No hay futuro. Si algo ha quedado claro en 2022 es que no existe un futuro claro para la especie humana. El clima no va a mejorar. La economía sólo puede ir a peor. Los ecos de guerra redoblan cuando parecían muertos. Los peores pronósticos se cumplen e incluso aquello que parecía muerto ha decidido volver a la vida para recordarnos que no existen conquistas dadas: sólo derechos por defender. Algo que no se ve aliviado en la comedia que supone tener a millonarios ultraderechistas dinamitando todo su crédito social y monetario por hacer caso a las absurdas ocurrencias de los nazis de Internet.
Y sin embargo hay motivos para ser optimistas. Somos más conscientes que nunca de las redes de apoyos. De que nos tenemos los unos a los otros. Desde luego que todo es catastrófico y que es probable que todo vaya a peor, pero eso no significa que no pueda mejorar, o que no podamos crear planes de contingencia. Que no haya motivos para sonreír, celebrar y ser felices. Todos los días hay motivos para brindar por algo, y por eso estamos aquí: para que cada uno de nuestros invitados nos den tres razones por las que quieran brindar por este 2022 que dejamos atrás, con cierto temblor, con cierta reverencia, pero siempre con ese respeto de la consciencia de saber que, vaya, lo hacemos entre amigos. Más conscientes que antes de todas las redes que tenemos.
Porque ese es el gran engaño de la modernidad: hacernos creer que futuro es sinónimo de progreso, y que progreso es sinónimo de avance tecnológico y económico. Porque por supuesto que hay futuro. No hay futuro capitalista. ¿Pero futuro? Sólo hay que ver esta lista. Los brillantes objetos culturales que se destacan. Las portentosas personas y pensamientos que han desplegado aquí su sapiencia y su amor por la humanidad y sus parabienes. Por supuesto que hay futuro. No para el capitalismo, pero sí para la humanidad. Creedme en esto. Si me vais a creer en algo, sólo en una cosa, creedme en esto: estaremos bien. Y por eso, disfrutad de esta lista (de listas) sin remordimientos: porque es otro paso más en dirección a ese futuro prometedor.
Andrés Abel
El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro
¿De verdad ha sido 2022 un año tan bueno para el cine de terror? Ese ha sido el runrún generalizado —y, desde luego, que se haya hablado tanto de él, aunque sea bien, ya es motivo de celebración — , pero a unas pocas horas de las campanadas no he sido capaz de rescatar ningún largo caído del cielo que haya sobrevivido a la lluvia de estrenos, ninguna roca abierta y supurante que pueda ser exhibida junto a esos pedruscos preciosos que fueron Malignant en 2021 o The Hunt en 2020. Al final, si no dudo en responder que sí a la autoencuesta es por la antología de Guillermo del Toro, gozoso desfile de monstruos y monstruas con el mejicano a la cabeza y Panos Cosmatos bajo palio, aerolito fragmentado que aúpo al pedestal del horror de 2022 recogiendo sus pedazos en mi falda.
Detente bala
Enrique Bunbury se me adelantó incluyendo el último disco de Las Novias dentro de una de sus listas, y no sé en cuántas más aparecerá, pero todas serán pocas; y en cualquiera tendría cabida: siniestreo, rocanrol, pop incluso, si entendemos como pop unos ganchos lo bastante afilados como para levantar a cualquier tipo de audiencia, sea novicia o veterana, lo que aún tiene más mérito. No hay público más exigente con lo moderno que aquel que te sigue de antiguo, y cuando a la vieja guardia no solo no le molesta que toques entero el disco que estás presentando, sino que corea esas canciones tan fuerte como los clásicos —dime tú si no lo harías escuchando el final de El espíritu de la escalera—, es que has dado en la diana, otra vez.
Dio: Dreamers Never Die
Ya no habrá nuevos discos de Dio. La vida es muy bonita pero muy triste, dijo otro dios de oro, la belleza y la enfermedad coexisten en nuestro mundo y, aunque la segunda siempre gana en él la partida, la primera es eterna en el del arte, la memoria y los sueños. Siempre habrá quien menosprecie ese mundo paralelo y siempre habrá quien lo alimente; quien huya de él y quien halle refugio. Las puertas están abiertas. No podemos traer los dragones pero podemos traer el arcoíris.
Jaume Alto
¿Qué artefato cultural de este 2022 salvaría de un incendio? Sifu, sin duda alguna. God of War: Ragnarok me ha impactado más y pude entrar en la ola de locura que se adueñó del mundo de los juegos con el lanzamiento de Elden Ring, pero Sifu me ha aportado algo fresco mientras los otros se construyen a hombros de sus sagas. Sifu es un juego completo al que poco le sobra y casi nada le falta. La jugabilidad es sublime a la vez que exigente y requiere de varios (o muchos) intentos para poder enfrentar a nuevos tipos de enemigos o superar fases con cierta soltura. Es sencillo dejarse llevar por su propuesta ya que sus diversas mecánicas facilitan que puedas avanzar en una fase a pesar de morir repetidas ocasiones. Acabas entrando en un ciclo en que llegas a la nueva fase siendo demasiado anciano y apenas avanzando lo que te invita a rejugar las fases anteriores para superarlas con una edad inferior, gracias en parte a atajos o caminos alternativos que se desbloquean en sucesivos intentos. Por si fuera poco, el juego cuenta con un apartado artístico genial, alejándose del hiperrealismo, pero con unos modelos atractivos que facilitan la fluidez del juego y la comprensión del entorno, un diseño de sonido excelente que hace que los golpes se sientan mucho más físicos, y un diseño de escenarios brillante de donde me llevo dos de mis fases favoritas a nivel artísticos de cualquier videojuego.
¿A qué artefacto cultural de este 2022 voy a volver repetidamente? Vampire Survivors, sin duda alguna. Ya vimos algo similar el año anterior con Loop Hero, un título que de forma parecida le daba una ligera vuelta de tuerca a géneros conocidos a la vez que simplificaba algunos de sus aspectos jugables. Vampire Survivors va un poco más allá resultando ser uno de los títulos más accesibles para cualquier persona, esté familiarizada con el videojuego o no. El juego escala de una forma muy bien calculada, funcionaría prácticamente hasta en una tostadora y tiene cierto encanto para esconder algunos de sus secretos. Tiene también la bondad de ser uno de esos juegos que permite transportarnos en el tiempo, aunque solamente sea hacía el futuro, donde después de «echar una partidita» te habrán soplado un par de horas como poco.
¿Qué artefacto cultural de este 2022 recomendaría? Esta es jodida porque considero que recomendar es poco menos que un arte, debes de poder conocer a la otra persona lo suficiente para saber que teclas pulsar a la vez que haber consumido lo suficiente dentro del maremágnum de contenido existente. Esto significa que en muchas ocasiones tengas que apartar tus preferencias porque sabes que quizás no sean del agrado de muchos (o porque la gente tiene un gusto terrible). Aun así, de vez en cuando me doy el capricho de recomendar algo puramente porque me ha fascinado y quiero que más gente lo conozca. El club de la medianoche es una serie brillante, capaz de jugar a dos niveles, mezclando una trama central mientras te presenta a sus personajes a través de las historias de terror que cuentan. Quizás sea porque el formato permite explorar esas historias (que se alejan algo más del mainstream), o porque los personajes están muy bien construidos y es fácil quererlos con la fuerza de mil soles, o porque tiene un acercamiento a la muerte muchísimo más sensible que el de la gran mayoría de las obras del audiovisual, algo hace clic conmigo y ojalá poder compartir el mismo calorcito que sentía viéndola.
Álvaro Arbonés
After Yang
Es posible percibir todo un bosque en el té, un ecosistema viviendo en las reminiscencias que inspiran una taza. Algo similar ocurre en After Yang, la segunda película de Kogonada. Narrando la historia de Yang, un robot cultural que ejerce de hermano mayor en una familia cuya hija es una niña adoptada de procedencia china, su historia no se narra en su presencia, sino en la sombra que proyecta su ausencia. A través de los recuerdos de los otros, los efectos que ha creado en ellos, la diferencia entre las memorias del propio Yang y las de cada uno de ellos, se va creando un rico tapiz, una vida en una película, que sólo se termina de conformar en nuestras propias cabezas. Un ejemplo de todo lo que puede ser el cine cuando se le da el espacio para ser aquello que quiera; porque el cine puede ser más de una cosa y también, por ejemplo, puede ser como un té: un mundo que no podemos racionalizar, pero sí podemos sentir que está ahí.
Signalis
Cumplir una promesa a cualquier precio es una premisa que hemos visto infinidad de veces. Mecánicas de survival horror, incluso si perfectamente ejecutadas, también. Por eso la particular originalidad de Signalis, de rose-engine, reside no en su premisa, sino en lo que hace con la misma: en sus límites, sus reglas, sus permutaciones y lo que hace con lo que creemos que sabemos de las mismas. La promesa quizás no tenga la clase de giro que esperamos. Es posible que el origen de la enfermedad sea metáfisica de una manera mucho más cruel que la sobrenatural. Quizás la regla del seis esté arraigada no sólo por una normativa interna, sino por ser una ley universal anclada a la ontología propia de este universo. A lo mejor todo cuando ocurre no ha sido de forma lineal y eso justifica todo cuanto no hemos entendido — que Signalis no es original por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Que la promesa que hemos de cumplir era la existencia misma de este universo.
Severance
El trabajo asalariado es alienante. Cuanto más alienados estamos, más disociados estamos de nuestro propio ser. Severance, serie creada por Dan Erickson, parte de una premisa muy sencilla: una empresa crea una intervención quirúrgica que produce que sus empleados tengan dos parcelas separadas de recuerdos que hacen que no recuerden nada de lo que ocurre dentro de su trabajo cuando están fuera del mismo y viceversa. Algo que genera incómodas preguntas sobre el capitalismo, el yo y la alienación. Porque si me privan de parte de mi memoria, han alienado toda una parte de mi ser, disociándome de una parte sustancial de mí mismo, y en ese caso, ¿puedo decir que la persona que soy en el trabajo sigue siendo la misma persona que soy fuera del mismo cuando no puedo recordar nada de lo que he hecho? Y de no ser así, ¿cómo debería tratar mi relación con ese supuesto yo al que envío a vivir por mí durante ocho (o más) horas al día, sabiendo que todas sus acciones serán juzgadas como mías, incluso sabiendo que no soy exactamente yo? Esas son las preguntas que se hace Severance. Aquello que nos hace el capitalismo, ahora hecho explícito.
Bamf!
1.
Todo a la vez en todas partes (Everything Everywhere All at Once, 2022). A mí me da igual que una película sea de mayor o menor presupuesto, que se hable más o menos de ella. Yo lo único que le pido al cine es que, sí, está muy bien que me entretengas con fórmulas manidas (sigo siendo capaz de disfrutar como un gorrino las series y pelis de superhéroes, uno es humano), pero que de vez en cuanto consigas hacerme sentir como me hicieron sentir Pride & Prejudice en 2005 o Mad Max: Fury Road en 2015 o Spider-Man: Into the Spider-Verse en 2018. Y ya iba tocando. Quiero que se me salten las lágrimas de la emoción mientras se me hace el culo pesicola por el stendhalazo artístico. Todo a la vez en todas partes nos trajouna reivindicación y protagonismo total de lo asiático (bien) en el mainstream USA, un acercamiento al extrañamiento intergeneracional de las familias migrantes, una mezcla de-men-cial de géneros sin olvidar el humor ni la estética cuidada, un recordatorio de que Michelle Yeoh es una MVP del cine (así como la productora A24) y, por encima de todo (que ya saben ustedes que es lo mío): una oda a la empatía y al poder del amor, que al final es lo único que importa.
2.
Aunque el primer LP de Ginebras (Ya dormiré cuando me muera, 2020; publicado por Vanana Redords), artefacto con un 100% de temazos/pelotazos/bangers/cañonazos, saliera hace un par de años, no dejo de tener la sensación de que su mezcla de punk autoconsciente y tonti-pop millennial referencial ha eclosionado en 2022, en parte por su exitosísima gira todavía en marcha (nunca superaré el hecho de quedarme sin asistir a su concierto en Murcia por estar de mudanza), en parte por seguir manteniendo la máquina encendida con singles como Alex Turner o Ansiedad. Si sus recientes colaboraciones con Dani Martín y Fran Perea son solo un ejemplo más de su arrollador y desenfadado sentido del humor y forma de entender la industria, o si se trata del inicio de su fagocitación por parte del mainstream radioformulaico, es algo que todavía está por ver. Mientras tanto seguiré sonriendo cada vez que las vea u oiga, porque ante todo: te caen de puta madre.
3.
Pocas veces (casi nunca) puedo afirmar que tengo un artefacto que saca claramente la cabeza por encima del resto de propuestas culturales del año, pero hay un libro en el que he pensado casi todos los días de 2022 desde que salió. Ese libro es Supersaurio (Blackie Books, 2022) de Meryem El Mehdati. La prosa canaria ya venía fuerte desde hacía un tiempo (aprovecho para recomendar Panza de burro de Andrea Abreu) pero Meryem la ha mandado al estrellato de una hostia. Una hostia con frustración de clase obrera. Una hostia con angustia laboral generacional. Una hostia con orgullo familiar. Una hostia con odio a la sobreexplotación turística. Una (gran, gran, gran) hostia cargada de futilidad anticapitalista y antipatriarcal. Una hostia en formato meme. Supersaurio es yermo de una forma divertida, pero también iracunda. Lloras mientas sientes la necesidad de quemar contenedores, pero no mueves un solo dedo para salir del pijama. Es puro zeitgeist, mis panitas. Meryem, ¡Reina del Martes Santo!
Alejandro Cáceres
La Trinidad de la masculinidad tóxica en The White Lotus
The White Lotus posee casi todas las virtudes que busco en una serie: Buen ritmo, un casting carismático, personajes bien escritos y, sobre todo, temas interesantes en los que profundizar. Estos temas son muy diversos: desde conflictos de clase, la codicia extrema, o el papel que puede jugar el sexo como moneda de cambio. Pero, en su segunda temporada, hubo uno que me resultó especialmente llamativo: la masculinidad tóxica. Según Mike White, ésta, al igual que la materia, ni se crea ni se destruye. Se transforma. Probablemente todos los hombres de esta temporada sean pésimos modelos de conducta. Pero me gusta en particular la forma de tratar este tropo a través de la familia De Grasso. Tres familiares: Abuelo, padre y nieto. Versiones actualizadas de la misma calaña. Bert (el abuelo) vive idealizando su pasado e ignorando la gravedad de sus maltratos. Dominic (el padre) los reconoce y pretende expiarlos. Pero solo un poco. Y solo porque ya le han estallado en la cara. Albie (el nieto), es quizá el más peligroso de todos. Porque cree estar por encima de los otros dos. Señalando todas sus faltas y presentándose como referente moral. Un hombre transformado que comprende y respeta a las mujeres como ellos nunca han sabido. Sorpresa: Es el típico “tipo bueno” con complejo de salvador. Menosprecia a las mujeres que le rodean, convencido de que necesitan una figura como él a su lado. Considera que deben recompensarlo por su «buena» conducta. Y, en último término, no duda a la hora de manipularlas para favorecer sus intereses. Solo por la elegancia y el acierto con que la serie plantea todo esto ya me parece que la temporada merece la pena. Pero hay mucho más: Asesinatos, toneladas de humor negro, gente muy guapa y evocadoras estampas de paisajes sicilianos. Por si necesitáis alguna excusa más para correr a verla.
Amar la tierra sin nacionalismos: Patria y familia en Pachinko
La verdad es que aún no tengo demasiado claro qué me motivó a ver Pachinko. Estaba en una buena racha encadenando (buenísimas) series del catálogo de Apple TV (ejem, Severance), cuando me topé por casualidad con su tráiler. Desde fuera parece muchas cosas. Es una de esas que cuesta empezar. Que puede dar “pereza”. Que puedes pensar que «no es para ti». Pero vaya si lo es. No exagero si digo que literalmente he llorado con todos y cada uno de los episodios de Pachinko. Y lo he hecho por muchos motivos. Por empatizar de forma sana con el amor a las raíces. A la tierra. A la cultura (la nuestra y la de los demás.) Un amor que no implica imponerse o enfrentar a otros. Un amor basado en las pequeñas cosas. En recordar el sabor de un plato familiar. En compartir un legado. También por valorar de dónde venimos y de quiénes venimos. Nos invita a recordar la historia de nuestros abuelos que tan lejana nos queda hoy en día. Puede que todas estas cosas no te hagan llorar. Tampoco es imprescindible. Pero adoro la delicadeza y la ternura con la que Pachinko plantea sus temas. Porque no se tratan tanto. Ni tan bien. Y, a mí, me han llenado el corazón.
Representando una infancia diferente: Turning Red
Creo que debería empezar comentando que no soy un gran fan de las películas de Disney. Hubo un tiempo en que conectaban conmigo, no lo voy a negar. Pero todos evolucionamos. Ahora soy otra persona, tengo otras sensibilidades. Y la voluntad de Disney por hacer productos blancos, genéricos y poco arriesgados (para contentar a todo el mundo) no es santo de mi devoción. Pero, pese a todo, decidí ver Turning Red. ¿Qué es lo que la hace diferente? Me diréis. Es una cuestión de enfoque. Son muchas las películas que tratan de evocar nostalgia por la infancia. Ese momento en el que todo era más fácil, más feliz. El problema es que la gran mayoría lo hacen desde el punto de vista de un niño blanco hetero que creció en los ochenta.
Que no me parece mal, oye. De hecho, es lo que más cercano me pilla.
Y, sin embargo, me he sentido mucho más representado por la historia de Mei y sus amigas. Esto demuestra que no necesariamente empatizamos mejor con personajes o historias similares a las nuestras. Hay algo en esta película que es diferente y que me apela mucho más como individuo. Quizá porque estamos empeñados en representar siempre el mismo tipo de infancia y dejamos de lado todas las demás. Casualmente (o quizá no tanto), es la primera película de Pixar dirigida por una mujer. Y espero que otras muchas sigan su camino.
Anabel Colazo
Xabi Cortés
Black metal rainbows, de varios artistas
¿Puede un disco recopilatorio ser en uno de los artefactos culturales más relevante de este 2022? Por supuesto que sí. Porque además de una excelsa y extensísima colección de bandas y canciones (hasta 130), Black Metal Rainbow es un manifiesto, una línea de defensa para demostrarnos que, frente a ese black metal intolerante, racista, edgy y homófobo, existe un black metal inclusivo, brillante y abierto a todes cuyo espíritu se encuentra más vivo que nunca. Nos encontraremos con canciones donadas por bandas y proyectos de diferentes bagaje y escuela, pero siempre con el bien común, la solidaridad y el apoyo mutuo como bandera, es indispensable mencionar que los beneficios obtenidos por la venta de esta colección de canciones se destinan a ayudar a diferentes organizaciones y asociaciones de ayuda al colectivo LGTBI. Evidentemente resulta imposible mencionar todos y cada uno de los proyectos que forman parte de esta absoluta joya, pero resultaría injusto cuanto menos, hablar de esta colección de himnos antifascistas y no mencionar, por lo menos, algunos de los momentos más brillantes de como Etxegiña con su black metal melódico-épico de marcado carácter anarquista; Gonemage desplegando una maravillosa y única mezcla entre el black metal más marciano, el grindcore y el chiptune; el black metal crudo, frío y directo de Ragana, el despliegue ruidista de Merzbow (sí, ese Merzbow), el ritmo machacón con su buena dosis de crust de la mano de Ancst, Dawn Ray’d que se han convertido por derecho propio en una de las punta de lanza del movimiento rabm (red anarchist black metal) y Spectral Lore, otro de los muchísimos proyectos de Ayloss (también en Mystrass y Auriferous Flame cuyo último disco es una auténtica joya). Pero no solamente eso, además de ser una estupenda oportunidad para conocer nuevas bandas y proyectos que van desde el black al dungeon synth pasando por el blackgaze o la vanguardia pura y dura, Black Metal Rainbows toma forma de libro —confeccionado por Daniel Lukes & Stanimir Panayotov— que reúne escritos, entrevistas, ensayos y arte de gente como Kim Kelly o Ravenna Hunt-Hendrix (Liturgy) y que tiene prevista su salida en las primeras semanas de 2023. Y sí, muy probablemente se convierta también en uno de los artefactos culturales más relevantes del año, pero esa será otra historia.
Loud Arriver, de Sonja
Tenemos que agradecerle a Melissa Moore dos cosas —más en realidad — , pero dos cosas principalmente: primera, descubrirnos que Proscriptor McGovern (fundador de Absu en donde Melissa se encargaba de las guitarras) es una auténtica mierda de persona y, segundo, que haya tenido a bien unirse a Ben Brand y Grzesiek Czapla para crear este absoluto leviatán llamado Sonja. Porque el debut de Sonja une de forma natural y armoniosa lo mejor del hard rock, lo más destacable del heavy metal y lo más brillante del goth rock. Loud Arriver nos da la bienvenida como el canto a la libertad y a la liberación que es: sin concesiones, sin fronteras, sin ataduras. Directo y en la cara. En cuanto empiezan a sonar los primeros segundos de When the candles burn low —con ese build up maravilloso— eres perfectamente consciente de que algo maravilloso ha venido para quedarse. Un álbum con toneladas de energía para exportar siempre impregnado de esa elegancia goth que hereda de Type O Negative y que tampoco hace ascos a melodías con eminente carácter pop aquí y allá. Sonido poderoso, riffs contundentes y un saber hacer que dice mucho de las tablas y el bagaje del trío que forma Sonja. Un debut que irrumpe en, no sé si se podría denominar revival, de ese heavy clásico con ramalazos goth cuya llama —negra, por supuesto— portaba gente como Unto Others/Idle Hands y que a partir de ahora contará también con Sonja en el frente.
Blackbraid I, de Blackbraid
Cuando ya asumíamos que estaba todo inventado en el black metal y que nos esperaba una travesía por el desierto en la que apenas íbamos a encontrar regurgitaciones, revivals y homenajes a los clásicos, resulta que surge Blackbraid en la inhóspita región de Adirondack —hacia el norte del estado de Nueva York — , un proyecto one man band de black metal indígena que es capaz de recuperar el sonido frío, desolador y crudo de un black metal que parecía se iba a perder. Con una sólida base usbm e influencias notables —hay pequeñas pinceladas a la Uada y elementos de Wolves in the Throne Room e incluso a Panopticon diseminadas aquí y allá a lo largo del álbum— Sgah’gahsowah consigue crear una pieza de puro sonido black metal original como nunca antes habíamos escuchado. Sin miedos ni complejos, incluye instrumentos tradicionales nativo-americanos en As the creek flows softly by que no hacen sino reforzar ese carácter único de Blackbraid jugando de manera brillante con el equilibrio entre lo acústico y lo eléctrico-electrificado. Alejado de clichés, huyendo de lugares comunes, Blackbraid hace suyo el black metal, es capaz de modelarlo a su antojo, pulirlo, cuidarlo y vomitarlo con una fuerza y una sensibilidad que pocas veces se ha visto. Lo que en una primera escucha parece un gran disco de black metal atmosférico, se va convirtiendo según van avanzando las canciones, en una delicada y extraordinaria danza a la libertad. Y todo esto en su disco debut. Casi nada.
Carlos Crespo
Voy a empezar por recomendaros Mira cómo corren, una película sobre la que escribí un tuit antes de verla, que vi en el cine de forma un poco improvisada, que volví a ver en casa con mi madre, y que he luchado por no volver a ver cada vez que me iba a poner algo en casa. Seré claro: Mira cómo corren no es una gran película; no me extrañaría que la mayoría pensara que ni siquiera es una buena película. Es el tipo de whodunit autorreferencial que sabe lo que está haciendo demasiado en cada cambio de escena. La protagonizan Saoirse Ronan (excelente) y Sam Rockwell (que pasaba por ahí) y no es particularmente inteligente, divertida ni estimulante. Es facilona, el misterio no es demasiado atractivo, tira muchas bromas a la pared y solo un par se quedan pegadas y sale Agatha Christie. Es la película que más he recomendado este año y no creo que aguante las dos semanas que quedan sin revisionarla.
Otra obsesión que he desarrollado en los últimos meses ha sido el podcast Tides of History. Full disclaimer, es un podcast de historia/antropología, dos temas de los que no sé absolutamente nada. Lo descubrí un poco de rebote, intentando acercarme al campo de estudio de una amiga, y no me ha servido para eso, pero no me imagino los últimos meses sin saber qué fue el colapso de la Edad Bronce, que me pongan en duda sobre la existencia de Troya o alguna entrevista con un académico deseoso de explicar cómo sabemos que las civilizaciones de hace miles de años defraudaban impuestos. Su nueva temporada, sobre la Edad de Hierro, desde China al Imperio Romano, acaba de empezar, y promete durar los mismos dos años y pico que la anterior, ser igual de interesante (y alejada de cualquier cosa que tenga stakes en la vida real para mí) y mantener los capítulos cortitos y al pie; ahí me podréis encontrar.
Y quiero cerrar con una recomendación que entronca con la reciente victoria de Argentina en el mundial de fútbol: ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, la última película de Alexandre Koberidze, una romcom mágica ambientada en un pueblo de Georgia en el que es verano y se juega el mundial de fútbol (y os prometo que ahí termina toda vinculación con este deporte) y dos personas se conocen y se enamoran y ponen celoso a un espíritu. Como si hubieran estado grabando un pueblo y se les hubiese cruzado la trama por las calles y las plazas.
Oriol Estrada Rangil
Danmei
Danmei podría ser uno de los neologismos del 2022, al menos en el mundo otaku. Desde hace ya un tiempo, el BL se ha apoderado de buena parte del fandom femenino (el masculino todavía es escaso), y en su búsqueda de nuevos horizontes de romances entre hombres algunas lectoras se han desviado de las coordenadas niponas habituales para irse a China. Danmei se puede traducir como algo parecido a «adicción a la belleza», y es el término que se utiliza para definir un género, principalmente literario, que se basa en las relaciones entre hombres. De la misma forma que el BL japonés, que de hecho es su fuente de inspiración principal, su público original son mujeres heterosexuales. La particularidad china es que, si bien no es obligatorio, la mayor parte de historias danmei se sitúan en la China imperial y el wuxia y el xianxia (simplificando mucho: historias de kung-fu y espadachines voladores) son los géneros que dominan. De hecho, las adaptaciones a otros medios (normalmente al donghua, la animación china, manhua o el live action) a menudo rebajan o prácticamente eliminan toda la parte homoerótica y se centran en esas tramas que cualquier aficionado al cine asiático conoce bien, y es que no deja de ser todo un riesgo tratar la homosexualidad en China (la novela parece ser un lugar seguro para ello, pero no el resto de formatos que llegan a más público). Por si alguien quiere acercarse al danmei más popular, el primero en editarse en español es la versión manhua de Grandmaster of Demonic Cultivation (Mo Dao Zu Shi) de la diva del danmei Mo Xiang Tong Xiu, aunque pronto llegarán también las novelas. En Netflix, si se usa la versión en inglés, se pueden ver los 50 capítulos de The Untamed, la versión en imagen real. Si esto sigue creciendo, pronto veremos chinos voladores (y románticos) por todas partes. Lo que me intriga es saber si el público del danmei y el público aficionado al wuxia cinematográfico se van a cruzar y llevarse bien.
SX3 y el regreso del manganime en catalán
Durante años, TV3 fue sinónimo de anime con doblaje de calidad y pionera en cuanto a lo que emitía. Sus contenedores infantiles y juveniles fueron tan influyentes que podríamos tirar a la basura etiquetas como GenX o Millennial e intercambiarlas por Generación Bola de Drac o Generación 3XL. Pero de forma inexplicable, al menos en retrospectiva, estos espacios para los fans del anime desaparecieron de la parrilla y con ello, casualidad o no, empezó el declive del uso del catalán entre los jóvenes. 2022 ha sido un año de renacimiento, el famoso Club Súper 3 que fue el origen de todo lo anterior desaparece y da lugar al SX3, lo mismo pero con otra imagen y una clara apuesta por el anime, que además influye incluso en la producción propia con constantes referencias a ese cosmos. Tampoco es casualidad que esta apuesta venga pareja de una explosión de nuevos títulos de manga publicados en catalán (y más que vendrán), es un esfuerzo más o menos coordinado que busca conectar con ese público más joven a través del manga y el anime, y hacerlo en un idioma que parecía extinto en estas coordenadas. Si el canal podrá volver a poner TV3 como referente del anime y recuperar el uso del catalán entre los jóvenes es algo que veremos en un futuro. El contexto no es el mismo que hace 20 o 30 años, cuando apenas había canales para escoger, pero también hay toda una generación de padres que fueron los primeros otakus y que quizá ahora harán la vista gorda si su prole pasa muchas horas ante las pantallas, es más, seguro que les acompañan. Otra cuestión es si todo esto va a contagiar a otras cadenas autonómicas y veremos una mayor diversidad lingüística en el manganime.
Vuelve el spokon, ¿ahora en serio?
Durante años, el manga deportivo ha tenido muy mala fama por estos lares. Parecía incluso que existía una prohibición no escrita sobre la posibilidad de editarlo. Algunos fracasos sonados como el de Kuroko no Basket, cuyas ventas cayeron en picado a partir del segundo tomo, después de que muchos fans insistieran durante mucho tiempo en que lo querían, fue el clavo definitivo para el ataúd del manga deportivo. El mantra era que el spokon solo funcionaba en formato anime, y que las largas series de deportes eran un imposible. Pero algo ha cambiado. Haikyuu!! fue la licencia más pedida también durante años, Planeta Cómic finalmente decidió publicarla y se obró el milagro: fue un éxito de ventas, con un número uno que se convirtió en el libro más vendido en España en su lanzamiento. Después llegó Blue Lock, Ao Ashi, Chicho Terremoto e incluso un manga sobre agentes de fútbol con el explícito título Agente de fútbol. También podríamos sumarle la gloriosa publicación de Ashita no Joe, aunque seguramente tiene más que ver su condición de clásico del manga que el deporte en sí. Incluso la editorial que se comió Kuroko no Basket ahora apuesta por el patinaje artístico sobre hielo con Medalist. Además, para 2023, se ha llegado a anunciar un manga con más de 130 tomos y todavía en publicación como es Hajime no Ippo. ¿Qué ha pasado? Sin duda el manga vive ahora uno de sus mejores momentos, se está publicando más manga que nunca, el público se amplía, y quizás se está consiguiendo traspasar hacia el mainstream, haciendo viables algunas de las colecciones más populares. Por otro lado, parece que se está replicando algo que suele pasar en Japón: a pesar de que muchos mangas de deportes se dirijan al público adolescente masculino y se publican en revistas shonen, su principal público es femenino. Y si esto está ocurriendo también aquí, entonces tenemos un motivo más que nos permite ser optimistas respecto al futuro del spokon, el manga deportivo, en España.
Diego Freire
RESIDENTE || BZRP Music Sessions #49
Voy a ser extremadamente previsible en las siguientes dos elecciones (¡perdona, Álvaro!), porque estoy intentando hacer las paces conmigo mismo. De momento, la sesión 49 de BZRP con Residente. ¿Por qué? Me he obsesionado con ella desde que salió. He visto reacciones y reacciones. La he memorizado hasta ser capaz de enganchar cualquier palabra y tirar para adelante con la letra. Sin ser yo nada de eso. Habrá algo atávico, supongo. O que me gusta el salseo. Pero ver una paliza así de bien estructurada y limpia es de admirar.
Everything Everywhere All At Once
Es un cóctel explosivo el que aquí se ha mezclado. Han conseguido tocar todas mis teclas, desde Michelle Yeoh repartiendo piñas hasta un tema que ya roza lo obsceno de lo fuerte que me pega: pese a todo, vale la pena vivir. Se me escapa cómo se les ha escapado tanto a los críticos apuntar al eje central de esta película, sobre lo que se vertebra toda la acción y toda la trama —el suicidio. Ante la infinitud de universos posibles, el suicidio es la única escapatoria real. Porque lleva a la nada y en la nada se está bien porque nada hay y nada somos. Y, sin embargo, con errores y dolores, vale la pena estar aquí. Quizá me he chiflado yo y ya veo referencias donde no las hay, pero la veo temáticamente hermanada con (en Nope, la otra gran película estadounidense de este año (¡junto con Armageddon Time y Top Gun: Maverick!) sí hay explícitas referencias a) Evangelion.
Elden Ring
Ya digo, lo extremadamente obvio que soy. Me disculparéis. No creo en estas grandilocuentes ideas de niños-bebé donde los videojuegos vienen a salvarnos o yo qué sé. ¡Los traumas se resuelven sin el mandito en la mano! Pero Elden Ring vino a salvarme. Durante un mes no hice otra cosa que jugar a Elden Ring. Por supuesto, no solucionó nada de los noventa y nueve problemas que tenía cuando apagaba la consola, pero me ayudó a descubrir otra vía de escape, es decir, de reflexión y admiración: los videojuegos como medio en su totalidad. La idea esta de que los videojuegos son arte porque incorporan otras disciplinas es tontisima. Los videojuegos son arte ya que su forma de expresarse es única. No hay más. Elden Ring marca el final y el principio de una nueva forma de verlo todo (¡junto con Sifu e Immortality!).
Iván Galiano
El Camino de Santiago (por el camino francés)
Es muy difícil poner en solo un párrafo todo lo que hay detrás de una experiencia como la de hacer el Camino de Santiago. Y todavía lo es más no hacerlo desde la perspectiva personal, a pesar de que muchas de las experiencias de los peregrinos que lo han llevado a cabo se parecen. Especialmente después de la primera vez, muchos coincidimos en la maravilla multifacetada que es dicho viaje. El que escribe estas líneas lo hizo en septiembre de este año, año jacobeo extendido por la pandemia, por su ruta más popular, el camino francés, iniciado en Roncesvalles. Como en el cómic En camino, de Paco Hernández y José Angel Ares (La Cúpula). 755 kilómetros hasta Santiago de Compostela añadiéndole el precioso epílogo (unos 110 kms más) que conlleva terminar en Finisterre, en el icónico faro llegado al cual uno sólo puede seguir caminando si vuelve por donde vino. El camino de Santiago tiene tantos aspectos a apreciar como motivos por los cuales uno puede emprender dicho viaje. A los principales (religiosos, culturales o deportivos) se le suma una inspiración lúdica, que remonta al mito del laberinto, un juego de seguir recorridos para llegar a la meta. Luego está la paisajística: si nuestro camino atraviesa varias provincias, veremos cambiar significativamente las formas, los colores y los olores del terreno. Al tiempo, el viaje se antoja como estar atravesando los cuadros de un museo. Y en esos marcos, podemos vivir la experiencia en soledad o en compañía (o alternándola ya que nada compromete a nadie durante el peregrinaje). Desde mi punto de vista, siempre es interesante tomar contacto con los locales de cada etapa (al final, paisaje y paisanaje van de la mano) tanto como compartir charlas con los compañeros de viaje, de entre los cuales, y en las temporadas con más afluencia, uno puede llegar cruzarse como una veintena de nacionalidades diferentes. Con esa magia extraña de que cualquier persona que conozcas puede desaparecer para siempre, reencontrártela muchos kilómetros después o quizás compartir todo el trayecto con ella. A pesar de que lo que se ha juzgado como una turistificación excesiva del camino en los últimos años (y alguna subida de precios), la verdad es que, en mi opinión, ni se le acerca a la que han vivido otros lugares y eventos. El Camino de Santiago sigue siendo una experiencia popular, asequible a la mayoría de bolsillos, que, una vez embarcado en ella, es difícil verla como unas simples vacaciones, acaso como un cambio de vida radical durante un periodo de tiempo que permite llenarse los ojos, gozar de una sensación de libertad muy especial y tomar perspectiva ante la vida.
El advenimiento del spokon
Si el año pasado comentaba en esta misma lista la cualidad expansiva del nuevo boom del manga que estábamos viviendo, este año podemos hablar de la expansión de uno de los géneros que dicho boom ha facilitado. Parece lejana ahora la inseguridad de las editoriales hacia el spokon, cuando costaba que alguien se decidiera a publicar aquí un fenómeno como lo fue (y sigue siendo) Haikyu!! (Haruichi Furudate, Planeta). Punta de lanza en ese sentido, su éxito ha animado a otras editoriales a traer otras obras del género, que van desde los grandes clásicos a las rabiosamente modernas o desde las que siguen los cánones más populares a las que buscan la vuelta de tuerca más sorprendente. De los primeros, a la imperturbable publicación de Capitán Tsubasa (Yôichi Takahashi, Planeta), se le suma la llegada celebrada (por fin) de El Joe del mañana (Asao Takamori, Arechi). Indagando en la veta futbolística, tres series han arrancado desde tres vértices diferentes. De muy reciente estreno, la más canónica-moderna y en la estela de Haikyu!!, tenemos Ao Ashi (Yûgo Takahashi, Norma) que reúne la didáctica del deporte con el viaje del héroe juvenil. En las antípodas, Blue Lock (Maneyuki Kaneshiro y Yusuke Nomura, Planeta), un spokon que pone en entredicho los valores positivos del deporte, insuflándole una energía oscura y elementos de survival-escape room. Farewell, my dear Cramer (Naoshi Arakawa, Distrito Manga) es una joya que explora el mundo del denostado fútbol femenino con ánimo reivindicativo y mucha sororidad en un manga que también es divertidísimo, un coming of age de barrio emocionante en cada jugada. Y en las pistas de atletismo, celebrada ha sido también la llegada de Blade Girl (Narumi Shigematsu, Arechi), una breve serie sobre una deportista paralímpica que es una radiografía paso a paso del espíritu de superación, añadiendo interesantemente algunos elementos del shojo romántico. Estas nuevas propuestas se van apilando para construir un panorama más amplio del que nos gustaría seguir viendo más. A saber, a ver si alguien se anima con Eyeshield 21 de Riichiro Inagaki y Yusuke Murata o el Bat Kid de Inoue Kazuo, que el historiador Ryan Holmberg ha recuperado recientemente en Estados Unidos.
La joven y el mar, de Catherine Meurisse
Si la primera entrada de estas tres propuestas, ensalza el acto del viaje como forma de descubrir o incluso de hacernos formar parte de la belleza en el mundo, creo que no hay mejor autora que haya entendido esa idea que la francesa Catherine Meurisse. Su obra en cómic, postulante de esa búsqueda, ha ido creciendo a lo largo de los años, en una odisea que expone la curiosidad y la imaginación como los dos pilares básicos de la cultura visual. En La levedad, nace como forma de superación de la tragedia. En Los grandes espacios, como revisión de la biografía personal asociada al terruño, a la flora pero también a las artes y a la Historia. Siempre con ánimo de entender el arte como algo cercano, estrechamente relacionado con el mundo natural y con la vida en general, en La joven y el mar (Impedimenta) recorre la campiña japonesa, dejándose perder por sus caminos pero también por sus historias y algunos mitos fantásticos que la autora incentiva desde su objetivo de alcanzar lo bello y quizás lo extraño. El álbum es uno de contrastes que irónicamente reúne el preciosismo y lo solemne del entorno con lo caricaturesco y lo cómico en los personajes. Se lee como un viaje y se siente, de nuevo, como habitar en la majestuosidad de un cuadro. La mirada con la que Meurisse recorre el mundo es en la que un servidor se ha reconocido de sus periplos de peregrino.
Paula García
Bleed Out
Ya sé que esto es el peor cliché del mundo, y que ya no tenemos quince años, pero este 2022 he sentido que un músico ha hecho algo para mí. Bleed Out de The Mountain Goats es un álbum conceptual que navega algunos de los tropos y arquetipos del cine de acción de los años 60, 70 y 80; en particular, hay una influencia especial del poliziotteschi, el cine policíaco italiano. Un disco de mi grupo favorito que trata de héroes trágicos y guerras entre mafias habría sido exactamente uno de los deseos que le pediría al genio de la lámpara si no fuese demasiado brillante como para que jamás se me hubiese ocurrido a mí. No es sólo que todas las canciones funcionen, en sí mismas, como una pequeña historia, sino que todas y cada una de ellas tiene lo que a mí más me gusta: estrofas y estribillos con las que dejarte el alma cantando a voz en grito. En medio de tanta crudeza, dos canciones, en especial, están cerquita de mi corazón todo el rato, por ser un poco más dulces, más tiernas: Mark on You —Make peace with your family / walk softly on this earth— que, de manera imposiblemente apropiada, abrió el concierto de The Mountain Goats en Berlín al que asistí, e Incandescent Ruins —I gotta test my chin to the concrete, it’s the only way to be sure / Only the desperate ever make it to the exit, only the brave and the pure—, la canción que suena a lo que creo que sonaría mi alma si fuese música.
Hunter x Hunter
Siguiendo con la lista de emociones más bien infantiloides, empecé a leer Hunter x Hunter por puro FOMO: escuché que, después de una larguísima pausa, el autor iba a reanudar la publicación de nuevos capítulos, y el ambiente de celebración y alegría en mi entorno se contagió un poquito, a pesar de que nunca antes me había interesado particularmente. Un poco movida por eso, por las ganas de querer ser parte de esta alegría, me sumergí en sus primeros tomos; y, la verdad, nunca he vuelto a ser la misma. Apenas recuerdo casos, casi desde la adolescencia, en las que una obra me había sumergido de manera tan genuina: hay una cierta pureza, a veces rozando la estupidez, en todos sus protagonistas que me hace sentir segura y querida. En algún punto concreto de 2022 he estado consumiendo cuatro versiones simultáneas (el manga, la versión coloreada del manga, el anime de 2011 y el de 1999) de los mismos capítulos, los mismos arcos, los mismos personajes. Paradójicamente, no he llegado todavía al final, a los capítulos nuevos. En parte, es porque sé que la cosa se pone más dura y más triste, y lo que siento importante ahora mismo es otra cosa: la calidez de los primeros arcos, donde todos son más niños y más dulces, cuando Kurapika todavía sonríe a veces y los tontos de Gon y Killua se pelean por tonterías. Uno de ellos brilla como el Sol y otro brilla como la Luna: no siempre son capaces de comprenderse, pero siempre quieren intentarlo.
Radahn, azote de las Estrellas
Para ser un juego del que se ha hablado ininterrumpidamente durante prácticamente todo el año, y varios años antes de este, escribir cualquier cosa sobre Elden Ring me cuesta un montón. No es tanto por la sensación de que no tengo nada nuevo que aportar —que quizás, un poquito, también— sino por la incapacidad de concretar en palabras lo que supuso para mí pasar una semana completa totalmente embebida en las Tierras Intermedias. En medio de todo lo que From Software propone y demuestra aquí, si tuviese que quedarme sólo con un momento, sería con la batalla contra Radahn, azote de las Estrellas. No es sorpresa para nadie que los jefes más raritos, los jefes que no apuestan por la técnica o la precisión sino por las ideas, sean siempre mis favoritos de los Souls; pero Radahn me desarma porque, además de todo eso, plantea un combate de una belleza incontestable. Un páramo gigantesco, en el que no se ve absolutamente nada, más que unos pequeños puntos de luz que nos permiten invocar a los distintos personajes que hemos ido conociendo durante el juego para que nos apoyen en un reto de una dificultad incomparable hasta ese momento. Radahn, con su caballo cómicamente pequeñito y sus golpes ridículamente fuertes puede superarse en solitario, pero jamás lo he querido intentar. Simplemente, es más puro y más emotivo si lo haces rodeado de los tuyos. Me gusta pensar que, con este enfrentamiento, el estudio quiso castigar un poco a esos jugadores que se niegan a invocar, a pedir ayuda a sus amigos o a los acompañantes del propio juego cuando tienen que superar un obstáculo. Si no lo haces aquí, pierdes lo que probablemente es uno de los momentos más bonitos de Elden Ring, uno que gira alrededor de la idea más inocente y a la vez más potente del mundo: podemos conseguirlo juntos, pero no podemos solos.
Marina González
Oh, Elden Ring
Después de pasarnos Elden Ring, que nos duró a mi pareja y a mí como unas 200 horas, empezamos un New Game Plus de manera casi automática. Recuerdo ponerlo y jugar sin pensar mucho mientras hablábamos sobre cosas del juego. Cuando nos dimos cuenta nos habíamos pasado un par de jefes, y seguimos hacia delante discutiendo cosas de lore, del mundo, de los personajes y los sitios que volvíamos a visitar. Elden Ring me parecía una cosa tan bonita, tan inmensa, que me resistía a dejarlo. Había pasado horas y horas explorando todos los rincones, metiéndome en cuevas y tumbas, bajando por ascensores que me llevaban a algunos de los sitios más preciosos que he visto en un juego, y leyendo descripciones de todo lo que pillaba para poder saber un poquito más. Aunque sabía que había sido un viaje increíble, que era el GOTY, fue esa segunda vuelta la que me hizo darle más vueltas a todo y darme cuenta de lo especial que es este juego.
Signalis
Este juego me ha flipado, me ha hecho sentir admiración como desarrolladora de videojuegos y, no voy a mentir, envidia. Tenía varios títulos rondando por la cabeza para hablar (no puedo no recomendar The Case of the Golden Idol y Citizen Sleeper), pero creo que ha sido ese sentimiento que tengo hacia este juego lo que me ha hecho decidirme. Me parece brutal lo que han conseguido con Signalis, su mood y narrativa ambiental son impresionantes. Poder imaginarte cómo es ese mundo y qué ha pasado a través de los detalles de los escenarios y carteles y documentos. Todo ello además con un diseño de sonido muy muy bueno y una dirección artística, mezcla de 3D low poly con pixel art, que refuerza muy bien la narrativa, tan opaca y oscura como interesante.
Darme cuenta de lo buenos que son GodSpeed You! Black Emperor
Hace unos meses vi a gy!be en un concierto casi de casualidad. Mi pareja se enteró el día de antes que tocaban en nuestra ciudad, y ella, que es muy fan, insistió en que teníamos que ir. Y menos mal que lo hizo. Yo los había escuchado alguna vez, pero nunca de manera muy activa, siempre como de fondo. Me gustaban, pero sin más. Y ahora me flipan. Verlos en directo me pareció una experiencia casi mística, algo que siento incluso que me ha cambiado. Ha sido eso lo que ha hecho que los escuche más y me dé cuenta de lo increíble de su música. Lo que consiguen los diferentes músicos, acompañado si es en concierto por las visuales que proyectan, es algo totalmente inspirador.
Enrique Grandes
Deicidio
En febrero de 2016 nadie se esperaba que un indie inspirado por los first person shooter y los juegos arcade de los 90 fuera a salvar los videojuegos de disparos. Devil Daggers para mí ha sido un antes y un después en mi forma de sentir y percibir el género y, del mismo modo, este pasado septiembre Sorath decidió ofrecernos un giro delirante al formato con Hyper Demon. Esta vez con un objetivo más tangible y una agilidad que ni la iteración más reciente del Doom Slayer después de hacer un maratón de John Wick y The Raid. Pasar de sobrevivir la mayor cantidad de tiempo posible a matar lo más rápido que se pueda es un cambio que moldea la forma de jugar a la vez que acompaña al vertiginoso frenesí que impulsan lo visual y lo sonoro. A esto se le suma una profundidad mecánica —casi inesperada de unos controles tan simples— en la que lo metódico de Devil Daggers se vuelve puro instinto, consiguiendo ofrecer cuando se entra en «la zona» una experiencia catártica. Puede que siga prefiriendo el anterior título de Sorath, pero un juego que de milagro me creo que es real y no un sueño febril inolvidable se merece, como poco, todo el reconocimiento posible.
One and only 1
Cada año miro los lanzamientos que más espero y me intento imaginar —sin mucho éxito— cuál podría acabar en esta lista. Y en todo este tiempo solo lo he tenido tan claro con la tercera y última temporada de Mob Psycho 100. No es justo someter nada a unas expectativas tan altas, pero si puedo confiar en algo sé que es en ONE, la gente de bones y, por supuesto, en Mob y Reigen. Si bien este año ha estado lleno de sorpresas muy agradables en lo que a animación se refiere como lo han sido la vigesimoquinta película de Detective Conan o Bocchi the Rock!, la historia de Shigeo Kageyama seguramente sea de lo más importante e interesante que nos ha podido ofrecer el medio en la última década. Con un cambio en la dirección tras el excelente trabajo de Yuzuru Tachikawa, en esta tercera temporada Takahiro Hasui no ha podido tener mejor debut como director. El resto de este párrafo bien podría ser una lista de nombres, porque esta temporada no ha tenido un solo episodio sin gente increíble. Pero como por espacio sería imposible, me gustaría al menos destacar el octavo episodio: Transmitiendo 2 ~Encuentro con lo desconocido~, en el que se aúnan el marcadísimo estilo de Hakuyu Go con un guion de Tachikawa para dar lugar a una pieza audiovisual tan conmovedora como única. Con todo esto, Mob Psycho 100 III nos deja con un mensaje tan bonito y necesario que me sería imposible hacerle justicia con palabras, y un agujero que va a ser muy difícil volver a llenar.
Por la salida de Elden Ring
Es sabido que Hidetaka Miyazaki es un fan confeso de la obra de Fumito Ueda y que de no haber jugado a ICO,muy seguramente, no estaría donde está ahora. Esto me hace especial ilusión porque —además de quedarme cerca— con Elden Ring el equipo de From Software ha conseguido hacerme revivir algo muy parecido a lo que sentí cuando jugué Shadow of the Colossus por primera vez hace dieciséis años. Es algo muy especial ver cómo dos filosofías de diseño tan aparentemente opuestas han conseguido crearme una sensación tan única y singular. Un punto y aparte excelente en la fórmula souls para dar paso al regreso de la cosa más guay de este mundo: los robots. Encima no había suficiente con tener un juego de esos de los que no te olvidas nunca, sino que, además, este ha dado lugar al mejor vídeo de internet. Elden Ring, es tu salida. Saliste del videojuego.
Jesús Játiva
Escribo esto muy rápidamente, unas horas antes de la fecha de entrega propuesta por Álvaro. Puesto que ni quiero alargarme ni tengo tiempo para ello, voy al grano:
EL DISCO:
Estos son algunos de los discos que, de tanto escucharlos, ya ni me gustan: The Car, de Arctic Monkeys; Cheat Codes, de Danger Mouse; Un verano sin ti, de Bad Bunny; Mr. Morale and the Big Steppers, de Kendrick Lamar; MOTOMAMI, de Rosalía; El Mirador, de Calexico; And in the Darkness, Hearts Aglow, de Weyes Blood; Blue Rev, de Alvvays; SOS, de SZA; Ants From Up There, de Black Country, New Road.
Pero si tengo que elegir uno, me quedo con Natural Brown Prom Queen, de Sudan Archives. Aunque perfectamente podría haber elegido Skinty Fia, de Fontaines D.C.
EL CÓMIC
El cómic tiene que ser Joe del mañana, de Tetsuya Chiba y Asao Takamori. Por dos motivos. El primero, porque su publicación (por fin) en España, después de tantos años de espera, merece destacarlo como una de las novedades del año. Gracias, Arechi, por arriesgarte a publicar un cómic de finales de los 60 de más de 4000 páginas. Segundo, por ser verdaderamente divertido: el retrato de la clase más pobre y el retrato de una obsesión en forma de un shônen de peleas.
LA PELI
Tiene que ser (porque tampoco he visto muchas) El triángulo de la tristeza, dirigida por Ruben Östlund. Creo que el trasfondo y la idea que pretende transmitir es bastante obvia, pero es precisamente el descaro y macarrería con la que lo hace lo que me parece tan destacable. Pocas veces me he podido reír tanto en una sala de cine. Lo lamento por las dos señoras que estaban viendo la película conmigo en aquella diminuta sala: os pido perdón, espero que no os incordiara mucho.
También me gustaron mucho Cinco lobitos y Decision to leave.
Francisco Jota-Pérez
«Hemos perdido la conexión con el núcleo de la vida. Declaramos guerras como resultado de la incapacidad de la humanidad para coexistir, para empatizar. Todos esos flujos de refugiados en busca de una vida mejor. El dios de la plaga vio cómo, en cierto momento, los humanos se devoraron los unos a los otros. Esta es la historia de esa bestia, de la última voz de la razón». Invocado por Scott Kelly (ex Neurosis y, a día de hoy, expulsado también de este proyecto que nos ocupa), Colin H Van Eekhout y Mathieu J. Vandekerckhove (de Amenra), e Igor Cavalera (ex Sepultura), superando en mucho la suma de los factores —humanos— implicados y de lo que traen desde su hacer en sus respectivas bandas de origen, todo en este dios de la plaga metálico, hostil, ambiental, industrial y claustrofóbico da la impresión de estar minuciosamente diseñado para dar forma clara, y así, salida, a la ansiedad contemporánea, al terror constante que la actualidad nos deposita dentro y la sensación continua de duelo por la muerte de lo sagrado más allá de lo simplemente material y de la última esperanza en un futuro mejor. Y el resultado es un disco que es un monstruo en el que no podemos evitar reflejarnos. Quizá Plague God no sea la banda sonora más deseable para este periodo en la historia de la humanidad, pero, desde luego, es la que merece.
Poco se habla de esto (Patricia Lockwood)
Una suerte de sátira, escrita a base de ráfagas de textos que replican tuits y posts breves y rápidos en Facebook o Instagram disparadas al ritmo de un scroll continuo, de las rutinas a las que nos hemos abandonado quienes pasamos gran parte del día en Internet y del lenguaje ante el que hemos tenido que plegarnos, y cómo tanto las primeras como el segundo quedan irremisiblemente desarmados y muestran con feroz evidencia su naturaleza artificial, impostada y, en esencia, insuficiente cuando sucede algo en el mundo más allá del «Portal» que hace que despierten ciertos sentimientos aletargados por la despersonalización y obligan a revolver en las casillas más sensibles de la psique. Eso es lo que cuenta su sinopsis, pero el libro va mucho, muchísimo más lejos. Lockwood es una escritora inteligentísima y que demuestra un manejo magistral de los mecanismos de guía de sus lectores y de las posibilidades de la poesía, lo que le permite huir a buenísima velocidad de una premisa que, en manos menos capaces, se quedaría en un drama de telefilme de sobremesa o, aún peor, un artículo moralista en El Confidencial, y regalarnos un ejercicio de paradójica sensibilidad radical que extrae intimidad de la ultraexposición online, filosofía de la adicción a los memes y fantasía de la realidad infraordinaria en que se han convertido las redes sociales.
Skinamarink (dir. Kyle Edward Ball)
«Dos niños se despiertan en medio de la noche y descubren que su padre ha desaparecido, y que todas las ventanas y puertas de su casa ya no están». Skinamarink no es exactamente una película. O quizá es justo lo que debería ser una película: una experiencia audiovisual en la que las imágenes, los sonidos y les espectadores convergen, intercambian información de forma prácticamente alquímica y (se) cuentan, juntos, una historia subjetiva e intrínseca. Skinamarink es, en mi opinión y desde mi experiencia con (a través de) ella, la mejor traducción posible de las mecánicas y sensaciones propias de una pesadilla. Es una obra precisa y, puede que justo por esa precisión, por lo brillante de su traslación de las formas oníricas —un apelar al lenguaje del sueño, además, verdaderamente original, no el enésimo intento de emular a David Lynch o Maya Deren—, resulta aún más escalofriante y, en gran medida, relevante, que narra desde el fuera de plano para que lo que sí queda en cuadro adquiera una polisemia firmemente anclada en el terror. En los terrores, mejor dicho, ya que la película, si bien mediante los contrapicados constantes sostiene un hilo de apelación a los miedos infantiles, nos los impone y nos obliga a transitarlos, también recurre a la pareidolia y los mínimos golpes de efecto como detonantes de formas de horror surrealista que, en momentos puntuales, lindan directamente con el horror cósmico. Se etiqueta a la película como cine experimental. Y lo es, pero solo si nos atenemos a la preciosa definición que de ello hacía Gemma Files en su Experimental Film: «no importa de qué va una película experimental porque el género en sí rechaza la narrativa, ya sea convencional o de otro tipo, y promueve la alucinación hipnagógica (…) ver una película experimental es lo que más se acerca a vivir los sueños de otra persona. De ahí que cuando vemos ese tipo de obras lo que hacemos, en esencia, es dejar entrar a otra persona dentro de nuestra cabeza con la esperanza de salir embrujados». Skinamarink es puro cine que embruja.
Henrique Lage
Goodbye, Eri (Tatsuki Fujimoto)
La popularidad de Fujimoto como mangaka de esa excentricidad shonen que es Chainsaw Man le ha permitido el lujo de dedicarse a one-shots, historias breves que no tendrían cabida dentro de lo habitual en la industria pero que se sienten como algo mucho más radical. Su anterior historia, Looking Back, lidiaba con los terribles sentimientos de la experiencia personal de su autor, recibiendo la noticia del incendio de Kyoto Animation. Allí trazaba la idea del escapismo como una manera de afrontar la pérdida, tema que aquí vuelve manteniendo el telón de la creación artística. En concreto, del cine. Goodbye, Eri es una historia sobre el rodaje de un documental, que deviene en ficción y, por tanto, en documental de sí misma. Es un juego con las expectativas de lo que consideramos una «verdad» narrativa, que es más satisfactorio en una historia. Fujimoto dice alto y claro que prefiere escandalosas rupturas de forma no como un método para huir de la realidad, sino para aproximarse aún más a las emociones detrás de ellas con una representación gráfica y estruendosa.
Better Call Saul
En el rebufo de esa edad de la Televisión de Prestigio, Breaking Bad bebía de los códigos de distanciamiento irónico de los hermanos Coen para crear su historia de masculinidad herida. Cuando la iconicidad de Bryan Cranston le otorgó al personaje un aura de antihéroe, parte de la confusión al establecerlo como villano hizo sufrir levemente los temas de la serie. Un producto muy disfrutable pero, en ocasiones, demasiado enamorado de sí mismo. En cambio, su spin-off Better Call Saul ha servido como reescritura mucho más acertada. Ya no hay aquí una figura de macho conquistador que abruma con su presencia, sino la callada malicia de una rata ladina. Y en su patetismo, Jimmy McGill muestra mucha más vulnerabilidad y crea un magnífico dúo con Kim Wexler en un camino de autodestrucción. Un final que se ha dejado de florituras narrativas para acercarse a desnudar por completo al embustero protagonista. Y ahí es donde más se ha aproximado la franquicia a ese pulso de los Coen: en un final agridulce donde los personajes no han sido tanto arquetipos como pobres diablos soñándose protagonistas de una película de cine negro.
Elden Ring
No es que no hayan abundado videojuegos brillantes y mucho más novedosos este año, pese a la ausencia de muchos lanzamientos grandes de la industria (o quizás, gracias a ello), pero Elden Ring me ha servido, en lo personal, para saldar mi deuda con los juegos de FromSoftware. Habiendo suavizado el nivel de desafío con invocaciones que nos ayudan o un mundo abierto que permite trazar nuestra propia evolución, Elden Ring parece el final del camino, un Greatest Hits para celebrar todos los logros de diseño revolucionarios ante una industria que aún trata de pillarle el paso. Toda la experiencia online de compartir secretos entre los jugadores ha sido el mejor ARG del año. Un juego dentro de otro juego.
Iván Lerner
Bridget en Guilty Gear — STRIVE -
Sé que no es exactamente un videojuego, sino un DLC para un fighting game, pero opto por considerarlo digno de estar en esta lista por las ampollas que ha levantado en determinado sector del gamerío más rancio. Bridget llegó a Guilty Gear ‑STRIVE- con un mensaje de aceptación y cobijo hacia las personas trans tras más de 20 años de ser fetichizada y esgrimida por aquellos que aún a día de hoy consideran aceptable el uso de la palabra trap. Respaldando sus creadores su identidad, es una prueba más de lo errónea que es esa concepción de que en Japón se vive distinto el apoyo a los derechos de las minorías. Es una prueba más de que la industria del videojuego puede cambiar a mejor.
SIFU
Lo mío con Sifu fue, sinceramente, amor a primera vista. Las películas de acción tipo John Wick o The Raid tienen un tipo de flujo casi hipnótico que, hasta que probé la obra de Sloclap, parecía no ser emulable dentro de lo interactivo. Crear coreografías marciales sin pensarlo ni prepararlo, solo a través de un sistema de combate milimétricamente ajustado y a unos contrincantes (sobre todo en lo que a jefes se refiere) esculpidos con total maestría es de lo más satisfactorio que me ha pasado en este medio en años. Es un juego difícil y exigente, sí, pero, tal y como pasa con Sekiro: Shadows Die Twice, también de lo más gratificante una vez consigues empezar a domarlo. Un baile perfecto que me ha conquistado y al que vuelvo de tanto en tanto con un solo propósito: fluir.
FAITH: Chapter 3
Soy de los que opinan que un estilo gráfico curioso o trabajado, sin algo más de sustancia que lo sustente, al final se queda en un pequeño petardo visual. Hace ruido, puede impactar en una primera instancia, pero tan rápido como vino, se va. Al ver la saga FAITH, pensaba que seguiría esa trayectoria: un juego con un estilo artístico curioso, con sus escenas de rotoscopia y poco más. Ahora que su trilogía ha concluido, me alegra decir que me equivocaba. FAITH es, a la vez, definida por su estilo artístico y mucho más que ello. Es una historia de terror católico magistral, que coge muchas influencias de grandes clásicos, pero también sabe ser ella misma. Su tercera parte es la más ambiciosa con diferencia y, lejos de quedarse en un saco roto por la avaricia, consigue sorprender constantemente a la vez que mantiene casi todo lo que hizo especial a sus dos primeras partes. Con lo concurrido que está el género del terror, no es moco de pavo decir que es una de las obras de miedo más memorables que he probado en mucho tiempo.
Rodrigo Losada — Rott
Elden Ring — From Software
Me fui al pueblo cuando salió Elden Ring. Un poco antes, en verdad, en Galicia la temporada de cortar leña y saneamiento es en Febrero e irse al monte siempre es un buen arco narrativo. Durante un mes no consumí otro objeto cultural que no fuese Elden Ring y solo me comunicaba mediante audios mientras jugaba a Elden Ring. Este es el segundo intento de hacer un texto, el primero hablaba de como escogí Elden Ring por delante de Crisis Core con justificaciones y frases propias de alguien que tiene luces de led en Twitch y su cara dibujada como avatar y alguna versión en piano emotiva de alguna canción. Pero la experiencia de verdad mientras jugaba durante un mes y trasnochaba de forma absolutamente irresponsable se acerca a otra cosa mucho más visceral que emotiva, hora tras hora, zona tras zona y enemigo tras enemigo no podía hacer más que pasar todo el tiempo todo el rato en las zonas intermedias. Creo que tirarte tan fuerte a un pozo solo se puede hacer un número de veces una vez alcanzas una etapa adulta, tanto por responsabilidades como por el hecho de volverse más exclusivo debido a la amenaza de la mortalidad. Y mientras yo estaba en una actitud huraña, egoísta y salvaje; montones de artistas y creadores compartían sus ilustraciones, textos y videos sobre Elden Ring, expandiendo el hiperfoco personal a uno colectivo, con discusiones y experiencias compartidas. Al final los juegos de From Software son un poco los dos lobos, el solitario y el social, y ambos son gays, como Elden Ring.
All Star Shore — MTV
La The Rehearsal buena. Al igual que Crisis Core, los clásicos nunca mueren, y no hay nada más clásico, nada de tan alta infamia, ofensivo, hipnótico y estructurado como la telebasura absoluta. Al igual que un capítulo de Pesadilla en la cocina (en especial la versión portuguesa con el serbio Ljubomir Stanisic, que una vez amenazó a alguien con arrancarle los cojones y cocinarlos en prime time por culpa de unos calamares que efectivamente merecían esa amenaza) la nueva creación de Shore MTV es abominable y excelente dentro de su formato: Catorce concursantes de todos los Shores producidos (como los de Jersey se encuentran haciendo The Vacation y Ronnie ya no participa por denuncias de maltrato de esa temporada solo contamos con Angelina en el reparto y Pauly D como narrador) pasan varios días viviendo en una casa en las Canarias mientras beben, ligan, lloran, se emborrachan sin la gracia de la juventud dosmilera y realizan unos juegos en grupo extremadamente pochos y deprimentes. Viejas glorias de la televisión que con 34 años e hígados de 50 pelean por un minuto más de fama sin intentar ni esconderlo. Está en esta lista por la mirada al vacío que es ver a uno de los participantes, Jhonny Middlebrooks, enfadado con Angelina porque le dejó tirado en uno de los concursos por parejas. En medio del rant este dice ‘«tengo 24 años, esta oportunidad para ganar dinero es quizás la última que tengo antes de dejar de ser relevante’». He encontrado en esa autoconciencia la misma oscuridad deshumanizadora que se celebraba en The Rehearsal, pero sin ninguna clase de ficción.
El trailer de Death Stranding 2 — Kojima Productions
Ya sabemos como funciona esto, ¿no? La experiencia Dead Strandingcomienza con el primer trailer y a partir de ahí Caminamos un Camino que Finaliza con una de las obras más importantes de su medio aunque ese no sea siquiera el Final, ha pasado y volverá a pasar, esta vez con tentáculos.
Layla Martínez
¡Nop!, Jordan Peele (película)
La carrera de Jordan Peele está disparada. La contención que se podía ver en Get Out se acababa en Us, una fábula monstruosa sobre la sociedad de clases en la que Peele lo ponía ya todo sobre la mesa. La película era a la vez una home invasion, un film en la mejor tradición del doppelganger monstruoso y una actualización del Manifiesto comunista. Lo tenía todo. ¿Qué se puede hacer después de eso? Pues seguir apostando cada vez más alto. Si Us era una película ambiciosa, ¡Nop! lo es todavía más. Salí del cine desquiciada porque no sabía qué acababa de ver. ¿Una película de ovnis? ¿Una reflexión teológica sobre la naturaleza de Dios? Las dos cosas, y muchas otras también: un western, una fábula sobre el maltrato animal y una historia sobre cómo nos relacionamos con la exposición pública y cómo necesitamos mostrarlo todo. Si ya has hecho tu propia versión del Manifiesto comunista, ¿qué es lo siguiente? Pues la Biblia, claro. Después de todo, hablar de Dios como un extraterrestre no es tan extraño: ya lo hizo Patrick Harpur en su brillante libro Realidad daimónica, donde explicaba que el fenómeno de la visión de lo trascendente siempre ha acompañado al ser humano, solo que lo hemos interpretando de maneras diferentes en función del contexto social. Simplificando mucho: las luces en el cielo se han visto siempre, pero dependiendo de la época se han interpretado como mensajes de los dioses, apariciones de la Virgen u ovnis. Para Peele, Dios —o en un sentido amplio, lo trascendente y lo divino— es un enorme ojo extraterrestre que nos acecha desde el cielo, que nos vigila, y nos devora si no entendemos sus códigos. Es una fuerza que no puede ser domesticada, ni siquiera entendida, mucho menos fotografiada o filmada. Solo podemos entregarnos a ella.
El desierto y su semilla, Jorge Barón Biza (libro)
Se publicó originalmente en 1998, pero este año ha sido reeditado por la editorial Eterna Cadencia, así que muchos hemos podido descubrirlo ahora. Es un libro tan alucinante que no sé ni por dónde empezar. Quizá por el propio comienzo del libro: el protagonista, que es el propio autor, va camino del hospital con su madre porque su padre acaba de arrojarle ácido en la reunión para firmar el divorcio. Mientras la cara de su madre se desintegra delante de sus ojos, Jorge empieza a contar su historia familiar en un tono desquiciado y alucinado que convierte el libro en una obra verdaderamente inclasificable, extraña y deslumbrante, a mitad de camino entre el ajuste de cuentas con su padre y la autobiografía despiadada. Con un primer y último capítulos que te dejan sin aliento y una sensación constante de desasosiego en el medio. Un libro rabioso, cruel, vengativo, desesperanzado. Puede leerse de tantas formas que da vértigo: como una reflexión sobre la masculinidad, como una autobiografía cruel, como un retrato despiadado de su propia familia. Incluso como una nota de suicidio colectiva: su padre se pegó un tiro, su madre se arrojó por la ventana unos años después y tanto Jorge como su hermana Cristina acabarían también quitándose la vida. De todo ello solo quedaron los libros pornográficos que su padre publicaba con pseudónimo y esta obra hipnótica.
El agua, Elena López Riera (película)
El agua empieza como una historia pequeña, un coming of age centrado en una chica de 17 años, Ana, atrapada en el bar de carretera en el que trabaja su madre y del que no parece haber muchas posibilidades de salir. Pero la historia enseguida empieza a desplegarse y a arriesgar narrativa y formalmente. La ficción se rompe para dejar paso al documental, el realismo se abre para dejar entrar el fantástico y las creencias sobre las riadas y su relación con las mujeres empieza a fragmentar lo que parecía una simple historia adolescente. Pero además hay mucha visión de clase: se me quedó grabada especialmente una escena, cuando los hombres vuelven de trabajar en el campo en una furgoneta. Van todos amontonados en la parte de atrás y la cámara se detiene en detalles de su ropa, de sus manos, de sus rodillas dobladas para caber en el espacio estrecho de la furgoneta. Y resulta enormemente bello, pero no con esa belleza exotizante y desde fuera con la que muchas veces se retrata a la clase trabajadora, sino como lo haría alguien que ha estado allí. En esa furgoneta, en ese bar. Una película ambiciosa y deslumbrante que sigue sus propios códigos y en la que todo encaja para contar justo la historia que López Riera quería contar.
Víctor Manuel Martínez
A Light for Attracting Attention, de The Smile
Es alucinante lo fácil que Thom Yorke y Jonny Greenwood hacen que parezca sacar adelante un disco como el de The Smile, su nuevo grupo junto al batería Tom Skinner (de Sons of Kemet, un grupo de jazz que sacó uno de los mejores discos de 2021, Black to the Future). Es difícil no sonar a Radiohead cuando hay tanto Radiohead en la fórmula, pero en este disco (suena casi ridículo llamarlo «de debut») hay una frescura y una comunicación muy distintas; hay tres músicos implicados en un juego bien reglado, con unos límites bien delimitados y dentro de los cuales funcionan con mucha alegría, a pesar de los oscuros temas que se tratan en las letras. Tiene sentido que hayan querido cerrar el año publicando un segundo disco en directo, grabado en el festival de jazz de Montreaux y en el que se puede comprobar que el diálogo entre los músicos no tiene trampa ni cartón, sino que es eso: unos cuantos instrumentos y gente que sabe hablar con ellos.
Squishcraft
Squishcraft me gusta por muchas cosas. Una de ellas, la que quiero destacar aquí, es que es feo. Es muy feo. Es casi insultante. Es legible, sin duda, y todo lo que ocurre en pantalla se entiende (es un juego de puzzles tipo sokoban, de mover «cajas» hasta resolver un rompecabezas y poder alcanzar la casilla de final de nivel; se tiene que entender), pero es horriblemente feo. Es incómodo mirar Squishcraft. Que sea uno de los juegos de puzzles mecánicamente más interesantes de los últimos años no hace sino darle sentido y potencia a su troleo. Da vergüenza hablar de Squishcraft más de lo estrictamente necesario. Lo pongo el segundo de tres, hago un sandwich de Squiscraft con la esperanza de que Álvaro pueda evitarse el disgusto de ilustrar esto con una imagen de este horripilante videojuego. Lo recomiendo encarecidamente (no hay en el mercado ningún otro videojuego que haya entendido tan bien el arte del shitposting), pero no hablemos de él. Mantengámoslo en secreto.
ROBLOX_OOF.mp3, de hbomberguy
Hay un género de vídeo de YouTube del que el británico hbomberguy es un auténtico maestro. Este año ha publicado en su canal cinco horas y media de vídeo, repartidos en dos largos ensayos; uno sobre Deus Ex: Human Revolution, también recomendable, y otro, el que quiero destacar aquí, sobre un efecto de sonido concreto que sale en Roblox. Es difícil llenar dos horas de vídeo hablando solo sobre un efecto de sonido, por supuesto; culebreando, el youtuber salta de árbol en árbol hasta tocar un buen puñado de temas mucho más graves y relevantes que el origen de un ruidito que ni siquiera fue creado para Roblox, y lo hace con un sentido del ritmo y una vis cómica absolutamente infalible. Una auténtica montaña rusa en formato .mp4.
José Ángel Mateo
Mythic Quest – Sarian
De las mejores cosas que nunca ha anunciado Ubisoft en sus E3 es Mythic Quest. La serie de Apple es una comedia sólida sobre el desarrollo de videojuegos, que ya sería bastante para un proyecto audiovisual sobre algo que bien podría ser de nicho. Pero es que además cada una de sus tres temporadas hasta la fecha tiene la tradición de publicar un capítulo independiente en el que se cuenta una historia en otra línea temporal. El primero es la mejor historia de desamor de su año (Cristin Milioti luego haría esa maravilla llamada Palm Springs), el segundo es una oda a la ciencia ficción de Asimov y compañía, y este tercero es un tratado de cómo los niños con imaginación desbordante pueden acabar siendo felices con la dirección correcta.
Pacificador – El baile de los créditos iniciales
Podría hablar de todo Pacificador, porque es de las series del año. También podría hablar de John Cena, que es la persona que más y mejor se sabe reír de sí mismo. Pero quiero detenerme a hablar del elefante en la habitación. El baile de los títulos iniciales es sublime. En una época en la que el botón saltar introducción está ahí hasta para la gloriosa fanfarria de Marvel, Gunn y compañía nos hacen ver bailar a personas de una forma ridícula. ¿Y lo mejor de todo? Viendo la serie, capta a la perfección un millar de cosas de la misma. No es una chorrada, es una herramienta narrativa.
Barry – 3×06 – La persecución en moto
No tengo palabras para describir la barbaridad que me parece esta escena. En vez de eso os dejaré con una moraleja. No importa donde te toca trabajar, que, si destacas, tendrás una oportunidad de hacer algo con lo que yo te destaque en estas listas. Lo digo porque tanto Bill Hader como John Cena aparecen en la película de Amy Schumer Y de repente tú.
Ángel Meza Picazo
El medio importa (y Nao Emoto lo sabe)
Muchas adaptaciones pecan de rígidas y otras pecan de sosas, cosa comprensible: adaptar —que no trasladar— una obra a otro medio es una tarea harto difícil en la que el texto o características del material original poco protagonismo tienen a la hora de hacer brillar la adaptación con luz propia. La obra del prolífico NisioisiN ha sido adaptada más veces de las que me apetece contar tanto a animación como a manga, siendo los ejemplos más recientes el anime de Bishounen Tanteidan y el manga aún en publicación de Bakemonogatari, siendo lo que une a todas y cada una de ellas un elemento común e insoslayable: la locuacidad de sus personajes; unos segundos de silencio o contemplación son como encontrar un oasis en el desierto. Y es normal: Nisio escribe a menudo en primera persona y además hace del diálogo el principal pilar sobre el que sustenta las bases de sus novelas, por lo que el personaje principal habla consigo mismo o habla con otra persona o, fiel a la vida misma, ambas a la vez. Aunque pueda parecer que esté dirigiendo esto a una revelación triunfante de que Risuka es diferente me complace confirmar que no, para nada, en absoluto: en Risuka también hablan mucho y hay bocadillos generosos, pero tiene un elemento único que ninguna otra de las adaptaciones posee, algo que es lo que me ha empujado a dedicar este espacio a esta obra: Nao Emoto. No he leído la obra original. No sé qué estilo tiene la novela. No sé si es fiel a esta. Pero lo que sí sé es que este nivel de dedicación, mimo y cariño a la hora de adaptar algo no es lo que estoy acostumbrado a ver: aquí mi familiaridad con la obra original es irrelevante cuando las páginas que elabora Nao Emoto rebosan buen hacer y cuando logra por sus propios medios convertirse en el otro gran reclamo de la obra. La interpretación que hace de los diseños originales de Kinu Nishimura es ideal para una historia que contiene momentos de gran ternura y violencia grotesca; la abundancia de páginas en las que deja que su arte tome el protagonismo es encomiable (hay dos ejemplos que todavía no me los termino de creer); la gracia con la que discurren todos los capítulos por su excelente ritmo; la narración visual que emplea para pequeños momentos… La presencia de Nao Emoto tanta relevancia como la de Nisio en esta adaptación. Una vez alabada la artista de este manga, un breve repaso a su premisa: es una historia de búsqueda con misterio, magia, sorpresas, sangre y violencia sobre un niño genio maquiavélico con ansia de poder y una pequeña bruja, desubicada, que encuentra en él la alianza perfecta para lograr su objetivo, así como él encuentra en ella al peón ideal para lograr el suyo. Es un coming-of-age retorcido; es un gran puzzle cuyas piezas, dispuestas poco a poco, encajan con lógica; es JoJo’s Bizarre Adventure pero con magos y brujas en lugar de Stands; es todo lo que podrías esperar de una historia con estos ingredientes cocinada por Nisio, y por muy desquiciadas, pintorescas e idiosincráticas que puedan ser sus obras, algo que nunca le ha faltado a la hora de crear es corazón. Teniendo en cuenta que la serie de novelas empezó en 2003 pero concluyó en 2020 con cuatro entregas, tuvo tiempo para encontrar el modo de estrujarnos el músculo de los sentimientos y seguro que Nao Emoto encontrará la mejor forma de representarlo cuando llegue el momento.
Rian Johnson haciendo lo que le da la gana
La esperadísima segunda aventura de Benoit Blanc ya se encuentra entre nosotros y lo mejor de todo es que es una decepción. No una decepción porque sea una mala película, pues está muy lejos de serlo —Rian Johnson no sabe hacer una mala película — , sino porque a diferencia de lo que se busca en un whodunit paradigmático, aquí el camino no es enrevesado y serpenteante, sino una sencilla espiral con un claro comienzo y un evidente final: ahí radica la genialidad de esta película; no solo no quiere que nos fascine el truco de magia sino que nos pone de manifiesto mediante todos los medios posibles lo cutre y obvio de su prestidigitación. En su rigurosidad por ceñirse a la idea central de la transparencia, Rian Johnson deja hablar a la cámara en puntos clave, como una especie de observadora objetiva que después choca con la idea externa —(¡una capa, como una cebolla!)— de la impostura, es decir, de la apariencia, en un intento de despistar al espectador para que rumie ideas insustanciales o directamente falsas. El misterio en Glass Onion es débil, ridículo incluso, y la película es consciente de ello en todo momento. En la ficción detectivesca una vez resueltas las incógnitas estas pasan a segundo plano y se revela el verdadero interés de su apuesta: el esqueleto narrativo y el trabajo de hilandería realizado para que lo inconcebible sea concecible y lo sinuoso sea transitable; ¿pero qué pasa cuando lo concebible y lo transitable radica en el corazón de su propuesta y no tanto en el camino que lleva hasta él? Se ve en algunas críticas que recibe la película: que decepciona porque el misterio es poco satisfactorio. Porque la ficción detectivesca no va de esto. ¡Y entiendo esas opiniones! Pero también entiendo que estamos frente a uno de los directores más centrados del panorama actual: su cine se compone de alcachofas, una distinta para cada película, y cuando acciona el grifo todo el agua que cae y todo lo que queda en el suelo señala y refiere a esa misma alcachofa, a ese origen. La historia, los diálogos y sobre todo los cientos de detalles que plagan sus películas existen supeditados a una idea concreta que lleva hasta sus últimas consecuencias; por ello es perfecto para las historias de detectives: sabe crear mecanismos perfectos en los que todo cuenta y es consciente de que tanto el caramelo como el envoltorio son importantes, pero no duda en escoger el envoltorio más bonito para el caramelo más desabrido porque lo crucial es la reacción que causan en conjunto. Y a veces esa combinación es una bobada sin paliativos.
Sloclap trayendo belleza y armonía a base de tortas
Si hay un juego que me obsesionó por completo este año hasta que me lo pasé, ese juego fue Sifu. Tenía que ser Sifu: me encanta el cine de acción y me fascina el cine de gente pegándose en concreto, así que en cuanto me enteré de qué iba este juego y de cómo era jugablemente, mi respuesta fisiológica consistió en que se me hiciera la boca agua. Sifu es brutal en su dificultad, contundente en su jugabilidad y preciso en su manejo; logra una experiencia armónica cuando, después de muchos reintentos, finalmente todo encaja y lo que antes se presentaba inexpugnable se traslada al terreno de lo conquistable, que no desdeñable; Sifu no perdona la desconexión, todo lo contrario: el mínimo compromiso que pide es tu máxima atención y alerta. La maestría importa tanto intrínseca como extrínsecamente, el sistema de envejecimiento se retroalimenta con la idea de una vida dedicada a la venganza y de la entrega que ello requiere: es poesía a base de puñetazos, patadas y ejecuciones animadas con una solvencia magnética innegable y, ante todo, constatable. Esconde el disfrute de toda su experiencia en jugar bien, en aprender habilidades y pulirlas, en escoger el camino menos directo y más costoso: en definitiva, en convertirte en un maestro no sólo capaz de doblegar a los demás, sino capaz de apaciguar la tormenta del interior de uno mismo.
Nacho MG
Better Call Saul
Cuando terminó Better Call Saul me sentí, de verdad, muy triste… pero esa tristeza apenas duró un par de semanas, exactamente el tiempo que tardé en volver al primer episodio. La culminación del universo creado por Vince Gilligan y Peter Gould tiene tal cantidad de capas y un tratamiento psicológico de los personajes tan complejo, que podría revisar otras diez veces la serie y seguiría descubriendo nuevos matices en cada visionado. Nada de lo que diga puede hacerle justicia a esta humilde y virtuosa obra maestra, pero me gustaría destacar (como ya hice hace cuatro años en esta misma casa) la hermosa evolución de la relación entre Jimmy y Kim. Dos personajes que partiendo de un tropo romántico algo manido (el hombre-sociópata-desnortado en contraposición a la mujer-brújula-moral) ha terminado en una demolición total de la representación de la pareja tradicional en ficción.
The Batman
Otra pareja trágica. Bruce Wayne y Selina Kyle, dos vigilantes triturados por su entorno y traumatizados por sus progenitores, que solo son capaces de dar sentido a sus vidas convirtiéndose en la respuesta a aquello que sufrieron. Si la relación romántica de Jimmy y Kim era la de dos compañeros improbables unidos por sus orígenes humildes, la de Batman y Catwoman se basa en una melancolía compartida en su forma de interpretar el mundo… solo que en este caso la distancia de clase es insalvable. En ese noir tan denso y rudo como es The Batman, los momentos de Selina y Bruce entendiéndose sólo a través de miradas fugaces y frases lapidarias, son refrescantes por su autenticidad y ausencia de cinismo. Son lo mejor de una película que a pesar de sus grietas y fricciones, se ha convertido por derecho propio en la película de Batman más generosa, honesta y atemporal desde La Máscara del Fantasma.
Severance
Permítanme hablarles de mí. Me pasé seis años yendo a trabajar a una oficina gris, vistiendo un uniforme ridículo y haciendo un trabajo sin sentido donde mi mayor responsabilidad consistía en pulsar repetitivamente un mismo botón doscientas veces al día. Cuando llegaba a casa, casi a medianoche, pensaba «solo es supervivencia» y me fustigaba recordando que mi obligación como adulto funcional consistía en borrar de la existencia esas ocho horas e invertir sabiamente las otras dieciséis —necesidades básicas a parte — , en cosas útiles, satisfactorias y que, a ser posible, aportasen algo positivo a la sociedad. Jamás lo conseguí. Esa jornada completa de presionar botones se infiltraba en mis sueños, me robaba las energías y minaba mi autoestima día a día. Así durante seis años hasta que, afortunadamente, me despidieron. Otros no tuvieron tanta suerte. De no haber pasado eso, seguiría allí atrapado, intentando sin éxito mantener separados a mi yo trabajador y a mi yo persona. Como si ambas facetas tuvieran el mismo nivel de importancia. Más perverso imposible.
David Molina
ROSALÍA TikTok LIVE Performance
Que TikTok es la red social más potente es ya una realidad. Estamos teniendo un despliegue de talento inmensurable a cada nueva genialidad que se publica en la aplicación china, y este año Rosalía no solo ha marcado la diferencia con un atrevido LP sino también con su promoción. Con un directo de media hora presentando su obra en exclusiva en Tik Tok, dirigido por Matías Vásquez, conocido como Stillz, junto a la productora CANADA, estamos ante una pieza audiovisual magistral, que difícilmente será superada, pero que seguramente marque un antes y un después en la promoción musical y en su relación con el video. Colores vivos, coreografías bien definidas y un derroche de buen gusto y creatividad a la hora de usar la cámara, los planos, movimientos y transiciones. Una locura.
Leyendas Pokémon: Arceus
Quizás técnicamente no será la revolución que esperábamos ante la viciada fórmula Pokémon con la que llevamos tanto tiempo conviviendo, pero Leyendas Pokémon: Arceus SÍ es la revolución que merecíamos —aunque con Pokémon Purpura & Escarlata han demostrado que todavía queda mucho camino por recorrer — . Con una dirección artística y un diseño efectivo que ha logrado traer una jugabilidad innovadora para los que siempre hemos esperado más de la franquicia de Nintendo, esta nueva aventura no ha dejado a nadie indiferente ante las posibilidades que ofrece para disfrutar de una aventura más alejada de los combates que aboga por una exploración constante de los diferentes biomas que nos presentan.
Men
A24 se ha convertido de a poquito en una distribuidora con un gusto exquisito en todas las obras que se han ido estrenando a lo largo de los años. Pero en 2022, Alex Garland destaca por encima de todas, con una película terrorífica que nos pone a todos delante de un espejo desgarrador, incómodo e insultantemente efectivo. Durante la sesión de estreno que disfrute como un gorrino en un barrizal, pocos no fueron los que decidieron abandonar la sala antes de acabar la sesión, y entiendo sus razones, pero las emociones que Garland en esta pieza son tan reales que es necesario llegar hasta el final, no por comprender qué estamos viendo, si no para entender qué sentimos y hacia dónde nos quiere llevar con esto. Un Alex Garland disfrutón y consciente, con un mensaje claro, que ya se le puede ir viendo poco a poco si se repasa su filmografía más actual
Jordi de Paco
Elden Ring y el mejor año de la historia de los videojuegos
Elden Ring. Elden Ring. ELDEN RING. Viva Elden Ring. Una vez dicho lo más importante, puedo pasar a comentar brevemente lo que creo que bien puede ser el mejor año de la historia de los videojuegos, gracias especialmente a los indies: Citizen Sleeper, Signalis, The Curse of the Golden Idol, Immortality… ¡Yo qué sé, han salido todos buenos, hasta Vampire Survivors es un juegazo! Pero es que el año en el que los indies están abriendo terreno a nuevas y potentes fórmulas, From Software ha perfeccionado la suya, la más relevante de la pasada década, y ha creado el mejor videojuego de la historia. No sólo es la iteración más brillante de lo soulsborne, ha sido una clase magistral en diseño de mundos abiertos, un género que estaba cada vez más mustio debido al absurdo hand-holding que nos estaban haciendo tragar Ubisoft y los sandbox de Sony como Horizon, Ghost of Tsushima o Days Gone. Y sí, he mencionado demasiado títulos para hablar de Elden Ring, pero es que me parece un juego terriblemente importante en nuestro contexto actual, y era importante hablar de la escena completa para contaros por qué para mí Elden Ring es el mejor videojuego de la historia.
Chainsaw Man
Los martes del último trimestre de 2022 han sido días tremendamente especiales en nuestra casa porque ¡era día de Chainsaw Man! La madre del cordero, ¿la habéis visto? La calidad de la animación es sobrenatural, la música es increíble… ¡Van tan sobrados que hasta tiene un ending diferente en cada episodio! Toda la producción derrocha carisma por los cuatro costados. Sin embargo, la pieza que enamora, la que no se consigue con más presupuesto, es la escritura, el guión y los personajes. Especialmente los personajes. Todas mis series favoritas tienen un punto clave en común: las dinámicas entre personajes. Cowboy Bebop, Psycho Pass, Lupin III… todos los anime de deportes… El cóctel de diseñar personajes interesantísimos, con energías muy variadas, y exponerlos a situaciones tensas, divertidas, aterradoras o – mi sabor favorito – la cotidianeidad, el slice of life, es irresistible para mí. Es una energía demasiado poderosa. Y Chainsaw Man lo sabe, porque los momentos en los que he visto brillar más la animación es cuando desayunan, cuando se visten, cuando Aki se hace el moño. Qué cosa tan buena.
The Rehearsal
Escapando a cualquier tipo de clasificación, The Rehearsal, de la mano de Nathan Fielder, rompe los moldes de la ficción, el reality show, y los de mi cabeza ya de paso. Con la potentísima premisa de simular eventos futuros hasta el detalle más insano con tal de poder ensayar situaciones complicadas para saber cómo lidiar con ellas y sus potenciales ramificaciones, Nathan nos hace un tour por los rincones más incómodos, interesantes y reveladores, de la naturaleza humana. Ya sólo el hecho de consumir algo que no se parece a nada de lo que habías visto jamás es suficientemente estimulante, pero es que encima el contenido es buenísimo, tremendamente afilado. Y para quienes cómo yo, descubran el trabajo de Nathan Fielder con The Rehearsal, hay un regalo inesperado, que es acceder a la serie de Comedy Central, Nathan for You, en la que no sólo podemos encontrar muchas de las semillas que más tarde acabarán siendo The Rehearsal, si no una galería de ideas potentísimas, a veces geniales y a veces desastrosas, de una de las mentes más creativas del panorama actual de la… ¿comedia?
Ivan Papiol
Hello, Alma, de barroo
Hello, Alma explora la muerte de la identidad a manos de la energía que empleamos en convertirnos en una versión de nosotros mismos más deseable en sociedad. Lo hace rompiendo el constructo lo que es una página de cómic, tanto en sus composiciones como con una banda sonora hecha para cada página. Como creador, me ha alimentado y me ha hecho arder de envidia a partes iguales ver a autores como barroo haciendo del cringe su gasolina.
God Is A Circle, de Yves Tumor
Aquí iba a hablar de Poinpy (que me ha hecho inmensamente feliz este año) pero sólo porque me da mucha vergüenza hablar sobre música. Pero ya no temo al cringe, así que:
Nada ha sido tanto una muleta para mi este año como esta canción de rock gótico y algo punk sobre estar en un círculo vicioso del que no sabes salir porque hasta entender cómo te estás sintiendo te resulta inaccesible. Es catarsis pura que he estado escuchando en loop todo el año, incapaz de salir de ella.
Sayonara Eri, de Tatsuki Fujimoto
Sayonara Eri es un one-shot y también un chupito ultraconcentrado de todo lo que es el estilo del autor de Chainsaw Man:
Es la expresión más pulida de su ritmo, su manera de hablar sobre la intimidad desde una perspectiva un poco incel pero autoconsciente, su amor por el cine, composiciones de página magistrales y señoras dominando emocionalmente tanto la historia como al protagonista.
Andrés R. Paredes — Cuáquero
We are all going to the world’s fair, de Jane Schoenbrun
Todos hemos crecido con internet y la mayoría de nosotros han crecido con alguna forma de tristeza. No necesariamente de depresión, más bien de una pena que arrastramos desde pequeños. Intentamos llenar ese vacío con lo que encontramos en las pantallas y con suerte, a veces, damos con alguien que nos entiende al otro lado. Pero la mayor parte del tiempo estamos solos, con nuestro propio reflejo. We are all going to the world “s fair trata sobre esa tristeza.
Saloum, de Jean Luc Herbulot
Quizá la mejor película de acción y fantasmas de este año, Saloum trata sobre mercenarios y venganza, sobre el ciclo de la violencia y cómo no romperlo. En un escenario fascinante, Jean Luc Herbulot crea su propia gramática visual, violenta, épica y a veces monstruosa.
3 Thousand years of longing, de George Miller
Entre Fury Road y Furiosa, George Miller ha sacado tiempo para dirigir una fantástica película sobre historias. Sobre contar relatos, sobre hablar de lo que has vivido y quién has sido. Pero también es una película sobre escuchar y comprender, sobre desear. Sobre enamorarse de alguien en apenas un día en una habitación de hotel. Visualmente es por supuesto, un caramelo e Idris Elba parece que se está volviendo a tomar en serio su carrera.
Andrea Peñalver
Las matemáticas no son aburridas
Las matemáticas son el talón de Aquiles de muchos alumnos desde los primeros años de colegio. Seguramente, no porque estén menos capacitados para ellas, sino porque la forma de enseñarlas deja poco lugar a la creatividad, la imaginación y el misterio. Yoko Ogawa rompe con la idea rígida y asentada de que las matemáticas son aburridas en La fórmula preferida del profesor. Un profesor que ha olvidado casi todo, menos sus conocimientos matemáticos, le transmite a un niño en edad escolar y a su madre su pasión por las matemática; enseñándoles fórmulas y proponiéndoles problemas que les quitan el sueño. La mente del profesor se resetea a las pocas horas, por lo que madre e hijo deben armarse de paciencia, algo que sin duda es también crucial para enfrentarse a un problema matemático. Entre números, fórmulas y béisbol, estos tres personajes van forjando una relación que a priori parece imposible, como muchos problemas matemáticos.
En los parques viven personas
A pesar de la brevedad de esta novela, la intensidad que la ocupa es desbordante por tratar un tema que suele intentar taparse en todas las sociedades, pero en especial en la japonesa: las personas sin techo. En Tokio, estación de Ueno, Yu Miri expone a través de la vida de su protagonista, Kazu, un problema que suele quedar oculto ante los turistas porque el gobierno japonés pone todos sus empeños en ello; curiosamente, de forma metódica y ordenada, como lo hacen todo. Se nos presenta el abandono que sufrieron miles de trabajadores que, con sus manos, recompusieron el país al finalizar la Segunda Guerra Mundial; por ejemplo, construyendo las instalaciones para los Juegos Olímpicos de 1964. En un mundo de ensueño, cabría esperar que esas personas obtuviesen su justa recompensa, pero la realidad es que muchos de esos trabajadores acabaron sin un derecho que debería ser fundamental para todo ser humano: una vivienda. Yu Miri desentraña los sentimientos de Kazu, una persona que lo dio todo y que tan solo recibió el más grande de los desprecios: ser ignorado por la sociedad.
No te vayas de finde a una granja de Texas
Pocas cosas pueden dar más miedo que el Estados Unidos rural. Eso ya nos lo enseñaron en su día Wes Craven, con Las colinas tiene ojos, o Tobe Hooper, con La matanza de Texas. Con X, Ti West vuelve a los orígenes del slasher en una película ambientada en los 70 donde sus protagonistas, de forma voluntaria, se alojan en una granja de Texas. Y, como buenos conocedores del género, sabemos que eso por sí solo no presagia nada bueno; pero la cosa se complica si tenemos en cuenta que su objetivo allí es grabar una película porno. X tiene todos los ingredientes para cocinar un slasher tradicional, al estilo de la abuela. Pero tener unos buenos ingredientes no basta para que el resultado sea óptimo. Por suerte, Ti West los cocina con soltura y añadiéndole un extra de profundidad y sentido a la historia que nos ayuda a paladear un miedo común a todo ser humano: el de envejecer.
Proyecto Una
Our Flag Means Death
Lo que empieza pareciendo una inocente comedia sobre piratas, acaba destruyéndote emocionalmente, en el buen sentido, claro. OFMD construye los personajes tan hábilmente que se hace imposible no quererles y desear entrar en su mundo. Más allá de la muy necesaria representación de vidas y sentires no heteronormativos, la serie ofrece, indirectamente, unas reflexiones nada desdeñables sobre la masculinidad.
A todo esto hay que sumarle la preciosa dinámica que se dio entre fans y equipo después de su estreno, en la que se contestaban preguntas y halagos entusiasmados, y la producción de fanfictions y fanarts fluyó como agua de manantial en un terreno en el que ha sido históricamente fértil (el de las chicas y el colectivo LGTBIQ+).
Me atrapaste, sí es cine!
Lo que nos gustan las comunidades digitales creando sus propios códigos y subvirtiendo los ajenos. Y lo que nos gusta un buen meme. Convencer a Sony de que reestrenar la fracasada Morbius era buena idea, sólo para no ir a ver la película, ha sido un troleo excelente. Ha demostrado que el shitposting y la ironía en internet todavía tienen líneas de fuga que el capitalismo no entiende. Pero además este año hemos visto como se hacía famosa Goncharov, esa película que Scorsese no filmó en el 73, pero que cuenta con más fanfiction que Avatar, tiene carteles y hasta una maravillosa BSO. Nadie sabe si Jared Leto dice “it’s morbin time” o si De Niro actuó como mafioso ruso en Nápoles, pero que la realidad no estropee los sueños del fandom, esa fuerza indomable que sigue dándonos tan grandes momentos.
La posible caída de Twitter
Vale, no sabemos todavía cómo va a acabar esto de la compra de Twitter por parte de Elon Musk, y es evidente que no es una buena noticia. PERO por un momento parece que algo que pensábamos que estaría ahí para siempre se tambalea, y se abre el imaginario colectivo a redes sociales descentralizadas y federadas como Mastodon, o a volver a Tumblr, red comercial, pero con una dinámica propia que no fomenta la propagación de discursos de odio.
Queremos reivindicar este momento de reflexión en el que nos estamos cuestionando por qué estamos en internet, para qué y cómo. Aprovechemos esta ventana de oportunidad y evidenciemos a qué intereses responden los magnates del Bigtech, pero sobre todo, recordemos que otro internet es posible.
Blanca Rego
Hace unos meses, descubrí que la filmoteca holandesa tiene un archivo online en el que se pueden ver cientos de películas gratis. La mayoría son obras antiguas y desconocidas, pero esos son los mejores sitios para sorprenderse. Se me ocurrió buscar si había algo experimental y descubrí un corto de los años 20 a todo color —Uit het rijk der kristallen— que me dejó fascinada porque tiene una estética que podría ser de hoy mismo. El autor es un tal J. C. Mol, director de películas científicas. El filme muestra procesos de cristalización y parece animación digital. La música es un añadido posterior. Vale, no es de este año ni de lejos, pero es una de las mayores alegrías que me ha dado el 2022, y siempre es buen momento para recuperar cosas que no conoce nadie.
The Good Fight
Se ha terminado, ha cerrado el círculo. Esta recomendación es un poco comercial, pero se ha visto mucho menos que otras series bastante olvidables con mucho presupuesto de marketing. Siempre digo que The Good Fightes la serie que mejor habla sobre la actualidad: alt-right, algoritmos, criptomonedas, esquemas ponzi, billonarios delirantes comprando cosas absurdas… Está muy bien escrita, es muy crítica y te ríes mucho. Yo la gozaba cada semana y la echaré de menos.
El cuello de botella de la cultura
Uno de los temas con los que soy más pesada es el precariado. Casi todas vivimos ahí, pero en el caso de la cultura y el arte es especialmente sangrante porque son sectores en los que ya no es que paguen poco, es que la mayor parte del tiempo te exigen que trabajes gratis. ¿Quién te lo exige? Sobre todo las grandes empresas que manejan los medios de distribución: plataformas de streaming, discográficas, editoriales, etc. Chokepoint Capitalism: How Big Tech and Big Content Captured Creative Labor Markets and How We’ll Win Them Back de Rebecca Giblin y Cory Doctorow es el mejor libro que he leído este año sobre este problemón. Siendo sincera, me pierdo un poco cuando se mete en ciertos asuntos económicos o legales, pero explica bien cómo los monopolios nos están jodiendo vivas, y haciéndose ricos a nuestra costa. Hay que leerlo en inglés, eso sí, esperemos que alguna editorial de aquí lo traduzca el año que viene.
(Ø)
Mik Remacha
Everything – Cerradura
Los prejuicios son como cerraduras. Prácticamente todos los problemas en el mundo se pueden resumir en prejuicios. Esto hace que sean cerraduras que nos impiden aprender, conocer y mejorar como seres humanos. Yo no me libro de este estigma. Después de un año duro donde, no solo he podido avanzar en mi vida, sino que he tenido que retroceder en logros que me habían costado mucho sacrificio y tesón, solo podía pelear en mi cabeza. Lo que vi no me gustó. Llevo meses enfrentándome contra prejuicios que impedían activamente que me enfrentara a personas, situaciones y acciones que o bien me daban miedo o que consideraba normales. Todo por prejuicios. Así que me propuse ser un poco mejor cada día, ya no solo por los demás, sino por mí mismo, para conseguir ser algo cercano a feliz. Una de las formas de buscar las llaves para estas cerraduras es el arte. No descubro nada a nadie, pero está muy bien recordarlo. Y ya no solo narrativamente, sino algo tan tonto como que vemos o como lo vemos. Yo siempre he tenido unos prejuicios terribles hacia las sitcom, hacia las obras de las que me hablan mucho y hacia las obras con personajes muy tóxicos. Gracias a cierta persona que consiguió atravesar esta barrera y que diera una oportunidad a cierta serie, creo que he avanzado en estos prejuicios. La serie en cuestión es It´s always sunny in Philadelphia. Pese a que sea un capítulo de otro año, permitidme la licencia de hablar de él, ya que considero igual de válido descubrir cosas antiguas de las que no tenías ni idea que la de ver todo al segundo de existir. El capítulo que me ha cambiado la vida es Mac Finds His Pride, el décimo episodio de la decimotercera temporada. Durante toda la serie hemos visto como Frank tiene una manía especial hacia Mac. Aquí le intenta convencer de que debe salir en la cabalgata del orgullo en la carroza de su bar, simplemente porque es homosexual y no quieren ganarse el desprecio de la comunidad queer. Mac no está seguro ya que no sabe cuál es su orgullo, lo que rápidamente Frank interpreta, por sus prejuicios, como que no se ha aceptado como gay y que está dando marcha atrás para volver a entrar en el armario. No quiero desvelar mucho más del capítulo. Me parece maravilloso superar prejuicios por como veo una serie, por qué la veo, y por verla.
Everywhere – Puerta
Las cerraduras no existen sin una puerta, en este caso el amor y la empatía. Te impiden sentir emociones positivas hacia cualquier cosa que no entre dentro de tu cosmovisión. En este viaje de crecimiento personal iba a conocer nuevas formas de sentir, relacionarme y amar. Personas a las que en mi vida hubiera podido considerar mis amigues, se han convertido en parte importante de mi día a día. En este aspecto considero muy valiosa la seria Our flag means death. Una tripulación de gente tan diversa y comandada por un capitán que no entiende nada sobre la piratería solo podía acabar en una cosa, un motín. Pero el mundo no es así. Lo que le falta de conocimientos de piratería le sobra de empatía y respeto por los demás. Siento gran conexión con los personajes de esta obra y deseo seguir viendo cómo crecen a la vez que yo misme lo hago.
All at Once – Llave
La amabilidad es una llave. No la única llave para abrir esta cerradura metafórica, pero es una llave válida. Es útil cuando la usas y cuando la usan contigo. De nada sirve la empatía y no tener prejuicios sin amabilidad. A lo largo del año me he vuelto a reencontrar con personas que hacía años que no veía. Todes coincidían en guardar un gran recuerdo de mi persona por haber sido siempre amable con elles. Yo también les tenía en mi corazón por el mismo motivo. Lo que me hizo pensar muy seriamente e intentar ser consciente de este comportamiento, ya que lo hacía de forma totalmente automática. Creo que es la mejor decisión que he tomado. Intentar ser activamente amable con la gente te abre un nuevo nivel de consciencia y las relaciones con les que te rodean alcanzan un cenit maravilloso. Me hace muy feliz ver cómo la gente que me rodea empezó a copiar ciertos comportamientos amistosos míos y a aplicarlos en su día a día. Porque la amabilidad también es contagiosa y todes tenemos la capacidad de llevarla a cabo y cambiar el mundo en el proceso. Una obra que comparte esta reflexión conmigo es Everything Everywhere All at Once, la misma que articula esta lista. La mejor película del año es también un recordatorio de que da igual cuan infinito sea el multiverso, la amabilidad es, en mi propia metáfora, la llave maestra que puede abrir todos los corazones. Por último, me queda por decir que, si bien no hace falta que veáis estas obras, espero que seáis muy felices, os portéis bien y seáis amables con los demás. Ojalá conoceros a todes algún día y disfrutar y aprender a vuestro lado. Gracias por leer esto.
Nacho Requena
Sifu
Llevo practicando artes marciales desde hace casi una década, lo que contribuye a que si sale algún material relacionado con estas termine llamándome la atención. No obstante, un aspecto es que te llame y otro que te guste: no hay mayor crítico que el amante de algo. Y ahí es donde aparece Sifu. Desde que me lo terminé en primavera, rara es la semana donde no pienso en él. Si hablaba sobre la crueldad del amante con aquello que ama es porque también sabe, a su vez, que si algo es bueno lo va a disfrutar el doble. Probablemente sea el mejor videojuego de artes marciales jamás creado. Quitemos el probablemente, que para eso es mi texto.
Un lugar desconocido
Nunca había leído a Seicho Matsumoto hasta que llegó a mí Un lugar desconocido. Desde ese momento, sus obras han sido una constante en esta casa. Su prosa directa, con el detalle suficiente para no hacerla cargada y su manera tan fácil de relatar el suspense es maravillosa. Una historia donde la esposa del protagonista muere de manera inesperada… y puede que haya algo más. Historia de Antena 3 por la tarde, pero lo importante es siempre cómo se narra un hecho, no esté en sí (y es importante que no se nos olvide). He llegado tarde a él, pero al menos he descubierto ese lugar desconocido.
Pepsi, where’s my jet
Siempre he dicho que yo a Netflix (y a las plataformas) le cuesto dinero. Es absurdo la cantidad de contenido que consumo a nivel audiovisual por el rol pasivo que este posee (y cuando llega la noche, esto es ambrosía). En una de estas acabé viendo la serie documental Pepsi, where’s my jet, donde en cuatro episodios te relatan cómo un adolescente le quiso sacar un Harrier a Pepsi. Un avión militar, sí. Te la ves en dos horas y media y aprenderás como lección a mirar la letra pequeña de todo.
Alberto Rico
El Rámper
En un año en el que el carnaval de la calle en Cádiz ha vuelto a ser ilegal, Jesús Bienvenido nos presenta en una obra de teatro la represión que en el 36 sufrieron los carnavaleros. Un ejercicio de memoria de otro de los episodios que se nos han negado durante décadas pero que se han mantenido siempre vivos en nuestra cultura oral. Si crees que el carnaval es cosa de risa te sorprenderá cómo desde los primeros minutos el Rámper se te aferra al corazón y te lo devuelve tiritando, lleno de rabia y dolor y, con suerte, vacío de miedo.
Cómic. Sueños e historia
Esta es de esas cosas que creo que la gente que la ha hecho (o al menos la gente que la anuncia) no sabe lo que tiene. Más de trescientos originales, entre páginas y portadas, de tebeos de distintas épocas. Esto significa ver las correcciones en tipê, los papeles recortados y pegados encima, los trazos descartados de lápiz a medio borrar. Es mágico no porque casi puedas tocar los objetos que han hecho artistas reconocidísimos y sobrehumanos, sino porque precisamente los baja a la tierra, te los sienta en la mesa de tu salón contigo a dibujar, recortar, pegar y corregir juntos. Está aún en Barcelona, pero pronto se va para Sevilla.
Cult of the lamb
Mira no te voy a engañar: no me lo he pasado, el final se me ha hecho bola porque el juego tiene no pocos problemas. Pero la primera mitad de este juego es lo único que he jugado este año que me ha hecho desear terminar de trabajar para volver a coger la Switch, que hacía meses que cogía polvo en la mesa. ¿Para qué sirve pasarse los juegos siquiera? ¿Acaso en el final vas a tener una revelación, algo que te haga entender?
Guillermo Rico
Cult of the Lamb
No creo ser el único que siempre ha querido saber cómo sería eso de tener tu propio culto… ¿verdad? Bueno, sea como fuere, Cult of the Lamb ha satisfecho ese deseo de ser el amado líder por un rato. La gente de Massive Monster, en un movimiento tremendamente interesante, nos ha dado dos juegos en uno con este Cult of the Lamb. Por un lado, nos encontramos con un roguelike entretenido y particularmente accesible, muy recomendable para aquellas personas que se quieran introducir en este género ya que la curva de dificultad es bastante suave. Por otro lado, Massive Monster apuesta por lo mejor de los juegos de gestión, ya que lo de ser el amado líder no solo es ser adorado y agasajado todo el rato, también supone tener que captar a nuevos cultistas, alimentarles y mantenerles limpitos, invocar de vez en cuando al primo de Cthulhu, contruirles un hogar y atender a sus no pocas peticiones. Ambas partes, tanto la de gestión como la de roguelike, funcionan y se complementan a las mil maravillas, haciendo muy natural el cambio entre las dos. Pero, más allá de los diseños adorables y el buen puñado de horas que le he echado, lo que de verdad me ha enamorado de esta aventura corderil ha sido la cantidad de risas que he podido echar con él: a las situaciones totalmente cómicas e inverosímiles que proporciona el día a día de los cultitas, se suma una inteligente integración con Twitch donde los espectadores pasan a ser cultistas, y pueden influir en mayor o menor medida en lo que pasa dentro del juego. All Hail the Cordero!!!
Glass Onion
Puñales por la Espalda es una cinta que consigue mezclar con total acierto todo lo que le pido a un buen whodunit: una dosis de misterio, una ambientación increíble, algo de humor socarrón y un reparto a la altura. Y, por supuesto, al que desde entonces es mi detective de ficción favorito, Benoit Blanc. En este primer caso, su director Rian Johnson nos colocaba en el centro de una disputa familiar por una herencia, un escenario que podríamos tachar de relativamente común para este tipo de historias. Para su segunda aventura, Glass Onion, le da una vuelta de tuerca y nos transporta a una isla privada griega, propiedad de un multimillonario con ínfulas de querer salvar a la humanidad, para vivir una intrigante fiesta a la que ha invitado a su pandilla de excéntricos amigos. La acción tiene lugar en plena pandemia del COVID 19, lo cual nos permite conocer de un vistazo a los personajes por su propia reacción a la situación (y por sus formas de ponerse la mascarilla), y poco a poco conocemos más de su historias personales y lo que les conecta. Solo queda preguntarse, ¿que pinta ahí nuestro detective? Con un misterio con algo más de enjundia que en la primera parte, Glass Onion es más y mejor, con una grandísima atención al detalle, tanto en su guion como en lo visual. Solo echo de menos la respuesta a un último acertijo: cuándo confirmará el tándem de Netflix y Johnson el estreno de una tercera parte (y cuarta, y quinta y las que hagan falta).
Elden Ring
Si hay un videojuego que ha marcado este 2022, ha sido sin duda Elden Ring. Sé que estas palabras tienen fecha de caducidad, en concreto, hasta que From Software lance un nuevo juego dentro del universo souls, pero Elden Ring bien podría ser la culminación de una fórmula que el estudio japonés lleva refinando desde hace más de una década. Hemos tenido el placer de sumergirnos de lleno en un mundo salido de la mente de George R.R. Martin, con cantidad de novedades y un gran abanico de opciones que convierten a este Souls en el más accesible y el más recomendable hasta la fecha. También hay que destacar la cantidad de horas que nos aporta: ya sea con la experiencia de morir cada dos por tres a lomos un trasunto de caballo con cuernos gigantes en su extenso mapa, o disfrutando de la cantidad ingente de charlas, lecturas, discusiones y material audiovisual que ha generado, desde antes incluso de su lanzamiento, el mundo de Elden Ring da para mucho tanto dentro como fuera de la pantalla. Para los más apasionados de From Software, vivir en directo como la comunidad compartía estrategias, soluciones y nuevos misterios, e incluso cómo luchaban por ser la primera persona en terminarlo sin perder una micra de vida, ha sido una experiencia maravillosa. Elden Ring no es solo el mejor juego del año, es uno de esos imperdibles que van a estar en esa categoría para siempre.
Emma Rios
The Karman Line (volumen único)
Mitsuhashi Kotaro
Glacier Bay Books
La línea de Karman separa la atmósfera del espacio exterior y da nombre a esta sucesión de cuentos en espacios intermedios. El ocaso, el cuello de un reloj de arena, el contorno brillante de un eclipse, son puertas a lugares desplazados a ser no lugar; como el Blue Moment, el bar donde los cócteles se refinan con gotas del reflejo de la luna sobre el mar.
Citizen Sleeper (videojuego)
Jump Over the Edge
Gareth Damian Martin
Guillaume Singelin
Amos Roddy
Fellow Traveler
La delicadeza de hablar de autoestima y humanidad desde el abandono de un código ofrecido como esclavo por su propia personalidad biológica.
Fool Night (serie abierta)
Yasuda Kasumi
Milky Way Ediciones
Fitopunk: Reflexión contracultural acerca del desastre climático y el estrangulamiento económico y social. Se diferencia de otros subgéneros limitando la especulación tecnológica al uso de plantas naturales como agentes de regeneración y catalizadores de un proceso voluntario de reciclaje humano coordinado por las instituciones para la supervivencia del conjunto.
Jesús Rocamora
El grande se come al pez grande.
2022. Nos movemos, efectivamente, a lomos de gigantes, pero no en el mejor de los sentidos. Convertidas en dinosaurios, las empresas responsables de muchos de los libros, videojuegos y series que en esta misma web consideramos «lo mejor de la cultura y el entretenimiento del año» tienen que devorarse para sobrevivir o para ampliar sus cuotas de mercado. Animalitos. No es algo nuevo, y en los pasados meses hemos visto a Disney zamparse a Fox (y a Pixar, Marvel y LucasFilm) y a Warner evolucionar en Warner Bros. Discovery (que guarda en su estómago de ballena una sopa de letras que incluye, entre muchos otras, a DC, HBO y CNN). Así que todo apuntaba a que 2022 sería el año en que 1) Random House (fusionada anteriormente con el gigante alemán Bertelsmann, cuya pata discográfica ya vimos hace unos años integrarse en Sony) se comiera a Simon & Schuster (filial de Paramount, a su vez parte de Viacom), una de las «big five» del mundo editorial, y que 2) Microsoft asimilara en su ecosistema (me chifla todo esta cháchara propia de helechos, sorry not sorry) a Activison Blizzard (que, como su nombre indica, nació del matrimonio entre dos de los propietarios de algunas de las marcas más importantes del mundo del videojuego, como Call of Duty, World of Warcraft y Overwatch), en el contexto de una nueva guerra de las consolas que hace que aquella que vivimos décadas atrás parezca una pelea a pedradas entre niños.
Pero, sorpresa, ninguna de estas dos operaciones ha terminado de cuajar. ¿Qué ha pasado?
Lo que sabemos: 1) que una jueza norteamericana ha considerado que el acuerdo entre PRH y S&S podría reducir sustancialmente la competencia en el mundo del libro, violar las leyes antimonopolio y perjudicar a los autores (tras un largo proceso al que que asistimos con un paquete de palomitas y que incluyó la declaración en contra del acuerdo del mismísimo dios, Stephen King, en medio de un goteo de información confidencial sobre el funcionamiento interno de la casa; la salida de Markus Dohle como CEO y el pago de 200 millones de dólares a Paramount por el fracaso de la fusión) y que 2) la FTC (la Federal Trade Commission de EEUU) ha puesto sobre la mesa algunas dudas sobre cómo una operación de la magnitud de Microsoft + Activision Blizzard pudiera no afectar a la industria de videojuego y a sus competidores (hola Sony; Nintendo sal a bailar que tú lo haces fenomenal), mientras que otros países como Brasil y Arabia Saudí daban luz verde a la adquisición. ¿A qué responde este cambio de sensibilidad en los organismos que vigilan a los gigantes? ¿Defienden los intereses de los competidores o de los consumidores? Y lo más importantes: ¿qué nos dice la experiencia sobre el futuro de las empresas fagocitadas? Mientras vemos si S&S acepta ser engullida por algún otro gigante como HarperCollins o Hachette y si finalmente la ambiciosa visión de Phil Spencer para Xbox llega a buen puerto, todo apunta a que en los próximos meses asistiremos a turbulencias en otro flanco de esta guerra, el de las streaming wars, que podría llevar a acuerdos entre rivales y fusiones y que recuerda a la burbuja tecnológica de hace unos años.
La villana.
Menudo año para Villano Antillano. En 2022 hemos visto a la puertorriqueña colaborar con Bizarrap y Ptazeta en sendos hits que han reventado los contadores de reproducción; ha hecho una gira por España, lo que ha terminado de abrirle las puertas de los medios mainstream nacionales a su discurso queer; ha sido imagen de Gaultier en la Paris Fashion Week, y ha cerrado el año sacando un disco, Sustancia X, de evidentes Missy Elliott vibes en lo estético y referencias a las Supernenas. Un álbum compuesto a lo largo de los tres últimos años, al mismo tiempo que la artista se embarcaba en su transición, en el que apenas ha echado mano de colaboradores y donde demuestra lo que ya sabíamos: que tiene un flow cabrón, que se mueve igual de bien rapeando que en la pista de baile (con guiños puntuales al rock y a cierta experimentación) y que en su discurso tiene cabida tanto un mensaje empoderador como la celebración del placer, porque la denuncia de los feminicidios en América Latina no está reñida con una relectura muy subida de tono de aquel Yo tengo un novio (que me lleva a la bahía).
Levántate, Sin Luz.
Trescientas horas de juego después, uno tiene la intuición de que proyectos como Elden Ring son fruto, a partes iguales, de un milagro y del trabajo impecable de un equipo con las cosas muy claras. La idea de trasladar un concepto tan cerrado y obtuso como un Souls a la libertad de un mundo abierto tenía todas las cartas para salir mal, incluida una pandemia de por medio, y sin embargo ha terminado siendo la culminación de un proyecto muy particular de entender la experiencia jugable, que ha sabido llevar una propuesta ultrahardcore al público generalista (¡pero si consiguieron embarcar incluso a George R. R. Martin!) y que marcará el futuro de los juegos basados en mundo abierto, como antes hicieran Breath of the Wildo The Witcher 3. La cuestión después de entregar meses de nuestra vida a hitos como este es: ¿y ahora qué? ¿Qué diablos va a estar a la altura de lo que acaba de vivir?
Javi Román
Pearl (Ti West)
Siempre escojo la lista de películas que disfruto durante el Festival de Sitges a ciegas, únicamente guiándome por la intuición. Por un lado, apenas hay información de los títulos que se proyectan porque la mayoría aún no se han estrenado. Por otro, me encanta sentarme en la butaca a oscuras y dejarme sorprender por lo que sea que aparezca en pantalla. Cuando fui a ver Pearl lo único que conocía es que su director es Ti West, del que he disfrutado un buen puñado de películas, como The House of the Devil o The Innkeepers. Cuando el propio West subió al escenario a presentar la proyección tardó poco en hacerme ver que quizá mi ritual de escoger a ciegas tenía algunas fallas: Pearl es una precuela de X, su anterior película y yo no la había visto. Por suerte os puedo confirmar que no solo funciona a la perfección sin conocer la anterior obra, sino que desde aquí os animo a disfrutarlas en este orden a priori incorrecto. Si X explora sin rubor el slasher al más puro estilo La Matanza de Texas, Pearl es una brutal y divertidísima película de terror estéticamente cercana a El Mago de Oz o Sonrisas y lágrimas. Mia Goth, que escribió el guion junto a Ti durante su cuarentena al llegar a Nueva Zelanda para rodar X, da vida a un descomunal personaje que merece desde ya un puesto de honor entre los mayores iconos del género, como Michael Myers o Leatherface.
Masahiro Sakurai on Creating Games
Contar aquí que Masahiro Sakurai es uno de los diseñadores de videojuegos más importantes de la historia es algo que se me antoja innecesario. El increíble trabajo y mimo que ha puesto a lo largo de los años en las sagas Smash Bros o Kirby hablan por sí solos. Pero algo de lo que no se habla tanto es de su tremenda capacidad para adaptarse a los cambios de la industria y el partido que le saca a la interacción con la comunidad de jugadores. Las interminables horas que dedica a su trabajo ya son un meme desde hace tiempo, y aún así desde este año ha sacado tiempo para crear un fantástico canal de Youtube en el que muestra una capacidad envidiable para comunicar de manera sencilla y divertida conceptos complejos e importantes sobre el diseño de videojuegos. Si además os digo que de vez en cuando nos bendice con nuevas fotos de su gato munchkin Fukurashi, no sé qué más queréis para convenceros de que os suscribáis ahora mismo.
Irma Vep (Olivier Assayas)
Viendo la serie Irma Vep he sentido por primera vez en mucho tiempo que en ningún momento se me ha tratado como espectador de una forma infantilizada… o directamente como si fuera gilipollas. ¡Y ha sido algo francamente refrescante y satisfactorio! Quizá he tenido mala suerte o he escogido mal las series en los últimos meses, pero es raro no reconocer en algún momento «el algoritmo» en la papilla de propuestas que vomitan cada semana las diferentes plataformas. Aquí lo que puedo sentir cuando veo cada episodio es que se me habla a mí y no a una masa de consumidores meticulosamente escogida en la planta 32 de un edificio de oficinas. La protagonista de Irma Vep, Mira, interpretada por Alicia Vikander en quizá su mejor actuación, llega a París para protagonizar el remake de una serie muda de 1915 llamada Les Vampires, que existe en nuestro mundo real. A su vez, la serie de 2022 de la que os estoy hablando es un remake de una película homónima de 1996 dirigida por el propio Olivier Assayas. Este contexto genera un juego de espejos, de metanarrativa y exploración sobre la ambigua separación entre ficción y realidad tremendamente estimulante y en ocasiones rematadamente divertido.
Juan Carlos Saloz
Everything was awesome
A riesgo de que parezca un acto de egoísmo, no puedo no celebrar este año sin un cálido homenaje a Break, la revista que fue a pesar de que parecía que no podía ser. Fueron dos años quebrando la cultura pop con los mejores autores que puedan imaginarse (muchos de ellos colman, estoy seguro, algunas de las mejores recomendaciones de esta lista), con un equipo impresionante que me ayudó a seguir adelante contra viento y marea, y con huecos y huecos para todo tipo de artefactos culturales que, sin duda alguna, quedarán para siempre entre sus páginas. Duró lo que tenía que durar y fue lo que tuvo que ser, pero mentiría si dijera que 2023 no será un poquito peor sin Break.
De monstruos, límites y fueras de campo
No sé la de veces que habrá salido Mantícora en esta lista, pero pocas me parecen sean las que sean. Carlos Vermut ha vuelto, con su obra más cruda tanto en la trama como en el estilo, a romper todo lo que significa el cine y a abrir mella en un debate que, si bien se repite cada tanto tiempo, nunca termina de concluir. El momento cinematográfico más duro que he vivido este año ha sido a través de un interfono y de gafas de realidad virtual. Sin ver, pero viendo demasiado. Sin saber, pero intuyéndolo todo. El mayor prodigio que ha dado el cine español en la última década está más en forma que nunca, y solo me queda plantearme, como ya lo hiciera tras ver Magical Girl, si una obra como Mantícora puede superarse.
Misión Imposible: Facha Edition
Que Eugenio Mira iba a salir en algún momento entre mis tops anuales era cuestión de tiempo, pero cuando vi Grand Piano nunca imaginé que sería por una obra como García. El cómic de Santiago García y Luis Bustos ya era una joya per sé, capaz de innovar y entretener a raudales con una premisa que parecería más de un número de Mortadelo y Filemón que de un cómic de Marvel. Pero si la serie de Astiberri ya era una locura, su adaptación ha incluso trascendido esa experiencia. La magnífica dirección de Mira, sumada a la interpretación soberbia de Viki Velilla y a un guion redondo y lleno de recovecos éticos que explorar, hacen de este producto de entretenimiento puro uno de los más interesantes del año. Sorprendentemente a la altura de HBO y sorprendentemente igual de rompedora que su anterior apuesta patria, 30 Monedas.
Jaime San Simón
Elden Ring, de FromSoftware
He estado a punto de retirar Elden Ring de mi lista de artefactos culturales de 2022, no por su calidad, sino por esa aura de inevitabilidad que tenía la elección. Me he pensado si introducir el resto de obras en mayor o menor medida, pero la aparición del videojuego más reciente de Hidetaka Miyazaki lleva diez meses fraguándose. Simplemente tenía que estar ahí. Es un juego apabullante y épico, pero también íntimo y experimental, que sigue la estela iniciada hace más de una década por Demon’s Souls pero a su vez lanza por la borda gran parte de sus convenciones, esas que aún sigue tratando de replicar infructuosamente media industria. Los elementos son familiares: una tierra en la que perderse, un sistema con el que expresarse, desafíos con los que superarse. Elden Ring reubica las piezas para que de nuevo la experiencia sea como la primera vez.
The Rehearsal, de Nathan Fielder
Como persona que sufre los efectos de la ansiedad a diario, no es precisamente ajena la experiencia de planificar mentalmente la respuesta a todas y cada una de las posibilidades que se pueden dar ante una situación desconocida. Nathan Fielder (Nathan for You) ha convertido este proceso en algo tangible y material en The Rehearsal. En este programa Nathan trata de ayudar a otras personas a prepararse ante situaciones potencialmente dramáticas como confesar una mentira o enfrentarse a un familiar por una herencia. Para ello se recrean meticulosamente situaciones, lugares e incluso a personas ‑con un método de actuación cercano a la suplantación- generando situaciones de comedia incómoda pero también reflexiones sobre cómo nos enfrentamos a la realidad en el día a día. Fielder y su equipo consiguen encontrar una narrativa uniendo fragmentos de estos experimentos sociales, rompiendo una y otra vez la barrera entre el reality y la autoficción; la apariencia de control que genera el montaje aporta algo de cordura en medio del caos de la propia realidad.
Severance, de Dan Erickson
Para poder acceder a ciertas oficinas de Lumon, el escenario de la serie Severance, es necesario someterse a una lobotomía que separa al individuo en dos personalidades que no interactúan. Lejos de rehuir los debates existenciales que un proceso así generaría, Severance los pone en primer plano para contar una historia que señala sin pudor al trabajo como un elemento deshumanizador que arrebata al individuo de su libertad, su identidad y su energía vital. Apoyado en el firme pulso narrativo de Aoife McArdle y Ben Stiller, el debut de Dan Erickson logra construir una prisión que a nivel material solo requiere de cuatro mesas y una serie interminable de pasillos, pero que logra asfixiar a través de cada pequeña interacción entre jefes y empleados.
Karim A. Sánchez
El legado — Asako Serizawa
Es un poco difícil explicar por qué El Legado ha sido mi libro del año (hago un poco de trampa si me lo permitís, realmente es de 2020 pero hasta el pasado septiembre no nos llegó aquí de la mano de Tusquets) porque lo ha sido por tantos motivos como relatos recoge esta novela. Lo que se presenta como un libro sobre la historia de Japón durante el siglo XX a través de historias cortas protagonizadas por distintos miembros de una misma familia, no necesariamente relacionados directamente entre sí, acaba siendo mucho más que otro libro más sobre las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, una historia sobre las identidades heredadas, lo que significan en un mundo marcado por las colonias y las relaciones entre vencedores y derrotados y, en el caso de mi relato favorito de todos los que componen esta obra, sobre el sentimiento y necesidad de repatriarse a sí mismo; por otro, una novela que habla sobre el silencio y la verdad, dos cosas que históricamente se han relacionado entre sí y algo que la propia autora reivindica al final de la novela en una breve pero valiosísima reflexión sobre cómo deberíamos redefinir la literatura histórica.
Delante de ti — Hong Sang-soo
Me gusta el cine no que trata de darle importancia a lo común y popular, sino que simplemente lo pone al frente dando por hecho que, efectivamente, hay valor ahí. Muchos de mis directores favoritos, como fue el caso de Agnès Varda, entendieron esto como la base de su trabajo y el cine asiático en particular encontró aquí una seña de identidad propia en buena parte de sus obras, herencia clara de lo que ha sido históricamente el arte de gran parte del continente desde hace siglos. Hong Sang-soo es uno de los directores contemporáneos que han recogido el testigo de esta manera de entender no solo el arte, también la vida, y en Delante de ti coloca la cámara de manera que, casi por arte de magia y reduciendo todo el conjunto al minimalismo más absoluto, sitúa en primer plano las sutilezas de las relaciones entre las personas por encima de las actuaciones, las palabras y el montaje. La película más sencilla del director y también la más sensible, que lo único que pide al espectador es que la disfrute con la misma sensibilidad.
Signalis — rose-engine
No todos los juegos buenos destacan por las mismas cosas y precisamente por eso creo que hay tan pocos juegos excepcionalmente redondos, que destaquen mucho y por igual en todos los apartados que pretende ofrecer. Este es el primer mérito de Signalis, un juego al que me acerqué primero por su planteamiento estético brutalista y horripilantemente precioso y en el que me quedé porque como survival horror es perfecto, sabiendo cuándo tiene que ser molesto y hostil para el jugador pero siempre equilibrado gracias a un diseño de niveles que apenas deja lugar al fastidio, su banda sonora y diseño de sonido es excepcional y narrativamente es inteligentísimo. Es en este último punto donde, de hecho, radica su segundo gran mérito. Y es que, teniendo en este sentido como referentes a grandes tótems de la cultura popular como son Neon Genesis Evangelion, Silent Hill y Carretera Perdida, no solo no acaba eclipsado tras todas las ideas que recoge de estos, sino que además acaba con una personalidad propia tan arrolladora que casi no da pie a acordarse de aquellas otras obras. ¡Viva lo roñoso y lo feo, que lo roñoso y lo feo también puede ser bonito!
Ana Sootandstar
2009, ¿eres tú? — Alpha Zulu de Phoenix
En una jugada contra natura, Phoenix sacó el pasado mes de noviembre Alpha Zulu, su séptimo álbum, con un sonido 100% hecho para disfrutar en festivales. Es un disco muy esperado por los fans ya que lleva en la recámara desde mediados de 2020 y es el primero completo desde Ti Amo de 2017. He elegido hablar de este disco porque para mí supone el retorno del grupo a una etapa mucho más parecida a Wolfgang Amadeus Phoenix o United. Escuchar Alpha Zulu de principio a fin se siente como un viaje de nostalgia dosmilera, una vuelta al Instagram de formato cuadrado y saturación de filtro Valencia.
Un ejemplo de esto es el séptimo tema del álbum Artefact, un híbrido perfecto mitad Julian Casablancas, mitad Thomas Mars, una canción en la que me quedaría a vivir para siempre. Aun así, a nivel personal Winter Solstice me parece el tema más redondo de todo el disco, es el culmen de todas las teclas que me pulsa Phoenix, esa nostalgia de la que hemos hablado, con una búsqueda desesperada de la esperanza en su letra y un visual sencillo pero súper potente en su videoclip.
El pozo más oscuro — Oddinary de Stray Kids
Sí, amigues, tras años esquivándolo y escuchando solamente los hits más mainstream de las listas de Spotify, he caído de lleno en el mundo del k‑pop.
La culpa de ello la tiene Oddinary, sexto mini álbum de Stray Kids, pero en concreto su tema Maniac. Habría sido mucho más fácil y lógico entrar después de haber escuchado God’s Menu o Miroh, pero la combinación perfecta de la parte hip-hopera de la banda (los llamados 3RACHA) con la bajada de tono y los graves arrebatadores en el estribillo de Felix Lee (mi hijo, mi todo), además del soberbio poder visual de su videoclip y transiciones de cámara, hizo que no pudiera parar de escucharla. A lo largo de las siete canciones del álbum los 8 «niños callejeros» se complementan de manera increíble y cubren todos los campos de lo que es un artista musical: producen, escriben, cantan y bailan como nadie, así que no es de extrañar que se les considere los reyes indiscutibles de la 4ª generación del k‑pop. Oddinary ha supuesto para mí la droga porro de entrada a algo mucho más grande y adictivo: los live de cada miembro, sus fancams, los cotilleos y los dramas con las compañías musicales, algo que ya creía superado de mi etapa con My Chemical Romance. Y aunque este texto parezca una advertencia para que os alejéis de esto y que no acabéis como yo, en realidad SKZ me ha abierto un mundo nuevo de música increíble de otros grupos como Ateez, Enhypen, New Jeans o Le Sserafim. Creedme, si entráis, no os arrepentiréis.
Conciliación laboral en EEUU — Severance de Apple TV
Me da pena que este tercer puesto no lo ocupe la segunda temporada de Raised by Wolves, pero es que Severance sin duda ha eclipsado el resto de ficción que he visto este año. A nivel visual y artístico me parece impecable. Desde el precioso título de crédito con la enigmática melodía de Theodore Shapiro, a una dirección de arte, que recuerda a un Wes Anderson proletario y gris y que camina la fina línea entre un futuro distópico atemporal con ciertos toques retro. La serie consigue crear imágenes muy icónicas con espacios super vacíos: pasillos interminables, laberínticos y blancos o por el contrario el inquietante pasillo de oscuridad que lleva a la sala de descanso de Lumon.
Todo este aspecto visual se apoya en unos personajes construidos sobre tópicos de tipos de oficinista, pero que a lo largo de sus 9 capítulos avanzan hasta desarrollar personalidad propia. En el centro de Severance existe una crítica al trabajo moderno y su irrelevancia en el día a día, pero sobre todo señala lo estúpido de las empresas «amigas» que inventan soluciones a problemas que han creado ellas mismas y que casualmente siempre les beneficia. Por si todo esto no fuera poco, tiene un clímax final de infarto, en el que Adam Scott y Patricia Arquette están increíbles y lo dan todo. Espero sinceramente poner la segunda temporada de Severance en la próxima lista de listas, nada me haría más feliz.
John Tones
ATARI 50
Primera de las trampas que voy a acometer en esta selección de «Lo mejor de 2022»: un recopilatorio de juegos de hace como que medio siglo, pero planteada con tanto gusto y devoción que no tiene problemas en convertirse en el mejor recopilatorio… de juegos clásicos… ¿de la historia? Y llevamos con el formato desde que el medio cumplió apenas una década, pero es que esto es un monumento: no solo multitud de juegos para probar y descubrir de la larga historia de Atari, con formato y controles que replican con exquisitez los originales, sino también varios excepcionales remakes que revalorizan las propuestas originales. Y además, una marabunta de información en forma de cientos de páginas de documentación, vídeos exclusivos, y las respuestas que no sabías que necesitabas a preguntas como «¿Cuánto y cómo se drogaban en Atari?». Una maravilla.
HELLHOLE
La película de terror de este año que nadie te va a recomendar, y por eso estoy yo aquí para desfacer ese entuerto, es una producción que recuerda a un directo al vídeo de la primera Full Moon en tal medida que parece que la han hecho conmigo y mis filias más delirantes en mente. Una producción polaca que aquí nos ha llegado vía Netflix y que está firmada por el director de las dos entregas de las muy referenciales Nadie duerme en el bosque esta noche. Hellhole es más opresiva y oscura, pero igual de consciente del juego de conocimientos establecidos que establece con su destinatario ideal (yo): un oficial de policía se hace pasar por monje para infiltrarse en un convento donde pronto empieza a detectar comportamientos extraños y aberrantes entre los habitantes del lugar. Una mezcla de la atmósfera de Alucarda y la desvergüenza de la muy de cultísimo Catacombs que tiene hasta cierta ambición visual y temática entre explosiones de gore y monstardos de goma.
LA NOCHE DE LOS MANIQUÍS
He leído más libros que nunca este año, y eso está bien, pero muy pocos de este 2022, que no está tan bien. Mi montaña de pendientes, mi devoción por las relecturas y el gustico que me da desenterrar disparates de hace setenta años (o más) juega en mi contra, pero alguna novedad ha entrado de refilón en mi frenético róster de páginas leídas. Por ejemplo, La noche de los maniquís, de Stephen Graham Jones, que inaugura un invento que, este sí, he festejado en 2022: la colección de novela breve de la editorial especializada en terror La biblioteca de Carfax. La novela corta es un formato incómodo de editar, aunque muy gustoso de leer, y es estupendo que este nuevo proyecto, que recibe el bellísimo nombre de Deméter, como el barco en el que llegó Drácula a Londres, se especialice en este tamaño. Aquí Graham Jones cuenta lo que arranca como una historia de muñecos encantados y deriva, con un narrador muy poco fiable desde el minuto cero, en una peripecia aterradora que tontea con el slasher, las películas de Godzilla y el delirio splatterpunk.
Sebastián Torrente
Mobile Suit Gundam: The Witch from Mercury - Studio Sunrise
Recomendar una serie de Gundam mientras la están emitiendo siempre es una temeridad. ¿Terminará siendo de las buenas o me van a hacer un SEED Destiny? Pero me la voy a jugar y poner Mobile Suit Gundam: the Witch From Mercury en la lista el año que acaba Mob Psycho 100. Qué puedo decir: da gusto volver a ver una serie de Gundam. Domingo a domingo. Con sus influencias muy poco escondidas (y bien elegidas) a Utena, sí. Pero encima le añades una capa de conspiraciones corporativas, sus buenos secretos, madres villanas pero que te apoyan mogollón, Chuchu ejerciendo la violencia y claro, me la vendes. ¿Durarán los buenos tiempos de «Utena con mechas»? Quien sabe, pero esos buenos duelos ya no nos lo quita nadie.
El prólogo (muy recomendable incluso si no te ves el resto) se puede ver en el canal de Gundaminfo. La serie se está emitiendo en Crunchyroll.
Kevin Costner’s Waterworld: The Game — Macaw45
Kevin Costner’s Waterworld suena a meme. Una gracieta «ay mira, alguien ha hecho el juego de Waterworld de los Simpson» que te la bajas y al día siguiente se te ha olvidado. Pero he disfrutado mucho el entusiasmo de Macaw45 de coger lo que iba a ser un proyecto por diversión y el meme y proponerse hacer el mejor juego de Waterworld posible. Y poco a poco, añadiendo más cosas, sus secretos y haciéndolo poco a poco suyo mecánica y estéticamente le ha quedado un juego resultón. ¿Amateur? Puede, pero si hay una cosa que quiero que este Waterworld y mi siguiente artefacto cultural dejen clara es esto: saquemos cosas por el gusto de sacarlas, da igual lo mamarrachas que sean y lo poco pulidas que puedan parecer. No dejes que cosas como «no tengo banda sonora» o «no sé hacer gráficos como los de los indies que todo el mundo celebra» te detengan.
Puedes inflarte a meterle monedas al Kevin Costner’s Waterworld yendo a la página de Itch de Macaw45.
Cursed 3 - Disaster Squad Productions
Partiendo de unos mimbres muy simples (Uninvited, Last Half of Darkness y otros juegos de aventuras de terror) la trilogía Cursed reinventa y retuerce las reglas de su género en direcciones absolutamente increíbles, como si fuera (es) el NieR del juego amateur. El primer Cursed fue un juego corto hecho en dos semanas para los amigos, Cursed 2 un salto de gigante en cuanto a ambición, ofreciendo uno de los point’n click más fascinantes que he visto en mucho tiempo y el cambio de rueda de coche más terrorífico del videojuego. No sabía cómo iba Cursed 3 a darle otra vuelta de tuerca a la trilogía, pero ni me imaginaba el festival de habitaciones cilíndricas, ciclos día/noche y una historia que ni en diez mil años iba a adivinar los derroteros por los que iba a ir. Ha sido mi sorpresa (sorpresón) del año y mi propuesta al GOTY.
Puedes pillarte la trilogía Cursed gratis total desde la página de Disaster Squad en Steam o en itch.
Miguel Vallés
GHOSTBLEED: The Bio Horror (ゴーストブリード)
«Será mejor que te cagues en los pantalones… o él se cagará en ellos por ti…», con esta irreverente frase se anunciaba GHOSTBLEED: The Bio Horror, el mítico survival horror de 1998 que rompió todos los esquemas en los videojuegos de terror y que, a pesar de su enorme influencia, pocos se atrevieron a seguir. Ya sabemos la triste historia de por qué nunca se realizaron secuelas del juego así que vayamos a lo importante respecto a esta lista, y es que por fin, tras lustros de ser solo una leyenda del pasado, no ha sido hasta ahora, 24 años después (que se dice pronto) cuando por fin hemos recibido una remasterización perfecta de este clásico que temíamos ya perdido para siempre en… ¿Cómo?, ¿que no sabéis de qué narices estoy hablando?, me habéis pillado, Ghostbleed no es un videojuego de la quinta generación de consolas, es el nuevo cortometraje de Harry Partridge, que con el apoyo del genial artista 3D Hoolopee ha producido una de sus mejores y más ambiciosas animaciones hasta la fecha: una parodia descacharrante de los juegos de terror de la época a la vez que homenaje de esas historias de terror poligonal tan únicas. Partridge demuestra tener un profundo cariño y conocimiento por lo que hacía grandes y divertidas a estas obras (no en vano el primer juego 3D que vio en su vida fue Resident Evil, que dejó una gran impresión en él). Desde los diseños de personajes noventeros hasta las escenas rodadas con actores reales Ghostbleed son 15 minutos de diversión que ningún fan de los videojuegos clásicos se debería perder. Conectad vuestra vieja PlayStation, apagad las luces y pasad un rato de miedo con Ghostbleed: The Bio Horror
Return to Monkey Island
¡Qué poco caso se les hacen siempre a las aventuras gráficas! Cada año salen nuevos títulos, pero este género lleva tanto tiempo siendo de nicho que solo un absoluto clásico tan incontestable y famoso puede llegar más allá de los aficionados y alcanzar el mainstream más visible y bombástico. No hubo persona en todo internet que no se enterase esta vez del anuncio de una nueva aventura gráfica: Monkey Island ha vuelto, y no solo la saga, también el padre de la misma, Ron Gilbert, que junto a Dave Grossman (el otro gran pilar tristemente menos conocido, cuya carrera demuestra que es tan buen diseñador como el archifamoso Ron) tenían un gran listón al que alcanzar con su propia obra, y no decepcionaron. Return to Monkey Island es un juego que derrocha amor y buen hacer. Un guion bien escrito con una fluidez en los diálogos que muchos juegos quisieran (en esto se nota especialmente la mano de Gilbert, que siempre ha sabido ir al grano), un diseño de puzles maravilloso donde los objetivos están siempre claros y las pistas para resolverlos bien repartidas. Todo encaja y se entrelaza con soltura abriendo nuevos frentes y cerrando otros, como debe ser en una buena aventura gráfica (me propuse no usar las pistas en todo el juego y lo conseguí, de verdad: ni un puzle malo). Y los gráficos… pues son una maravilla, uno de los juegos con la identidad visual más marcada y única que nos ha dado 2022, tal cual. Pero lo que será más importante para los jugadores que no vengan de nuevas es que se siente como volver a casa. Este juego es Monkey Island puro, se nota en la atmósfera, en los diálogos, en el humor; e incluso si el final de esta entrega es (de nuevo) divisivo todo lo que va antes es tan bueno y rotundo que es imposible no salir satisfecho.
Muchísimas ganas de ver lo siguiente de Terrible Toybox, sea un Monkey Island 7 o algo totalmente nuevo.
Benoit Blanc
¿Os acordáis de cuando estaban de moda los detectives maleducados, cínicos y desagradables? Bueno, digo detectives porque viene al caso, hemos tenido que aguantar a personajes así de todo tipo. El horrible Sherlock de Moffat, el dios de los cuñados House, las nihilistas y petardas aventuras de Rick Sánchez… gracias al cielo que se ha dicho «hasta aquí» y el público general ha empezado a rechazar a estos inaguantables protagonistas mirándonos por encima del hombro, y Ryan Johnson viene a aportar su palada de arena contra este insufrible tropo con la nueva aventura de su maravilloso Benoit Blanc; el detective amable, el detective disfrutón; el detective que te da un abrazo, te hace un café con galletas y te recuerda que todo va a salir bien, ¡y para colmo va y solo sale en películas cojonudas, como si su presencia no fuera ya suficiente regalo! Glass Onion es una obra tan redonda o más que Puñales por la Espalda, y ojalá vengan muchas más tan buenas y tan geniales durante mucho tiempo, con este Blanc que esun rayo de luz que no se puede obviar en un mundo de protagonistas gilipollas. Y recordad: el cinismo es de cobardes, el cinismo no sirve para nada, ser amable y buena persona es revolucionario.
Borja Vargas Llopis
El presente es el pasado
Después de la reacción llega el análisis. La furia contemporánea contra las injusticias, que se ha venido manifestando en producciones creativas sin demasiadas dobleces, comienza a asentarse. La rabia pasa a primar la genealogía como arma racional para revelar el origen y la persistencia de los desequilibrios sociales y personales con el objetivo de neutralizarlos. No es un tema nuevo en el cine, de hecho es casi connatural a ciertos géneros o incluso al propio medio, pero varias de las películas más interesantes del año tratan las relaciones de causalidad y superposición entre el pasado y nuestro presente: The Eternal Daughter, con Tilda Swinton interpretando a hija y madre en un entorno gótico salpicado por la memoria y sus heraldos, los fantasmas; Cronenberg haciendo un grandes éxitos de su obra en Crimes of the Future para comprobar el estado actual de sus visiones clásicas y, de paso, traer nuevas; antiguos vídeos caseros crean recuerdos que podrán ser interpretados algún día, y sobre eso se monta Aftersun; el peso de la historia familiar, la tragedia nacional y el trauma infantil al que no se consigue dar sentido en el presente se entremezclan en la maravillosa Nope; y esa misma tragedia norteamericana se aborda en el documental Descendant, que transmite la imposibilidad de los habitantes de Africatown de despegar su origen como comunidad de su situación posterior, y en Master, donde la experiencia de la primera estudiante afroamericana de una universidad es revivida punto por punto por su equivalente de 2022, privilegio blanco, políticas de diversidad y brujas espectrales mediante.
Loab
Las inteligencias artificiales de generación visual no están lo bastante depuradas (libres de detrito), aunque en su forma actual son excelentes herramientas para provocar Unheimlich aleatorio. Como Loab. Loab es el primer creepypasta de la era DALL·E y su historia, que no me atrevo a contar aquí por si alguna inteligencia artificial lo lee como un prompt cuyos resultados prefiero no desatar, ya cuenta con cronistas a la altura del personaje.
Los nuevos clichés
No son recursos cinematográficos inéditos, pero se han visto en tantas películas recientes que 2022 es el momento de declararlos oficialmente «clichés». Nacieron con el propósito de chocar, sorprender, de quitar óxido a las narrativas habituales; sin embargo, han perdido ese efecto rompedor por sí mismos y ahora son un recurso más cuya efectividad depende de cómo sean usados, y cuando se limitan a intentar epatar causan vergüenza ajena y desconexión con la obra. Tres de esos nuevos clichés: uno de los protagonistas muere antes del tramo final de la película; el título aparece en pantalla bien avanzado el metraje; en el último plano, el personaje que ha superado desgracias y pruebas mira directamente al espectador, corte brusco a negro, créditos.