual, lanzando a su vez todo un discurso sobre la diversidad musical y su capacidad para sorprender al más escéptico. El resultado, alguien recogió en 2020 estos vídeos para crear un canal de las reacciones del músico, y la aceptación ha sido tal, que van a incorporarlo al canal oficial de la banda.

Diego Freire
Blaseball
Qué es el blaseball es una pregunta que me han hecho de forma repetida durante los últimos meses del año. No sabría explicarlo. ¿Cómo explicar que blaseball es un lugar donde luchamos contra Dios, contra Uno De Ellos, y vencimos? ¿O demandamos a La Moneda porque no nos permitió Comernos A Los Ricos durante las últimas ligas y era nuestro derecho innegable? Blaseball es la actividad colectiva definitiva en un mundo donde lo colectivo se ha tenido que buscar la vida. Blaseball es el Acontecimiento Total.
Romance is Boring 10th Birthday at Islington Assembly Hall
Vi en Internet a los chinos hacer un hospital en diez días. Cómo son los chinos para esto, comentamos en el trabajo. El 15 de febrero me fui a Londres y volví el 16. Fui a ver a Los Campesinos! cantar en directo y casi del tirón Romance is Boring, su quizás segundo disco. El primer concierto al que iba en quizás diez años. Me arrancaron el corazón y me lo volvieron a colocar. No sabíamos qué podía pasar. Ahora todo parecen señales de esto. Entonces, eran tan solo cosas excepcionales.
(Un sueño que tuve con) Kendrick Lamar
Poquito después de encerrarnos, sin saber cómo, caí de bruces con To Pimp A Butterfly. Lo había escuchado en su día, no me había interesado mucho. Luego escuché DAMN., me interesó más. Y de repente el mundo se acabó. Durante meses, sin parar, escuchaba To Pimp A Butterfly y buscaba referencias del disco y veía actuaciones en directo de Kendrick Lamar sin parar. Hasta el punto en el que tuve un sueño con él donde le preguntaba cómo podía ser y me decía que las experiencias son personales, pero las lecciones universales. Lo siento por un año de solipsismo.

Iván Galiano
Cómics sobre cambio climático
Que el futuro va a estar lleno de calamidades parece una certeza ya suscrita por el presente. En opinión de un servidor no sirve pararnos a pensar si estamos a tiempo de hacer algo. Afrontar el cambio climático es algo que debe estar constantemente encima de la mesa y debe tratarse en profundidad y con transversalidad. Todo el mundo puede poner su grano de arena desde sus redes, desde sus vidas cotidianas, desde su puestos de trabajos, desde sus puestos de poder, quien los tuviere. Por eso, desde la esfera de los cómics se agradece que este año hayan aflorado ciertas obras que se han atrevido a tocar la cuestión directamente y otras tantas que lo han hecho formar parte de sus trasfondos, para que no olvidemos que eso está ahí. Lluvia de Mary Talbot y Bryan Talbot abordaba la cuestión desde lo local para expresar que en ecología todos los procesos están relacionados y la intervención humana sin medida nos condena a la catástrofe. El difícil mañana, de Eleanor Davis, apostaba por construir una historia en la que el activismo formaba parte de la vida de los protagonistas y no era posible pensar en un futuro sin salir a la calle a hacer algo, por muchos palos que recibieran. Más desde un tono de fábula, Alberto Vázquez contaba en La caza la importancia de no cortar los vínculos del ser humano con la naturaleza y como las civilizaciones que la explotan están muertas al nacer. Con una voluntad más didáctica, una obra tan valiente como ¡Qué clima tan raro! de Laura Ertimo y Mari Ahokoivu usaba todo el potencial de la diagramática visual para explicar a los más jóvenes (no descartemos que a muchos adultos nos haga falta también) qué es el cambio climático, cuales son sus causas y qué podemos hacer para frenarlo. Y más cerca del ensayo ilustrado, Ana Pêgo, Bernardo Carvalho e Isabel Minhós exponían en Plasticus Marítimus un manual para entender la cantidad ingente de plásticos que lanzamos cada año al mar y proponer soluciones para abordar el problema. A todos estos autores y autoras, muchas gracias por estar en la brecha.
Apsara Engine, de Bishakh Som
Todavía no se ha publicado en España (no dudo que alguien lo sacará) pero yo tengo que defender esto aquí ya. Apsara Engine es el cómic que más me ha gustado de 2020, quizás de lo que llevamos de milenio. Autora trans procedente del sudeste asiático, deja trabajo de diseño en firma de arquitectos para tirarse al cómic y la ilustración. Y tras años de publicaciones cortas en revistas y encargos de ilustración publica esta antología de historias sobre vidas cotidianas, con temas de fantaciencia, con comunidades LGTB como protagonistas y mecanismos borgianos… que es mucho más de lo que parece a simple vista. Podría explicároslo (de hecho, lo intenté, en mi blog) lo que a mis ojos es un intrincado tapiz narrativo pero Apsara Engine debe leerse. Después de los tropecientos novelistas gráficos que hemos ido leyendo estos últimos años, con sus tonos apesadumbrados y ombligueros, con mensaje de «pues esto es lo que hay», un acercamiento futurista y positivo, sin ser naif ni negar las dificultades, nos devuelve el futuro si realmente queremos apostar por él. Hagámoslo. Gracias, gracias, gracias.
Álvaro Ortiz
A los lectores de superhéroes nos suelen acusar de infantiles argumentando que que le demos bola a la posibilidad de que señores vestidos en pijama bajen del cielo para ayudarnos a pasar una catástrofe es algo ridículo. Bueno ¿Y Álvaro Ortiz qué cojones es entonces? Porque es exactamente eso. Álvaro Ortiz, en nuestra hora más oscura, decidió arremangarse las mangas del pijama y sublimó la pulsión general de la población mundial de salir de sus casas para beberse una birras a base de comedia en forma de webcómic GRATIS. Que sí, que lo vistió de superhéroe, pero El Murci, al final, somos todos. Gracias también a ti, Álvaro.

Paula García
Ichiban Kasuga
Sam Porter Bridges robó mi corazón el año pasado, e Ichiban Kasuga lo ha conseguido en este. Puede ser que los protagonistas masculinos del videojuego estén pasando por un momento complejo, cambiante, en el que los paradigmas habituales ya no terminan de encajar en un público cada vez más maduro y diverso; puede ser que simplemente tenga yo una debilidad por los hombres con aspecto serio que terminan por tener el corazón hecho de algodón de azúcar. En cualquier caso, y entre todos los méritos de Yakuza: Like A Dragon, Ichiban Kasuga destaca como una alineación cósmica irrepetible y, a veces, demasiado buena para ser cierta.
Kasuga es muchas cosas al mismo tiempo. Por un lado, la justificación narrativa para muchos de los cambios mecánicos que plantea esta entrega de la saga, y la excusa para hacer borrón y cuenta nueva y acercar a un público nuevo y amplio una saga que ya cuenta con la imponentísima cifra de ocho juegos principales. Por otro, la personificación de lo mucho que hemos cambiado (nosotros y también el mundo) en los quince años que han transcurrido desde el lanzamiento de la primera entrega de la saga Yakuza. Después de siete juegos en los zapatos de Kiryu, otro gruñón con corazón de oro pero introvertido, callado y anclado en unos valores mucho más clásicos, Ichiban es un torbellino de emoción, ganas y buenas intenciones. Un bocazas de campeonato que siempre está dispuesto a recibir un puñetazo o dos para defender a sus amigos, y que parece un chiquillo incluso a sus cuarenta años porque no deja de meterse en líos por ser demasiado directo y demasiado explícito respecto a lo que piensa y siente. En él he visto muchos rasgos de mí — una millennial extraordinariamente ñoña — que normalmente odio, y no he podido evitar adorarlos; en él he visto unas ganas de vivir y encontrar su sitio que quisiera que pudiésemos tener todos. Este era, supongo, el verdadero giro de guión de este año: que un personaje así de tontico me ayudase a quererme un poco más a mí misma y a apreciar más a los demás.
Nectar, de Joji
Sun’s up, I don’t really wanna fight the daylight
Como no sé absolutamente nada de música, me resulta más divertido escribir sobre ella. Nectar, el último disco de Joji, suena exactamente a lo que escuchas cuando vuelves conduciendo, por la noche, después de haber pasado un buen rato con tus amigos. Y como esto no me ha sucedido muy habitualmente en los últimos meses, quizás he apreciado particularmente esos momentos. No tenía la sensación de haberlo escuchado tantísimo hasta que mi Spotify Wrapped me lo tiró a la cara: mis canciones más repetidas del año —MODUS, Gimme Love, Daylight— eran de este álbum, que salió a finales de septiembre pero siento que lleva conmigo toda la vida.
I don’t care if you moved on
Es posible que BALLADS 1, su álbum anterior, sea mucho más redondo, pero siento que Nectar está extraordinariamente más vigente. Un disco que suena contento todo el rato, pero en el fondo está un poco triste; canciones sobre la angustia vital, la incapacidad de cumplir nuestras propias expectativas o la necesidad de ser aceptados y queridos por los demás que suenan mitad a chiste, mitad a grito de auxilio. Te lo cuenta como te lo contaría un amigo después de un par de cervezas: apenado, pero no mucho, casi sintiendo cómicos sus propios dramas, entendiendo que muchas de las cosas que nos duelen en un momento dado también son fácilmente relativizables cuando las vemos con otros ojos. La falta de pretensión de representar algo que no sean los sentimientos más mundanos que le tocan generacionalmente me hace sentirme en casa. En su disco más preocupado por la fama, y por la manera en la que su popularidad afecta a la percepción de los demás y de sí mismo, el Joji que se nos muestra es quizás el más humilde que hemos visto nunca. Algunas canciones son fundamentalmente muy sencillas en estructura y ritmo, y da la sensación de que lo son porque no necesita lucirse; necesita hablarnos, sincera y directamente, sobre lo que piensa. ¿Qué más podríamos pedirle?
I’m not laying in bed with a fucked up head
Legends of Runeterra
A pesar de que confieso que casi lo dejo fuera de esta lista en el último momento, creo que, para mí, 2020 ha quedado inevitablemente ligado al juego que más horas he jugado en todo el año. Legends of Runeterra es un giro tan bueno y tan amable —pero profundo— en el típico juego de cartas coleccionables, al estilo Magic o Hearthstone, que me sumergí tantísimo en él que las características particulares de sus modos competitivos terminaron por quemarme. Y ahora que llevo casi dos meses sin jugar, quizás estoy en una mejor posición que nunca para apreciar sus virtudes. Un sistema free-to-play nada invasivo, un metajuego cambiante y muy versátil que nos permite poder tomar decisiones intuitivamente, incluso cuando no sabemos exactamente contra qué tipo de estrategia estamos jugando; una reinterpretación carismática y cuidada de la mitología de League of Legends y las interacciones justas entre cartas, personajes y adeptos para que quieras saber más de ellos en todo momento.
Lo que hizo Runeterra especial para mí, de todos modos, es que su sistema de juego es tan profundo que podría hablar de él durante millones de horas. En mis peores momentos de adicción al juego pensaba en nuevas alineaciones de cartas en la ducha o mientras me hacía la comida; podía debatir durante una tarde entera sobre si este hechizo o este otro encajaban mejor en la dinámica que quería conseguir en mi mazo. Creo, desde siempre, que los mejores videojuegos son esos que no sólo te permiten sino que te incentivan la charla, el contar historias sobre lo que sucede dentro de él; y por eso —y que me perdone Spelunky 2, otro juego-historia perfecto— uno de los mejores regalos que me ha dado el arte este año han sido las decenas de tardes que he pasado debatiendo sobre el juego, discutiendo partidas, perfeccionando movimientos o conjeturando posibilidades junto a alguien a quien quiero muchísimo.

Ana González
Midnight Gospel — Duncan Trussell & Pendleton Ward
Se trata de una serie que combina la animación de Pendleton Ward y el podcast de Duncan Trussell. Lo que sorprende es que sea una de las grandes apuestas de Netflix ya que no es una serie de animación al uso. Hay dos formas de atender a sus capítulos: prestando atención a la animación psicodélica de historias inverosímiles y coloridas o escuchando las conversaciones espirituales y filosóficas de Duncan y sus invitados. Ambos elementos van por vías diferentes que no llegan a unirse, pero parece que por arte de magia la conversación y lo que sucede en pantalla se complementan. Es un viaje maravilloso que se apoya en diálogos sobre temas que ya no son tabú, pero sobre los que aún no hemos profundizado.
The Last of Us 2: Abby, de Naughty Dogs
Ser una segunda parte siempre es difícil, sobre todo si la primera entrega tiene unos personajes tan queridos y en la secuela se nos hace compartir tiempo con otros nuevos.
Con The Last of Us 2 me quiero centrar en el tercer día en Seattle que pasan las protagonistas del juego: El encuentro en el cine. La primera vez que lo presenciamos sólo tenemos una perspectiva de la pelea, la de Ellie, estamos claramente inclinados hacia un lado de la balanza y actuamos con rabia. Esto no será así pasadas 10 horas de juego, cuando lo tengamos que revivir desde el punto de vista de Abby. Naughty Dog nos pone delante de la situación una vez más y a pesar de ello, intentamos evitar lo inevitable. Creo que esto es lo que hace mágico a The Last of Us 2. Te enfrenta a ti mismo y tus prejuicios, para finalmente hacerte querer y entender a quien para ti, en un principio, era una villana irredimible.
Ghost V‑VI, de Nine Inch Nails
A finales de marzo de 2020 (sí, parece que hace 10 años de esto), NIN nos sorprendió con el lanzamientos simultáneo y gratuito de su álbum Ghost V: Together y Ghost VI: Locust. Hacía dos años de su último disco, pero más aún de su predecesor Ghost I‑IV, de 2008. Este disco se ha hecho mucho de desear ya que apenas han tenido tiempo debido a su gran éxito como compositores de bandas sonoras de cine y serie, la más reciente es la maravillosa BSO para la película Mank.
Este conjunto de dos discos se debe escuchar seguido, porque son complementarios: V: Together es un disco ambiental, que incluso con un piano melancólico, tiene ciertos puntos de esperanza (muy al estilo Gone Girl) a través de canciones como Out in the open o Your Touch. Escuchar a continuación VI: Locust es un contraste muy fuerte: supone un descenso hacia el pesimismo más absoluto, con música experimental y oscura con canciones como When it happens (don’t mind me) o Another crashed car. El cómputo general del disco es que tiene un sabor concentrado a NIN y a Ross, pero demás con un sonido mucho más maduro gracias a todo lo aprendido en trabajos anteriores.

Marina González
John was trying to contact aliens
Una de mis cositas favoritas del año ha sido descubrir este pequeño corto documental. Cuenta la historia de John Shepherd, una persona que pasó 30 años persiguiendo su sueño: contactar con entes extraterrestres. Para ello empezó a construir aparatos y acumular máquinas, radios, transmisores y más cosas en casa de sus abuelos, hasta quedarse sin espacio e incluso tener que construir una extensión de la casa. Cada día buscaba y escuchaba señales, y hacía una cosa que me pareció muy bonita, reproducir canciones de géneros diferentes para quien pudiera estar escuchando allá fuera. La vida de John es por momentos triste, solitaria y quizás incomprendida, pero también es muy motivadora. Me pareció un acercamiento muy dulce e inspirador a una persona que nunca dejó de intentar hacer contacto.
Yakuza: Like a Dragon
Tenía muchísimas ganas de jugar por fin la nueva entrega de la saga Yakuza, pero cuando empecé a jugarlo, no me esperaba lo mucho que me iba a gustar y lo mucho que necesitaba un juego así. Soy muy fan de la saga desde que descubrí el Yakuza 3 hace ya casi 10 años viendo jugar a mi pareja. Y la verdad es que la nueva entrega, con el cambio de protagonista y sistema de combate, me ha parecido increíble. Me he encariñado un montón con los personajes, Ichiban es el más majo, Yokohama es súper bonita, y el combate me parece muy divertido. Además, me parece una buena puerta de entrada a la saga para quien no haya jugado a ningún Yakuza antes. Los echo mucho de menos a todos.
Animal Crossing: New Horizons
Animal Crossing es el juego que más he jugado este año. Nunca había jugado a ninguno, y al verlos siempre pensaba que era una de esas cosas que me iba a flipar. Y buf. Conecté rápidamente con el mundo y las cosas que se pueden hacer. Me enganché a pescar y cazar bichos, comprarme ropita y muebles bonitos. Me hacía ilusión regalar cosas a amigos y vecinos. Me encantaba crear espacios en las islas y decorarme la casa. Me gustaba jugar de noche y esperar para ver estrellas fugaces. Tengo muchos recuerdos de pequeñas cosas que me hacían extremadamente feliz. Con mucha pena dejé de jugarlo hace unos meses, sentía que necesitaba un descanso. Lo bueno es que esa pequeña isla sigue ahí, y puedo volver a visitarla y sentirme en casa otra vez.

Carlos G. Gurpegui
30 Monedas, de Alex de la Iglesia
No puedo negar ni mi amor por el género, ni por Lovecraft ni por Álex de la Iglesia. Tras esta advertencia me lanzo de lleno a esta extraña elección que todavía está en marcha (y eso que he apurado hasta el último momento mi texto) y es que creo que 30 Monedas puede ser una de las mejores series de terror de los últimos años y un verdadero faro para el género español (y europeo).
El mismo año que se estrena Lovecraft Country (bajo el ala de Jordan Peele y basada en un interesantísimo libro de Matt Ruff llega nuestro referente del género y pone sobre la mesa una conjunción temática y estilística que gana, y de largo, a Peele y compañía. No me malinterpretéis, creo que Lovecraft Country funciona muy bien como oda al pulp y reivindicación racial y temporal sobre la obra del autor de Providence y esto es algo más que interesante (y más que necesario le pese a quién le pese). Sin embargo, Álex de la Iglesia no duda en hacer algo similar despiezando y deshuesando la mitología lovecraftiana hasta su mínima y más potente expresión: la realidad y la cordura.
En el primer episodio el Padre Vergara (interpretado por un increíble, en todos los sentidos, Eduard Fernández) le comenta a Elena (Megan Montaner) algo que seguro resonó con todos los jugadores de La llamada de Cthulhu. Le pedía a la veterinaria que dejara de pensar en los horrores que había visto, que aceptara la explicación racional (aunque poco probable que le daba) y que no pensara más en ello porque cuanto más se piensa en lo extraño más fácil es caer en sus garras. La mente y la razón como puertas capaces de atravesar la barrera del sueño y el peligro de tratar de comprender aquello que no está hecho para los humanos sino para criaturas más antiguas y superiores.
La visión de Álex de la Iglesia de la esencia misma del horror cósmico está cosida (y sin dejar puntada sin hilo) con esa parte tan olvidada a veces de nuestra ficción (olvidada por muchos, pero no por Álex como ha demostrado en películas como La Comunidad o Balada triste de trompeta): España y España no como concepto patriótico sino como personas. Personas que viven en comunidades tóxicas y arraigadas en el abono y el aire de nuestros pueblos y es que en Pedraza, el pequeño pueblo donde se desarrolla parte de la serie, las criaturas de pesadilla dan menos miedo que los vecinos.
«Toxicidad fuera, mala vibra fuera» — Ibai
Reconozco que no sigo para nada la trayectoria de este muchacho ni de prácticamente ningún youtuber. Estoy completamente desconectado del mundo de la farándula online, twitch, podcast y demás… PERO es imposible no ser tocado por la mano de Ibai. Y lo más fascinante de este Midas del streaming es que ha conseguido, de alguna extraña manera, atravesar cualquier barrera generacional existente y llenar (según se dice por ahí en las redes) las fiestas navideñas de madres y abuelos comentando sus vídeos e incluso cantando su canción (tema que de no haber pandemia seguro que se bailaba en más de un antro a las tantas de la mañana sin pudor alguno).
Es cierto que ha tenido algún que otro desliz (como su encontronazo, por así decirlo, con Layla), pero creo que es de las pocas figuras públicas del mundo online que ha conseguido mantener cierta pátina de respetabilidad y, por qué no decirlo, de figura de referencia para todos. Alguien que a pesar de poder creerse una especie de Dios en la Tierra (ni me quiero imaginar que puede suponer para cualquier cabeza su crecimiento exponencial) ha conseguido ganarse los corazones de grandes y pequeños. Además, una cosa es casi segura y es que si todos nos aplicaramos un poco su «Me llamas gordo, te doy la mano» quizás nos encontraríamos un poco mejor por estos lares.
Yuppie Psycho: Executive Edition
Mi amigo y compañero Edu Verz me ha repetido hasta la saciedad que Yuppie Psycho de Baroque Decay fue el mejor juego español de 2019. No sé de 2019 porque lo he jugado hace apenas unas semana tras su llegada a Switch, pero sí que puedo decir que ha sido de lo mejor que he jugado en 2020.
Su propuesta de First Job Survival Horror es una de las reflexiones más interesantes alrededor del género de terror en el sentido más amplio y del tan manido (y odiado por mi parte) survival horror. Baroque Decay construye una pequeña pieza de orfebrería que va cogiendo ritmo poco a poco a medida que encajan sus pequeños engranajes en nuestra cabeza haciendo que, casi sin darnos cuenta, queramos defender a Brian Pasternack de todo mal que le pueda suceder (y, creedme, le puede pasar de todo).
Hacía mucho tiempo que un juego no me hacía click como Yuppie Psycho y logró sacarme de un letargo videojueguil que hacía que dejara a medias prácticamente todos los juegos que empezaba. Baroque Decay, gracias.

Aitor Herrero
La historia del Volkswagen Golf
En Europa entendemos los coches como un vehículo compacto que nos lleva del punto A al B. Nos llama la atención los gigantescos Pickups que hay en EEUU, o los Keycars japoneses. Pero lo que se adapta a nuestras necesidades y ciudades es un coche de 4 metros y poco donde entran 4 personas y con un maletero en el que entra lo que podamos necesitar para irnos de vacaciones o que entre el carro de los niños y la compra de la semana. Esto viene de una crisis que casi se lleva por delante a Volkswagen en los 70 cuando tenían que renovar el coche del pueblo ideado por los nazis 40 años atrás por un genio como Ferdinand Porsche. El coche que entendemos en Europa viene de ahí, y Guille García Alfonsín en su canal PowerArt ha hecho un documental en 8 vídeos de YouTube explicando cómo ha evolucionado a través del tiempo este modelo, haciendo avanzar y copiando buenas ideas, pero siempre siendo el producto donde se mide toda la industria. Aunque aparte de lo obvio y de nicho se pueden sacar más cosas en claro. Cómo ha crecido y mejorado la vida en Europa, como nuestras prioridades han cambiado y la economía y lógica que pedían los 70 con la crisis del petróleo, aunque fuese el nacimiento de el GTI, dio paso a los locos 80 donde todo debía ser más rápido, grande y sorprendente. A unos 90 donde todo cambio, nos dimos cuenta de que nos estábamos cargando el planeta, la gente se mataba en los coches y que empezar convertir los habitáculos en sitios donde uno quiere estar no eran malas ideas.
Last of Us: Part 2
Hará 10 o 15 años, si no te llamaba Hideo Kojima, Ken Levine o cómo unos pocos creadores más, parecía que no se te permitía tratar temas serios o emocionales en los juegos, por que todo el mundo sabía que lo serio y maduro era poner calaveras y ríos de sangre inundando todo, igual que en la casa de cualquier persona de más de 30 años que se precie. Ahora, y aunque muchas veces nos parezca que estamos aún en la edad oscura, ha cambiado bastante el tema. Hasta COD se intenta mojar parcialmente llamando a los kurdos chiquististanos y tirándonos a la cara que los que llevas no es exactamente un héroe lleno de bondades. Pues bien, ya en un momento en el que estábamos empezando a acostumbrarnos a que las emociones y los sentimientos tuviesen cierta relevancia en los AAA llega Last of Us: Part 2 y rompe el molde. Nos trae algo que como juego canónico es perfecto en lo técnico y lo jugable. Y además añade algo que sí se ha tratado ha sido en indies a los que jamás jugaría un G4M3R que se precie, el perdón. Lo importante que es para los humanos poder estar en paz con algún evento traumático, sin olvidarlo ni convertirlo en una parte central que lleve nuestra vida por donde nunca hemos querido. Y en el juego ya no es esa situación por la que Ellie tiene que salir en busca de venganza, es que el mundo que nos muestra es en un tono diferente, como esa escena de Ciudad de Dios en la que los críos se acercan a Cenoura y Mané Galinha o a Zé Pequeno a pedir afiliarse a su banda según unos u otros les hayan matado a un familiar, dejado a su hermana o dado una patada en mitad de la calle. Todo suma a un odio irracional que solo se va haciendo más grande y absurdo, pues nuestra opción a hacer algo como individuos se desvanece y ya encontrar una solución digna para todos es complicado. Así que como decía aquel «Si me llamas gordo, te doy la mano. Mala vibra fuera » y a ser felices qué es lo poco bueno que nos podemos permitir.
El final de Bojack Horseman
Cuando irrumpió Netflix en nuestro país, parecía que solo existía Narcos, cualquiera que decidiera ver como primera serie otra cosa merecía ser enviado al mar en un trozo de madera a que se le comieran las gaviotas. Pero a mi me llamaba la atención una serie sobre un caballo antropomórfico con problemas graves de alcoholismo y depresión. No solo estaba él, al final todos los personajes parecían trampas diseñadas para que cualquiera viera sus defectos reflejados. Así nos han tenido durante 6 temporadas atrapados en las historias de nuestros «avatares» dentro de la serie. Hasta que en enero por fin terminó todo. No ha sido un final feliz canónico, pero sí uno en el que podemos ver que estos personajes terribles e imperfectos tienen paz. Por primera vez en 6 años, en una situación mejor o peor, pero ninguno en el punto que creería estar al principio de la serie, hemos visto cómo han llegado a un punto donde se soportan a sí mismos. No voy a decir que sean ahora perfectos y pudieran aparecer como personajes de Horsin” Around. Solo son personas que han entendido como son y ya no se martirizan por ello. Si dijese que no la voy a echar de menos mentiría, y es absurdo. La serie me ha dejado tirado en el suelo llorando y hecho un despojo no se ni cuantas veces, e incluso con eso la quiero. Y quiero a todos los humanos o animales que han salido, salvo unas pocas excepciones. Dentro del humor y las licencias que se toma son de los personajes más cercanos que he tenido estos años. Yo era de los agoreros que pensaba que solo podía acabar mal, no veía la forma de que todo fuese perfecto a su modo. Será por esa parte de mi que se identificaba con la faceta pesimista de la serie, y gracias a la que me he sorprendido y tomado como algo bueno el final.

Mariano Hortal
Tras muchos años, he vuelto a la senda de los más de doscientos libros; la verdad es que es una sorpresa que no esperaba para nada pero, como de costumbre, aunque tenga muchas vías de ocio, la lectura es siempre mi lugar seguro. Con tanta variedad, mis elecciones de este año se van a ir a los libros de relatos. Un formato que me ha traído no pocas alegrías y del que hemos tenido todo tipo de exponentes. Allá van mis tres elecciones:
Empiezo con el increíble Qué pasa cuando un hombre cae del cielo de Lesley Nneka Arimah, publicado por Minúscula, es una opción ciertamente particular. Sus relatos son una curiosa mezcla que va desde el relato más realista hasta la ciencia ficción distópica. Y todo ello con las particularidades de una autora que no duda en utilizar sus vivencias en Nigeria para construir un consistente discurso relativo a lo racial. Un ejemplo excepcional de cómo la diversidad puede enriquecer el relato tradicional.
Lo mismo puede decirse de Ella dijo destruye de Nadia Bulkin, la escritora de padre javanés y madre estadounidense pasó su infancia en Indonesia y no duda en utilizar elementos propios de dicha cultura para construir sus historias. El resultado es único y brilla de tantas formas que es imposible abarcarlas todas en un espacio tan breve. Lo que está claro es que son tan originales que no puedes esperar lo que ocurra al pasar cada página y eso ya es una barbaridad. Sin duda, mi libro de terror favorito este año.
Para terminar vuelvo a la senda del relato más tradicional con una especialista del género, una autora que no ha sacado libro nuevo pero que ha visto cómo en Seix Barral sacaban un recopilatorio con todos sus relatos. Cuentos completos de Lorrie Moore es un libro excepcional aunque solo sea por tener en su interior Pájaros de América, quizá la mejor antología de Moore. La autora es perfecta a la hora de mostrar el tejido de la sociedad norteamericana a través de sus retazos y están siempre teñidos de pesadumbre, de una tristeza no apta para todos los estómagos. Sus historias no buscan un crescendo final, sin embargo, cada párrafo suele resultar demoledor en sí mismo, ya que se puede pasar de la carcajada amarga a la tristeza más dolorosa. Es increíble el talento de la autora para encontrar la frase justa. En fin, una titana. El perfecto colofón para estos artefactos.

Jesús Jativa
Box, de Daijirô Morohoshi.
No es el mejor manga que se ha publicado este año, pero sí el primero de un autor mítico. Hay algo en este cómic, en el estilo de Morohoshi, que me embelesa. Al principio pensé que podría ser el hecho de que el cómic hace un esfuerzo por mostrar a sus personajes en el equivalente comiquero del plano americano (cuerpos dibujados de rodilla para arriba), lo que contrastaba con los típicos primeros planos de películas o cómics de terror. Otros dibujantes como Junji Ito o Kazuo Umezz hacen uso de la estrategia del busto parlante mucho más frecuentemente, mientras que Morohoshi muestra con mucha más claridad a sus personajes en relación con su entorno. Por supuesto, no estoy intentando menospreciar el registro de autores como Ito y Umezz, que no se limita a esto, pero al compararlos con Morohoshi me fascina cómo, siendo el cómic de terror un género que tiende muy claramente a mostrar mucho más que a sugerir (al contrario que en gran parte del cine de terror actual), la nitidez del trazo de Morohoshi destaca por encima de la de estos, tanto al retratar sus monstruos como sus escenarios. El lector puede discernir qué es cada cosa y puede hacerse una idea bastante clara de la geografía de cada lugar, incluso en un manga como Box en el que los personajes se mueven por laberintos. Además, el dibujo, repleto en ocasiones de pequeños trazos que sirven para construir las sombras, da una sensación de aspereza, de falta de pulidez que funciona muy bien en contraste con esa nitidez y falta de ambigüedad. Con esto que digo no pretendo probar nada en concreto. Estoy utilizando la excusa de la lista anual de Álvaro para comprender qué me resulta tan atractivo del dibujo de este autor. Tal vez es una cuestión personal, que tiendo siempre a interesarme por lo claro, aquello que consigue transmitir algo sin recurrir a lo recargado, pero que igualmente oculta algún elemento corrosivo que pretende disfrazarse de claridad. Creo que el guion de Box flojea en muchos lugares, además de que llegar a ser un poco simplón. Sin embargo, eso no desmerece a un cómic que ofrece mucho de donde disfrutar y que, en mí, ha ejercido cierto poder de persuasión que precisamente por su naturaleza esquiva se hace mucho más atractivo.
Biblioteca MUBI
Mubi es otra plataforma para ver películas. Sin embargo, es de las más particulares. En su catálogo tiene solo 30, y están un mes disponibles. Cada día sale una y entra otra. En teoría, para limitar un poco el exceso de posibilidades que tenemos a la hora de elegir qué ver. Son todo películas alternativas, antiguas o ambas. Sin embargo, este 2020 Mubi traicionó su propia esencia y puso a disposición de sus suscriptores todo el contenido de su catálogo. Ha sido tan malo mi 2020, también en cuanto consumo cultural, que esta es mi segunda y última elección de esta lista, y como la avaricia consumista ya está impregnada en mi ADN, no puedo evitar alegrarme al tener disponibles algunos clásicos como los falsodocumentales de Chris Marker, las películas de Agnès Varda, o cualquier ciclo de cualquier director que no habría conocido jamás de no ser por esta plataforma.

Francisco Jota-Pérez
Historia de lo oculto, de Cristian Ponce
Ha sido la «gran sorpresa» de todo festival de género fantástico por el que ha pasado, ha demostrado lo muchísimo que puede dar de sí la ciencia-ficción cinematográfica más allá de las coreografías hollywoodienses hipertrofiadas de CGI (como, por cierto, también ha hecho este mismo año la exquisita obra póstuma de Jóhann Jóhannsson, First and Last Men) y cualquier cosa que pueda decirse de ella obliga a incurrir en el spoiler o en el adjetivo grandilocuente. Historia de lo oculto es una película de estética impecable, que roza lo ucrónico, y ritmo preciso, al servicio absoluto de una trama sobre la posibilidad de que el equipo de un programa de televisión centrado en la investigación periodística no solo destape en directo una conspiración y provoque un escándalo político que pueda dar al traste con el gobierno de un país, sino que sirva también de plataforma para un desgarro interdimensional que muestre a todos, espectadores o no de esa última emisión de «60 minutos antes de la medianoche», en todas partes, la futilidad de la existencia cuando la realidad que creemos conocer esconde en su retorcida trastienda más de lo que somos siquiera capaces de procesar.
I speak the truth, yet with every word uttered, thousands die, de Gnaw Their Tongues
La catedral abyecta que el multinstrumentista Maurice de Jong lleva erigiendo desde 2006 a base de una mezcla, inspirada hasta lo absurdo, de black metal, drone e industrial ha alcanzado este 2020 tal hechura y amplitud que al fin podemos entrever sus porqués. Ya sabíamos que la obra de Gnaw Their Tongues rinde culto a la muerte y trata de ofrecer una imagen poliédrica de esta, pero lo que I speak the truth, yet with every word uttered, thousands die nos aclara –de forma contundente– es que, además de reconocer e incluso celebrar que el abismo, el deceso y la oscuridad son la piedra de toque de todas y cada una de nuestras expresiones culturales (por más que la cultura hegemónica los niegue con maníaca vehemencia), debemos localizar esas esencias en nosotros mismos (shall be no more), comprender su prístina naturaleza seminal (purity coffin, here is no corruption) destruir y construir a partir de esa conciencia (to rival death in beauty), hacer (a sombre gesture in the faint light of dusk) y desaparecer tras ello, permitiendo que lo hecho desaparezca a su vez (I speak the truth, yet with every word uttered, thousands die). El mismo de Jong ha declarado que es probable que esta sea la última entrega de su proyecto. Gnaw Their Tongues muere aquí y, así, se da razón de ser a sí mismo.
Kentucky Route Zero: TV Edition (Cardboard Computer)
Una experiencia infinita. Una performance hecha videojuego para tratar en profundidad temas como el desgaste moral y psicológico provocado por el hecho de que el mundo se haya instalado en un sistema de crisis-tras-crisis, la acumulación de deudas económicas, deudas con el pasado, con el recuerdo, con el territorio, con la familia y con los amigos, el hambre nunca satisfecho al que aboca el arte y que las únicas maravillas capaces de existir ya tengan que hacerlo bajo tierra y en los márgenes de lo consensual. Todo representado mediante escenarios fijos y dejando al jugador la posibilidad de alterar el guion de una narrativa cerrada (es decir, no definir qué va a contarse sino cómo) al escoger el camino a seguir según cómo se sienta o qué le haya sugerido el texto, sin que haya respuestas o reacciones correctas ni incorrectas. En primera instancia, cuesta creer que un point-and-click pueda resultar, en 2020, una obra revolucionaria, influyente, importante y necesaria, pero eso es, nada más ni nada menos, KRZ; algo capaz, a estas alturas, de formular al menos media docena de alternativas a cómo se supone que debe ser un videojuego, qué entendemos por esto y cuántas formas distintas podría adoptar.

Henrique Lage
Star Trek: Lower Decks
Honestidad ante todo: dadas las circunstancias excepcionales que nos ha tocado vivir este año, mi prioridad cultural ha sido buscar lugares de confort. El primer confinamiento parecía la excusa perfecta para saldar una cuenta pendiente con Star Trek: La Nueva Generación”. 2020 ha contado con tres series de la franquicia (fruto del interés de CBS Access por promocionar su plataforma de streaming) con resultados desiguales: Star Trek: Discovery empezó su tercera temporada con la promesa (¡ahora sí, de verdad de la buena!) de que habían hecho borrón y cuenta nueva para demostrar que los grandes problemas de la serie no tenían que ver con donde se ubican cronológicamente. Picard recuperaba al famoso Capitán que habíamos visto por última vez en Star Trek: Nemesis para mostrar una versión ridícula, ultra-violenta y cínica de aquel futuro utópico. Es triste decirlo, pero Star Trek: Lower Decks es la última esperanza de esta longeva saga herida de muerte. En efecto, la serie animada no deja de ser un ejercicio de nostalgia que recupera todos y cada uno de los guiños a La Nueva Generación que todo el mundo espera, pero lo hace con algo que las otras dos series actuales rechazan por completo: personajes íntegros, competentes en lo suyo, trabajando en equipo y buscando las soluciones menos dañinas. Ha tenido que ser dentro de una parodia que se presentaba como una alternativa en tono bajo, lo que dice mucho del actual estado de la cultura popular y sus deconstrucciones. Es un pequeño consuelo que algo puramente funcional pero honesto pueda abrirse camino en este panorama. Pocas esperanzas puedo conservar para la otra gran saga galáctica a punto de seguir el mismo camino de sobreexplotación en plataformas.
Kentucky Route Zero: Tv Edition
Si bien seguí con interés este proyecto desde 2011, opté por mantenerme al margen de los capítulos que han ido saliendo en estos últimos años por aquello de tener la experiencia completa una vez concluye. El momento llegó a comienzos del año y me alegro de haber sido paciente. Kentucky Route Zero es una aventura gráfica (en realidad, una novela visual si nos ponemos quisquillosos) que trata de establecer un vínculo entre la ficción interactiva, el teatro y cierta literatura postmoderna. En realidad, es una historia de cómo afecta a una comunidad y a sus gentes la crisis económica de 2008 y que siga siendo igual de relevante doce años después es… bueno, un poco preocupante. Los episodios y sus interludios (algunos en formatos tan curiosos como una exhibición en un museo, diálogos de una televisión local o una máquina contestadora) se van enmarañando sin que parezca posible que algo concreto vaya a salir de esta larga y verbosa aventura. Lo cierto es que el último de los episodios es intencionadamente anticlimático. Posiblemente, una decepción para quien ha tenido tan larga espera, pero consistente con la obra en su conjunto. Así, Kentucky Route Zero no sólo me ha hecho pensar en todos sus recursos estilísticos y referencias literarias: también, de algún modo, me ha llevado a preguntarme si no hemos asumido con demasiada facilidad que todo contenido seriado tiene que ser, obligatoriamente, un incremento de las expectativas. Pero si la gente de Dogwood Drive pueden tratar de reconstruir una comunidad sobre las ruinas de un mundo herido, no intentar hacer lo mismo con el estado actual de la ficción sería una derrota.
Keep Your Hands Off Eiuzoken!
Acabemos con una nota positiva. El acto de crear, de animar, de dotar de vida a un dibujo, de captar la vida en lo ilustrado y moldearlo. Masaaki Yuasa ya había explorado con anterioridad estos temas en su trabajo, pero Keep Your Hands Off Eiuzoken! lo dota de un inusual brillo de inocencia y optimismo. Tres amigas de actitudes y transfondos diferentes, unidas en su intención de dar salida a su imaginación y compartir una visión única con el mundo. Dejemos que perezca este mundo viejo, que ya vendrá alguien más joven a construir algo hermoso con las cenizas.

Iván Lerner
El Hombre Invisible
Desde hace un tiempo, parece que estoy destinado a enamorarme de una película de terror al año, y 2020 no iba a ser para menos. El Hombre Invisible reimagina la novela de H.G. Wells para hablarnos de algo mucho más real que un hombre al que no podemos ver: la violencia de género. El Hombre Invisible busca enseñarnos el impacto que los malos tratos, el gaslighting y los prejuicios de esta sociedad tienen sobre las mujeres maltratadas, y lo hace de una manera tan tensa como impactante.
Riverdale (T4)
Al enumerar mis cosas favoritas de 2020, se me pasó por la cabeza la noción cómica de incluir Riverdale. «Jaja, sería gracioso hablar de una de las peores series que he visto en años, ¿no?», pensé. Y, bueno, sí, es gracioso, pero no lo hago solo por eso. No os confundais, es ridícula, absurda y problemática, pero creo que también debería haber hueco para este tipo de obras en nuestra vida. Al fin y al cabo, también es parte de nuestra cultura, y es sano estar en paz con que no todo lo que veamos tenga que ser «bueno» y «trascendental». Ah, y esta temporada ha sido increíblemente risible.
Paradise Killer
Generalmente, los videojuegos detectivescos intentan buscar un equilibrio entre hacer que el jugador se sienta inteligente y crear una experiencia bastante guiada. Pese a que esto sea así por una buena razón, Paradise Killer prefiere dar al jugador libertad total a la hora de investigar y resolver un misterioso asesinato. Mundo abierto, énfasis en movimiento y plataformeo, y un final sin restricciones hacen de este indie una de las propuestas más interesantes de este año.

Guillem López
Anti-Icon, de Ghostmane (LP)
No me ha sorprendido, pero me ha gustado por sus orígenes bastardos: metal, trap, hip hop, techno industrial, pop, todo metido en menos de cuarenta y cinco minutos. Un claro ejemplo de los orígenes del tiempo en que vivimos y sufrimos.
Remake, de Bruno Galindo. Aristas Martínez (Novela)
Otro artefacto narrativo muy en la línea de mi anterior elección y que gira en torno a nuestro presente de sample y loop y la sinergia entre realidad y ficción, copia y original.
El faro, de Robert Eggers. (Película)
Una pesadilla de principio a fin que te deja pegado al asiento mucho más tiempo del que dura el metraje. Locura lovecraftiana que funciona a niveles alegóricos y subconscientes con imágenes potentísimas.

Rubén Martín Giráldez
Oblivionesca
Lo que quiero contar aquí es la paz descubierta en la lenta instalación de mods desde el analfabetismo. Ahora mismo tengo 149 mods instalados (creados entre 2006 y 2020) y mi personaje, una elfa oscura perteneciente a la recién creada rama de Brujos Desaboríos, todavía es nivel 1 después de veintipico horas de probaturas. Seguramente lo sensato sería partir de Oblivion y un pack de parches, un algo que me revampe el juego sin problemas. Pero la lenta descarga, deposición, colocamiento de archivos en la carpeta de plugins del OBSE, el temor al error en Wrye Bash después de pulsar Install, el subidón del mensaje «omod has been created succesfully»… Todo esto en un PC renqueante, un PC para trabajar con un Word y poco más. Instalo el mod New Third Person v1.5 – 45754‑1 – 5 (2019) y uso la habilidad «Fingir muerte»; cuando me levanto del suelo, el cuello se me estira tanto que el juego comienza a cargar otra zona del mapa y se cuelga avisándome de que no puedo hacer fast travel a tanta distancia. Un espacio de reflexión donde los fallos son bienvenidos, casi deseando el error. Lo de menos es el juego.
Angie de la Lama
El disco duro que nos mantuvo, de Angie de la Lama, un documental sobre el recuerdo y sobre el miedo a perder toda la documentación audiovisual autobiográfica. Escorcoll de su memoria digital. Hulka del montaje, De la Lama. El tema me toca, guardo una caja de zapatos llena de casetes de audio grabadas entre 1993 y 1997, pero antes de eso, apenas unas treinta fotografías analógicas mal enfocadas. Mis hijos acumulan ya siete años de material amateur grabado sobre su vida prácticamente diaria, pensado muchas veces, además, para componer o reconstruir recuerdo (cosa que es intrínsecamente perversa). Lo que me hace preguntarme El disco duro… es si para ellos eso tendrá algún valor o si ni siquiera sentirán la necesidad de ver el archivo que les estamos administrando a sus espaldas. Tampoco tendrían tiempo, necesitarían otras dos vidas para repasar sus vidas. O si no conocerán el olvido.
La película se puede ver aquí, en el canal de la directora.
Mejores amigas, el EP de Mejores amigas, el grupo
Cuatro canciones, en el sello valenciano Futuras licenciadas. Los conocí por su versión de Bonny Tyler Eclipse total del amor, y otra vez voy a hablar más de mí que del grupo, pero para alguien que lleva veinte años anclado musicalmente en lo que escuchó hasta 1997 – 98, este disco —junto con los de Yana Zafiro, Amor Líquido, La Claridad, Faraón y los Sarcófagos o Cabiria— sabe a mucho. Las de todos éstos superan la categoría de canción, dejo de saber conceptuarlas como música porque pasan demasiado directamente a mi sistema. Y que vuelvan Elsa de Alfonso y Los Prestigio, por favor.

Daniel Martínez
Half-Life VR but the AI is Self-Aware
Este ha sido el año del renacimiento del roleplay impulsado por GTA: Online y juegos similares que ofrecen un entorno libre en el que el jugador junto a amigos o desconocidos pueden dar rienda suelta a su imaginación e interpretar un papel con la libertad que se les ofrece. Por eso el proyecto de Wayne Radio es tan espectacular y fresco. La premisa es básica y profundizar sólo arruina la experiencia: una partida de Half-Life VR en la que se ha añadido un mod de reconocimiento de voz y machine learning. El resultado es una serie absolutamente hilarante; un descenso a la locura de Wayne/Gordon Freeman en el que la improvisación y el ingenio hacen que los acontecimientos de Black Mesa ya conocidos por el espectador sean escenario de uno de los eventos más originales y refrescantes de 2020 que han ocurrido en Twitch. Y eso es decir mucho.
Taifa Yallah
Dellafuente es una de las figuras del mainstream español que más interés me despierta. No porque su música me apasione, sino por cómo aparece y desaparece de la escena sin motivo aparente. Y mientras tanto, puedes ver cómo experimenta con su sonido (por ejemplo en el concierto con Moneo y Antonio Narváez) sin dejar la música más comercial de lado. Pero aún así, me sorprendió de una persona acostumbrada a sacar temas con C. Tangana que firmara un disco tan ecléctico y seguro de sí mismo como Taifa Yallah. Una mezcla de géneros junto a una calidad lírica de la que nunca lo hubiera imaginado capaz. Todo esto sumado a su obsesión con conservar su propia identidad y la exploración de temas nuevos me hizo estar seguro, para qué engañaros, el 19 de enero de 2020 de que en diciembre iba a escribir sobre Taifa Yallah en esta lista.
Blasphemous: The Stir of Dawn
Blasphemous fue uno de los juegos que más me marcó en 2019. No sólo apelaba a lo que necesitaba jugablemente sino que saciaba mi necesidad de ver nuestra cultura reflejada en los videojuegos. Pero había algo completamente necesario para mí y sin ello me parecía un juego cojo respecto a la representación: no escuchábamos a nadie hablar castellano. Por suerte The Game Kitchen actualizó el juego este 2020 de forma gratuita para quitarme esa espina. Y me sorpendió muchísimo que lo hicieran. El mercado español es francamente débil, este nuevo doblaje a poca gente iba a atraer que no tuviera ya el juego. Esta es la razón de que me parezca tan importante. Se nota que es un añadido nacido del propio estudio por su necesidad de ser fieles a lo que quieren reflejar. Esta (probable) mala inversión es lo que diferencia una obra que capitaliza una cultura y la que le rinde homenaje.

Layla Martínez
Pequeños fuegos por todas partes (serie, dirigida y adaptada del libro homónimo por Liz Tigelaar)
No tenía muchas expectativas con esta serie. Empecé a verla porque adoro a Reese Whiterspoon de una forma irracional y veo todo lo que hace en una especie de cruzada personal por reivindicar lo buena actriz que es y lo increíblemente infravalorada que está. Esto me ha hecho ver un número vergonzosamente alto de comedias horrendas pero también una maravilla como Pequeños fuegos por todas partes. Si te dejas llevar por las imágenes de promoción y la sinopsis, es difícil que empieces a ver la serie. Yo no lo hubiese hecho si no fuese por mi pequeña obsesión. A simple vista, parece muy similar a Big Little Lies: problemas de mujeres blancas ricas con un poco de feminismo liberal y un otro poco de cuota racial para que no parezca una fantasía aria. Pero creedme, Pequeños fuegos no tiene nada que ver con eso. Es cierto que hay una familia rica, pero aquí no vais a encontrar nada de la típica normalización de la riqueza, nada de ese empeño hollywoodiense por hacernos creer que vivir en una mansión con piscina y jardín es algo habitual y que los ricos son personas corrientes con problemas como los tuyos. Aquí los ricos se comportan como corresponde a sus intereses de clase: explotando y robando a los que tienen debajo. Eso no quiere decir que la serie los presente como malas personas, el guion es más inteligente que eso. Simplemente hacen lo que la sociedad les permite y anima a hacer, lo que es lógico hacer en una sociedad de clases cuando estás en el lado privilegiado. Pequeños fuegos es una serie profundamente marxista. No hay sermones ideológicos ni lecciones moralizantes, pero el mensaje impregna toda la trama: los ricos no están de tu lado, con ellos solo cabe el conflicto.
Las voladoras, de Mónica Ojeda
Hace ya unos meses que leí los ocho relatos que componen Las voladoras, pero los sigo teniendo todos en la cabeza. En ellos hay terremotos apocalípticos, chamanes que invocan a los espíritus para resucitar a los muertos, mujeres que recogen una cabeza que su vecino ha lanzado desde el otro lado de la tapia, jóvenes incapaces de separarse de la dentadura de su padre. Todo lo terrible está en este libro, también todo lo hermoso. A veces nos parece estar asistiendo a la invocación de un dios oscuro, otras a un sueño luminoso. Hay dolor y sangre, delirios y maldiciones, convulsiones y fiebres, cuerpos mutilados y leyendas más antiguas que los seres humanos. Más que un libro de relatos, es un tratado de la realidad que se filtra poco a poco en la nuestra.
Ultra Mono, de Idles
Es difícil describir el impacto que tiene la música cuando un álbum, una canción o una banda llega en el momento en que más lo necesitas. Es una mezcla extraña entre sentirse acompañado y vulnerable a la vez. Lo primero porque alguien ha sabido captar en un puñado de estrofas y acordes lo que se está agarrando a las tripas y lo segundo porque es raro que ese alguien sea un desconocido con el que seguramente nunca vas a hablar. Eso me pasó cuando escuché Joy as an Act of Resistance en el otoño de 2018. Nos sucedió a muchos, el álbum encumbró a Idles y confirmó que su primer disco, Brutalism, no había sido un espejismo. El segundo era incluso mejor. Más contundente, más rabioso, más lleno de ese resentimiento de clase del que hablaba Mark Fisher, pero también más alegre, más tierno. La alegría como acto de resistencia, la ternura como arma, la vulnerabilidad como fortaleza. Joy as an Act of Resistance significó todo eso, así que las expectativas estaban muy altas para el siguiente álbum. Lanzado en pleno 2020, Ultra Mono no defraudó. Musicalmente avanzaba por un camino muy similar al de los discos anteriores, lo que eliminaba el factor de sorpresa y descubrimiento que tenían los otros álbumes, pero llegaba también justo cuando lo necesitábamos. Al micrófono, Talbot volvía a gritar «Unify! Unify! Unify!» y el año se hacía un poco menos duro.

Nacho MG
Nunca, casi nunca, a veces, siempre.
Los abusos sexuales son un tema bastante socorrido en la ficción contemporánea indie, pero no siempre se ha tratado con la sensatez que una lacra social de tal magnitud requeriría para llevar a cabo un ejercicio de reflexión honesto. Cintas como The Tale (Jennifer Cox, 2018) muestran con total desvergüenza una estructura perezosa, con una tendencia al melodrama extremo, centrado la atención en la anécdota y en culpables con nombre y apellidos, pero ignorando por completo lo sistémico del problema.
Nunca, Casi Nunca, A Veces, Siempre, de Eliza Hittman se sitúa en las antípodas de este tipo de sensacionalismos y precisamente gracias a eso su contenido es infinitamente más poderoso. Hittman, con un estilo marcadamente naturalista, aparca cualquier virtuosismo narrativo, dejando todo en manos de la asombrosa y pasmosamente realista interpretación de Sidney Flanigan (la mejor interpretación del año). El único elemento donde la narración de Eliza Hittman se permite ciertas licencias, es en su representación de la figura del hombre a lo largo de la película: siempre como una presencia imparable, amenazante y generadora de ansiedad. Un recurso narrativo que no es maniqueo en tanto que nos sitúa en la piel de las protagonistas y nos ayuda a compartir con ellas el sentimiento de asfixiante desamparo en el que se encuentran durante esas 72 horas.
Historias del Bucle (“La Esfera del Eco” y “Hogar”)
Esta serie de relatos interconectados en clave de sci-fi minimalista basados en la impresionante obra del ilustrador Simon Stålenhag tuvo un recibimiento desigual cuando se estrenó a primeros de año. Es comprensible: su tono sentimental y estilo hiper-contemplativo son la primera barrera de entrada para un espectador que quizás esperaba una producción con más nervio. Nathaniel Halpern escribe los ocho episodios de la serie con una inspiración superficial en el estilo de Damon Lindelof (sobre todo por el uso del macguffin inexplicable como catalizador de historias mucho más mundanas), pero el resultado está lleno de altibajos, empezando por un piloto anodino y sin mucho interés que desincentiva continuar con el visionado de la serie.
No obstante me siento en la obligación de rescatar los capítulos cuatro y ocho. En el primero, el gran Andrew Stanton hace un ejercicio de minimalismo transformando el guión de Halpern en una hermosa historia casi sin diálogos sobre la muerte y el legado genético que remite a aquella magistral primera media hora de Wall*E. Por su parte, en el episodio octavo Jodie Foster dirige afrontando con una narrativa algo más convencional el guión más inspirado de Halpern, que aborda la enésima reflexión sobre la caprichosa percepción que tenemos del paso del tiempo a lo largo de nuestras vidas y el descompensado peso que tiene la infancia en ellas.
Final Fantasy VII Remake
No sabría decir cuántas veces he escuchado aquello de «La gente no cambia». Cómo ocurre todos los tópicos, esto a veces es verdad, otras es mentira y otras depende de la perspectiva con la que se analice su significado. Ya en menos ocasiones he escuchado aquello de que en este mismo instante no queda ni una sola célula en nuestro cuerpo que tenga más de diez años, es decir, que técnicamente somos un clon interpretando un legado que se nos ha dado en forma de memorias (retorcidas y reinterpretadas a conveniencia) y una programación genética en constante degradación. Es una creencia que me gusta, porque es liberadora y permite no sentirse encadenado a nuestro pasado, empujándonos a intentar ser mejores personas cada día sin pretender abrazar una coherencia autocomplaciente con lo que se supone que esperamos de nosotros mismos.
Más allá de su alucinante sistema de combate, del delicioso tratamiento de personajes o sus pequeñas asperezas en su diseño de quests, Final Fantasy VII Remake permanece en mi memoria más que ningún otro videojuego que haya jugado este año. Ha sido como pasar una semana entera con un amigo de la infancia al que hace 20 años que no veía: desde la incomodidad inicial de descubrir que en el fondo estaba ante un desconocido, pasando por las inevitables conversaciones nostálgicas de escaso recorrido, hasta finalmente comprender que nuestros recuerdos compartidos pueden ser, solo y ante todo, una emocionante oportunidad para construir algo nuevo.

David Molina
Bizarrap x Nathy Peluso
22 añitos, 22 añitos tiene Gonzalo Julián Conde, productor musical natural de Argentina, y con esa edad Gonzalo está poco a poco devorando el panorama musical urbano. Componiendo sus bases e invitando artistas desde no hace más de tres años, en este año que ya se nos va ha logrado ser de los 10 artistas argentinos más escuchados mundialmente, según Spotify, gracias a haber colaborado con artistas de talla internacional hasta llegar a Nathy Peluso, la cima actual de la gran montaña que está construyendo a cada nueva sesión. En eso reside su magia, saber qué nombres tener que le hagan hacerse notar y crear una base en concordancia para el freestyle de sus invitados. Con Nathy la lírica y la base son una, mientras la cantante parece escupir fuego en cada verso, los beats que Bizarrap lanza para crear el latir del tema son un bombardeo constante que hacen de esta colaboración uno de los temas de 2020. Quizás le quedan unos años para alcanzar lo que Little Spain está haciendo (y hará) con menos tiempo de vida, pero ahora mismo nadie puede cortarle las alas y tiene todo por delante.
El NO-HIT en Dark Souls de ChusoMMontero
A ver, ¿recordáis Rocky IV? Rocky contra las cuerdas, la venganza, el frio de Siberia, un constante ir y venir, pues un caluroso 2 de Agosto, Chuso conseguía vencer a su propio Iván Drago consiguiendo terminar Dark Soul sin recibir ni un solo golpe. Menudo momento, chavalada, qué sensación de victoria y unión de comunidad, como los de Fuenteovejuna, todos a una. Chuso tiene esa magia, su canal y sus streamings son a la par nuestros, de su audiencia, y sus victorias y derrotas son también las nuestras. Por eso, esta proeza tiene más sentido si entiendes cómo juega Chuso, sin dejar a la comunidad de lado, sin apartar la mirada del chat. Lo fácil hubiera sido sacar este No-Hit concentrado solo en el juego: «El jugar en streaming es una complicación, porque lo normal es estar focus en el juego. Yo aunque tarde unas semanas más, me gusta estar hablando con la gente y haciendo el show».
Yo de mayor quiero ser como Chuso.
Com troncs baixant pel riu
Quizás con el reciente visionado de Soul, la última película de Disney Pixar, y recordar su «homónima» La La Land, el mensaje que transmite Pau Vallvé se ha intensificado. Una letra que más que una sucesión de rimas es una lista de la compra citando la vida, que nos transporta a un onírico recordatorio de todos esos momentos que pasan y te hacen ir avanzando. Tan cotidianos y comunes como irse de campamentos con la escuela, un concierto o besarte con alguien; de las primeras veces hasta las últimas. Acertado retrato en uno de los mejores álbumes musicales de este año en el que Pau Vallvé deja su «rock indie catalán» para describir la vida tal y cómo es, con una lírica que varía según la canción, transmitiendo más allá de la letra y entonando el sentimiento con la voz. Sin florituras, sin mensajes de auto-ayuda. Cruda y bella.
«I és així
Feliç i trist
Som com troncs baixant pel riu
Però és bonic
I si tens amics
Fins i tot pot ser divertit».

Orca
“Oh”para el rol.
Hay rituales en nuestra sociedad que no deberían perderse. Sentarse para escuchar una historia es uno de ellos.
Lo que ocurre en ese tipo de actos, llevado a los juegos de rol, me es aún inefable. Si acaso, puedo percibirlo en los ojos de quienes escuchan conmigo, en las risas de después, en los gritos de emoción, de tensión, de alegría…, pero sé que mucho más y es difícil de poner en palabras porque hablar, contar una historia, es algo más que construir cadena hablada coherente, mucho más que construir un mundo, es… He vivido grandes momentos con mis mejores amigos de cosas que nunca han ocurrido: cumplir la última voluntad de Oren el Zurdo, vencer al señor Chuchería gracias a un leal mapache, presenciar el horror en la casa Corbitt… y aún así, aunque pudiese enumerar todos estos momentos, sigo sin poder acercarme a esa experiencia inefable, a esa sensación que se produce al vislumbrar — no sólo el mundo de la historia —, el mundo interior de quien narra, cómo sin querer ha reflejado sus miedos y tristezas; cómo queriendo ha reflejado lo que más le gusta, lo que más añora y desea para poder enseñarlo poco a poco, pieza a pieza, en cada sesión, en cada módulo y campaña hasta que por fin ves construida a la persona que cuenta la historia. ¡Ah, eso! Quizás sea esto a lo que quiero referirme, a esa experiencia a la que sólo puedo acercarme a través de los juegos de rol.

Álvaro Ortiz
Novela. Nuestra parte de Noche, de Mariana Enríquez.
Hola no sé escribir así que ya he borrado varias veces el parrafín en el que os contaba por qué me había gustado tanto Nuestra parte de noche pero vaya, que nunca había leído una novela de terror terror que me atrapase tanto y durante tantas páginas. Los personajes, los entornos, lo físico que es todo todo el rato, lo bien que escribe Enríquez, los cambios de tiempo, lo distintas que son cada una de las partes del libro, la necesidad de seguir sabiendo más y más sobre esa secta y sobre por qué cada personaje actúa como lo hace. En serio, a poco que os interese el terror deberíais leerla. Y aunque no os interese, también.
Cómic. Todo es inflamable, de Gabrielle Bell
Si has leído alguno de los cómics autobiográficos de Bell más o menos ya la conoces o ya conoces lo que ella quiere que conozcas yo qué sé, y ya ha hablado alguna vez de su madre. Y este último cómic gira todo alrededor de la relación con su madre a raíz de que esta la llame un día y le diga que su casa ha ardido. La autora empieza a viajar para visitarla e ir ayudándola a solucionar las cosas y nos lo va contando en este diario en el que se cruzan además algunos otros personajes muy interesantes. Además la autora ha alcanzado un grado de perfección a la hora de contar las cosas, que da igual de qué te está hablando porque todo resulta fascinante.
Disco. oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ, de Triángulo de amor bizarro.
Aunque dudé si incluir el disco nuevo de Salem por aquello de la sorpresa tantos años después y porque aunque quizá un pelín más luminoso siguen sonando como si te estuvieses ahogando en una acequia y entonces viniese peña a rapearte cosas, si con un disco me he obsesionado este año ha sido con el nuevo de Triángulo de amor bizarro. Que uno de tus grupos favoritos saquen su mejor disco cuando ya llevan mil años de carrera es algo que me sigue sorprendiendo mucho, y aquí han juntado una colección de canciones increíbles (No eres tú, Fukushima, Asmr para ti, Folía de las apariciones, Cura mi corazón) que funcionan perfectamente tanto por separado como en conjunto. Buah es que lo he oído como mil veces o más.

Jordi de Paco
Coches de Choque, de Ferran Bertomeu
Con todo el orgullo del mundo, mi cosa favorita de este año ha sido un pedacito de mundo virtual que desde su humildad me ha recordado todo lo que pueden llegar a ser los videojuegos y que lo mejor siempre está por venir. Ferran Bertomeu desarrolló bajo el marco de la game jam del IndieDevDay un pequeño juego de navegador en el que te conectas, te asignan un auto de choque y pribiripiribiripiribí. Sin objetivos, sin gamificación: una representación 1:1 de jugar en la feria; acelerar, frenar y, lo mejor, pegar gritos al ritmo de la música. Además, este minijuego me sirvió de droga puente para descubrir el resto de maravillas creativas que tiene Ferran en su itch.io, mención especial a sus vinilos interactivos como Elephants Remember.
Podéis jugar a los coches de choque en itch.io — ¡Avisad a unos amigos para llenar la pista!
How to with John Wilson
Siguiendo con el tema de obras que te vuelan la peluca de lo originales que son, lo siguiente que se me viene a la mente es la serie documental de la HBO How to with John Wilson. Y lo llamo documental porque alguna etiqueta hay que ponerle, pero más bien lo tildaría de realismo mágico real, con aquello que dicen de que la realidad siempre supera la ficción. La manera en la que Wilson examina la sociedad es tremendamente única, y las espirales por las que te hace descender son impredecibles y muy estimulantes para la mente. Típica recomendación en la que contar algo sería estropearlo un poco, así que hacedme caso y ved el primer episodio, que el resto entran solos, y sales del visionado con el cerebro un poquito más galaxia.
Yakuza: Like a Dragon
Siempre afronto la lista de listas intentando recomendar cosas más boutique, poner el foco sobre obras que puedan haber pasado desapercibidas… pero es que el Yakuza es mucho Yakuza, y me parece una injusticia que no haya salido en más listas ni haya estado nominado a todas las categorías de premios de videojuegos del planeta. A pesar de ser de mis sagas favoritas, siempre me ha resultado difícil recomendar Yakuza porque acumula demasiadas entregas y es difícil saber por dónde introducir a alguien, pero finalmente Yakuza: Like a Dragon me lo ha puesto en bandeja. El juego funciona perfectamente como obra independiente y el sistema de combate es tremendamente accesible y divertido. La narrativa de esta última entrega, además, es especialmente humana, y acompañar a un grupo de cuarentones que han tocado fondo es sin duda algo único en el medio.
Gente, jugárselo, que está to guapo.

Andrés Paredes
El episodio 5 de Gang of London
La mejor escena de acción de este año es un capítulo entero de una de las series mejor escondidas. Y lo tiene todo para funcionar, y con todo quiero decir Gareth Evans, mercenarios daneses, y escoceses. Ya de entrada toda la serie es una especie de Shakespeare con hostias que no os podéis perder, pero este capítulo es un no parar de acción, movimientos tácticos, escopetas escondidas y huesos explotando. El cine de Gareth Evans tiene un componente un poco de Jackass: cada plano duele, pero no puedes evitar seguir mirando porque es fascinante.
The Invisible Man
Al igual que Underwater (otra pequeña joya escondida de este año), el hombre invisible parte de una premisa extraordinariamente simple y nos entrega una maravilla. No sólo se trata de un twist muy interesante sobre una historia clásica de terror: también El Hombre invisible guarda en su corazón un mensaje muy potente sobre creer a las víctimas de maltrato.
La intro de Raised By Wolves
Puede que una de las mejores series del año tenga la intro más bella de la década, que además capta a la perfección las ideas que se expondrán en la misma. Raised By Wolves utiliza su intro para hablar al mismo tiempo de la devastación humana, de la tecnología llevada a su extremo, de la inmensidad del espacio y de la esperanza que aún se encuentra en el corazón de la humanidad, que se entrega a una búsqueda desesperada más allá de las estrellas.
Every step, every beat
Every thought, every breath
Everything is longing

Borja Pavón
Animal Crossing
Animal Crossing: New Horizons ha sido el juego más importante para mí este año. Tanto en lo personal como en lo profesional, el juego de Nintendo ha sido como un bálsamo creativo que me ha ayudado a sortear ciertos bloqueos pantanosos a los que nos enfrentamos todos los que nos dedicamos a la creación de contenido, ese concepto ambiguo que hoy en día está relacionado estrechamente con una productividad constante y cuya definición, creo, va en contra de la auténtica naturaleza de la creación de contenido: la inspiración y la creatividad, musas eminentemente escurridizas que no responden a una periodicidad ni a fechas constreñidas de entrega. Ha sido como un bálsamo, decía, porque la exagerada expresividad de los personajes de Animal Crossing es un hervidero de pequeñas situaciones slapstick con el que he podido jugar con mucha más libertad que con el enésimo NPC predefinido de Assassin’s Creed y salirme un poco de la rutina para que encaje a la perfección una historia de suspense (hay quien la define de terror, mi género favorito, pero no merezco) que pesa menos por la naturaleza monísima del propio videojuego, pero que quizá por ello ha resonado tanto entre la gente. Puede ser una elección obvia, incluso manida, pero no por ello menos relevante: está el niño del moño con hacha, está Chonfluns y está el rap de Tom Nook. Y porque mi madre, a sus 63 años, está a punto de pasarse Breath of the Wild (lo está estirando artificialmente todo lo que puede porque no quiere dar por concluida esta relación de más de un año con Link), un juego con el que se ha estrenado en las aventuras en tres dimensiones y que le ha fascinado, y bien sabe dios que el siguiente que ocupará la ranura de su Switch será el nuevo Animal Crossing.
GTA Roleplay
Podríamos decir que el roleplay de Grand Theft Auto V es lo que hizo que dejase mi trabajo diario en la web de Eurogamer España. O si más no, fue lo que me decidió a dar ese paso definitivamente. GTA Roleplay es un fenómeno fascinante que me cautivó e incluso llegó a obsesionarme porque vi en él la unión de ciertos factores que siempre me han resultado muy atractivos, como son la comedia, la improvisación y la interpretación, la necesidad de ponerte en la piel de un personaje y adaptar tus reacciones a las suyas en un contexto en el que hay cientos de personas mirándote y escudriñándote en directo. Estuve en mi salsa y conocí a personas maravillosas con las que sigo teniendo relación hoy. También fue una forma de apaciguar la vocecilla interior, el Pepito Grillo broke, que me había repetido (que me repite) incesantemente que soy un impostor y que ni sé escribir tan bien ni sé tanto de videojuegos, ni los doblajes con la misma voz de siempre hacen tanta gracia, aunque pueda aparentar muy bien que sí. Me lancé definitivamente a por la comedia como válvula de escape porque ahí no tenía que demostrar nada más, y aunque el personaje que creé, Rodolfo Mascarpone, es excéntrico, alcohólico e inestable (también humano, empático y bonachón) y su trasfondo es tremendamente trágico, algo que contrasta profundamente con todo lo demás, en realidad sus aspavientos no eran más que un grito, que mi grito, pidiendo ser aceptado y querido. Públicamente, he podido ser más yo a través de él de lo que había sido todos estos años.
Cyberpunk 2077
Otro artefacto cultural que me ha parecido fascinante este año, aunque no por las razones adecuadas. Cyberpunk 2077, uno de los juegos más esperados de la última década, se puede decir, es un caso que se estudiará en el futuro, y cuyo relato contiene todos los elementos para terminar adaptándose a la gran pantalla: expectativas imposibles de cumplir durante casi una década, crunch, transfobia, mentiras, ocultación premeditada de información, publicidad engañosa y una superproducción que ha terminado generando un producto profundamente roto que no obstante termina vendiendo una millonada a pesar de la enorme polémica generada y, bueno… a pesar de estar roto, efectivamente. Un culebrón con episodio nuevo cada día, un fracaso de éxito rotundo, un reflejo y un ejemplo perfecto de todo lo que está mal en la industria de los llamados triples A y que, de momento, no parece que vaya a suponer ningún punto de inflexión significativo, sino todo lo contrario. El tema me tiene tan atrapado que estoy atento a cada nueva noticia al respecto para empezar a rebuscar opiniones y artículos al respecto que arrojen un poco más de luz a todo esto, y no puedo dejar de pensar en esos trabajadores que se han dejado el alma y que se han partido el lomo miles de horas para crear un producto que, si más no, se acercase a las expectativas. Lo más Cyberpunk de Cyberpunk 2077 no ha sido el juego, en efecto.

Proyecto Una
La importancia de llamarse Cristina, La Veneno
Y más en un año en el que el reaccionarismo terf ha comenzado a hacerse visible en el estado español. Veneno consigue, a golpe de efectismo emocional, cultivar la empatía hacía las personas trans en el terreno social considerado como neutro. Terreno neutro formado por quien piensa que la política no es de su interés y que sus gustos y consumo cultural no rezuman ideología. Como si ciertos artefactos culturales se producieran y consumieran en el vacío, en cápsulas espaciales no influenciadas por un sistema económico y cultural con siglos de historia detrás. Como si todo el mundo tuviera la oportunidad de escribir y ver su contenido publicado, producido y distribuido. Pues bien, en este terreno neutro, habitado por seres espaciales a quienes supuestamente no afecta la hegemonia cultural, se ha logrado poner sobre la mesa la cuestión trans. Tratando con ternura episodios oscuros de una vida tormentosa y explícitamente maltratada por una sociedad patriarcal.
La tibieza de Los Javis en determinados asuntos es innegable, llegándose a ganar el título de extremocentristas en algun que otro hogar del país. El cariño con el que tratan Hoy cruzamos el Mississipi y a una indústria del espectáculo que no ha tenido escrúpulos a la hora de exprimir personas y historias truculentas para rascar la máxima audiéncia es un buen ejemplo de ello. Aunque hay que admitir que luego lo compensan con una fantasía de Veneno cargándose nazis a golpe de hoz. De momento, estamos en paz.
La narrativa paralela de dos vidas trans atravesadas por distintas épocas, logra la reflexión en retrospectiva de como aquellas primeras representaciones han hecho que hoy en día muchas personas lo tengan un poco más fácil. Con un reparto y un trabajo de caracterización fascinantes, Veneno ha liderado audiencias y a estas alturas ya se está emitiendo al otro lado del charco. El elenco de actrices trans, que sin duda hará replantear a más de una productora lo de poner a personas cis a hacer determinados papeles, es una victoria y un gran avance para la visibilidad del colectivo.
El final de Bojack Horseman
Era difícil, muy difícil cerrar la mejor serie de animación que (quizás) hemos visto en nuestra vida. Pero lo han conseguido. El reto era construir un antihéroe que reflejase nuestras miserias. Con el que pudiesemos empatizar, pero nunca glorificar. Bojack nunca será un Tyler Durden, ni un Rick Sánchez, ni un Heisenberg. Y eso es un hito. Un punto y aparte en la caracterización de personajes masculinos negativos. Efectivamente, Bojack wasn’t right durante todo este tiempo.
Bojack Horseman es un retrato de la caída de los hombres tristes. En un círculo narrativo impecable, el protagonista pasa de generarte empatía a rechazo, para acabar convirtiéndose en la incómoda certeza de que hay algo mal en ti. El final de la serie te desgarra por la mitad, dejándote con la misma sensación que un grito desesperado en el vacío de la noche. Bojack tiene que asumir las consecuencias de sus actos. Simple y llanamente. Sin romantización del artista maldito, sin relaciones tóxicas mitificadas con los años, sin justificarse en un pasado inmerecido. Sin condenar con moralismo, pero sin regalar la redención.
A lo largo de las seis temporadas, se tratan de manera formidable las crisis existenciales de los distintos personajes (los queremos por igual, eh?). El hecho de que la ficción se desarrolle en Holiwoo (universo paralelo a Holliwood) no es casual. Ahí es donde se han concebido la mayor parte de las histórias que han conformado nuestro imaginario colectivo en las últimas décadas. La meca del éxito y la felicidad, el lugar des del que alcanzar la eternidad. El reflejo de la cara menos glamurosa de este universo se convierte en el escenario ideal para hablar de fracaso, de sueños rotos y de expectativas truncadas, así como del éxito que nunca es suficiente ni satisfactorio. La salud mental y la responsabilidad que tenemos en el impacto que generamos en las otras personas ponen la guinda en una temporada final que duele por realista. Queda dar las grácias al equipo de guión por no haber tomado el camino fácil.
El fandom como creación de comunidad política: las kpopers y el #freeBritney
Ya lo habiamos visto antes y, en realidad, ya lo sabiamos. Pero en el mundo del consumo como creación de identidades, de la economía y la política emocional, estas cosas toman una nueva dimensión. Llevamos años viendo a la ultraderecha infiltrarse en comunidades (gamers, conspiranoicos, amantes de «lo vikingo»), pero 2020 nos trajo un posible reverso luminoso a todo esto. Sin querer pecar de idealistas, y reconociendo que también hay problemas en del seno de estos fandoms (sí, este es un mundo racista y patriarcal, y estas cosas van a pasar hasta en las mejores casas), ha habido un par de momentos que nos han emocionado este año. Ver a las fans del k‑pop (y recalcamos el género porque nos parece necesario) trollear a fachas y policía y construir nuevas técnicas para hackear algoritmos y apoyar al Black Lives Matter durante el punto álgido de la protesta ha sido una maravilla. Y por otro lado, la reivindicación de la figura de Britney Spears, tan denostada durante años, nos ha parecido pura justicia poética. A la princesa del pop le quitaron la custodia sobre sus bienes hace años, tras su mental breakdown, y su padre se quedó con gran parte de los beneficios derivados de su obra. El #FreeBritney es un movimiento nacido en la red para apoyar a la cantante en sus juicios por recuperar su autonomía legal. Y a partir de ahí se ha reivindicado que la historia de Britney es otra historia de explotación y cosificación de las mujeres por parte de la industria, y que seguimos viviendo en una sociedad (meme!) en la que las vidas de las personas neurodivergentes se infantilizan y amenazan constantemente. El acabóse llegó cuando Britney enlazó en su instagram una publicación clamando por la justicia social y el reparto de la riqueza: Camarada Britney!
Lo que nos ha molado de estas acciones es cómo, a través de reconocerse como fans de algo, podemos para construir acciones, posicionarnos en el espectro ideológico y crear modos de estar y comprender el mundo en comunidad. Y como una pandilla de chavalas adolescentes nos dan lecciones de ciberactivismo en el siglo XXI. Ahí es nada.

Mike Remacha
Siempre que recibo el muy deseado email de Álvaro para participar en su lista me entra ansiedad. Ninguno de los años me he salvado de padecerla, para mi desgracia. Cada vez se complica todo un poquito más y, si bien, me da la sensación de que cada vez escribo y transmito mejor lo que quiero, elegir algo, cualquier cosa que ha ocurrido en los últimos doce meses, se me antoja dura. Incluso dolorosa.
Estoy escribiendo estas líneas a falta de unas pocas horas para que se acabe la deadline de la lista y he tenido una revelación. Creo que más importante que elegir la película o el libro del año, lo verdaderamente importante es algo que nos acompaña, que esperamos o en lo que participamos, algo que arroje algo de luz a lo que es la rutina inevitable de la vida. Por eso no tiene sentido que escoja nada demasiado especifico, porque no sería justo ni para mí ni para los que han dedicado un esfuerzo titánico para que todos podamos disfrutarlo. Voy a escribir sobre momentos, experiencias y algo más.
Lamento la chapa inmensa antes de empezar. Aquí va mi lista.
La edad de plata del webcomic.
Nunca he sido un lector de webcomics. No lograba disfrutar ni con la historia ni con el dibujo. Me parecían obras perezosas producto de un artista mediocre. Creía que no era más que un mero pasatiempo para gente aburrida. Yo era subnormal.
Este año han resurgido con fuerza y por fin lo he entendido todo. Somos esclavos de lo físico. Confundimos publicación con relevancia, tangibilidad con calidad. Si alguien se ha molestado en gastarse dinero para que una obra exista en el mundo material es porque será buena ¿No?
No.
El webcomic no es un formato, es comic. La forma más pura del comic. Ser invitado a casa del artista, ver lo que tiene en su escritorio y poder comentarlo con él. Ver sus obsesiones, lo que ha estado leyendo, la influencia de la realidad en su obra. Pero, sobre todo, puedes decirle lo mucho que te está gustando a tiempo real. Como proto dibujante de comics puedo decir que lo más duro del proceso de crear una historia es la soledad. No tiene por qué ser una soledad física. La obra se siente sola sin que nadie la lea, y eso puede derivar en bloqueos o, en el peor de los casos, dejar que muera sin haber nacido. Por eso son importantes los webcomics. Porque consiguen acércanos gratis y sin miedo a un artista u obra, y le dan un empujoncito a los artistas que están en sus casas sufriendo por el futuro.
Voy a recomendar varios webcomics que considero relevantes por diferentes motivos:
Crisis Zone, de Simon Hanselmann; El murciélago sale a por birras y Pedro y Maili, de Álvaro Ortiz; Silver tears of eternity, de Gage Lindsten y Tupper para tres, de Sara Jotabé.
Twitch
Se nos ha vendido Twitch como una plataforma que ha funcionado por y para gente que se siente sola, un «teléfono de la esperanza» para milenials, y no puedo estar más en desacuerdo. Si bien es verdad que la mayor parte de Twitch es básicamente Youtube (gente reaccionando a videos, gameplay y just chatting… Joder, si es que incluso esa clase de streams acaban siendo re subidos a youtube) es en los márgenes donde sucede la magia solo posible aquí y que ha hecho que se haya convertido en mi entretenimiento favorito desde hace unos meses. Clases, conciertos, teatro de improvisación, hazañas propias de héroes mitológicos… Cada día descubro algo que no sabía que quería ver y que existe.
Si bien voy a elegir un «formato» (por llamarlo de alguna manera) para extenderme, no está de más el nombrar algunos creadores que se merecen un lugar aquí:
Pau1oma (con sus gunplas y sus charlas inspiradoras), JaggerPrincesa (uno de los shows más originales que he visto), Sloppypencil (buen dibujante, gran maestro de animación y dibujo, mejor persona), Desayuno Continental (las mejores conversaciones e invitados) y Fingerspit (todo lo que hace lo hace bien).
Ahora sí, lo que más me ha enamorado tiene un nombre. Se llama No-Hit.
¿Cómo no ser golpeado en un videojuego puede resultar interesante de ver? No lo sé. Es casi una experiencia religiosa. Un salto de fe. Es ser testigo de cómo una persona se transforma ante tus ojos en la encarnación de la voluntad a través de un medio aparentemente simple como es un juego. Es lo más cercano que se me ocurre a estar en las olimpiadas y ver como un atleta bate un record del mundo aparentemente imbatible.
Quiero destacar entre los cada vez más numerosos No-Hitters a dos personas únicas en el mundo:
chusommontero: Lo importante no es el viaje, es el camino. Esa frase resume a un «a menudo no golpeado» que busca llevar este arte al máximo exponente del entretenimiento en directo. Lo que empieza siendo un simple ejercicio videoatletico acaba como una performance, cómica o no, que lleva a que los espectadores vivan una experiencia única donde lo menos relevante es si no le golpean.
the_happy_hob: Un ser humano que ha sacrificado su cordura en pos de alcanzar la máxima perfección en lo suyo. Si hay una película que le podría definir es Whiplash. Consigue hacer que cada golpe te duela físicamente, y cada victoria te eleve al cielo.
Niños. Futuro.
El postre debería ser siempre dulce y ligero. Así quiero que sea este tramo final.
A lo largo de los meses he visto como amigos, gente cercana y yo mismo hemos conseguido superar dificultades y lograr cosas inimaginables fruto del esfuerzo y del amor. Publicaciones, contratos, colaboraciones, enfermedades superadas y oportunidades de las que cambian la vida han ocurrido y seguirán ocurriendo. Esto va para todos los que os sintáis identificados con mis palabras. Me he alegrado con cada una de estas noticias y me ha dado esperanzas de que el futuro será aún más hermoso.
No quiero que esto se interprete como un discurso motivacional vacío y gratuito. Así lo siento y así debo expresarlo. Se merecía un lugar en esta lista.
Solo me queda decir gracias y hasta el año que viene.

Nacho Requena
Undertale
Que Undertale lleva mucho tiempo en el mercado no es ninguna sorpresa, pero yo lo he jugado durante este 2020. «Nacho, juégalo», «Nacho, tienes que hacerlo», «Nacho, vas a quedar encantado». Me han gastado el nombre de tanto decirme que jugara a Undertale. Al final lo he hecho; y sí, he caído en las garras. Quizás no tanto por su planteamiento o personajes —que también — , sino por la banda sonora. He podido gastar el botón de «reproducción» en Spotify y Youtube, hasta tal punto que ahora mismo necesito conocer a Toby Fox. Que alguien me lo presente, por favor.
The Boys
Es probable que esta serie salga trillones de veces entre las recomendaciones de este año. Razones hay a cascoporro para hacerlo, de ahí que lo raro sería que no apareciera — -todo sea dicho — . Sin embargo, más allá de cómo revienta los tropos de superhéroes, una de las cosas que más me ha fascinado de la ficción es cómo parece ir de alternativa y rompedora utilizando el mismo mensaje que aquello que critica: sangre, sexo, acción, el gore más palpable y el establishment de lo narrativo. Ahí radica su virtud: está contándote un mensaje diferente con la misma fórmula de siempre. Normal que sea la serie del año. Y Frenchie es el mejor personaje. No existe debate.
Fuel Fandango
Cuando me preguntan por qué me gusta tanto Fuel Fandango, mi respuesta siempre es la misma: «Me recuerda a Andalucía, a mi tierra». Esto es curioso, ya que de los dos integrantes del grupo, sólo uno es de Andalucía (Nita, de Córdoba) y otro de Canarias (Álex). Para colmo, su música es funk con electrónica, todo acompañado de flamenco. Y quizás ahí esté la clave. Para que alguien como yo, que no es devoto del flamenco (para nada, ni lo escucho), sí esté gustándole lo que escucha, habla bien de la evolución del mismo, de cómo ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Siempre se ha hablado sobre el puritanismo del flamenco, del «eso no es flamenco»» A Camarón se lo dijeron en su momento, y ahora resulta que es legendario. Los palos del flamenco se crean con el tiempo y esto último va modificando los mismos. El público es el que tiene que aceptar si el cambio es digno de establecerse. Con Fuel Fandango se ha conseguido.

Alberto Rico
La Libretilla
La Libretilla es (un grupo de gente que hace) una tinyletter de reseñas literarias. Ya sabéis, gente que se lee un libro y te dice qué tal. Sólo que en este caso ese qué tal no es exclusivamente qué tal el libro; es más un qué tal como el que le dices a una amiga a la que hace mucho que no ves y le dices qué tal y te cuenta de verdad qué tal pero es como si no hubiera pasado el tiempo en realidad. Son un buen puñado de gente, con sus distintas formas de escribir y leer, y de pensar y de opinar, así que es muy raro que no encuentres aquí algo que te interese. Su newsletter es el mejor email que puedes recibir en tu bandeja de correo, y su instagram y su twitter las mejores cuentas en las que refugiarse del ruido de ambas redes sociales.
Disc Room Game Jam
Para celebrar el lanzamiento de Disc Room, Devolver Digital organizó una game jam cuya temática era hacer tu propio Disc Room. Es decir, básicamente decidieron poner a un montón de gente (se hicieron 136 juegos) a hacer clones de su juego durante la semana de su lanzamiento. Para asegurarse de que cualquiera pudiera participar, hicieron un vídeo tutorial de casi 40 minutos en el que JW (uno de los desarrolladores) enseña detalladamente cómo construir la base del juego. La cosa es que el juego es aparentemente sencillo, pero cuando intentas desarrollar tu propia versión (o cuando pruebas las versiones de los demás), además de pensar en todas las posibilidades de la idea como un niño pequeño con un juego nuevo, puedes apreciar el mimo y la atención al detalle que han puesto Terri, Dose, Kitty y JW.
Too late to love you
Me niego a aceptar que Kentucky Route Zero haya salido este año sólo porque haya terminado de publicarse este año, por eso no lo véis en esta lista, pero en su lugar está este álbum de Junebug. Junebug es la artista robótica a la que conocimos en el tercer acto del juego (era 2014). Es un personaje de ficción completamente imposible que, sin embargo, ha sacado un disco en la realidad. Porque así es como funciona esto. Es un disco que me pone en un estado mental en el que me parece que la gravedad empuja demasiado fuerte, que todo debería moverse más despacito, y que el aire que me rodea y a través del que se están transmitiendo las ondas de su sonido es espeso y distorsiona la frecuencia.

Javi Roman
Canal de Youtube del Museo Ghibli
14 de octubre de 2020, 10.02 de la mañana, Mitaka. Hayao Miyazaki, su hijo Goro y Toshio Suzuki descienden las escaleras metálicas verdes que llevan a la cafetería del Museo Ghibli, llamada Mugiwara-boushi (sombrero de paja, literalmente). El menú ha cambiado recientemente y han sido convocados para probarlo y ofrecer su opinión. Es probable que situaciones rutinarias como esta hayan sucedido constantemente en el día a día de los miembros del mítico estudio de animación japonés, pero ha sido este año cuando por primera vez hemos podido asomarnos por un agujerito y ser testigos. El Museo Ghibli siempre ha sido muy celoso de su intimidad, pero su reciente canal de Youtube es como una pequeña mirilla desde la que espiar pequeños momentos. Nunca pensé que ver cómo un trabajador se afana a primera hora de la mañana en limpiar la cabeza del robot de Laputa resultase tan relajante y depurador para el alma.
Los Ecos del Destino en Final Fantasy VII Remake
Final Fantasy VII Remake hace cosas que solo puede hacer un remake de Final Fantasy VII. ¿Es esta frase la mayor perogrullada que habéis leído en vuestra vida? ¡Oye, pues igual no! Dejad que me explique. El juego que publicó Square Enix en abril puede resultar una grandísima obra para cualquiera que se acerque a él. Pero, para bien y para mal, solo quien jugó y profundizó en el original, quien pasó más de una tarde leyendo sobre su desarrollo y se le eriza la piel cuando escucha cierta canción de la banda sonora, puede extraer todo el jugo que contiene. Solo partiendo de una obra tan increíblemente icónica se puede crear un juego tan autoconsciente. No solo por la condición de la obra original como tótem, sino por todo lo que ha significado para sus fans a lo largo de estos más de veinte años. Y sí, ha sabido contentar a antiguos y nuevos fans con su fantástico sistema de combate, [A partir de aquí spoilers medianos de la trama] pero su movimiento más sorprendente, inteligente y novedoso ha sido la introducción de los “ecos del destino”, los guardianes del juego original. Una representación “física” de los que luchan porque nada se vea alterado, esos mismos a los que el propio juego te obliga a matar para, a continuación, señalarte con el dedo indice mientras te dice: «Esto es el nuevo Final Fantasy VII y a partir de ahora todo es posible».
Sony juega a ser Nintendo (y esta vez sale bien)
Cualquiera puede estar de acuerdo en que Nintendo es la compañía más apasionante a la hora de estudiar la historia del videojuego. Desde sus conocidos orígenes con las cartas hanafuda o los love hotels, hasta las innovaciones con las que nos sorprenden en cada nueva generación de consolas. Son especialmente carismáticos los mil y un gadgets que la compañía ha convertido en icónicos durante todo este tiempo: la Nintendo Zapper, R.O.B. el robot de NES… Durante los últimos años, la compañía ha sido muy consciente de lo lucrativo que es exprimir la nostalgia que evocan estos objetos y sus incombustibles mascotas. Y es que hay dos ingredientes imprescindibles que han servido para colocar a Nintendo en esta posición envidiable de cara a vender recuerdos: su saber hacer y el paso del tiempo. Aprovechando que en 2020 se han cumplido exactamente 20 años desde que se lanzó la primera Playstation, Sony ha decidido que ya es hora de reclamar su trozo del pastel: «ahora nosotros también podemos apelar a tu nostalgia y no dudes de que lo haremos». Astro’s Playroom, aparte de un excelente juego de plataformas, es un movimiento muy inteligente por parte de Sony, pues planta una semilla en el cerebro de los dueños de una Playstation 5: «nosotros somos tu infancia, nosotros somos tu vida: nos quieres». Es posible que la webcam de PSP no tenga el mismo carisma que el Power Glove de NES, pero… quizá solo sea cuestión de tiempo.

Juan Carlos Saloz
Wendy: la magia de la inocencia
Cuando salí del cine, con chiribitas en los ojos y sonrisa camuflada, después de ver Wendy en el Festival de Sitges, esperé con inocencia a una horda de personitas votando 5 estrellas por la experiencia cinematográfica que acababan de tener. Lejos de la realidad, mis acompañantes ya me dejaron claro que era «una película que ya habían visto, pero peor» y otros tantos improperios que, reconozco, me dolieron como si hubiera estado aguantando la percha de sonido durante el rodaje. Wendy es una película de un director que viene de triunfar en Cannes en 2012, con una película con un espíritu igual de inocente pero un trasfondo mucho más oscuro. Su estilo, a caballo entre el costumbrismo más social y el realismo mágico más ñoño, le hicieron vanagloriarse como pocos. Ahora, con Wendy, ha explotado sus facetas más niñas (en el mejor sentido de la palabra) con un filme que solo pretende reconectarnos con quiénes somos y dejarnos llevar por una dinámica diversión. Es una película con un alma tan pura que asusta; en la que casi nadie es malo y donde la obra de teatro de James M. Barrie adopta sentidos únicos. Es una sonrisa pura en un momento gris, y ya solo por ello debería ser, como mínimo, el mejor remake que se ha hecho desde que a Disney le dio por hacer lo propio.
Antídoto para el peor de los Venenos
Puede que suene a cliché de semanario de El País, pero joder, es verdad, le debemos mucho a Los Javis. Más allá de que gusten o disgusten en su perfil mediático más antenatresvírico, su cine (porque sí, lo que han es cine sin peros) ha levantado, desde el mainstream más puro, a una generación desencantada. Desde el pasado, pero de la forma más presente posible (la dirección de fotografía de Gris Jordana es puro 2020), han retratado una historia tan triste que ha sido inevitable que nos riamos con ella desde el primer hasta el último capítulo. Puede que la Veneno fuera un referente para muchos, puede que no, puede que algunos se rieran de ella, puede que otros la rechazaran dentro del colectivo. Pero Veneno es una oda a todo lo que fuimos y lo que somos como sociedad. Y, sobre todo, es la prueba de que por fin ha llegado el momento, en nuestro país, de hacer otro tipo de productos culturales sin acomplejarnos por el camino.
Animalejos felices
Igual estoy siendo muy happy, pero asumo la culpa. Animal Crossing: New Horizons es lo mejor que ha pasado este 2020 en videojuegos, solo seguido (de cerca) por Fall Guys y Among Us. Me podría poner ahora a enumerar los motivos, pero solo hay que echar un vistazo para observar la paz que transmite, la bucolía a la que te transporta y, a la vez, la frustración que genera en ocasiones. Si todos los videojuegos fueran así, quizás la comunidad gamer sería menos tóxica.

Jaime San Simón
Un videojuego sobre una herida que no cierra: Kentucky Route Zero, de Cardboard Computer
Esta aventura gráfica sobre una autopista secreta en el corazón de Estados Unidos lleva experimentando con la narrativa del medio, con la concepción del espacio virtual y hasta con su propio formato desde el lanzamiento del Acto I en 2013 hasta el cierre con el Acto V en enero de este año, pasando por interludios en que nos convertían en figurantes de obras de teatro o nos permitían llamar a un teléfono turístico que nos describe lugares ficticios. El telón de fondo es la crisis económica que se ha ido produciendo en paralelo al propio desarrollo del juego, una herida que no cierra contada en clave de realismo mágico, un villano sin faz que se adueña hasta de nuestros cuerpos y que no deja más que una oleada de miseria a su paso. El prolongado desarrollo de Kentucky Route Zero complica la tarea de decidir si debería ser el artefacto cultural del año o de la pasada década, pero el devastador último acto (aún duele ese «Salvamos lo que pudimos») podría adjudicarse ese mérito incluso sin todo lo que venía detrás.
Un anime sobre la pasión por crear: Keep your hands off Eizouken!, de Masaaki Yuasa
La energía que imprime Masaaki Yuasa a los animes que dirige se convierte en el vehículo ideal para transmitir la pasión de las tres protagonistas de Keep your hands off Eizouken!, que pelean con todas sus fuerzas por tener un club en su instituto donde crear animaciones. Pocas imágenes han quedado grabadas en mi retina este año como las escenas en que Midori, Sayaka y Tsubame desarrollan universos propios, imaginando cómo serían sus escenarios y sus habitantes, buscando una coherencia interna dentro de la ficción, peleando por introducir detalles únicos en el limitado tiempo del que disponen, inundando poco a poco la pantalla hasta que la realidad desaparece por completo.
Tres mangas amables y domésticos: Yakuza Amo de Casa, de OONO Kousuke); La Librera Calavera Honda-San, de Honda; y Spy x Family, de Tatsuya Endo
Este año mis tres series favoritas venidas de Japón han compartido un tono tierno y amable que incluso en sus vertientes más fantásticas han sabido encontrar un toque cercano. Es el caso de la historia de espionaje en plena escalada de tensión entre dos potencias ficticias sumidas en una Guerra Fría de Spy x Family, que se convierte en una comedia centrada en los intentos por aparentar normalidad de una familia de conveniencia formada por un espía, una asesina y una niña capaz de leer mentes. Yakuza Amo de Casa es otra obra que rompe los clichés de su género: Tatsu ha dejado atrás la etapa en la que era conocido como «Dragón Inmortal» pero no puede evitar ser igual implacable con sus tareas de limpieza y cocina, dejando siempre un poso de dulzura que cuesta digerir a quienes le juzgan por su aspecto. Con varios años de retraso ha llegado al fin a España La Librera Calavera Honda-San, una colección de historias de una empleada de una tienda de cómics que se enfrenta con humor a amenazas como turistas que no hablan ni una palabra de japonés o pesadas pilas de volúmenes americanos mientras explica el funcionamiento de las librerías especializadas.

Luis Yang
El final de Ao no Flag
Bakuman va de que un chico adolescente que está enamorado de una chica. El sueño de ella es convertirse en una seiyu y él casualmente tiene talento para el manga, así que para confesar su amor le promete que algún día él y un chico que acaba de conocer hace un rato harán un manga tan popular que se convertirá en un anime y este será doblado por ella misma. Azuki, que es el objeto de romance de turno, dice que ok. Después de esforzarse muy fuerte durante varios tomos el protagonista tiene un ferrari con el que recoge a la chica y se casan, fin. El viaje es lo que importa. Bueno, tal vez lo que importa es el vehículo y el escenario; en este caso un ferrari 458 spider y los edificios de Shūeisha. En 2008 Bakuman nos contaba cómo funcionaba el mundo editorial del manga, cómo las series son concebidas por y para la industria, dependen de su popularidad para subsistir y cómo los editores son tan importantes como los autores del propio manga. Por eso las revistas como la Shōnen Jump, dirigidas al público adolescente masculino, están llenas de mangas de las que casi ninguna escapa del ocasional fanservice.
Muchas historias que habitaban revistas Shōnen encontraron su final este año. Beastars, Kimetsu no Yaiba, The Promise Neverland, Chainsaw Man, Haikyuu, Ao no Flag.
Ao no Flag de Kaito es una historia de instituto romántica que deja entrever un rectángulo amoroso, en el cual en dos ángulos del rectángulo hay un interés por el mismo género. Tanto el chico que ama a su mejor amigo como la chica que está enamorada de su mejor amiga sufren por su amor y por no poder ser sinceros con sus sentimientos. El manga trata de manera respetuosa la diversa orientación amorosa de sus protagonistas y más de una vez se me ha hecho un nudo en la garganta leyéndolo. Seguí religiosamente el manga según iba saliendo y a medida que avanzaba cada capítulo era tal el viaje emocional que a veces me guardaba unos cuantos capítulos para sufrirlo todo de golpe. El final de Ao no Flag.
Es probable que sea el primer manga de la Shōnen Jump en realizar un final así. Cómo me alegro de ver lejos aquel ferrari 458 spider.
Totakekealbumredraw
Imaginaos si toda la música que escucharamos fuera realizado por un mismo artista pero que tuviese una cantidad infinita de registros distintos. Eso es Totakeke en Animal Crossing. Totakeke es un perro cejudo que va desnudo y es el músico sexy del juego; es autor de diferentes temas que representan una buena cantidad de estilos y géneros musicales, cada uno con su portada acorde al tema. Este simpático perrete está basado en Kazumi Totaka que es compositor de la serie así que es comprensible que el personaje realice toda la música que puedas adquirir en el juego. Totaka también es el actor de voz de Yoshi.
Unas semanas después del lanzamiento de Animal Crossing New Horizons la idea de que Totakeke fuera el autor de toda la música llegó a nuestra realidad en forma meme. El meme consistía en recrear portadas de albumes sustituyendo los elementos visuales de los mismos por Totakeke y otros cohetáneos del la serie. Por unos días soñé con un mundo en el que todas las portadas de discos del planeta tenían una variante con Totakeke, claramente un mundo mejor.
Crisis Zone
Si alguien me preguntara por un resumen del veinteveinte sin duda lo remitiría a Instagram; concretamente al perfil de Simon Hanselmann. Desde el año pasado Simon ha probado a subir algunas de las historias que ya tenía publicadas ajustándolas al formato de instagram, de hecho, sus cómics y su manera de secuenciar las viñetas son perfectas para esta plataforma ya que el autor dibuja la mayoría de sus comics en viñetas cuadradas uniformes, ratio que usa Instagram por defecto. A mediados de marzo Simon comienza una serie que pretendía durar un mes para entretener a sus seguidores así como ser un pequeño oasis en medio de la locura del 2020.
Megg, Mogg & Owl es el nombre del sitcom que sucede en la cabeza de Hanselmann y que tiene la amabilidad de compartir con el mundo, todos los personajes representan una parte de él y por ello la realidad en la que viven muchas veces se sienten cruelmente cercanas. Víctima del propio 2020 y de sus personajes Simon acaba extendiendo la serie hasta tal punto que terminó la semana pasada, subiendo casi diariamente 10 viñetas por post de una historia que sucedía al mismo tiempo en el que vivíamos nosotros, comenzando con una Megg preocupada por si le cancelaban su preorder del Animal Crossing y acabando con Desi diciendo «¿acaso me odiáis?» porque ha recibido de regalo de navidad el Cyberpunk 2077 de la PS4. Si hay una obra que había que leerla según iba sucediendo esta es Crisis Zone.
One thought on “Yadda Yadda. Lista (de listas) del 2020”