La normalidad no existe. Por más que pretendamos vivir en tiempos anormales, lo único que ha ocurrido es que se ha estandarizado la anormalidad pública; ahora parece como si todos viviéramos la misma vida, los mismos problemas, los mismos conflictos, y que son diferentes a una hipotética vida normal anterior, también compartida por todos. Nunca ha habido una vida normal compartida, y en la supuesta anormalidad tampoco vivimos igual todos. Pero en vez de hablar de tragedia, logros o, en general, los términos de un discurso capitalista, acabemos el año del único modo que sabemos: hablando de las obsesiones que nos han dado forma a lo largo del año.
Porque este año ha sido fecundo en obsesiones. Algunas se repiten, las series de televisión parecen excepcionalmente bien representadas, y los videojuegos parecen ceñirse a dos o tres nombres muy específicos, pero la diversidad, las líneas divergentes y las obsesiones particulares siguen tan presentes como siempre. Porque cada lista es tan singular como la persona que la compone.
A fin de cuentas, ese es el espíritu de esta lista de listas. Romper con el concepto de normalidad. Reconocer que no existe canon respetable que no sea una adición abierta de puntos de vista; que no existe hegemonía que respetemos, incluso si es de nuestra cuerda. Por eso aquí va la lista de listas, otro año más. Para que la pluralidad de voces nos dejen entrever algo diferente a un estandar de normalidad y nos permita ver el mundo bajo el prisma de multitudes que es nuestro mundo.
Andrés Abel
Malignant, de James Wan
Comprendo la decepción de muchos fans del orrore con su soso tramo central, más que eso, la comparto, pero ¿a cuántos clásicos de videoclub, fundamentados en una idea loquísima y un par de escenas míticas, les pedimos un desarrollo impecable? Porque eso es justo lo que es Malignant: un nuevo clásico loco, solo que en vez de ir directo a vídeo, se lo han colado a Hollywood, doble razón para celebrarlo.
Screen Violence, de CHVRCHES
Si el disco ya era un 10 tema a tema, con su inspiración horrorista, su dueto con Robert Smith (!) y su Lauren con gabardina, habría que salirse de la escala a la hora de incluir en el cómputo el cruce de remezclas con John Carpenter (!!), el Director’s Cut que sumaba una nueva trilogía de canciones a la saga, y un espectáculo en el que la susodicha alterna modelitos a lo The Neon Demon con el look de chica final ensangrentada para desgranar su, lo dijo un hombre en internet, feminist garbage.
Cthulhu Dark Arts Tarot y Hellraiser — Pinhead Edition, de Førtifem
De Førtifem y de más gente, claro, que ellos son ilustradores, pero vaya combo para el mismo año retratar los universos de Lovecraft y Barker en forma de baraja cartomántica y tomaco cenobítico, respectivamente. Y el dúo francés ya anticipa su reválida en esta lista para el año que viene: en 2022 habrá disco nuevo y gira de Carpenter Brut, y el cartel que han presentado para la fecha de París contiene toda la esperanza para el futuro que este mundo necesita.
Jaume Alto
«El peor año de la historia de los videojuegos»
Este año, ya bien temprano, unos apocalípticos decían que 2021 sería el peor año de la historia de los videojuegos. Y digo sería porque esta tendencia ya empezó bien temprano, pero yo me pregunto ¿dónde vive esta gente? Solo en marzo ya se vio el lanzamiento de Loop Hero, Moster Hunter Rise, It Takes Two y Narita Boy. Los apocalípticos, una vez más, no tenían razón. La falta de «grandes nombres» AAA han hecho que más de uno se eche las manos a la cabeza antes de hora, pero ha permitido tener a un juego de Arkane en el foco de atención que el estudio merece, hemos revisitado clásicos del RPG, visto el origen del universo al son del jazz y vivir dos décadas a través de mudanzas. Nos hemos recorrido México de cabo a rabo, liberado un planeta de un régimen opresor, celebrado el regreso de héroes de nuestra infancia y ser Luke Carder en su descenso a la locura. Por otro año más de ser el peor de la historia de los videojuegos.
Dejarme Twitter
Curioso cuanto menos que a donde enlaza mi nombre arriba sea a mi perfil de Twitter y una de las mejores cosas que haya hecho sea desconectar temporalmente de dicha red social. Un mes desde mi salida con solo un tweet publicado, un par de likes y por encima de todo, dejar de leer un feed que en la mayoría de las ocasiones me ponía de mal humor. Pero hablamos de cultura y si incluyo esto aquí es por como afectan las redes sociales a nuestro consumo y como habiendo dejado de lado Twitter he podido volver a disfrutar de las cosas a mi ritmo, lejos de la presión de tener que ver o jugar a algo «cuando toca» o vivir sin el miedo al spoiler. Diría que no entrar en la discusión sobre algo ayuda a no darle tantas vueltas a una película o videojuego, pero la pasión se lleva por dentro y es a mi pobre pareja quien le toca aguantar mis disparates sobre el significado del juego al que estuviera jugando anoche.
Tim Roger’s Action Button Reviews Season Finale Cyberpunk 2077
Mi descubrimiento más reciente y la elección que tenía más clara de todas. Tim Rogers es un periodista, músico, desarrollador y analista, aunque algunos ya lo conoceréis habiendo aparecido en la edición de 2019 de esta lista. Su serie de análisis Action Button Reviews se compone de seis juegos que nos ha entregado a lo largo de los últimos dos años y que cierra ahora con Cyberpunk 2077, el juego desarrollado por CD Projekt Red, anunciado en 2012, cuyo lanzamiento inicial tendría lugar el 16 de abril de 2020 pero que se vería retrasado hasta tres ocasiones hasta ver la luz el 20 de diciembre de 2020, y del que toma su estructura compartimental para ofrecer un análisis dividido en 8 vídeos cuya duración va desde las 3 horas, 54 minutos y 52 segundos como mínimo a un máximo de 5 horas, 50 minutos y 40 segundos en caso de seguir las indicaciones del propio Rogers o un total de 10 horas, 6 minutos y 23 segundos para aquellas personas completistas que decidan que su tiempo tiene valor, pero disponen del suficiente como para asumir semejante tarea o prescindir de horas de sueño. Aunque este sea un pobre intento de parodiar su estilo no me voy a extender tanto como Tim y os diré que reservéis una tarde, os preparéis una pizza y algo de bebida, os sentéis en el sofá y disfrutéis. Welcome back to video games.
Adrián Álvarez
Reestreno de Matrix
Desde pequeño y hasta la carrera, las obras maestras del cine me venían de épocas en las que no había nacido o era demasiado inmaduro para apreciarlas. Pero Matrix puede ser la primera película que vi en cine sin mis padres y que es un triunfo artístico incontestable. Volverla a ver en pantalla grande me ha llevado a verla desnuda, pues todas las parodias e imitadoras que tuvo se han desvanecido. El tiempo ha decantado su pureza y lo que queda es eso, una obra maestra que he visto madurar en el acerbo cultural. Estoy entre maravillado y aterrado.
Alguien que te quiera con todas tus heridas, de Raphael Bob-Waksberg (Editorial Círculo de Tiza)
Muchos lo han intentado, pero pocos han sabido combinar el estilo literario surgido de los artículos de Internet, caracterizados por una lectura ágil, con pausas para evitar mazacotes de texto, y constantemente ingeniosa por la necesidad de evitar que el usuario escape, con la reflexividad que le damos a todo, ahora que tenemos tiempo, herramientas y ganas para cuestionar todos los aspectos de nuestra vida. Lo que queda es un libro de relatos chispeante, pero demoledor en su retrato de una generación que parece abocada al desamor y el desencanto.
Spider-Man: No Way Home
¿Y ahora, qué? Esta película es el colofón a la historia de tres versiones distintas del personaje, el certificado de independencia que parte del fandom arácnido le pedía a un Universo Cinematográfico al que no perdonan que Peter Parker fuera pupilo de Tony Stark y una historia de origen que incluye, ya por fin, la frase de marras sobre el poder y la responsabilidad y un traje plausible para un tardodolescente sin blanca. Es una carta de amor al género (eso sí, con una acción y una dirección más bien plana), que lo redime del peor tropo que tiene, el del homicidio por omisión del héroe al incorporar el mantra de Dan Slott, guionista durante diez años del personaje: con Spidey, no muere nadie. Todo estupendo, pero… ¿y ahora qué? Quizá queda una última gran historia que contar en el cine de superhéroes y ése… es un trabajo para Superman.
Álvaro Arbonés
Hellbound — mirando al horror cósmico (sin la ausencia de los otros)
H.P. Lovecraft era un hombre con un gran terror y una incapacidad patológica para plasmarlo. Sus monstruos son sugerentes, pero su escritura no lo es. Por eso ha dejado tanto espacio para que otras personas, más dotadas para la narrativa, exploren ese mismo espacio. El último en incribir su nombre en el canon es Yeon Sang-ho con su nueva producción para Netflix. Si nos quedamos en la superficie, Hellbound es una historia sobre rostros fantasmagóricos anunciando a gente que irán al infierno y golems de sombras ejecutando esa predicción de forma dolorosamente gore. Si ahondamos en su premisa, Hellbound es una historia sobre cómo la religión manipula nuestros temores primarios para controlarnos dando explicaciones que suenan plausibles al porqué de hechos que no tienen explicación. Si nos fijamos en su raigambre, es una historia sobre cómo, si existe Dios, es un ente alienígena incomprensible contra el que sólo cabe rebelarse, porque los seres humanos tenemos la única arma capaz de parar cualquier amenaza: los unos a los otros. Porque Hellbound entiende que la base del terror de Lovecraft no es sólo cósmico, sino también personal. El terror de saber que algo va mal y que sea tan inexplicable que los demás no nos escuchen, dejándonos solos ante un peligro que sólo podemos superar juntos.
Zeros and Ones — la forma es el mensaje
No existe manera de que cualquier derivación del fordismo no conduzca necesariamente a la estandarización. Cuando se hacen las cosas en serie, diviendo las fuerzas de trabajo en departamentos cada vez más especializados, sólo se puede hacer una clase de obra. Una clase de producto. Por eso, en el cine, todos los trailers parecen el mismo trailer. Todos los carteles parecen el mismo cartel. Y en ocasiones, todas las películas parecen la misma película. Zeros and Ones, cuando peca de esto en su trailer, en su cartel, nos hace preguntarnos en qué está pensando Abel Ferrara. ¿Es una imposición de la productora? ¿Es una crítica a la estandarización del cine mundial hacia las formas estadounidenses? Contestar parece irrelevante en una película sobre un virus mortal, terrorismo y fuerzas especiales, donde el contacto físico, y en particular el sexual, es visto como una amenaza biológica y política, donde nunca se explica nada, y cuando se explica, es todavía más confuso. Una película que cambia de formato, de ópticas, y es ahí donde se narra, sin concesión alguna, toda la historia y la razón de ser de la película. Porque Zeros and Ones es puro audiovisual al nivel de que sólo tiene sentido atendiendo al hecho de que ha sido filmada. Y que ha sido filmada por Abel Ferrara. Porque, si algo queda claro, es que en la época del posfordismo, el verdadero artista debe ser, más que nunca, o un artesano o un maestro de la basura. O ambas, si se llama Abel Ferrara.
DRCL — D̶̷̸̴̷͈͎͎̺͂̆̌̃͑ͅŗ̴̵̴̵̴̞̰͙̝̍̓̍͂͠á̸̴̴̴̵͎̠̻̲̺̄͋̿̓͛c̵̴̵̵̵̢̢̘̬̺̋̍̐͐͂ũ̸̶̵̷̸͚̜͕̺͕̋͆̄͐ḽ̶̸̴̸̴̢̖̣̄͗̍́̚͜a̷̵̵̴̴̺̬̼̰̅̅̉̃͜͝ ̷̸̶̸̴̨̛͙̺̬̜̿̈́͒̕s̴̷̷̷̸̹̯̯̩̮̍͊͆͊̎e̷̴̵̶̴̛̱͇͕͇̮̎̍͛͝ ̶̴̶̵̷̨̧̢̺̫̓͛͋̽̾ņ̷̷̴̸̶̖̲̩̟̾̔̅͒̅ù̸̴̸̸̵̘̻̲͎̠̐͛̒̏ṭ̷̷̶̸̷͓̹̞̳̈́̌̍̈́̕r̸̵̴̷̵̡̭̹͖̣̓͊̔̓͝e̴̴̸̷̸̞̜̪̯̹̋͗̍͐͠ ̷̵̶̷̶̧̬̱̰̭̇̃̆̃̚d̷̵̶̷̵̥̟͉̗̿̈́͆͌͌͜é̵̶̶̴̸̖̯̳̥̾̐͋̀͜ ̷̸̸̴̵̘͇̩̙̱͂̓̄̓̔l̴̷̶̸̶̰̖̹͔̲͛̑͐̋͝a̸̴̴̷̶͕̘̟̪̓̅́͛͝ͅ ̷̸̷̸̸̛̞̹̦̻͎̏̅̈̀ó̷̷̴̴̸̜̥̭̥̪̋̓͋̀ṕ̶̴̷̶̸̡̼̳̠͉̋̾̾͆r̴̸̸̵̶̳̮͍̰̪̾̀́͒̾ȩ̴̶̶̵̶̖̦̯̼̀̔̓̕͠ś̶̵̵̴̶̢͉̬̬̩͋̊̄̈́ī̶̵̵̷̷̡̧͖̝̥̏̆́͠ǫ̶̸̷̵̴̧̤̼̹́̔̇͌̊͠n̵̴̷̴̶̰̠̥̘̪̔͋̓̊̂
Drácula está en el canon literario, como Frankenstein o Sherlock Holmes, de un modo casi oneroso. Está ahí porque no se olvida, porque representa una forma de literatura decimonónica, pero obviamente no es tan brillante como la literatura seria. Ese poco sutil desprecio es lo que le permite ser relevante hoy — es difícil morir cuando se te reconoce como importante, pero no se te da tanta importancia como para que sea un sacrilegio cambiarte una sola coma. Y eso es exactamente lo que hace Shin’ichi Sakamoto. DRCL es una adaptación de Drácula donde existen las diferencias de clase, donde las mujeres no son iguales a los hombres, donde dos hombres no pueden enamorarse, y lo hace porque son temas que le interesan, desarrolla y crítica. DRCL es la versión de Drácula que sólo se puede hacer en el siglo XXI. La historia de aliados improbables, de opresores oprimidos y de oprimidos doble o triplemente oprimidos, y por encima de todo, un Drácula sobrevolando sobre todos como una ominosa ¿qué? ¿Liberación? ¿Aspiración? ¿Terror? ¿O nada más que el intento de perpetuar un modelo del pasado igualmente opresor, pero, ahora que está tornándose irrelevante, intentando venderse como atractivo tras una cara amable? Porque, en cambiar algo más que un par de comas, DRCL habla del presente, al presente, sin necesidad de decir ni una sola palabra explícita sobre nosotros.
Bamf!
Into the Mindy Kaling-verse
Ustedes me perdonen porque era mi primerito día, pero yo no sabía quién era Mindy Kaling. Y entonces comencé a ver Never Have I Ever («Yo nunca»; Netflix, 2020-actualidad). Dios mío. Hacía tiempo que no sentía la necesidad de ver 500 capítulos de una serie de una sola sentada. Experiencia indioamericana, diversidad, drama de instituto, girito a los clichés sociales adolescentes, temazos musicales y humor rápido e intergeneracional de una forma que no creía posible (que la persona que más me haya hecho reír este año, al margen de mi Santa Esposa, haya sido el puto John McEnroe, eso sí que no me lo vi venir). Después llegó The Sex Lives of College Girls («La vida sexual de las universitarias»; HBO Max, 2021-actualidad), que es básicamente lo mismo pero para público adulto. Idéntica reacción. Y yo digo: ¿no será que todo lo que se le ocurra a Mindy Kaling me lo pienso meter por el culo? Seguramente. Habrá que buscar The Mindy Project para calmar el mono mientras salen nuevas temporadas de las otras dos.
Tamsyn Muir se despertó y eligió la violencia
Gideon the Ninth es el libro de nigromantes lesbianas mágico-espadachinas del espacio exterior conocido por tener un desarrollo salpimentado con 18 toneladas de tropos extraídos del fanfic, memes de internet, Agatha Christie, y por estamparte contra la pared mientras te levanta por el cuello (see what I did there?). Cuando escribió la secuela (publicada en español por Nova en 2021), Tamsyn Muir prefirió no hacer la típica segunda parte complaciente con más explosiones. Todo lo contrario: Muir vino a hacer daño. Harrow the Ninth ha generado las reacciones públicas más graciosas que he visto jamás en un libro. Leer en Twitter a una persona avanzar capítulo a capítulo es una fantasía. La novela no es solo un festival de memes y fanservice entremezclados con referencias shakespeareanas y Grandes Éxitos de la Internet profunda: es un auténtico galimatías. Un delicioso troleo que quiere que sufras durante casi 400 páginas y que te permite obtener algo de placer en su recta final… para joderte una vez más hasta que llegue Nona the Ninth en 2022.
Antipersona publica Stone Butch Blues
Creía que la época de mi vida dedicada a leer lecturas formativas ya había quedado atrás. Que todos esos libros que construyeron mi personalidad e ideología ladrillo a ladrillo y que me sorprendieron e hicieron crecer porque lo que encontraba en sus páginas era nuevo desde un punto de vista espiritual, formaban parte de un pedestal lejano, brumoso e idealizado, y que ninguna otra propuesta cultural que llegara en mi vida adulta conseguiría ser tan enriquecedora. Por fortuna, cerebro y corazón no dejan nunca de crecer. Por fortuna, sigue habiendo gente en el mundo que no hace las cosas por dinero, sino porque hay que hacerlas. La editorial Antipersona ya nos tiene acostumbrades a una selección exquisita de libro de ensayo reivindicativo y de crítica al poder, y no podía ser otra quien trajera la obra de culto de Leslie Feinberg (1949−2014), publicada originalmente en 1993. Stone Butch Blues (traducida por Judit del Río y Layla Martínez) no es solo una obra de ficción con tintes autobiográficos en la que Feinberg, «antirracista, lesbiana, transgénero, comunista, judía no creyente y de clase trabajadora» (y no lo olvidemos: estadounidense) nos desgarra con una narración sobre ser una lesbiana butch obrera en los años 70. El dolor, la ternura, la comprensión y la empatía que este libro provocó en mí iguala e incluso supera a cualquier otra lectura formativa que me marcara de por vida. Y no solo por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, sino por tratarse del texto con más férreos, dignos y reivindicativos principios que jamás he leído. El anexo en el que Feinberg establece las tajantes condiciones bajo las cuales podrá publicarse el libro (y que Antipersona ha respetado, no viendo un céntimo más allá de los necesarios para cubrir costes de producción) son una poderosa declaración ideológica en sí misma. Sin duda, uno de los libros más importantes de mi vida.
Héctor G. Barnés
The Mind (juego de mesa Wolfgang Warsch)
Es posible que uno de los grandes problemas olvidados de nuestro tiempo sea haber perdido el sentido del tiempo, de mano con nuestra cada vez peor capacidad de concentración. ¿Se te pasan volando los años? ¿Empiezas a mirar el móvil y pasa media hora hasta que eres capaz de desviar la vista? ¿Serías capaz de aguantar cinco minutos mirando únicamente el segundo de un reloj? The Mind, el juego de Wolfgang Warsch, parte de una premisa muy sencilla: los jugadores deben colocar en orden los números del 1 al 100 que se les han repartido en unas cartas, con la única condición de no hacer ningún ruido. El truco se descubre tras jugar varias partidas, y consiste en elaborar inconscientemente un sentido del tiempo común, algo que es casi una experiencia extática: ese sentimiento de euforia cuando cuatro mentes se convierten en una única sincronizada solo lo puede lograr esta pequeña maravilla que uno puede llevar en el bolsillo.
SAULT – Nine
Hoy sabemos todo de nuestras bandas y músicos preferidos. La hipertransparencia es el signo de nuestra época. Si queremos, podemos conocer qué han desayunado, con quién se han acostado y qué ropa llevan; o, mejor dicho, que desayunos, sexo y moda nos quieren vender. No ocurre eso con SAULT, pues nadie sabe quiénes son con la salvedad de que están producidos por Inflo y que Little Simz o Michael Kiwanuka han colaborado en sus discos. En caso de ser algo, serían más bien una expresión de un inconsciente colectivo negro que mezcla soul, funk, blues, psicodelia y trip-hop. Pero su ánimo no es enciclopédico, como la mayoría de seguidores de dichos géneros, sino sensual, y Nine, su quinto disco en apenas dos años que solo estuvo disponible en streaming durante 99 días, su mejor estandarte. Ponte London Gangs, Alcohol, Bitter Streets y disfruta. ¿No va de eso la música?
ClanDestine (Alan Davis)
De acuerdo, es un poco tramposo meter en la lista un cómic publicado a mediados de los años 90, pero hasta que Panini lo recuperó recientemente en edición limitada el tebeo del británico Alan Davis solo estaba disponible en las cubetas de las tiendas. Es curioso lo que cambiamos con los años. Durante mi infancia y adolescencia, el naïf mundo de David (el de Excalibur) me parecía soso, gris, tontorrón, en comparación con la épica desbocada del estilo de Jim Lee, Todd McFarlane o, sí, Rob Liefeld, mucho más impactante cuando tienes diez años. Un cuarto de siglo más tarde, leyendo por primera vez esta simpática historia sobre un clan familiar de inadaptados superhéroes, me he dado cuenta de que tal vez haga falta hacerse adulto para creer de nuevo en la inocencia. La resistencia, para Davis, era ser clásico, y por eso ha sobrevivido mucho mejor que sus coetáneos.
Noah Benalal
Todos los youtubers están teniendo hijos
Ha llovido mucho desde los días dorados del YouTube anglosajón, cuando charlieissocoollike cantaba canciones en su ukelele y los hauls de potingues de Lush pasaban por consejos desinteresados de tu amiga al otro lado de la línea. La mayoría de youtubers de entonces han desaparecido o se han convertido en robots megacorporativos y máquinas captadoras del estilo de vida trad wife (hay algún buen artículo sobre esto), pero una aldea de irreductibles creadoras de contenido anticapitalista, diverso y abierto todavía resiste… y se está reproduciendo. En 2021 ha nacido Ziggy, el hijo enorme y sonrosado de Rose y Rosie. Son una pareja de youtubers británicas que lleva documentando el proceso de su maternidad desde los primeros tratamientos de fertilidad en el podcast Rose and Rosie: Parental Guidance, que me ha abierto las puertas de este universo y se ha convertido en mi lugar feliz. Y Harbor, el hijo de Abbie & Julia, otra pareja de mujeres que vive en Utah. También ha nacido Rupert, el hijo de Jessica Kellgren-Fozard y su mujer, Claudia: en su canal, además de educación sobre la diversidad funcional y la moda de época, he aprendido a educar a mi perro utilizando el método Montessori. ¿Que por qué me parecen relevantes si yo no tengo interés ser madre? Porque canales como el de Melanie Murphy, que sigue desde los lugares más pegajosos de su maternidad, me han abierto las puertas a un contenido que me faltaba: conversación franca y escatológica sobre úteros, hormonas, salud mental, cuerpos en general y las diferentes posibilidades a la hora de organizar tu futuro. Hannah Witton, la educadora sexual más maja de internet, también está embarazada después de documentarlo todo en sus Hormone Diaries. Pero si quieres contenido generacional que no esté invadido por esta fiebre reproductiva, hay un espacio maravilloso en el canal de Leena Norms: su guía de consejos para sobrevivir a los 20, amable y ecoconsciente, me ha ayudado mucho a mantener la cordura en el año de la ya-sabéis-qué. ¡Ah! Y las técnicas de hypnobirthing vienen genial para controlar dolores cíclicos, como el menstrual o las migrañas (si estáis leyendo esto, seguro que ya tenéis migrañas)
Hay una plataforma de streaming pública que es de todos
Va a quedar un poco mal que yo lo diga pero no me importa: la tele pública ha lanzado este año su plataforma de streaming, RTVE Play, que como es pública es de todos y nos hace accesible a todos más de sesenta años de series, programas, películas y producción propia. Hay contenidos originales nuevos (como La docuserie de Ruiz-Mateos, que siento que ha sido un acontecimiento en sí mismo), series extranjeras, películas estupendas y la posibilidad de ponerle Verano Azul a tu abuela cada vez que quiera volver a verla, que creo que es estupenda. Cada vez funciona mejor y va teniendo más cosas y, en la era de los millonarios que van al espacio con tu dinero y todo lo demás, creo que las palabras «plataforma de streaming pública» son muy ilusionantes. Hay que decirlo más.
Sí a la reescritura de Matrix, el remontaje del documental de los Beatles y la reedición de Marauder!Crack
Conozco el potencial reaccionario de la nostalgia, ¡pero qué alegría cuando las revisiones hablan al presente desde el presente! The Matrix Resurrections es la película del año y el primer blockbuster de la década que se atreve a pensar (más allá del chiste) sobre su condición de producto derivado en una industria corrupta: con el mismo humanismo de siempre y las mismas ganas de insuflar (pero de verdad, no de mentira) un poquito de espíritu insurrecto, Lana Wachowski ha dicho «no» a los tecnófobos, a los incels, al metaverse, a la criptomoneda, al machismo, a las lecturas reductivas que despolitizaban su franquicia y a todo el que me ha llevado la contraria alguna vez. Que no la vayan a poner porque los cines solo ponen Spider-Man (una peli que está bien, pero no me compares) no hace más que darle la razón. En el segundo ítem me vendo a Disney por una razón simple: he disfrutado mucho conociendo personalmente a mis íntimos amigos Los Beatles. Pero también siento que Peter Jackson ha entendido bien que un gran poder conlleva una gran responsabilidad y ha abordado el proyecto documental con una ética que admiro. Lo tercero es que todas hemos vuelto a leer el mejor fanfiction de Harry Potter y lo recibimos con alegría: ¡Viva!
Alejandro Cáceres
Should I be joking in a time like this?: Inside, de Bo Burnham
Ya decía el propio Bo en Make Happy que las redes sociales son la respuesta del mercado a una generación con la voluntad constante de performar. Performar cualquier cosa, a cualquier hora, sin motivo aparente. Para algunos artistas esta realidad provoca el efecto contrario. La constante duda de si, en un mundo saturado de opiniones y obras, componer «algo» merece la pena.
Para Bo, hacer comedia en el marco de una pandemia mundial complica aún más las cosas. ¿Es el mejor momento para bromear?
Yo no le podría asegurar que vaya a «curar el mundo a base de chistes». Pero si me gustaría decirle que, con Inside, he reído y llorado a partes iguales. Que me parece una de las obras más valientes y viscerales que he visto en años. Y que se merece, sin lugar a dudas, un puesto entre los artefactos culturales más relevantes de 2021.
En el espacio nadie puede oír tus palabras: Narrativa en Echoes of The Eye
A las puertas de 2022 debería resultarnos natural pensar en narrativa de videojuegos como algo más que un puñado de palabras. Sin embargo, eventos como los Game Awards perpetúan la idea de que lo más importante a este respecto es el guión.
Por suerte, la expansión de Outer Wilds, Echoes of The Eye, es un nuevo referente en la categoría de juegos que aprovechan el silencio, el entorno y la pura mecánica para narrar.
Yendo un paso más allá que el juego base, ésta se decide a abandonar por completo toda palabra (ya sea oral o escrita) en favor de la experiencia. Estás solo, en un lugar nuevo y sin contexto ni conocimiento del idioma local. Solo puedes observar, probar, fallar y aprender. En definitiva: jugar. Lo que es especialmente meritorio en un juego en el que se manejan conceptos y retos especialmente complejos. Todo ello mientras consigue mantener el nivel de sorpresa y espectacularidad de la obra original. Considerar Outer Wilds como uno de los mejores juegos de la década me parece, a estas alturas, indiscutible.
Pese a todo, seguimos vivos: Evangelion 3.0+1.0 Thrice Upon a Time
En toda obra de ficción postapocalíptica es bastante común encontrar un mundo definido por extremos. El de la extrema violencia y la desigualdad sistémica lo conocemos bastante bien. Es el que suele representarse más a menudo. Evangelion comparte algunos de estos tropos, pero con importantes diferencias. Ya en la serie original de 1995 podemos ver como, pese a estar constantemente asediados por horribles criaturas, los habitantes de Tokio‑3 intentan vivir la vida más apacible posible.
Esta idea se ve reforzada en la última película a través de la Villa‑3. En este asentamiento se ha formado una comunidad que vive únicamente en el presente. No hay conflicto, opresión, ni capitalismo. Solo apoyo y cuidados. No saben cuánto durará ya que, en ese turbulento contexto, cualquier noche podría ser la última. Quizá, por ello, abrazan la vida con más fuerza y se concentran en lo que les queda. En una mesa compartida. Un bol de ramen. Acariciar un gato. La sonrisa de un bebé. El abrazo de un amigo. El calor del sol primaveral. Un paseo por el campo. Un baño caliente.
Un instante de lectura.
Pablo Casado
Nier Replicant 3.1415926535897
Sólo he jugado a dos títulos firmados por Yoko Taro y ya estoy rendido a su manera de entender los videojuegos. Y eso que ni siquiera he podido hacerle un pequeño hueco a Voice Of Cards, un acercamiento de este mismo año a la fusión de cartas y RPG. Pero si dejamos a un lado mi desesperante falta de tiempo, Nier Replicant ha conseguido cimentar una admiración que comenzó con Nier Automata, un título cuya —en ocasiones— cuestionable superficie oculta unas ideas incuestionables.
Pero Nier Replicant es distinto. Quizá su estructura general recorra una senda muy similar pero su paso tiene un ritmo propio e inconfundible. A Yoko Taro le importan, hablando en plata, tres cojones los grandes valores de producción. Texturas de impecable acabado o modelos detallados al máximo no son de interés en un título en el que, por el contrario, la música o el doblaje son de primer orden. Y todo ello para encajar en un título que funciona con precisión de relojero tanto en lo superficial como si nos dejamos llevar por su experimentación a nivel de mecánicas, discurso y empleo de los recursos del videojuego. Y encima repartimos hostias como para llenar dos plazas de toros. Casi nada.
Red Room
Durante 2021 he leído una cantidad absurda de tebeos. Algunos buenos, algunos malos, unos cuantos de este año y muchos otros que caían en el saco de las relecturas. Me encanta leer cómics, qué le voy a hacer. Y pese a que siempre hay que encontrar hueco para la relectura anual de The Dark Knight Returns, en 2021 han salido muchos cómics merecedores de atención. Rorschach, Strange Adventures, The Nice House On The Lake o The Department Of Truth son joyas que comparten varios rasgos: guionistas en plena forma (Tom King y James Tynion IV) y titanes de la viñeta que narran como pocos (Fornés, Gerads, Martínez Bueno, Simmonds). Además de todo ello, son cómics muy buenos. Excelentes. Pero ninguno tiene la pegada de Red Room.
Ed Piskor pasa de firmar una genuina carta de amor a los mutantes de Marvel en X‑Men: Grand Design a crear un universo gamberro, turbo-gore y con fuertes toques misántropos no apto para las mentes impresionables. Y no escatima en detalles. El ojo certero de Piskor desvela, con acidez, los entresijos, ramificaciones y ejecuciones de una dark web que, a golpe de bitcoin, ha encontrado en las Red Rooms una versión encriptada y on-demand de las películas snuff. Y, por si fuera poco, el angustioso control de la escena de Piskor no deja ni un solo elemento a la imaginación, rematando una narrativa densa como el uranio que es capaz de estremecer al más encallecido de los lectores. La fachada de Red Room está llena de elementos explícitos pero su entramado lo componen elementos de gran solidez. Eso sí, hay que aguantar la durísima pegada inicial.
Midnight Mass
Si bien Mike Flanagan no es, al menos por ahora, un director que arrastre a las masas a las salas de cine —a diferencia de, pongamos, Steven Spielberg o su equivalente no sindicado el Señor Spielbergo—, lo cierto es que su trayectoria es realmente sólida. Sólo hay que detenerse en largometrajes como Hush (2016), Gerald’s Game (2017) o la serie The Haunting Of Hill House (2018) para darse cuenta de que Flanagan tiene las hechuras de un director —y guionista— de altura.
Y, sin embargo, 2021 ha sido el año en el que su obra más contundente ha visto la luz. Y tenía que ser en forma de serie. Una película no hubiera podido contener un guión que desarrolla, con calma y pericia, una estructura precisa y llena de diálogos memorables que complementan los trucos de tahúr taimado que son seña de identidad de Flanagan. Así, Midnight Mass construye, a su ritmo, una ambiciosa narrativa en la que confluyen género y desarrollo de personajes. En Crockett Island, la distancia con el continente son sólo un puñado de millas, pero es la suficiente para que haya cada vez más espacio para la introspección, la culpa y la redención. Y también para un amplio espectro de horrores.
Sergio Chesán
Inscryption (Daniel Mullins Games)
Confieso que, antes de comenzar a escribir estas líneas, he intentado definir el videojuego en una sola frase y me ha resultado imposible. De los distintos intentos infructuosos, quizás me quedaría con «un videojuego de cartas de lo más perturbador», pero eso tampoco atrapa del todo la experiencia de jugarlo. Y es que el punto fuerte de esta obra es destrozar una y otras vez tus expectativas sobre ella, haciéndolo no solo a nivel narrativo sino también respecto a su género o a las reglas del propio juego. Inscryption es al mismo tiempo un videojuego de cartas, de puzles y una aventura gráfica; pero también es una mezcla de folk horror, horror cósmico, creepypasta y found footage; y tampoco es nada de esto, sino más bien un videojuego de terror en el que juegas a otros juegos. Un poco confuso, sí, pero esta indefinición, que en muchos títulos suele significar que se ha creado un híbrido un poco forzado, en Inscryption es un glorioso y triunfante WTF.
Mad God (Phil Tippett)
Con decir que se trata de una película de stop motion que ha tardado 30 años en hacerse y cuya financiación proviene exclusivamente de una plataforma de micromecenazgo, ya sería razón más que suficiente para incluirla, quizás no en una lista de los mejores artefactos culturales del año, pero sí de los llamativos. Que, a mi juicio, merezca estar entre los mejores responde al enorme ejercicio de cristalización de pesadillas de su director y guionista Phil Tippett, maestro de los efectos especiales que lleva invadiendo nuestra mente con sus monstruos desde los años 70. Mad God es una película posapocalíptica repleta de criaturas crueles y bizarras que realizan un montón de actividades violentas y totalmente contingentes en una rutina que ninguna de ellas cuestiona. ¿Les suena a algo? Sí, podríamos hacer muchísimas interpretaciones sobre esta obra: crítica a la vida cotidiana, al arte, al capitalismo, a la existencia en general, una oda al nihilismo, etc. ¿Saben qué? Lo mejor de esta película es que no hace falta elaborar ninguna interpretación sesuda para disfrutarla. Hay obras de arte que son lo suficientemente evocadoras como para que no haga falta «entender» nada y Mad God es una de ellas.
Carcoma (Layla Martínez)
Elijo esta novela por cuestiones casi enteramente emotivas (cuestiones que, por cierto, valen lo mismo que las «casi enteramente racionales»). Carcoma, a simple vista, podría parecer la enésima novela de terror sobre casas encantadas, pero ambientada en la España Profunda. Sí y no. No solo se trata de una obra maravillosamente bien escrita, que hace de su sencillez una virtud, trasladando ese «escribir como se habla» tan practicado en la mejor literatura latinoamericana al ámbito nacional (cosa que también ha hecho recientemente Panza de burro, aunque yo sostengo que Canarias, mi tierra natal, no es España: está en otro mundo), sino que, además, consigue crear una historia de terror social, donde los fantasmas son el trauma de la guerra y de la represión franquista, pero también de la explotación de clase trabajadora y de la violencia de género. ¿Por qué he dicho anteriormente que la he escogido por cuestiones emotivas y luego he explicado todo esto? Muy sencillo: con Carcoma tengo la sensación de estar ante una obra que hace trizas la moral del oprimido, eso tan cristiano que es la figura de la víctima como el héroe, muy propio de nuestro siglo, perfectamente funcional al sistema en tanto que ayuda a seguir manteniendo la «paz social». Carcoma no es una historia de pobrecitos miserables, ni la típica y tópica ficción de envidias intestinas en la posguerra, ni tan siquiera es exactamente un ejercicio de orgullo de clase; se trata más bien de un relato puro rencor, de devolver la violencia recibida, un «no quiero ser como tú porque te odio» grabado a fuego y cuchillo sobre el cadáver de nuestros enemigos. A esto sí podríamos llamarlo «incorrección política» y no a las soplapolleces casposas de los cuatro incels de mierda que todos conocemos. Y perdonen el exabrupto. ¿Ven? Al final no mentía cuando comenzaba diciendo que la escogía por razones casi puramente emotivas.
Eva Cid
Stone Butch Blues de Leslie Feinberg
Traducida al español por Judit del Río y Layla Martínez y publicada por primera vez en nuestro país bajo el sello de Antipersona, Stone Butch Blues es la obra más destacada de Leslie Feinberg (que se definía como lesbiana butch transgénero, sindicalista y activista militante). La novela está considerada una obra de culto en la comunidad LGTBQ y es una de las obras más importantes de la literatura estadounidense del siglo XX. Stone Buch Blues ha llegado a nuestro territorio en un momento muy oportuno, como testimonio, de primera mano, de la relación histórica entre las luchas de la clase obrera y lo queer, pero también ha llegado a mi vida en un momento profundamente doloroso y de desarraigo para llenar huecos y poner palabras a vivencias y sentimientos que nunca pude verbalizar. Es una historia llena de dolor, pero también de ternura, de vulnerabilidad y de coraje. El relato descarnado y profundamente conmovedor de las cicatrices que deja una vida aplastada por la violencia institucional y empujada a persistir en los márgenes.
Unpacking, de Witch Beam
Estos dos últimos años hemos tenido que redefinir, a la fuerza, nuestra relación con el espacio privado que habitamos. Probablemente de esta necesidad impuesta, de esta nueva atención a los objetos de nuestro entorno y a qué los delimita, nace Unpacking, un juego de puzles que consiste en colocar las pertenencias de su protagonista en los diferentes espacios-hogares que ocupa a lo largo de su vida, pero también la historia de una vida narrada a través de sus objetos. A pesar de lo que pueda parecer por su descripción, Unpacking no se alinea con la visión de que somos lo que tenemos, sino que entiende que nuestras pertenencias, las que conservamos pero también las que desechamos con el paso de los años y las limitaciones del entorno, hablan de quiénes somos y del tipo de relación que tenemos con nuestros compañeros de vida.
Midnight Mass, de Mike Flanagan
Me resulta imposible desligar la importancia que he otorgado a los artefactos culturales más relevantes de este 2021 de las circunstancias personales que me ha tocado vivir este año, al dolor irreparable de la pérdida, puede que la pérdida más dolorosa a la que voy a tener que enfrentarme. Quizá por eso las conversaciones sobre la muerte en Midnight Mass llevan meses resonando en mi cabeza. El lenguaje delimita nuestra experiencia en el mundo, nos construye, nos determina y nos condiciona; delinea nuestra herencia cultural, lo necesitamos para decodificar el mundo, la vida y también la muerte. Enfrentarse a la muerte, entenderla y aprender a vivir a pesar de ella es como lanzar un conjuro formado de palabras, palabras ordenadas de una manera determinada para evitar, en la medida de lo posible, la fricción y el dolor. Midnight Mass comprende que la vida es la suma de los relatos que construimos y se toma el tiempo necesario para explicarlo con calma, un tiempo precioso que contrasta con los ritmos que imperan en la era del binge watching, de la media docena de estrenos semanales y las reproducciones a doble velocidad.
Xabier Cortés Aramendi
Gas Lit, de Divide And Dissolve
Cuando apenas estábamos desempaquetando este 2021 que ahora agoniza, irrumpía en escena este tercer trabajo del dúo australiano —con raíces maoríes y herencia cherokee— a medio camino entre el drone, el doom, la vanguardia y el jazz decadente. Desde el ominoso y espeluznante saxofón que nos da la bienvenida hasta los riffs densos, pesados y abrumadores que completan el álbum nos encontramos con un sonido solemne con momentos —muchos— de verdadera iluminación en este camino hacia la utopía que construyen la saxofonista/guitarrista Takiaya Reed y Sylvie Nehill tras la percusión cuyo objetivo no es otro que construir un relato en el que el supremacismo blanco y el colonialismo han sido superados, vencidos y aniquilados hasta pasar a ser un desagradable recuerdo y un error que jamás debe ser repetido. Unas composiciones que se desarrollan con la calma y la inquietud propia del drone más exquisito —es inevitable la referencia a Adrienne Davies de Earth—, pero que no duda en convertirse en una vorágine de distorsión para reforzar el carácter disruptor del álbum. Distorsión que encuentra su némesis en los capítulos en los que el saxofón de Takiaya envuelve la atmósfera en una suerte de horror-folk con elementos vanguardistas cercanos al jazz más experimental y cuyo sonido no dejará de perseguirnos cuando hayamos conseguido escapar —como si fuera algo fácil de conseguir— del magnetismo irresistible de este álbum que se ha ganado por derecho propio un lugar en la lista de artefactos musicales más relevantes de este 2021.
Pale Swordsman, de Këkht Aräkh
En un 2021 en el que se nos han ofrecido excelentes álbumes dentro del ecosistema blackmetal —en el más amplio espectro del estilo— con lanzamientos excelentes de Mystras, Spectral Wound, Stormkeep y Spectral Lore por poner algunos ejemplos, es el segundo lanzamiento (si dejamos de contar demos y singles) de este proyecto ucraniano el que merece, siempre según este humilde servidor, ser destacado como uno de esos artefactos musicales más destacados de los últimos doce meses. Lo que el misterioso Crying Orc —sobrenombre tristón tras el que se parapeta el esquivo y único miembro de este proyecto— ha creado con este Pale Swordsman es un perfecto equilibrio entre el áspero y frío black metal que bebe directamente de esa segunda ola nórdica, con una profunda y exquisita atmósfera solitaria y triste. Porque no existe atisbo de violencia aquí; lo que nos encontraremos será una carta de amor a la naturaleza, un cuadro sonoro melancólico que va desplegando toda su belleza y su oscuridad a base de brochazos mínimos: una percusión cumplidora, una voz quebrada, riffs lúgubres y una atmósfera tejida con maestría. Si a esto le añadimos esos maravillosos interludios mínimos, cuidados, lluviosos, grises y tristes que terminan de completar el viaje, no sé qué más necesitamos para convertir a este Pale Swordsman en uno de los más destacados de este 2021 ahora revolviéndose entre estertores.
Cortar Por La Línea de Puntos, de Zerocalcare
Una serie pequeña que en apenas seis destellos de escasos veinte minutos de duración cada uno es capaz de dejarnos un poso de horas, días y semanas sobre el que dar vueltas, reflexionar, aprender y llorar. Zerocalcare traza un relato —autobiográfico— en la que se dan la mano inseguridad, precariedad, fragilidad, amor, búsqueda, pérdida, aprendizaje y masculinidad tóxica, esa misma que se burla de la afectividad y la vulnerabilidad, la misma que nos hace percibir cualquier muestra de emotividad como algo propio de personas débiles o, en palabras del propio Zerocalcare —moniker de Michele Rech—, «ese mismo orgullo que nos hace perdernos momentos importantes». Y todo esto en poco más de dos horas. La historia que se nos presenta aquí con un dibujo sencillo pero expresivo y una animación ágil y efectiva, nos atraviesa como un rayo, nos pone delante del espejo, nos zarandea y al final nos… ay, el final. Dejémoslo aquí. Ese final. Todavía me tiemblan las piernas.
César Díaz
Caterina Barbieri- Fantas
Este disco es uno con los que más tiempo he pasado este año. Me ha acompañado a lo largo de los interminables trayectos de transporte público y hasta me ha ayudado en mi trabajo haciendo ajustes de sonido en PA (altavoces que están situados para que el público escuche).
Caterina es una artista increíble. Que en sus directos, con todo su aparataje, consigue trasladar al público a otros universos. Este disco viene, además, de un disco «anexo» en el que el tema principal Fantas está reinterpretado o remezclado en colaboración con otros artistas. El remix de Fantas for Saxophone and Voice en colaboración con Bendik Giske consigue trasladar esa sensación a tus auriculares bluetooth. Disco de amplitud brutal en su dinámica sonora y melodía obsesiva.
Disco que en estos mismos me acompaña mientras escribo, tarde, estas líneas para el bueno de Álvaro.
Succesion T3 — Jesse Amstrong (HBO Max)
No sé muy bien que puedo aportar yo a todo lo que se ha dicho y escrito sobre esta maravilla que recientemente ha finalizado su tercera y apoteósica tercera temporada.
Succession es una de las mejores series de los últimos años y, queda por saber cuando esta termine, si es una de las mejores de todos los tiempos. De momento lo que sí podemos decir es que va por el buen camino para conseguirlo.
De ella lo que más he repetido cuando hablo de ella es que hace fácil lo difícil. Desde el punto de vista narrativo, de acting y cinematográfico. Todo parece sencillo. Todo parece natural. Todo tiene más pinta de ser un reality en el que uno siente que está viviendo la vida de los personajes más que estar viendo una ficción.
Si sólo pudieras ver una serie este año: Succession ES LA SERIE.
Matadero Cinco — Albert Monteys, Ryan North, Kurt Vonnegut
Esta adaptación al cómic de la obra de Kurt Vonnegut y dibujada por Albert Monteys es una auténtica locura. A través de su dibujo consigue enfatizar la fuerza de las palabras que ya estaban en la novela original y haciéndolas, en muchas ocasiones, mucho más duras y rotundas que las que pudimos ver en la, quizá no tan bien recordada, adaptación al cine.
Yo, lo confieso, no he leído la novela y sólo me he acercado a Matadero Cinco, a través de estas dos versiones: el cine y el cómic. Y de una manera muy osada, me atrevería a decir que este cómic pudiera llegar incluso a mejorar la obra original.
Es una verdadera salvajada y es de agradecer a la editorial Astibberri que nos la haya traído traducida y en tapa dura (sí, soy de esos)
Matadero Cinco me parece una obra brutal que hay que conocer y acercarse a ella a través de esta adaptación al cómic es una gran idea.
Un regalo perfecto si no sabes qué comprarle a alguien en estas fechas.
Oriol Estrada Rangil
Musicales 2.5D, la nueva locura japonesa
A pesar de que en Japón se pueden considerar el equivalente occidental al MCU, los live-action basados en manga y anime pasan por uno de sus peores momentos en nuestro mercado. A nuestro público se le suele atragantar este tipo de propuestas cinematográficas que trasladan de una forma muy literal lo que se ve en viñetas a la imagen real. Pues si no queríais caldo, ¡dos tazas! Porque parece que en Japón ya están dispuestos a soltar fuera de sus fronteras una nueva bestia que han parido. Estamos hablando del llamado «musical 2.5D», es decir, teatro musical que adapta manga, anime o videojuegos, y que destaca por utilizar muchos efectos especiales (mappings, proyecciones, etc.) y por unas actuaciones muy exageradas que procuran replicar el tono de los mangas y animes. Son interpretaciones muy físicas, que priorizan la coreografía por encima de la interpretación vocal (que suele ser bastante deplorable). Este año, algunas de estas obras se han retransmitido en streaming a nivel internacional y con subtítulos en inglés, con una oferta que incluye dos musicales de Naruto, dos de Sailor Moon y uno de My Hero Academia. Una auténtica fantasía de ritmo endiablado que mezcla esos efectos más novedosos con otros que vienen de la larga tradición teatral japonesa (p.e. tener a personal vestido de negro que levanta al personaje para simular que vuela). En Japón, estos musicales cuentan ya por millones las entradas vendidas, se ha creado una asociación para representar este género dentro y fuera del país, e incluse existe una escuela dedicada a este tipo de producciones. ¿Estamos preparados para ello? Yo apuesto a que no, pero es un regalo para aquellos que disfrutamos (con o sin ironía) del desparpajo japonés cuando se trata de adaptar manganime al mundo real.
La camiseta shojo
En la primera mitad de este año, Fandogamia, en colaboración con Pro Shoujo Spain, lanzaba una camiseta con un mensaje contundente: SHOJO ? ROMANCE. En el eterno debate sobre la necesidad o no de mantener las demografías que se usan en las revistas japonesas en el mercado español, a menudo surge una obviedad: que una gran mayoría de gente ni siquiera sabe usar esas etiquetas bien. Y la categoría que suele estar más damnificada por ello es precisamente el shojo, que ya desde los noventa se ha convertido en la etiqueta sinónimo del romance en el manga. Está tan arraigada dicha idea, que son multitud (incluyendo editoriales, medios y divulgadores) aquellos que etiquetan como shojo cualquier manga de romance, incluso cuando está claro que son mangas que en Japón se han publicado en revistas dirigidas al público masculino. Así pues, un servidor, que hasta ahora se había postulado muy a favor de eliminar dichas etiquetas (al menos a nivel editorial), se planta, se pone la camiseta y se niega a seguir con el debate hasta que la gente hable con propiedad. Y es que estas confusiones han perjudicado mucho a aquellos mangas creados por mujeres y dirigidos a mujeres, haciendo que sea una parte de la historia del manga que a día de hoy es muy desconocida por estos lares. Y quizá nos estamos perdiendo algo importante, y quizá incluso deberíamos reivindicar mucho más el estudio y la publicación de shojo, porque quizá, si tanto nos interesa Japón, debería interesarnos qué nos han querido contar las mujeres japonesas a lo largo de varias décadas. Y es que quizá, que la camiseta sea de color lila no sea una simple elección estética.
Kamen Rider, El manga
Descartado hace años por ser una obra «anticuada», el 50 aniversario de una de las creaciones más populares y con más impacto en la cultura popular japonesa de Ishinomori Shotaro, hemos visto como los tres tomos del manga de Kamen Rider se publican en nuestro mercado tanto en castellano como en catalán, gracias a Ooso Comic. Y a pesar de ese medio centenar de años, este manga ha conseguido hacer levantar la ceja a más de uno y que muchos otros abriesen los ojos como platos ante el despligue de recursos del Rey del Manga, que ofrece una lección magistral sobre cómo hay que hacer un manga de acción lleno de escenas espectaculares. Kamen Rider fue una de esas obras que mantuvo alejadas las zarpas de Marvel y DC del imaginario superheroico nipón, y dudo que sea casualidad que los dos primeros enemigos contra los que se enfrenta Hongo Takeshi sean un «hombre araña» y un «hombre murciélago» (¡y de qué manera los destroza!). Kamen Rider es el prototipo del superhéroe japonés por antonomasia, y en este manga tenéis parte del origen de una tradición de héroes que se transforman que a día de hoy siguen siendo los reyes de la programación infantil japonesa.
Diego Freire
Piranesi — Susanna Clarke
La mejor novela del año. Una novela de aventuras sin salir de casa. Una novela platónica sin salir de la caverna. Una novela de género sin salir del canon. Clarke convierte el lenguaje en un patio de juego donde, por fin, alguien se divierte desde una madurez envidiable por inocente y maravillosa. La mejor novela del año.
Whole Damn Body — Los Campesinos!
Mirar atrás para moverse hacia adelante es una técnica clásica, sobre todo en un periodo donde la creación artística se ha visto retada por las circunstancias. La coherencia de este disco es algo fuera de toda duda, aunque solo sermonee a conversos. La primera, única y mejor banda emo de UK.
Disco Elysium: The Final Cut — ZA/UM
Siempre surgiría una excusa para poner al juego definitivo en estas listas. «A video game by depressed comunists for depressed comunists».
Iván Galiano
Asalto al castillo, de Laurielle
2021 ha sido el año en el que hemos podido disfrutar del segundo proyecto de ilustración-cómic de Laurielle, que ya en 2020 nos fascinó a sus seguidores con Una aventura entre todos, la confección de una ilustración de trasfondo fantástico e inspiración rolera a través de encuestas formuladas por la autora a sus seguidores de twitter. Asalto al castillo es la segunda divertidísima entrega, concluida hace unas escasas semanas y que ya está reventando records en el posterior verkami que quiere proyectar la obra en un cómic con los personajes allí presentados. La verdad es que, a mí personalmente, me parece que ambas piezas funcionan ya como un cómic, por lo menos, desde dos puntos de vista. Uno el que contempla la obra como una gran ilustración pero que no está exenta de narrativa y de múltiples historias interconectadas entre ellas. Juega perfectamente en la misma liga de cualquier 13 Rue del Percebe de Ibañez, del cómic-mural La Gran Guerra de Joe Sacco o de los tebeos de corte transversal de Chris Ware. El otro punto de vista reside en considerarlo un webcómic ejecutado en forma de hilo de twitter (como los que ha estado haciendo Alvaro Órtiz, por ejemplo) con el plus entretenidísimo y metarolero de la interactividad autora-público. Estoy casi seguro de que a Laurielle todas estas consideraciones le dan un poco igual. Pero esto va un poco más como toque de atención a la crítica que enseguida reconoce el ingenio, la innovación y el éxito popular para algunos casos mientras en otros quizás pasa un poco de puntillas, por originarse en medios a los que está poco habituada, por la temática o género o vaya usted a saber qué. Sea como fuere Laurielle es un fenómeno mayúsculo y tenemos mucha suerte de poder compartir redes con ella y sus proyectos cercanos, repletos a partes iguales de candor hogareño y una pizca de entrañable mala leche.
Gritos en la cesura, un podcast sobre cómic de terror, de Ander Luque
Si algo se echaba en falta en la podcastfera sobre cómics eran los programas con un poco de especialización dentro del medio. Más allá de categorizaciones bastante amplias y mainstream (superhéroes y manga) abrir camino hacia temáticas específicas y/o géneros presenta vetas interesantísimas a descubrir. Ander Luque, creado del blog de cómic Globos de Pensamiento ha planteado un sorprendente proyecto al presentar en fechas halloweeneras el podcast Gritos en la cesura. El programa ha arrancado este otoño con cuatro episodios espléndidos sobre los cómics de la EC y la censura del cómic en Estados Unidos. Aunque el programa luego girará hacia la divulgación y crítica de títulos específicos, modernos y clásicos (han abierto fuego ya con un excelente análisis de los cuentos de Cruzando el bosque de Emily Carrol) esos cuatro primeros episodios ya valen la pena para recomendar el programa como uno de los más interesantes sobre el género en la actualidad. Por un lado, por la excelente producción con una BSO que transporta al oyente a los tiempos de aquellas publicaciones. Luego, por la entretenida didáctica en la que Ander, acompañado por belledewinter, desarrolla su ensayo citando a autores e interpretando a algunos de los protagonistas de aquel momento. Y, por supuesto, por el gran trabajo de documentación elaborado minuciosamente que permite presentar el podcast prácticamente como un ensayo académico, aunque su forma eluda dicha naturaleza. A ese respecto, sobre documentación y didáctica, pocas veces se reconoce la importancia de los perfiles provenientes de la pedagogía para potenciar la divulgación y crítica en cómic. Gritos en la cesura es una prueba fehaciente de esta importancia.
El nuevo boom del manga
- Te queda un último deseo, elige bien.
- Elijo multiplicar este deseo por mil.
Sí, amigos, a ver si cuela. Para que voy a elegir un solo título cuando puedo agarrarme a la ola reivindicadora del éxito del manga que ha recorrido todo 2021 y quedarme con todos. Desconozco si vamos por el segundo, tercer o cuarto boom, pero lo que sí que podemos atestiguar este año es la importante explosión generada, que ha sido remarcable porque lo ha sido tanto en potencia como en área de expansión. Porque, más allá de que títulos como Tokyo Revengers o Haikyuu!! le hayan pasado la mano por la cara en las listas de ventas a los mediáticamente acomodadísimos y masajeadísimos perezrevertes y carmenmolas, la publicación de manga, además de incrementar su volumen, también se ha extendido en direcciones muy diversas. El josei ha visto enriquecidas sus filas con obras como Metamorfósis BL. Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad, y la esperadísima primera obra de Akiko Higashimura publicada en España, Tokyo Girls. El sector clásico, más allá de la incansable publicación de mangas de Tezuka, se ha visto nutrido por los publicados por la editorial Ooso con maravillas como el Kamen Rider de Shotaro Ishinomori, un tebeo de superhéroes en estado puro. La triada del terror moderno (Ito, Kago y Maruo), que ha visto nuevos mangas suyos publicados también suma a sus filas a la Reina del Terror, Kanako Inuki, con sus Relatos terroríficos. Y mientras excelentes series como El león de marzo, Welcome to the ballroom, Golden Kamuy, To your eternity, Under Ninja, Beastars, o los Jojos. siguen con su programa habitual, también hemos visto cierres de otras grandes como La pequeña forastera, Dorohedoro. o Innocent Rouge, completando historias que ya pasan a los altares de culto. No me olvido del mangañol: la revista Planeta Manga que parece consolidar un recorrido estable, abre las puertas a nuevos autores y autoras continuando el camino iniciado por editoriales como Letrablanka o Ediciones Babylon. En resumen, un dulce panorama para todos los gustos.
Paula García
La segunda edad dorada de la Game Boy
Darle una segunda vida a las consolas que, en su momento, cimentaron mi pasión por los videojuegos empezó como un pequeño hobby, y ha terminado siendo una gran parte de la manera en la que disfruto el medio. Me gusta pensar que no las reparo ni las mejoro sino que las cuido, que las mimo un poco para que puedan seguir siendo igual de relevantes que en su lanzamiento, hace más de veinte años. Y, como yo, muchos han elegido este 2021 para echarle un vistazo a esta afición. Durante este año he construido Game Boy para mis seres más queridos, para parejas, para amigos, para niños que las reciben con ilusión y ojos nuevos. He ayudado a decenas, si no cientos de personas, a atreverse a remodelar las suyas; he conocido a un buen puñado de personas que, con toda la paciencia del mundo y bastante más experiencia que la mía, han sabido ayudarme a enfrentarme al aprendizaje de un mundo totalmente nuevo. Ha sido, creo, un acto de amor más que uno de ingeniería, de coleccionismo o de ego. Las consolas portátiles, y las consolas portátiles de Nintendo, en particular, son la síntesis más perfecta del propio concepto de jugar: algo pequeño y no particularmente frágil que podemos manipular en nuestros propios términos, que podemos llevar con nosotros a todos lados, donde los gráficos y los aspectos técnicos no importan prácticamente nada al lado de los visceral, lo táctil, la respuesta más inmediata. Y su nuevo lugar en mi vida me ha hecho disfrutarlas igual, o incluso un poquito más que cuando apenas levantaba un palmo del suelo.
La nueva casa de las novelas visuales
El juego de 2021 en el que más he pensado durante estos últimos meses salió, en realidad, en 1988. Sólo que este año ha sido, en realidad, la primera oportunidad que hemos tenido en Occidente para jugar Famicom Detective Club. Un relanzamiento, Nintendo Switch mediante, de dos novelas visuales que fueron absolutamente seminales para el género en Japón, pero que habían estado escondidas tras una barrera idiomática para todo el resto del mundo. De manera similar a lo que sucedió con PlayStation Vita en su momento, Nintendo Switch parece ser, ahora mismo, la plataforma de cabecera para este género que, a su vez, va desperezándose más allá de las fronteras de Asia, siendo cada vez menos de nicho y más parte del mainstream. Mientras escribo este texto, tengo en el regazo mi consola, con mi partida de The Silver Case en pausa; escucho un poco la música del menú, y me cuesta muchísimo pensar en una manera mejor de disfrutar de esta obra tan peculiar de SUDA51. He introducido a muchos de mis amigos a la saga Danganronpa a través de Danganronpa Decadence, la versión definitiva de esta trilogía; me he reído, un poco, durante los meses en los que The House in Fata Morgana mantuvo una puntuación perfecta en Metacritic, confundiendo a aquellos ajenos a su historia. Este año pudimos jugar, por fin, a Gnosia, un lanzamiento casi cómico por sus inevitables similitudes con Among Us; y estoy emocionada, como todo el mundo debería, por el anuncio de una secuela para AI: The Somnium Files. Me siento como si estuviese presenciando el principio de una nueva era: una en la que uno de los géneros más infravalorados del videojuego coge nueva tracción y se reivindica a sí mismo como lo que es: el hogar de algunas de las narrativas más brillantes y experimentales de toda la ficción.
Innistrad: Midnight Hunt / Crimson Vow
Si lo pienso detenidamente, por mi bagaje y mis gustos, es extrañísimo que en ningún momento de mi vida me hubiese interesado particularmente por Magic: The Gathering. Sin embargo, una expansión centrada en hombres lobo y otra en vampiros, con un buen puñado de zombis para aderezar el conjunto, eran demasiado llamativos como para resistirse. A pesar de que mi atención la captaron, inicialmente, la estética, lo que me ha hecho quedarme es el propio acto de encontrarme con un juego que, desde el principio, me ha dejado disfrutarlo como yo lo quisiera. Coleccionando, creando mazos, inventando sinergias ridículas, especulando sobre posibles combinaciones, intercambiando cartas con mis amigos o simplemente jugando partidas informales, el pay-to-win más antiguo del mundo es ahora mismo mi lugar feliz, y todos sus defectos no opacan ni siquiera un poquito lo mucho que disfruto sumergiéndome, una y otra vez, en sus pequeños detalles. Si bien soy consciente de que los fans más veteranos del formato no consideran estas dos expansiones particularmente buenas, para mí han sido la introducción perfecta al juego: todo un universo contenido en sí mismo, una estética preciosa y con grandísima inspiración en los videojuegos, trocitos de historia desperdigados entre cientos de cartas, un cliente online que funciona tan mal que es casi cómico, y la necesidad, casi visceral, de querer siempre una partidita más.
Marina González
Indie Dev Day
Cuando pienso en las cosas que más me han gustado, emocionado o han sido especiales para mi este año, de las primeras cosas que me vienen a la cabeza está el Indie Dev Day. Este es un evento de videojuegos y desarrollo independiente que se celebró en Barcelona el pasado octubre. Tenían una zona con stands, varias zonas para charlas y conferencias y una zona exterior donde cabíamos bastante gente sin problema. La cosa es que para mí volver a eventos de videojuegos después de casi dos años ha sido una mezcla de ansiedad, alegría, miedo, inspiración… Recuerdo de camino al evento estar muy nerviosa, la idea de reencontrarme con tanta gente de manera presencial me aterrorizaba, pero también estaba deseando llegar. Y la verdad es que no sabía lo mucho que echaba de menos los abrazos, volver a sentir el calor humano, mirarnos a los ojos y compartir momentos bonitos.
Outer Wilds: Echoes of the Eye
Outer Wilds es de mis juegos favoritos, es un juego que me obsesionó y encantó cuando lo jugué y con el cual tengo un vínculo muy emocional. Es de esas cosas súper especiales, algo que a veces no me creo que lo hayan hecho un grupo de personas. Tengo recuerdos muy bonitos de jugarlo con mis parejas, y casi siempre que escucho el tema principal me pongo a llorar. Así que jugar a este DLC me ha devuelto a ese pequeño universo donde pasamos tanto tiempo explorando, investigando y aprendiendo. El momento de poner el juego, llorar viendo el menú escuchando la música, volver a Timber Hearth, despegar y ver el sistema solar… Ha sido de las cosas más preciosas que he jugado este año.
El concierto de Final Fantasy VII Remake
Joder, menuda cosa más bonita. Yo nunca había visto un concierto de orquesta tan grande, ni había escuchado un coro de tantas personas, y sólo por eso iba con muchísimas ganas. Pero además tenía mucha curiosidad de escuchar la música de este juego, del que quizás no soy la mayor fan pero sí le tengo cariño, y sabía que iba a sonar increíble. Lo que no esperaba era que nada más empezar el concierto, con las primeras notas del arpa tocando el Preludio, empezara a llorar y llorar sin darme ni cuenta. Y que la primera vez que escuché el coro, no me creía lo que estaba experimentando, no me creía lo bonito que estaba siendo. Y quedarme después embobada mirando a los músicos, los ritmos que seguían, o los movimientos del director de orquesta. Me pareció tan increíble que cuando se acabó, con las palmas de las manos rojas y doloridas de aplaudir, con el cuerpo y la cabeza en otro sitio, no era capaz de procesar el mundo real.
Sergio C. González
Chicory, la expresividad de nuestros temores
Nunca pensé que un pincel fuera a convertirse en uno de los elementos culturales que más recordaré del año 2021; pero Chicory se ha empeñado en hacer que ese pincel no solo sirva como nexo de unión entre lo artístico y lo mecánico, sino también un espejo en el que ver reflejadas nuestras ideas, nuestras dudas y los conflictos internos que afloran en nuestra mente cuando menos lo esperamos. Chicory es un videojuego que nos habla del arte, de lo importante que es cuidarnos y saber escuchar aquello que se encuentra en el fondo de nuestro corazón. En un momento en el que la salud mental se manifiesta por lo descuidada que ha estado durante los últimos años, la obra de Greg Lobanov nos recuerda que el videojuego tiene un lenguaje único que, si se aprovecha bien, es capaz de trascender y despertar sentimientos específicos. Una obra tan idiosincrásica como introspectiva, metafórica, que además reformula una de las propiedades intelectuales más importantes de este medio, The Legend of Zelda. En tiempos de claroscuros y búsqueda de luz, Chicory impacta a través del color.
Tick, tick… Boom!, de Lin-Manuel Miranda
La vida deja de tener sentido si no tenemos a alguien por quien hacer las cosas. Ese es el aprendizaje que saco de este drama musical dirigido por Lin-Manuel Miranda; que no deja de basarse en la vida de Jonathan Larson. Porque el tiempo es limitado y no estamos aquí para desperdiciarlo, sino para aprovecharlo y encontrar la mejor versión de nosotros mismos. Todos tenemos un talento. Quizá una de nuestras tareas vitales es esa, encontrarnos con nosotros mismos. La clave de Tick, tick… Boom! es que, como vivimos rodeados de personas, necesitamos cultivar esas relaciones para alcanzar un estado de felicidad; aunque, seguramente, ese estado no sea la consecución del mismo, sino cómo trazamos el camino. La crudeza de esta obra y lo mucho que es capaz de transmitir en tan solo dos horas son dignas de todo reconocimiento, máxime cuando Andrew Garfield nos recuerda a todos por qué es uno de los mejores actores de su generación. Mi padre, entre lágrimas, me abrazaba al término de los títulos de crédito diciendo: «Hay que luchar por lo bueno». Sigo dándole vueltas. Habrá un día en que dejemos de estar aquí, así que merece la pena esforzarnos por satisfacer aquello que nos hace felices. Menuda sorpresa de película para acabar el año.
Evangelion: 3.0+1.0 Thrice Upon a Time
Nada fue casualidad en Evangelion. Me viene a la cabeza una imagen al final de este cuarto y último volumen de la obra de Hideaki Anno en la que, de repente, todo cobró sentido. La posición de todos los elementos en pantalla; la estación de tren; los choques de miradas. Después de una serie completa, películas y episodios adicionales, el mundo del anime encontraba al término de esas dos horas y media de despedida el cierre de un círculo perfecto. El adiós de una de las historias de ciencia ficción más importantes de nuestro tiempo. La capacidad de esta cinta para contextualizar el porqué de las cosas y su narrativa ambiental nos dejan dos enseñanzas claras. La primera, que el propósito de la historia siempre fue voluntad del autor; todo se estaba cultivando en su cabeza. El segundo, y para mí más importante, que la dimensión de su relato es redonda, pero compatible con la reinterpretación que puedan aportar otros autores en el futuro. Evangelion es un libro abierto, finito, con un final. Una obra de arte que podemos contemplar, estudiar y transmitir a los demás. Todos podemos sacar conclusiones distintas al verla, y eso enriquece aún más el conjunto. Gracias por tanto, Anno.
Enrique Grandes
Los detectives nunca pasan de moda
Detective Conan y Zaregoto son dos obras en las que se comprende lo mismo de dos maneras muy diferentes partiendo desde un punto común: el amor hacia la literatura clásica de misterio. Mientras una lo celebra por todo lo alto, la otra se encarga de diseccionarlo y poner al propio lector contra sí mismo dándole la vuelta a todas las reglas. ¿Y a cuento de qué estoy hablando de un manga del 96 y de una serie de novelas de 2002 en este momento? Muy fácil: este año han coincidido tanto la publicación del volumen número cien de Detective Conan como la traducción fan del desenlace de Zaregoto. Podría detallar cómo ambas historias han influido a infinidad de autores, del excelente manejo del misterio de Aoyama, sobre cómo el Nisioisin de veintipocos años escribió en dos días mi libro favorito o lo agradecidísimo que estoy con la gente que ha decidido traducir el impecable cierre de la historia del Nonsense User; pero dejemos esta entrada en la excusa perfecta para celebrar los (dos mejores) detectives.
Echando de menos los lunes de Odd Taxi
Soy un desastre para seguir las cosas en emisión. De hecho este año solo he sido capaz de seguir ininterrumpidamente de principio a fin una serie: Odd Taxi. Y no es para menos, empecé su primer episodio porque su opening —el mejor del año— me llamó la atención, y lo primero que hice en cuanto lo terminé fue buscar en qué más había trabajado Kazuya Konomoto, su escritor. Una cosa llevó a la otra y en una semana ya había leído Setoutsumi, un manga de diez y mi nuevo lugar favorito, lo que disparó aún más mi expectación por la serie de animales antropomorfos del momento. Con un uso inteligentísimo de su presentación y un desarrollo de múltiples tramas entrelazadas en una misma localización reminiscente a Durarara!! pero con un toque más actual, el viaje en el taxi de Odokawa se ha pagado solo.
As Long as it Lasts
Si me cuesta seguir el anime en emisión, con el manga no soy mucho mejor. Así que en cuanto vi que Ajin había terminado su publicación tras nueve años en la Good! Afternoon me lancé sin pensarlo dos veces. Esperando una suerte de Tokyo Ghoul venido a menos (cosa que se queda en el final del primer volumen, donde se deja de acreditar a Tsuina Miura como escritor del manga), me topé con una de las obras de acción que más he disfrutado en mucho tiempo. No estoy del todo seguro de si este manga entraría en un top cinco de lo que he leído este año, y, considerando el catastrófico desenlace de cierta obra de titanes o que por fin finalizó JoJolion, no se acerca ni por asomo a lo más importante que se ha terminado de publicar en 2021, sin embargo me lo pasé tan bien el par de días que me duraron los 17 volúmenes que soy incapaz dejarlo fuera. Por supuesto la obra de Gamon Sakurai no solo se reduce a incursiones medidas al milímetro y un antagonista que se come las viñetas cada vez que aparece, pero no me sale hablar sobre otra cosa de un manga que tiene la friolera de tres capítulos titulados Battlefield Hardline.
Carlos G. Gurpegui
Tienes que mirar, Anna Starobinets
Hace poco Ivan Ledesma preguntaba en Twitter a sus seguidores escritores y fans de la literatura de terror cuál era el libro más difícil de leer con el que se habían topado. Qué libro no habían sido capaces de terminar de leer… Las respuestas se agolpaban y cuando me senté a responder dudé entre varios que ya se habían multiplicado en las respuestas. Me decanté por La Chica de al lado de Jack Ketchum (1989) porque realmente ha sido uno de los libros que más me han revuelto las tripas jamás, pero el poso de mi segunda opción todavía perdura, tanto que creo que es una de las mejores/peores cosas que nos ha traído 2021; Tienes que mirar. Starobinets está considerada la Reina del Terror aunque creo que el título le viene corto y simplemente podríamos llamarla por lo que es una de las mejores escritoras vivas del momento. Simple y llanamente. Su obra ha pendulado entre el terror y la ciencia ficción aunque ahora está más centrada en la literatura juvenil. Tienes que mirar (publicado originalmente en 2017) es, sin duda, el libro más impactante escrito por la rusa y una de las obras más importantes para entender un drama personal del que, por desgracia, todavía se habla poco en nuestra sociedad: la pérdida de un hijo no nato. La memoir está escrita en uno de los idiomas favoritos de la autora; el terror, y consigue transmitir todas y cada una de las sensaciones y situaciones que tuvo que vivir en Rusia a la hora de afrontar la pérdida de su hijo. El libro no solo ha sido importante por su impacto literario y emocional, que ya es bastante, sino porque ha sido la punta de lanza de un pequeño proceso de cambio médico en Rusia (al menos en Moscú). La autora, invitada al Festival 42 que ha tenido lugar por primera vez este año en Barcelona, contaba que desde que se publicó la obra en Rusia su experiencia ha comenzado a resquebrajar la cáscara del “de esto no se habla” tan tajante e imperante en la sociedad rusa contemporánea. Su terrorífica experiencia con el sistema sanitario moscovita se ha convertido en símbolo de un, reconoce la autora, pequeño cambio en pos de conseguir que la experiencia, ya traumática de por sí, sea lo más llevadera posible para todas las personas gestantes de Rusia. Tienes que mirar es una obra de una dolorosa belleza que acompañará a quién mire junto a Anna a una terrorífica realidad todavía en proceso de humanización.
Dientes rojos, Jesús Cañadas
Retomo en este párrafo la pregunta de Ivan Ledesma, pero con un ligero cambio por mi parte. ¿Qué libro habéis leído que os haya hecho parar de pura envidia? ¿Qué libro os ha hecho cerrar sus tapas durante cinco minutos y pensar «Joder, que bien esto»? Pues este año Jesús Cañadas ha sido el autor español que me ha hecho sentir así (un honor que comparte con Nieves Mories este año aunque su Agujeros de Sol es de 2020 y no podría entrar en esta lista, pero quede aquí su mención de honor). Dientes Rojos de Cañadas es una obra visceral que ataca directamente a nuestros pensamientos del pasado, presente y, por desgracia, futuro en una sociedad machista y brutal contra el que es diferente. Una obra noir que se arrastra ensangrentada hasta su propio hueco dentro del terrora anidando entre los ángulos muertos de lo lovecraftiano, la sórdida realidad de una Berlín hostil y una estructura social monstruosa alimentada por cientos de miles de terribles actos.
Dorfromantik, Toukana Interactive
Townscaper consiguió en 2020, seguramente por tener a Oskar Stalberg detrás, lo que Islanders (GrizzlyGames, 2019) no consiguió previamente a gran escala; calar como juguete no ya en la burbuja que supone Twitter sino a cierta gran escala. Dorfromatik funciona como un hijo de ambos juegos y sigue esta corriente, tan poco explorada para nuestra desgracia, de juegos-juguete con la única, y más que loable, pretensión de ser pequeños artefactos capaces de tenernos entretenidos durante cinco o diez minutos (o dos o tres horas) siguiendo sus sencillas propuestas. El juguete de Toukana Interactive nos propone construir un pequeño universo bucólico a través de sus piezas hexagonales. La propuesta es sencilla, roba piezas y colócalas para construir un paisaje repleto de ríos, pueblecitos, campos de cultivo y bosques. Un sencillo loop que se mueve entre la búsqueda puramente estética de Townscaper y el ligero avance mediante puntuación de Islanders capaz de mantenernos un buen rato frente a la pantalla. Os puedo asegurar que salva de más de un conato de ansiedad.
Henrique Lage
«Tokimeki Memorial» Review de Tim Rogers
Tim Rogers ya lleva mucho tiempo siendo una figura singular dentro de la crítica de videojuegos. En un estilo pantagruélico similar a la New Sincerity, sus críticas caen en largas y constantes digresiones, juegos de palabras y ejercicios de autoexpresión. Aunque todos sus episodios dentro de Action Button son excelentes a su manera, el de Tokimeki Memorial es excepcional por muchos factores como el elemento a contracorriente de elegir la clase de juego un tanto ignorado y despreciado en la prensa de videojuegos, por abrir con ello un abanico de cuestiones sobre la madurez emocional del medio y porque cinco horas hablando de la vicisitudes de un simulador de citas que solo se puede jugar en japonés y que no puedas apartar la vista de la pantalla es toda una hazaña. Me ha impactado lo suficiente como para decidirme de una vez por todas este año a tener mi propio canal de reseñas de videojuegos.
«Inside» de Bo Burnham
Con la rapidez con la que se extiende El Discurso en internet, para cuando tuve un momento para ver el nuevo especial de Bo Burnham ya había escuchado todas las opiniones posibles: que si era una obra maestra, que si no era gracioso, que si era autoindulgente… Así que es una sorpresa descubrir que Burnham ya había adelantado todas esas opiniones en su propio especial. Inevitablemente atado a la pandemia pero, más específicamente, a la dependencia de internet y una búsqueda constante de exposición en redes, genera la paradójica conclusión de que, por mucho que a él le importe en exceso que opinamos sobre su trabajo, mostrar un total desprecio por las reacciones que pueda generar. Por encima de todo, la necesidad de crear y compartir lo creado, incluso en la adversidad y pese a las críticas.
«Evangelion: 3.0+1.0 Thrice Upon a Time» de Hideaki Anno
No se me escapa que este año he elegido tres artefactos culturales de creadores lidiando con su propia intimidad emocional y sacando de ellos coloridos cortes de mangas a todo lo que les retiene para madurar. El final-definitivo-esta-vez-sí-de-verdad-palabrita-del-niño-Jesus de Evangelion es todo lo que podíamos esperar de ello (¡peleas de mechas! ¡catarsis emocional! ¡meta referencias!) y, a la vez, es todo lo que no sabíamos que necesitábamos, como el regurgitar de imágenes de The End of Evangelion para mostrar la enorme distancia que nos separa (o que separa Anno) del momento en que ocurrieron. Una forma de pasar página mostrando que el pasado puede doler pero, al fin de cuentas, no se puede repetir (o, al menos, no exactamente igual) y, con ello, podemos aprender a perdonarnos y mirar al futuro.
Rodrigo «Rottvan» Losada
Autoconsciencia 1: Evangelion 3.0 +1.0
Tercera vez que comienzo este texto. Me flipa Evangelion, muchísimo. Me gustaba de niño gracias a las mentes perversas del Xabarin Club en Galicia y me gusta ahora. Es una obra que siempre puedes recomendar para hacer la gracia y te soluciona el día cuando no tienes nada que hacer y buscas «Evangelion Explained» para ver a la gente de Youtube hacer el ridículo. Con Rebuild en concreto se han creado vertientes del fandom que apoyan la original o las películas, seres infames que postean un «orden» para entender la serie porque cualquier recurso narrativo extremadamente tópico es un enemigo a odiar. Pero da igual, porque Evangelion se ha terminado.
En el acto final de Thrice Uppon a time, cuando la película suda de paredes y habla a la persona que lleva enchufada a esta obra desde la adolescencia (literal o de descubrimiento audiovisual) mientras grita «No more Evangelion» no es buscando una frase con gancho, es porque realmente se ha terminado Evangelion, se cierra una etapa. Para poder hacer esto hace falta ser extremadamente autoconsciente de tu existencia como obra, sabe cuando gozárselo y sabe cuando se lo merece. Thrice Uppon a time se permite invertir una hora y cuarto de metraje en un slice of life entre personajes que siguen adelante y plantan arroz porque le ha costado más de 20 años el llegar hasta aquí. Cuando la propia película te dice «déjate de tetas, mira que hay peña aquí con traumas que tratar no me seas infantil» lo hace escogiendo cada palabra. Cuando llegas al final de la película, y por consecuencia, de la saga, obra, whatever, sigues adelante y no pides más, ya está, no hay más Evangelion and that’s ok.
(Un textro extremadamente caduco teniendo en cuenta el poder del dinero y de que metan a Anno a hacer un Shin Evangelion en 2030).
Autoconsciencia 2: NieR Replicant
El peor año de los videojuegos viene con moraleja debajo del brazo. Es posible, y solo posible, que como sociedad el videojuego fuésemos sutilmente racistas hacia las obras orientales de la séptima generación. Y como siempre, la vida encuentra camino.
En 2021 hemos visto los regresos de No More Heroes, Shin Megami Tensei, NieR, El Shaddai (obra cuasi erótica sobre lo guapos que son Enoc y Lucifer) siendo extremadamente laureados por público, crítica y gente consciente en general. Es particularmente sangrante en el caso de NieR por la manía de Square Enix de tocar las cosas de no tocar como puede ser la música o la necesidad de que todo el mundo en sus juegos sea absurdamente guapo. Y aún así NieR Replicant saca a relucir todos los trucos que lo convirtieron en la bestia de culto que es hoy dia, sorprendiendo a novicios y haciendo que la peña que sabia a lo que venía llore muchísimo. La autoconsciencia de la obra viene en su nuevo final, una patada en el pecho traída de un CD-Drama dolorosísima pese a saber todo el rato que iba a pasar.
NieR siempre ha ido del amor. Se puede escribir de todas sus referencias filosóficas, literarias o jugables, pero el motor que siempre ha movido a los personajes de Taro es el amor, puro, perverso o retorcido que sienten entre ellos. El final E de NieR Replicant es una demostración de ese amor, un mensaje optimista que calienta todos esos momentos, todos, en los que Taro rompe y destroza todo lo que se mueve y sonríe en sus juegos. No sé, si un juego te hace llorar tiene que ser bueno, y ese final no se hace sin saber el muchísimo cariño que le hemos cogido a Kaine, Emil y NieR a lo largo de estos años.
Autoconsciencia 3: Matrix Resurrections Boling Point
La enjundia de estas tres elecciones de «artefactos» iba mucho mejor encaminado porque Matrix 4 es extremadamente autoconsciente de si misma y de los años que han pasado, construye sobre lo conocido y utiliza una cantidad de metraje original de manera tan agradable y razonada… increíble, una experiencia majísima y todo el mundo es muy guape.
Pero Boiling Point es una película de hora y media que, y no me creo que vaya a decir esto, usa el plano secuencia con sentidiño, madre mía.
Boiling Point es una película de un restaurante. Cámara al hombro y en un único plano y espacio se cuenta una misma noche horrible y caótica (un viernes noche en un restaurante de éxito) traída con una fidelidad gracias al maldito plano secuencia tan bien usado para moverse entre las distintas lineas narrativas que se van creando por la interacción entre personajes. Desde clientes racistas, influencers, camareras que quieren ser actrices, a chefs de prestigio o amigos cabrones, todos se juntan en un momento de ebullición (heh) que te engancha por la agilidad de la trama y su in crescendo. En hora y media Philip Barantini consigue hablar de la explotación laboral, el maltrato entre compañeros y trabajadores, el menosprecio al sector servicio y el ego de la gente sin mencionar nada activamente. Es que hora y media sobra muchísimo para hacer una historia compacta sin pretensiones, joder, a The Party le sobró con una hora para ser la mejor película que no te has visto, en esta encima sale comida rica y gente insultando a sus jefes y demás seres horribles y racistas.
Además, sabéis lo complicado que es encontrar una película de cocina que no sean pantochadas liberales? Desde aquella maravillosa película alemana que es Soul Kitchen.
Layla Martínez
Páradais, Fernanda Melchor (Literatura Random House)
Franco Andrade está obsesionado con su vecina. Es una obsesión enfermiza, oscura, violenta, de esas que no te dejan dormir, que te hacen dar vueltas en la cama y te desvelan y te provocan sudores como si tuvieses fiebre porque si a algo se parece esa obsesión es a la fiebre. Franco es un niño rico que siempre lo ha tenido todo, un idiota que nunca ha tenido que esforzarse por nada. Le han enseñado a creer que tiene derecho a obtener todo lo que se le antoja. Y a Franco se le ha antojado su vecina. Pero también sabe que no puede hacer él solo lo que tiene en la cabeza, eso que le da vueltas y vueltas y se le ha agarrado a las tripas desde hace días, no puede hacerlo solo porque nunca ha hecho nada solo. Necesita a alguien que le diga señorito y le obedezca, y ahí está Polo, que trabaja de jardinero en Páradais, la urbanización de lujo donde vive Franco. A Polo no le gusta la gente, por qué le va a gustar si la gente es escupitajos en la acera y aparta imbécil y eres tan idiota como tu madre. Polo quiere huir pero a dónde. A dónde se va cuando no eres nada y no tienes nada. Solo hay una respuesta posible a esta pregunta y Melchor lo sabe bien: al infierno.
La noche espiritual, Lydie Dattas (Errata Naturae)
Lydie adoraba a Jean Genet. Él ya era un escritor famoso y ella veneraba la prosa oscura, las frases afiladas y el sexo descarnado que emanaba de sus libros. Pero cuando por fin conoció al maestro, Genet la aborreció. No quiero verla, me contradice una y otra vez, dijo Genet. Además es una mujer y yo odio a las mujeres. Dattas se quedó desconsolada pero qué hacer con ese desconsuelo sino escribir. Qué hacer sino escribirle a Genet el poema más hermoso que nunca haya leído, también el más violento y el más tenebroso. Devolverle la bofetada, demostrarle que puede convertir su desprecio en una corona de laureles, su insulto en una canción a los dioses. Dattas escribe y lo consigue, le bastan unas pocas páginas para vengarse. Para escribir la oración más hermosa que nadie haya conocido. He recibido una bofetada, reconoció Genet, y era cierto.
Capítulo 9, temporada 3 de Succession (HBO)
La verdad es que odio las series sobre ricos. Odio que intenten vendernos como deseables el consumo desaforado, la ropa hortera, la obsesión con el aspecto físico. Odio que los guionistas los hagan parecer inteligentes, trabajadores, ingeniosos. Creo que por eso me gusta Succession. Aquí los ricos son niñatos malcriados, horteras que no paran de hacer el ridículo, idiotas incapaces de hacer nada sin la aprobación de su padre. Es imposible empatizar con ninguno de los personajes, cuando crees que estás a punto de hacerlo, se revela como otro malnacido más. Creo que veo Succession porque me gusta ver a los ricos revolverse en su propia basura, maltratarse unos a otros, traicionarse sin descanso, hacer el ridículo una y otra vez. Sé que no todo el mundo la ve así, que muchos verán el lujo y la ostentación y querrán ser como ellos por mucho que la serie los presente como unos desgraciados. Pero yo me quedo con esa otra visión. Y también con un guion que despliega la trama con una precisión milimétrica, con unos diálogos brillantes, con unas actuaciones deslumbrantes y con un capítulo final de temporada, el nueve, que se abre ante nosotros como una tragedia griega.
Ricardo Martínez Cantudo
Solo asesinatos en el edificio
Tengo que reconocer que, en un primer momento, me acerqué a esta serie con cierta condescendencia. Una comedia de humor negro, protagonizada por viejas estrellas del humor, bajo el paraguas de la por momentos mojigata Disney+. El transcurso de sus diez episodios me demostró no solo que estaba totalmente equivocado: también me permitió reconocer esta obra de John Hoffman y Steve Martin como una de las indiscutibles series del año. Aunque en sus primeros compases pueda parecer algo lenta, Solo asesinatos en el edificio sabe jugar sus cartas con elegancia y sutileza, llevando al espectador de la mano al ecuador de la serie para, en este momento, revelar su jugada de manera magistral. Una sucesión de giros tan inesperados como elocuentes, con capítulos marcadamente artísticos que saben alternar de forma fluida y certera la comedia y el misterio. Una historia cargada de momentos meta en la que su deslumbrante trio protagonista (Steve Martin, Martin Short y Selena Gomez) brilla a lo largo de sus diez capítulos. Una sorprendente delicia… Ni intentes descubrir quién es el asesino.
The White Lotus
Lo último de Mike White para HBO me ha fascinado en todos los aspectos, empezando por su cuidadísimo y sugerente opening. El tema principal de su banda sonora con el que comienza cada capítulo es tan extraño como cautivador, una alegoría quizás al mundo en el que la serie nos sumerge: el de los hoteles paradisiacos y sus acaudalados inquilinos. Así, The White Lotus presenta por un lado a un grupo de millonarios que llegan a un resort de lujo en Maui: desde una familia encabezada por una exitosa mujer de negocios a un matrimonio de recién casados con un insoportable niño de papá encabezonado en disfrutar de la mejor habitación del hotel. Por otro lado, la miniserie también nos permite conocer al staff del White Lotus, capitaneado por su director, Armond (interpretado por un soberbio Murray Bartlett), mostrando el fuerte contraste entre los problemas «primermundistas» de los turistas, y las tribulaciones de unos empleados obligados a ser perfectos de cara al público de una forma tan descorazonadora como irreal. The White Lotus es una inteligente sátira acerca del abismo existente entre ambas clases sociales, que a través de un excelente guion cargado de inteligencia y humor muestra sin tapujos ambas caras de una misma moneda: el dinero como causa y consecuencia de la infelicidad humana.
La asistenta
No son pocos los motivos que me han llevado a recomendar La asistenta como una de las mejores series de este 2021. El primer sorprendido soy yo… no soy nada fan de los dramas decididos (sin menospreciarlos en absoluto), pero esta adaptación de las memorias de Stephanie Land está tan bien enfocada y cuenta con un cast tan acertado que incluso los más escépticos acabarán cayendo en sus redes. La asistenta cuenta la experiencia de Alex (magistralmente interpretada por Margaret Qualley), una chica que tras quedarse embarazada abandona su sueño de ser escritora, y acaba viviendo junto a su hija un auténtico infierno de abusos psicológicos por parte de Shaun, el padre de la niña. El enésimo episodio de maltrato lleva a Alex a agarrar a su pequeña y largarse en busca de una nueva vida, partiendo de cero y sin apenas contar con el apoyo de amigos o familiares. Un viaje auténticamente heroico, en el que la voluntad y el optimismo de Alex sirven como escudo ante los continuos embates de su vida, algunos provenientes de su pareja, otros de sus padres, y algunos, posiblemente los más graves, del propio sistema. Una serie que sabe mostrar con crudeza, pero también con esperanza (y en ocasiones con un humor muy bien hilado) una situación definitivamente extrema, a través de un elenco de personajes escrito con maestría, que huye de lugares comunes y villanos de opereta para mostrar las luces y sombras de asuntos tan delicados como el maltrato, el amor y la infancia.
José Ángel Mateo Albuerne
Arcane – La escena que culmina la madurez de Runaterra
Confío en mis compañeros de lista para recomendar de forma conjunta esta serie publicada en Netflix, y creada por Riot Games y el estudio de animación francés Fortiche. Pero tras devorarla de una forma que une placer con deber, muchas son las conclusiones que se pueden sacar de ella. Quizás la más relevante es que sus creadores quieren crear un producto audiovisual con entidad propia, que rehúye de ser un producto de mercadotecnia para uno de los nichos más grandes del planeta, como son los jugadores de League of Legends. El trato adulto a las tramas de los personajes y sus conflictos perfectamente expuestos en forma y narrativa se corona con un quinto episodio directamente abrumador. Más allá del momento Eyes wide shut, el crecimiento de Silco como villano y su relación con Marcus o el equipo tan interesante entre Vi y Caitlyn que todos estábamos esperando, lo relevante es esa escena que une la caída a los infiernos de Viktor con la llegada a los cielos por parte de Jayce y Mel. La contraposición de dinámicas entre los otrora compañeros científicos se nos presenta de una forma metafóricamente deliciosa, así como con un trabajo visual y de composición de escena. Porque al final, todo va de un intercambio de sangre.
Inscryption — ¿Nos olvidamos de lo que es un videojuego?
Cuando más cansado estoy de los videojuegos, más veo diseños redundantes. Da igual la interfaz gráfica, que siempre acabo viendo tras ella el conjunto de palancas y scrips que estoy activando. Esa sensación es frustrante, porque me lleva a pensar que el medio que amo está limitado… Que ya está todo inventado. Pero este año vino Daniel Mullins a recordarme que de muerto nada. Inscryption juega contigo, con las expectativas, con los formatos y con las ideas que lo conforman. Gracias por devolverme la fe, Daniel.
Succession Temporada 3, Episodio 4 – Tom y Greg; Nerón y Esporo
Tildadme de perogrullero, pero permitidme decir «qué barbaridad es Succession». La tercera temporada sigue la escalada de la serie, dando las dosis justas de fan service (sin mi fuck off de Brian Cox no me voy a la cama tranquilo), pero moviendo la madeja cuando hace falta despertarte de ese letargo acrítico al que te parece llevar. Aunque hay escenas memorables, creo que la que define la temporada es esta de Tom y Greg. El primo Greg ya se ha hecho un pequeño sitio en la compañía familiar, mientras Tom, marido de una de las posibles sucesoras y posible chivo expiatorio, se ve en una encrucijada. Tom, que siempre ha protegido a Greg con una combinación de paternalismo tóxico y buenos consejos en forma de insultos, se desnuda emocionalmente contando la historia de Nerón y Esporo.
Ángel Meza Picazo
Qué bueno eres, Mike Flanagan
El miedo forma parte de la vida, se manifiesta como consecuencia de innumerables motivos y nadie lidia con él de la misma forma. Es inherente en cada uno de nosotros: limita, inhibe pero también, en ocasiones, nos empuja a actuar: a tratar de evitar un desenlace indeseado, a buscar un refugio en el que poder reconfortarnos o incluso a tomar medidas extremas si eso significa ganar una batalla contra el tiempo. Es encomiable que una serie como Midnight Mass exista. Hace uso de sus temas religiosos no sólo para presentar reflexiones y disyuntivas sobre la naturaleza de la fe y la muerte interesantísimas (además de ofrecer una visión de los musulmanes empática y respetuosa) sino para, en última instancia, decirnos que lo que realmente importa es lo que hacemos ahora, en vida. Es nuestro tiempo aquí el que nos concede la oportunidad de abrazar los claroscuros de la existencia. Tratemos de no tener que arrepentirnos, perdonemos cuando así lo juzguemos adecuado, cuidémonos y no tengamos miedo al final, porque siempre seremos vida.
Mis dibujos favoritos de este año
La vida y el mundo son caos. Encontrar un sentido en la realidad que nos rodea y en la vida que tenemos no es algo fácil, por no decir imposible; sin embargo, imposible no significa improductivo. Tener una posición derrotista y una actitud inactiva ante la vida es tentador, al final es la vía fácil hacia la autocomplacencia y la autoindulgencia y suele ser más fácil adoptar la pasividad que la acción. Pero este no es el camino adecuado, nunca. Shingo Natsume plasma en Sonny Boy la confusión, la irracionalidad y el caos reinante en el mundo a través de los ojos de un grupo de adolescentes que han sido extirpados de su realidad para existir, como un paréntesis, en otra. Es probablemente el anime más imaginativo, más denso y más revuelto de 2021, y probablemente también el mejor. Resulta súmamente difícil condensar en un párrafo lo que tiene esta serie que ofrecer, por lo que si no la habéis visto sólo me puedo arrodillar y pediros que la veáis. Pocas cosas más completas y conceptualmente admirables ha podido dejar el audiovisual este año.
Scarred Souls Shine like Stars
SSSS.Dynazenon, la secuela de SSSS.Gridman, mantiene y mejora muchos de los aspectos por los que Gridman me pareció destacable: una dirección que no da puntada sin hilo, un diálogo y voice acting la mar de naturales y una presentación que da mucho espacio para el análisis. A diferencia de Gridman, Dynazenon dispone de un grupo de protagonistas más amplio e interesante del que hace un uso concienzudo, son personajes atrapados en el pasado, aislados y descontentos en el presente que buscan una conexión que les pueda sacar de ahí. Visualmente, la apuesta que hace Akira Amemiya por que las imágenes, los movimientos y los actos de cada personaje nos hablen de cómo se sienten e incluso de sus personalidades le concede un aire distintivo y sosegado: es un anime del género mecha/tokusatsu, pero muchas veces se siente como un slice of life con kaijus de por medio. Es también de las cosas más bonitas que he visto este año por goleada: es difícil no enamorarse de la narración visual de la que aquí se hace gala, que tiene el mismo o incluso más peso que lo hablado, o de las gigantescas peleas reminiscentes del tokusatsu de imagen real y las secuencias de gattai coloridas y explosivas que preceden al clímax de cada encuentro. Qué bien comunica sus ideas, qué bien que exista este (según cómo se vea) pequeño y todavía infante universo, y qué ganas de dejarme llevar una vez más por la siguiente entrega.
Nacho MG
Los Felices Veinte
Tras una primera temporada algo dubitativa, el programa de entrevistas de Nacho Vigalondo ha alcanzado un nivel extraordinario gracias a un equilibradísimo tono que transita entre el dadaísmo y el punk con una libertad creativa total. Al igual que ocurría con el recordado Lo Más Plus, en Los Felices Veinte la colisión entre los roles semi-ficticios de los presentadores y los perplejos invitados, es mucho más importante que el propio contenido de las entrevistas.
Destacan la increíble y heterogénea selección de entrevistados (siempre recibidos con un respeto absolutamente reverencial, siempre dentro de la lógica interna del programa) y por la creatividad desbocada con la que se enfoca cada programa, plagada de recursos narrativos impensables en cualquier programa de televisión convencional.
Candyman (2021)
El remake de Candyman dirigido por Nia DaCosta es con toda probabilidad la obra que mejor encaja en la definición de dispositivo cultural desde que participo en este asunto.
Esta inesperada producción apadrinada —como no— por Jordan Peele, funciona como ejercicio de cálculo perfectamente medido para alejarse de la fascinante Candyman de 1992 tanto en tono, como en estilo, cambiando el punto de vista con la intención de abordar con militancia el conflicto racial (y de clase) que vertebra el relato. Sin embargo, el guion consigue conectar de forma sorprendentemente coherente con lo verdaderamente esencial y diferenciador de la obra original: la leyenda urbana como canalizador del odio racial.
Doctor Portuondo
Doctor Portuondo parece ser en todo momento la comedia neurótica que te esperarías de Carlo Padial, es decir, una historieta minimalista e incómoda donde la línea que separa la carcajada de la vergüenza ajena está muy desdibujada. Pero entonces llegas al último episodio y descubres que desde la primera escena del primer episodio, esta era una historia sobre precariedad laboral.
Padial, con la ayuda de Carlos de Diego, han escrito la serie que mejor ha representado la ansiedad de una generación de artistas y creativos humillados por un sistema que les ha dejado sin perspectivas de futuro. Porque lo más destructivo para el ego del artista millenial español medio no es que te digan que su obra es una mierda, sino tener que llamar a tus padres para decirles que te faltan 600 euros para pagar el piso y que en la cena de navidad tu tío te diga: «Pues haber estudiado ingeniería, chico… y no será porque no te avisamos».
David Molina
Skydrvg 3.0 (Casa de las Brujas)
El cantante Pedro LaDroga y el productor $kyhook se han marcado, siete años después del primer trabajo juntos, uno de los discos con más personalidad del panorama urbano nacional, con nuevos sonido y un je ne sais quoi que se siente fresquito. El conjuro del año a poco de terminar, y eso que días antes, nuestro padre Yung Beef, sacaba nuevo disco reivindicando, una vez más, su posición en esta liga. Pero es que con esta dupla tan carismática, difícilmente se puede competir con una producción galáctica que va a marcar, y os lo digo sin titubear ni un momento, el porvenir musical y las tendencias de los próximos años.
Brand New Cherry Flavour
A los pocos segundos de metraje ya sabes que tienes ante ti algo que no has visto antes, pero te recuerda a algo, como cuando Anton Ego prueba por primera vez la ratatouille de Remy, y es lógico si Nick Antosca y Lenore Zion, creadores de Channel Zero, te tiran a la cara los planos de un coche circulando con Another Day in Paradise de Phil Collins sonando de fondo para presentar su nueva serie de «horror», con mucha reivindicación en su ADN. El ácido viaje que proponen con esta interpretación del sueño americano carga vilmente con mucha rabia a los venidos a más del Hollywood de los 90, denunciando directamente el abuso de poder y el acoso sexual como trasfondo, con clara influencia del movimiento #MeToo.
Inscryption
Esta es una de esas veces que mejor no decir nada y dejar el descubrimiento a los nuevos aventureros que quieran adentrarse. Se podría escribir mucho y muy bueno sobre Inscryption, pero por una vez la opinión es muy coral, y algo que agradezco, no nos leas más y simplemente confía. Juega a Inscryption.
Jordi de Paco
El Unpacking
Ha habido juegazos en este año que dicen que es (como de costumbre ya) el peor año de los videojuegos. Y aún estando el listón supuestamente tan bajito, Unpacking no ha cosechado premios, ni apenas nominaciones, y me parece una injusticia máxima. El indie bonito de este año parece que está siendo el Inscryption, que es un juegazo como la copa de un pino, pero aún y con esas, para mí Unpacking ha sido EL JUEGO, el que me ha hecho llorar ordenando una estantería. El poder de Inscryption yace en subvertir nuestra concepción de los videojuegos y su lenguaje; Unpacking lo amplía, nos da nuevos verbos, traza nuevas rutas de lo que se puede contar y cómo se puede contar, por eso me parece el juego más importante de 2021.
The Premise
La sorpresa más grande para mí este año. Es una miniserie que me ha hecho TEMBLAR. Literalmente, he temblado en el sofá, incorporado, incapaz de respirar, por ser incapaz de procesar la intensidad de lo que estaba sucediendo en pantalla. Cinco cortos de media hora, cada uno con su propia premisa potente, que se me antojan como una suerte de… ¿Black Mirror sobre comedia? Hay que decir que el piloto es bastante flojo, muy flojo, pero los cuatro siguiente episodios son un regalo, con mención especial al último, titulado Butt Plug, que te agarra y te da mil vueltas de maneras que no te esperas. Además de producir risa, a veces nerviosa y a veces carcajada de escupir el té, The Premise va cargadísima de crítica social: a las armas, a la percepción del sexo, a la necesidad de ser validados, a los tabús más caducos. Necesito que todo el mundo la vea.
Soñó con la chica que robaba un caballo
¿Sabéis esa sensación de vagar de novela en novela, de ensayo en ensayo, consumiendo textos que te dejan tibio, y que poco a poco te hacen ir olvidándote de lo poderosa que puede ser la escritura? Y ese momento en que de pronto aparece alguien que escribe con la fuerza de la mismísima vida y tus pupilas se dilatan y se te acelera el pulso, la piel de gallina, y tu cerebro grita dentro de tu cráneo «¡Joder, esto es escribir!» — Así es como se siente leer a Sabina Urraca. Me encandiló con Las niñas prodigio, y cuando me topé con este nuevo libro en la estantería de la librería de mi barrio lo compré ipso facto sin mirar ni de qué iba y GUAU, de lo que va: del cóctel de eventos que han ido dando forma a la inteligencia emocional y la conciencia política de toda una generación, desde la guerra de Irak y el 11M, hasta poquito antes de la pandemia, pero desde un punto de vista extremadamente visceral, de cómo estos eventos han sido para la mayoría de nosotros un telón de fondo para nuestras propias movidas: del momento en el que buscas en internet si el concierto de esta noche no se ha cancelado por culpa del atentado en Atocha.
Iván Papiol
I’m fine I’m fine just understand, la newsletter de ND Stevenson
Conocido por dirigir el nuevo remake de netflix de She-Ra, ND Stevenson empezó en octubre su newsletter de tiras cortas autobiograficas sobre la odisea que está viviendo en el presente con su identidad de género, de un estilo que continúa el rollito de su anterior tira The Weight Of Them. Sé lo tópico que es que una persona trans masculina esté aquí recomendando como lo mejor del año una newsletter profundamente personal sobre experiencias con las que empatizo un montón, y durante mucho tiempo he tenido mucho cuidado de no parecer una de esas personas queer que solo consumen, viven y respiran contenido queer. Me sigue dando vergüenza parecerlo, la verdad. Pero no soy capaz de aparentar que poder escuchar las voces y pensamientos de mis hermanes no son la única cosa que me impulsa hacia adelante a diario.
mickey + jessica, de hamletmachine
Aunque el primer tomo salió en 2020, he descubierto este comic erótico de HamletMachine este año con su segundo tomo y es (como es costumbre con su obra) la mezcla perfecta de sensualidad, edge y violencia. Todo lo que hace esta artista me vuelve loco, pero creo que es su primera historia de género WLW y sus personajes protegonistas tienen algo especialmente magnetico — juro que se me paró el corazón la primera vez que vi una ilustración de Mickey. La historia todavía está «ongoing», y mentiría si dijiera que no compruebo todas las semanas su Patreon para ver si hay una ilustración, una página nueva… Cualquier cosa, como si fuera un adicto.
Los megabundles de itch.io: Indie bundle for Palestinian Aid, Queer games bundle y más
Dedicarse a hacer videojuegos es una cosa terrible: no es bueno para el planeta, no ayudan mucho en los temas realmente importantes, son cosas que consumimos en el primer mundo desde el más profundo privilegio… Sé que es algo que hago de manera puramente autoindulgente y creo que está bien la mayor parte del tiempo. Sin embargo, este año hemos visto que los juegos no son solo eso, sinó que tambien pueden ser una herramienta para poner el foco en cosas que importan de verdad. Ver a toda la gente apoyando estas iniciativas ha sido super especial, y ojalá esto haya abierto la puerta a hacerlo a mayor escala el año que viene.
Andrés Paredes
1 — La escena de la comisaría de Malignant
La última película de James Wan no es una cinta normal. Es algo que es sutil desde el primer minuto, pero que no golpea al espectador hasta que en el último tercio, en concreto a partir del momento en el que Wan dice «me cansé de ser buena onda» y dirige una de esas escenas de acción que atraviesan el cerebro del espectador como una bala de cañón. La coreografía, el estilo, los movimientos, las intenciones detrás de la escena, el cambio de tercio de la película entera, todo ello está definido a la perfección en una sola escena. Es exageradamente divertida, sorprendente, es artesanalmente impoluta. Una escena a estudiar en los años venideros.
2 — Arcane
Quién nos iba a decir que una serie basada en el League of Legends sería una de las grandes sorpresas del año. Pero así ha sido. Y la jugada maestra de su creador, Christian Linke fue no apostar por el fanservice (que también lo hay) o por el simple homenaje a la serie original. Linke apostó todo a las relaciones entre los personajes. A Vi y Jinx. A Vander y Vi. A Jayce y Victor, a Silco y Jinx. Construir relaciones dramáticas y muy duras entre ellos, comprender cómo y por qué llegan a los puntos a los que llegan. Y aparte, la dirección de arte, la animación y las explosiones tienen un acabado excelente. La serie es divertida y dramática, es dura y es amena. Y tenemos que esperar dos años a la siguiente temporada.
3 — El climax de Green Knight
No tengas miedo. No tengas miedo a fracasar, a fallar, a morir en el intento. No te cierres al dolor que te hace humano, a las relaciones que te convierten en quien eres. No le tengas miedo a amar, a odiar. La película de David Lowery quizá sea una de las más cautivadoras de este año y su mensaje es uno de los más importantes para todas las épocas.
Andrea Peñalver Albendea
Solo asesinatos en el edificio, pero acompañados
La experiencia nos ha enseñado que vivir en una metrópolis, rodeados de gente, no significa sentirse acompañado. Manhattan no es la excepción. En el Arconia encontramos a tres personas que no solo viven solas, sino que se sienten solas. Dos septuagenarios y una joven que roza los treinta. O, como diríamos hoy en día, dos boomers y una millennial. La serie aprovecha de forma muy inteligente el muro que separa a ambas generaciones para aportar un tono cómico a una situación extraordinariamente dramática. A pesar de sus diferencias, los unen dos elementos: su interés por los pódcasts de asesinatos y su soledad. Estos dos puntos en común sumados al detonante, un misterioso asesinato en el edificio, desencadenan una historia de amistad, de comprensión entre personas muy diferentes, pero que en el fondo buscan lo mismo: amor. Solo asesinatos en el edificio es una serie que contiene muchos elementos dispares, pero todos en su justa medida. Nada le sobra, nada le falta. Es la receta perfecta para los apasionados del misterio. Pues ¿qué hay más misterioso que las relaciones humanas?
Blue no es de azul
Blue Banisters es un disco que puede disfrutarse de varias maneras. Es posible escucharlo y apreciarlo sin conocer los trabajos previos de Lana Del Rey, simplemente como un artefacto musical. Pero es también una compilación de textos acompañados de música. Textos en forma de canciones, llenos de referencias a temas de sus otros discos. Conforme se va ampliando el material artístico de Lana Del Rey, todo su universo es más complejo, por lo que interpretar sus letras puede ser una tarea enigmática para los que no conozcan su obra; pero también familiar para aquellos que sí. De esta forma, Blue Banisters se nutre de todos sus trabajos anteriores, pero sin dejar de aportar emociones y vivencias nuevas de la Lana Del Rey que era en el momento de componer y producir el disco. Los que hemos seguido la carrera de Lana, en Blue Banisters, encontramos un sitio familiar, donde resuenan sus filias, la melancolía y también miedos nuevos, pues el arte de Lana del Rey sigue muy vivo, y eso hace que su último disco se sienta como algo muy real.
Ir a misa da miedo
Misa de medianoche es de lo más terrorífico que hemos podido ver este año. ¿Quién no se ha parado a pensar qué hay después de la muerte? Ya sea en mayor o menor medida, es una incertidumbre que planea sobre nosotros constantemente. Misa de medianoche resulta especialmente aterradora si has convivido con la religión cristiana, sobre todo a la fuerza. Si bien hay un par de sustos a lo largo de la serie, lo que da verdadero miedo es la fe ciega, la adoración, la incertidumbre y la negación a dejar de existir como nosotros mismos; la necesidad de agarrarse a lo que sea con tal de seguir viviendo. Misa de medianoche es una serie que hay que beberse poco a poco, no porque sean episodios largos, sino porque cada conversación entre los habitantes de la isla te va chupando la energía. Es una serie sobre la que te apetece reflexionar recién acabado el episodio, si estás solo, o sobre la que te gusta dialogar con la persona que tienes al lado. Al fin y al cabo, no estás viendo nada ajeno. Por eso da tanto miedo, porque habla de cosas que conoces bien y aun así no comprendes en absoluto.
Francisco J. Pérez
Avow / Hagbulbia (Portal)
Los fans de Portal llevábamos desde 2020 esperando con muchísimas ganas la publicación de Avow, la continuación de su delicioso ION y el disco que, presumiblemente, iba a confirmar o desmentir si el grupo que cambiase para siempre los presupuesto estéticos y musicales del death metal había dado con los mimbres radicales a través de los cuales expandir los límites del género. Y llegó el 28 de mayo y Portal, en efecto, dio a luz a Avow, pero también, por sorpresa y el mismo día, a una segunda obra de la que no se había anunciado ni avanzado absolutamente nada: Hagbulbia. Con esto, hicieron de aquel viernes una de las mejores jornadas del año para cualquier aficionado al metal extremo. Avow, en efecto, llevaba un paso más allá esa apelación de la banda a sublimar y trascender las capacidades del oyente mediante el caos sonoro y la psicodelia oscura, mientras que Hagbulbia nos presentaba un conjunto de composiciones ambientales, cercanas al drone, que resultaba aún más absorbente y fascinante que su gemelo, una suerte de reflejo en una dimensión paralela en la que los riffs no existen, por lo que el caos y la psicodelia deben formularse con otras herramientas. En apenas un puñado de horas, los foros de aficionados se llenaron de especulaciones de todo pelaje: que si ambos discos estaban pensados para sonar simultáneamente, que si no, que si sus marcas de tiempo no coincidían, que si sí, que al montarlos en un solo archivo de audio se obtenía una pieza gigantesca y definitiva, que si daba igual porque, en fin, teníamos ahí dos regalos con los que perder la cabeza como quisiéramos…
Carcoma (Layla Martínez)
En mi opinión, la única novela española contemporánea que ha sido capaz de explicar España y el ahora mismo de este país. Y lo hace apelando a la venganza, al antifascismo esencial —ese que no nace de la teoría sino de lo íntimo, de la víscera, de la interioridad puramente física en la que idealmente debería anidar toda ética que valga la pena considerarse como tal — , al muchísimo asco y hastío que sirven de combustible para la lucha de clases diaria, a la voz polifónica de las mujeres, a la sucísima hechura de los amilanados fantasmas de los enterrados en cunetas a lo largo y ancho de nuestras geografías —la material y, también, la emocional — , a la magia única e intransferible de los y las de abajo, y a la potencia definitoria de su lenguaje propio. Un libro sobre una casa encantada en mitad de la España semivacía, y las desventuras de las personas semivivas que la habitan, que en realidad resulta un bellísimo relato contrahegemónico.
Pol&Pop (Raúl Royo y David Vila)
«Política en serio en tiempos de memes, whatsapp y gifs de gatitos». Pol&Pop es un podcast cuya fórmula me tiene intrigado aún hoy, tras haber escuchado religiosamente cada entrega durante todo el año: un experto en filosofía política y un profesor de filosofía del derecho diseccionan la actualidad dos veces al mes, de forma súper amena y mediante cualquier cosa que les apetezca y tengan a mano, sin ningún miramiento y como les parezca más efectivo, ya sea esto un comentario de una hora sobre una novela, un análisis del impacto urbano del turismo sirviéndose de entrevistas a activistas, una reflexión sobre el estado actual de la ficción repasando un puñado de series televisivas de éxito o un retrato de las estrategias de los distinto actores políticos a nivel nacional con la excusa de un cambio de tendencia en el tono de los memes más populares. De lo mejorcito de una podcasfera patria que, precisamente en este 2021, nos ha dado muchísimo y muy bueno.
Proyecto Una
Bo Burnham: Inside
Casi un lustro le costó a Bo Burnham decidirse a volver a los escenarios, después de pasar por una depresión y de replantearse el tipo de humor edgy que venía realizando desde que era quinceañero. Mala hora para él, pues le recibió la pandemia. Para el resto del mundo, su regalo ha sido una película escrita, dirigida, filmada, editada e interpretada exclusicamente por él, desde su habitación.
Se trata de un viaje emocional a través de lo que vendría a ser temazo tras temazo, que nos llevan desde la cálida complicidad de reconocernos en comportamientos ridículos en internet hasta una cruda sensación de vacío existencial. Inside es un grito ahogado que pone a toda una generación enfrente de un espejo, cuestionando nuestra relación con el mundo y los límites de la autoconsciencia e ironia extremas que tan a menudo usamos como escudo. Todo esto a través de un increible despliegue de creatividad que explora todas las posibilidades, a nivel audiovisual, de las que dispone un tio blanco deprimido confinado.
Promising Young Woman (Nos permitimos añadirla en esta lista porque en el estado español se estrenó en 2021)
Promising Young Woman es un brillante relato sobre el trauma de la violencia sexual.
Durante décadas, el tropo del rape and revenge ha sido condición necesaria para que se permitiera ejercer la violencia a los personajes femeninos en ficción. Una narración que, si bien satisfactoria, ha sido ideada para tranquilizar al público masculino. Relatos simples en los que los violadores son hombres muy malos y las víctimas unas desquiciadas a quien les han jodido la vida para siempre y que probablemente necesiten un abrazo.
Esta película, en cambio, hace lo que era urgente y necesario: tratar la violencia sexual como un problema social y colectivo, y poner sobre la mesa las consecuencias reales que tiene en la vida diaria de las mujeres, la hayan sufrido o no de forma directa.
El objeto de la narración deja de ser la culminación de la venganza, para ser la dificultad de como sobrevivir a la injusticia y de dónde sacar fuerzas para superar el trauma. Los resultados son agridulces, nos causan rechazo, pero pocas veces podemos ver una historia multifocal donde nos muestran los cimientos invisibles de la cultura de la violación: de la figura del nice guy a la equidistancia y colaboracionismo de instituciones y personas en cargos de poder (sean hombres o incluso mujeres).
Por si todo esto fuera poco, lo hace reflejando la mente de la protagonista, saltando de un lenguaje audiovisual a otro según sus emociones y con una increible banda sonora integrada por artistas usualmente menospreciadas por considerarse de chicas.
El buen estado de la comedia hecha por mujeres de acá
En los últimos años ya habiamos visto a Hannah Gadsby, Ali Wong o series como Broad City y Fleabag darle la vuelta a la comedia, pero en el estado español el fenómeno sólo está empezando a eclosionar para el gran público ahora, y no podemos más que esperar con entusiasmo lo que nos traerá. El ámbito del humor gráfico lleva conquistado desde hace tiempo, con figuras consagradas como Flavita Banana, Rocío Quillahuaman o Nuria Just, pasando por contenido más punki como el de Irene Márquez, Monstruo Espagueti, La Prados o Roberta Vázquez. Pero además, este año hemos visto el reconocimiento de mujeres haciendo podcast cultural con ese premio Ondas ex aequo a Deforme Semanal y Estirando el Chicle, que es la guinda a años de trabajo de muchas personas que llevan haciendo comedia, muchas veces desde la más estricta independencia. Queremos celebrar su triunfo, como también el de la Riot Comedy, que lleva tiempo pateándose los escenarios de muchas ciudades, el arrojo de una Inés Hernand ocupando espacio en el mainstream, el amor por lo cutre de Oye Polo, la caña que da Asaari Bibang o el surrealismo de Gakian. Para el nuevo año, deseamos que las ampollas que está levantando el especial ¿Quién se ríe ahora? del 29 de diciembre (con muchas de las aquí nombradas) marquen un horizonte nuevo que nos haga soñar con que lo mejor aún está por llegar.
Blanca Rego
Viviendo en la distopia
Leo mucha reflexión en torno a la tecnología porque me preocupa y fascina a partes iguales. Temas como el big data y la privacidad me sacan el sueño, pero también disparan en mi cabeza todo tipo de ficciones locas que a día de hoy son ya más bien realidades. Una de las mejores fuentes de ensayo sobre estos temas es Real Life. Esta revista online, totalmente gratuita, contiene decenas de artículos organizados por temáticas, desde terror corporal a gaming, por mencionar un par. Durante estos últimos meses, una de mis rutinas semanales ha sido leerme un artículo de Real Life cada sábado, en la cama antes de levantarme. Si os atrae el tema y no sabéis por dónde empezar, os recomiendo uno de los artículos que más me han dado que pensar este año, sobre cómo los algoritmos refuerzan la nostalgia: Yesterday Once More.
Explorando los márgenes
Aunque lo mío es el cine, no voy a recomendar ninguno de los estrenos que he visto este año. Cada vez me aburre más el cine actual. Incluso las películas que no me disgustan, me suelen parecer fallidas a ratos o más de lo mismo. Quizá es culpa mía, quizá es culpa de la industria, no lo sé… La cuestión es que ahora busco más lo liminal: lo experimental, lo marginal, las olvidadas y ninguneadas. Siempre me ha interesado todo eso, pero cada vez me cuesta más encontrar cine «comercial» de hoy, o incluso indie, que me aporte algo. Por eso os voy a animar a ver de vez en cuando algo que se salga de los esquemas del mainstream, como un corto abstracto, una comedia africana o una película bélica ucraniana de los 70. Todo eso se puede encontrar en plataformas gratuitas y de pago, solo hay que explorar un poco. Escuchemos a quien no tiene altavoz, en lugar de amplificar más a los mismos de siempre.
El demonio de los diálogos
Veo muchas series, porque la energía después de una jornada completa en algo que no me aporta nada está bajo mínimos y la cabeza no da para más. De hecho, veo muchas series de reojo. La serie de fondo, y yo poniendo la mesa o fregando los platos. Seguramente, alguien me discutirá que eso no es verlas, pero, sinceramente, la mayoría de series actuales se entienden en modo radionovela porque las imágenes no aportan gran cosa. Este año, ha habido solo una serie a la que he dedicado toda mi atención: Evil. Soy muy fan de los King, sus series no son las más llamativas, porque no tienen los presupuestos de una HBO, pero son las mejor escritas. El episodio del ascensor de este año me ha dado más miedo que cualquiera de las películas de terror de 2021, e incluso los episodios con metáforas obvias, como el de los zombies de Amazon, son entretenidos y tienen algo que decir. Y de propina, un episodio sin diálogos. Abajo la tele radionovela.
Mike Remacha
Te quiero Kentaro Miura o El fantasma de las navidades pasadas
Creo que nunca he entendido tanto a una persona a la que jamás he visto en persona como a Kentaro Miura. Su trabajo para mí era como ver a través de un cristal recién limpiado. Podía adivinar cada emoción marcada a fuego en su arte. Entendía cada parón y cada retraso. Celebraba cada salida de un capitulo como si un amigo hubiese superado una enfermedad.
Berserk, en cierta forma, era eso, una enfermedad. No sé cómo podía ser el día a día en el estudio donde él y sus ayudantes llevaban a cabo cada página de lo que me ha marcado personalmente tanto, pero me lo puedo imaginar, sobre todo tras ver el final de su vida. Si bien él mismo se creaba un nivel de auto exigencia cuyo límite se iba haciendo absurdamente grande a cada momento, lo que incitó a esto no fue su propio ego, fuimos nosotros, la sociedad. Cada persona que admiraba a Miura y recalcaba lo que mejoraba en cada página y lo bonito que era ahora; quien difundía bulos sobre por qué no había salido capitulo durante unos meses; los que le insultaban directamente y, sobre todo, el poder. Ya fuera presiones editoriales, jefes, o gente cercana, todo ello era un caldo de cultivo de caos que no podía traer nada bueno para una persona enferma. Pero su enfermedad no era una afección cardiaca como nos han intentado vender. ¿Cómo puedo saberlo y poder ver a través de su obra? Por qué yo estoy enfermo de lo mismo. De ansiedad. Tenía claro que su muerte me afectaría, pero no podía imaginar que el motivo iba a destrozarme el corazón como lo ha hecho. Ha sido como ser Scrooge y recibir la visita del espíritu de Marley ya que, prácticamente al mismo tiempo de recibir esta noticia, yo sufrí un ataque de ansiedad en el que se me olvido hablar y por el que comencé a ir al psicólogo. Lamentablemente cada día hay más casos de personas que padecen de ansiedad y depresión como nosotros, lo más probable es que quien esté leyendo estas líneas ahora mismo la haya padecido o tenga a alguien muy cercano padeciéndola. La sociedad está fomentando una forma de vida que nos mata solo por existir. Los niveles de exigencia que tenemos que aguantar son insostenibles y, al final, vamos a reventar todos por los aires como una patata caliente. He acabado de forma muy negativa, pero os prometo que, si seguís
leyendo, todo va a mejorar.
Te quiero Julia Ducournau o El fantasma de las navidades presentes
La ansiedad me ha quitado el placer de poder disfrutar de contenido nuevo hasta limitarme a consumir en bucle cosas que ya he visto infinidad de veces. No me atrevo a decir la cantidad de veces que he podido ver algunas películas en una semana o las veces que he escuchado algunas canciones en un día. Pero gracias a Titane la cosa mejoró bastante. He de reconocer que me daba pánico verla. No podía explicar la razón. Muchas veces tiene que ver con mis expectativas diciéndome que no me va a gustar algo y que será una pérdida de tiempo. Todos sabemos que es una soberana gilipollez, pero así funciona el cerebro de un enfermo por ansiedad. Gracias a Dios que me decidí a verla. Es la mejor película que he visto este año y también una de las mejores películas que he visto en mi vida. Más allá de que haga absolutamente todo bien, ha sido el motor de que descubra que el terror corporal es un género que amo. Hasta terminar de ver la película no me había percatado de que siempre me había interesado la filosofía y estética detrás de este tipo de historias, pero nunca es tarde para darse cuenta de algo, por muy evidente que fuera para tu subconsciente y para la gente que te conoce. La misma semana que la vi hice una maratón de casi 10 películas similares que me produjeron una inspiración que no sentía desde hacía años. Pero vamos incluso más allá. Ha sido un antes y un después en darme un empujón para poco a poco volver a leer y disfrutar de cosas nuevas otra vez. Aún no todo está perdido, sigo amando las cosas que amaba y las que me quedan por amar.
Te quiero Hideaki Anno o El fantasma de las navidades futuras
Hideaki Anno en cierta forma es igual que Miura. Un perfeccionista, un gran artista y también un enfermo de ansiedad y depresión. Toda su obra está impregnada en el fango negro del dolor que siente cada día por vivir en este mundo y tener que lidiar con sus problemas. Otro artista con una obra eterna que parecía no tener final por la cantidad de retrasos y obras intermedias en las que participaba. Todo indicaba que la cuarta película de Evangelion no iba a estrenarse jamás. Que era un fantasma que de vez en cuando se materializaba para recordamos lo que tenemos sin acabar y nunca verá la luz. Pero no ha sido así. Evangelion: 3.0+1.0 Thrice Upon a Time es una patada a esa idea toxica que tenemos todos en la cabeza. A
de que si metemos algo en el cajón es que nunca jamás volverá a ver la luz del sol. Con esta película demuestra que, si todos tenemos un sueño o una idea que lleva 100 años dormida en la torre más alta de un castillo rodeado de zarzas y custodiado por un dragón que escupe fuego, siempre puede acabar despertando con voluntad y amor. Pensar ahora mismo en ella me da ganas de seguir intentando sacar mis proyectos adelante. Al final, Anno, es el ejemplo vivo para todos aquellos artistas que padecemos ansiedad y depresión y nos ha dado el mejor regalo posible. Todo se puede superar. Todo se puede acabar. Quizás no de la manera que queríamos, pero si la que necesitábamos.
Nacho Requena Molina
Arcane
La vida suele dar sorpresas. En ocasiones, abres un huevo y salen dos yemas. Esto es gloria bendita: significa que hay más superficie para mojar con el pan, acto mirado como de mala educación por aquellos que, en realidad, no tienen ni puta idea de lo que es comer de verdad. Con Arcane me ha pasado un poco igual: no esperaba nada de ella y resulta que había dos yemas. No es que diera poco por una serie basada en League of Legends —videojuego que me ha robado durante estos últimos 365 días un total de casi 400 horas (literalmente) — , es que ni me acordaba que se estrenaba si no hubiera sido por la campaña de marketing y promoción tan faraónica que ha tenido. Y aquí estamos, que me la he visto dos veces, que posee una de las mejores animaciones que hay en la actualidad (gracias por existir, Into The Spider-Verse) y con una trama que va más allá de pegarse mamporros, que si eres jungla, support o su puta madre/padre. Ha gustado más al público de fuera de LoL que al que está dentro. Cero sorpresas, la verdad.
Onna Bugeisha
Las Ninyas del Corro llevan pegando fuerte desde hace ya unos añitos, pero su consagración máxima ha llegado con Onna Bugeisha. El rap necesita voces femeninas, y ya en el caso del rap español… mejor ni hablamos de ello. A Sara Socas le siguen tirando mierda en cada Batalla de Gallos por el simple hecho de ser mujer, así que grupos como Las Ninyas del Corro lo estén reventando me alegra por partida doble: primero, porque se lo merecen y van a poder vivir de la música tras un disco magistral (antes no lo hacían y trabajaban en una tienda); y segundo, porque su figura se planta en el panorama como un soplo de aire fresco, de abrir las ventanas para dejar de oler a cerrado, todo mezclado con un estilo old school que no reniega ni de raíces autóctonas ni de referencias foráneas.
El barrio de la luz
Era agosto, finales de mes para ser exactos. Estaba en la playa junto a mi pareja, María, la mejor dibujante del mundo —por supuesto — , y me miró a los ojos: «No sé si te ha gustado o te parece una mierda con la cara que acabas de poner». Había terminado El barrio de la luz, de Inio Asano. Me había encantado, pero, a su vez, tenía ganas de tirarme de un puente, que un tráiler chocara con mi cuerpo y este saliera volando como en Dead Rising cuando golpeas a un zombi. Asano es uno de los mejores mangakas de la actualidad —y de la historia, si me apuras— gracias a la manera tan personal que tiene de plasmar la realidad. Es el paroxismo de las situaciones que se viven en Japón, pero con un punto de «¿y si quizás no está siendo tan exagerado?». Porque Asano, en El barrio de la luz, habla de tantos temas posibles como de realidades existentes, desde el suicidio hasta la prostitución infantil. Y tú si quieres coges la historia, que está llevada hasta el límite, y te haces creer que no es más que ficción, pero cuando cierras la última página, por tu cabeza vuelve a resonar lo mismo: y si…
Alberto Rico
Essays on Empathy (y Andar)
Essays on Empathy es una colección de juegos del Deconstructeam que ya estaban publicados gratis (a excepción de De tres al cuarto, que está hecho específicamente para esta colección) que funciona casi como un poemario. No sólo da empaque a juegos hechos para jams, sino que nos ofrece unos vídeos documentales sobre cada juego donde nos hablan desde el salón de su casa de sus procesos y lo que han significado tanto personalmente como dentro de la historia del equipo.
No sé si ha sido a causa de esto o ha surgido en paralelo, pero Marina y Jordi han seguido abriéndose tanto de sus procesos como de sus pensamientos en torno a diversos temas en el Podcast Andar, que bien podría haber merecido el puesto en esta lista por sí mismo.
Into the depths (The Eggplant Show)
En este podcast es igual de fascinante lo que se responde a las preguntas como el enfoque de quien las formula. El programa empezó llamándose The Spelunky Showlike, y consistía en que un puñado de reconocidos diseñadores de juego hablaban muy en profundidad sobre el diseño de, primero Spelunky, luego de otros roguitos, y finalmente de juegos que ya nada tienen que ver con el género.
Into the depths es una serie dentro del podcast que este año han dedicado a jugar Kentucky Route Zero. Dedicando un programa a cada uno de sus actos (y su interludio), desgranando muy detalladamente las referencias e inspiraciones del juego, y comentando cómo funcionan sus decisiones de diseño.
Ciudad de las dos lunas, de Cabiria
No tengo ni idea de cómo escribir sobre música. Supongo que son mentir mucho podría decir algo así como que el segundo LP de Cabiria es un giro de su anterior C’est Lindy On, alejándose del humor y presentándonos un trabajo con muy cuidadas texturas, melodías y letras. Lo que sí puedo decir de manera completamente sincera es que este disco me ha acompañado en gran parte de este año, se me ha instalado en lo más profundo del cerebro, lo he escuchado tanto mientras trabajaba y mientras paseaba, y aún puedo seguir escuchándolo sin haberlo aborrecido, y aún encuentro cosas interesantes en sus letras, y bailando sus melodías.
Jesús Rocamora
Atrapados en el tiempo
No deja de ser curioso que, atrapados como estamos en sucesivas olas de una pandemia que nos obliga a volver a la casilla de salida cada cierto tiempo, el recurso del bucle temporal nos haya hecho pasar tantas buenas horas este año. En realidad, entiéndame, morir-y-vuelta-a-empezar está en el ADN del videojuego desde sus inicios. Pero títulos como The Forgotten City, Deathloop, Returnal y Loop Hero no solo han sabido incorporarlo de forma muy inteligente a sus historias, sino que se han valido de sus mecánicas para hacer que el medio avance hacia territorios inéditos, mezclando géneros en apariencia incompatibles, ideas viejas y nuevas, ya sea desde de la tradición del indie por la experimentación, con la pasta y la seguridad de una superproducción o incluso para salvar las limitaciones de la cultura del modding. De todos ellos, Returnal es luz de mi vida, fuego de mis entrañas y GOTY de mi corazón, un desafío en lo jugable (el equilibrio perfecto entre la satisfacción inmediata de un arcade y la recompensa por la exploración propia de un metroidvania, con bailes por el escenario que parecen sacados de Doom y feelings evidentes a los Souls: frustración, ataques de pánico, su puta madre y la convicción de que eres un semidios cada vez que derrotas a un boss) que se ha extendido hasta volverse casi en una obsesión por ahondar en el resto, en todo lo no jugable, en aspectos como la banda sonora de Bobby Krlic (The Haxan Cloak) o en una estética marcada por la arquitectura y su variedad de formas de vida, como si estuviera dentro de un escenario de Alien: Covenant/Prometheus. Pero yo, sobre todo, quisiera celebrar aquí que Returnal, como primera experiencia real con la nueva generación de PlayStation, haya tenido más de experimental (porque es alucinante lo que hace este juego con el tacto, con el sonido y con la iluminación: ¿era esto la sinestesia?) que con recurrir a los valores seguros de producciones como Uncharted o The Last of Us.
Amar por siempre y odiar frontal
A los madrileños VVV les debemos el mérito de hacer evidente la conexión entre dos sensibilidades aparentemente opuestas como son el subidón bakala y el bajón post-punk. Lo que traducido al terreno musical viene a ser como prenderse fuego en medio de la pista baile mientras lloras ante la perspectiva de un mañana. Porque VVV suenan como una terrible resaca existencial. En 2018, L’ennui puso sobre la mesa las cartas con las que el grupo había elegido jugar y a las que siguen fieles a día de hoy: el Madrid distópico como escenario, las cascadas de sintetizadores y la escritura automática a base de frustración, desesperanza, pena máxima, fiestas, drogas, desamor y violencia mal conducida. Dos años después, Escama (2020) supuso un salto adelante en las texturas y las capas. Y Turboviolencia (2021) termina de perfeccionar la receta, empezando por Odiar frontal y Crisis existencial, probablemente los dos hits más inmediatos que hayan escrito hasta el momento y que mejor resumen el proyecto. El esfuerzo por avanzar es evidente tanto en lo musical (Nadie es leal es una vuelta de tuerca a su sonido de siempre; los estadillos de jungle noventero que salpican el disco son gloriosos, dignos de los primeros Prodigy, especialmente en el tramo final de Matar el tiempo a grito de «nunca fuimos especiales»; y bienvenida sea la voz Elinor Almenara para quedarse, que en Amianto me recuerda a los argentinos Mueran Humanos), pero también todas esas frases que van haciendo mella en el oyente, erosionándolo, y que terminan saltándole en los momentos menos esperados, como «Añoro estar hecho pedazos, hecho pedazos por ti», «Un millón de finales y en ninguno tú estás» o esa Lluvias de marzo que parece capturar la banda sonora de la noche previa a la pandemia. En este sentido, mis dos momentos favoritos del grupo durante este año tienen que ver con su capacidad para emocionar y sorprender cuando uno piensa que les tiene cogido el truco: por un lado, el single Monstruo, que, en menos de dos minutos, desde ya los mejores dos minutos musicales que nos ha dejado el año, construyen un templo a la culpa y todo lo que llevamos dentro; y por otro Convicción, su colaboración en el primer disco de Nueve desconocidos, que expande el característico sonido del grupo hacia horizontes shoegaze de lo más interesantes.
Quiromántico, corre, ve y dile que me enseñe la cartilla y piérdete
Lo siento, pero me resulta completamente imposible resumir en un párrafo de qué van mis dos novelas favoritas publicadas en España en 2021: Piranesi, de Susanna Clarke, y La telepatía nacional, de Roque Larraquy. Empezando por el hecho de que para mí ni siquiera son novelas de este año, ya que leí ambas a lo largo de 2020, de nuevo, en unas circunstancias marcadas por el confinamiento y por los efectos de una pandemia global. Diría que su mejor tarjeta de presentación es que no se parecen a ningún otro libro publicado recientemente y que, desde lugares tan alejados como Argentina y Reino Unido, nunca pierden de vista que el territorio a conquistar por un escritor, a colonizar por sus ejércitos, es la mente del lector. Porque cuando la realidad tiende a cerrarse sobre nosotros, la imaginación es el espacio que se expande y que ocupa su lugar. Y menudo campo de batalla. Complejas, laberínticas y tramposas; tan folclóricas como terriblemente modernas; musicales en la forma de controlar el ritmo de la historia y la melodía en el lenguaje; juguetonas con los géneros, lo que incluye el horror y el policiaco, los tratados científicos y los diarios, la ficción y el ensayo; con un pie en la realidad y otro en el delirio, la novela histórica y la ciencia ficción; arrodilladas frente a un altar a Borges y otro a Cervantes (y uno más pequeñito a Lovecraft, eh); firmes creyentes de las posibilidades literarias de cualquier texto, desde el poético al informe oficial, ambas novelas consiguen sacar el lector de su presente para ponerle frente a un espejo deforme que le permite entender quién es y dónde viene. Para todo lo demás, el tarot.
Javi Román
Ted Lasso Temporada 2
Roy Kent: Un momento. ¿A veces ser un Diamond Dog consiste solo en charlar sobre nuestras mierdas y que nadie solucione nada y nada cambie?
Ted Lasso: A veces, sí.
Roy Kent: Eso mola.
«Ted Lasso es revolucionaria simplemente porque sus personajes tienen inteligencia emocional». Esta frase que surgió hablando de la serie con un amigo se me quedó grabada por la simpleza y la vez la rotundidad del planteamiento. Durante décadas hemos estado acostumbrados a que en los productos mainstream las tramas se muevan por el conflicto en su estado más canónico. Los personajes «malos» o con reverso oscuro son atractivos, carne de fanservice. Todo esto ha derivado en que ponernos delante un grupo de gente empática, que no se toma las cosas de modo personal nos resulte muy impactante. Aunque al recomendar la serie dije varias veces que no había que dejarse llevar por el contexto futbolístico, que no era más que un escenario para la historia, ahora sé que me equivocaba. Y es que de hecho, un equipo de futbol es el caldo de cultivo perfecto para masculinidades frágiles, un entorno en el que las emociones individuales deben ser irrelevantes porque ganar o perder lo es todo. Y por eso que Roy Kent cuente a sus amigos que se siente triste y que estos simplemente le escuchen y empaticen se siente completamente revolucionario.
Essays on Empathy
Cuando Deconstructeam desarrollan juegos pequeñitos para game jams, Paula «Fingerspit» se dedica a la creación de música y diseño de sonido e intenta no probar el gameplay en sus etapas tempranas para que al menos uno de los miembros del equipo tenga una visión fresca del conjunto terminado. Es Marina González, encargada del arte, la que testea la programación que realiza Jordi de Paco. Sin embargo, esto cambió durante la creación de Behind Every Great One y el motivo no tuvo nada que ver con la productividad. Jordi, autor también del guión del juego, sugirió que era mejor que Marina se enfrentase a la historia que se contaba una vez terminado, porque trabajar de modo prolongado en esa trama quizá podría ocasionarle demasiado dolor.
Essays on Empathy es una recopilación de todas esas pequeñas obras que han llevado a Deconstructeam a ser lo que son. Si The Red Strings Club y Gods Will Be Watching son la obra de teatro final, en Essays on Empathy se nos brinda una mirilla por la que observar a las personas, durante sus ensayos y errores. Cada uno de los juegos de la colección les sirve para aprender algo nuevo como desarrolladores, pero también es un escalón más en su desarrollo emocional y personal. Desde mi punto de vista, si hay algo que los videojuegos pueden ofrecer con mayor pureza que otras artes es una experiencia más vívida de la empatía y en eso esta recopilación es sin duda una masterclass.
Odd Taxi
Odokawa, la morsa antropomórfica conductor de taxi protagonista, es capaz de hacer una radiografía de tu personalidad solo preguntándote cuál es tu cantante favorito de la canción We Are the World. Y lo cierto es que esto podría resumir un poco el espíritu de Odd Taxi.
Por falta de tiempo me cuesta mucho encontrar un anime que me encaje. Separar el grano de la paja y dar con una pequeña joya autoconclusiva (o con pocos episodios por temporada) que cuente una historia interesante y libre del clichés me resulta algo tremendamente difícil. Y por suerte este año eso es lo que ha aportado Odd Taxi. Odokawa es parco en palabras, pero el desfile de clientes que pasan por su asiento trasero muestra un Tokio que, aún siendo ficticio, es probablemente el más real que me he encontrado nunca en una obra de ficción. El ambiente nocturno, la perfecta integración de la música, la cuidadísima animación engarza a la perfección con las conversaciones, que pueden traer recuerdos a ciertas películas de Tarantino. Resulta muy reconfortante sentir cómo todo consigue sumergirte en ese mood de programa radiofónico y katakanas de neon reflejándose en las lunas del taxi atravesando la ciudad.
Juan Carlos Saloz
Noches de bohemia y de ilusión
Para sorpresa de nadie, Midnight Mass tenía que estar en la lista. La serie de Mike Flanagan no solo sentencia (por si no lo hubiera hecho ya) su carrera como el director de terror por excelencia del siglo XXI; ese que no tiene miedo al formato, al drama ni a los largos planos sin dejar de lado su escuela 100% Hollywood. También compone un universo de personajes, ambientes y formas que te arrastra de la lágrima al pánico, provocando que lo bucólico y clásico adelante por la derecha a los nuevos miedos (purgas y zombies aparte) dejando claro que estamos hechos de la misma pasta de siempre: de fe, de esperanzas y de sueños inevitablemente rotos.
Érase una cuestión de honor y vergüenza
Adaptaciones del Quijote se han hecho muchas y algunas buenas (como la de Terry Gilliam, que jamás me hartaré de defender), pero lo que nunca imaginaría es que la mejor adaptación reciente de las novelas de caballerías la daría una película como The Green Knight. Que David Lowery es un genio ya lo demostró por su capacidad tanto de hacer historias eternas como A Ghost Story como defendiendo el espíritu Disney en Peter y el dragón. Sin embargo, en esta película ha superado cualquier frontera posible mostrándonos la mejor síntesis posible sobre el honor, el sentido del ridículo y el pasar a la historia como alguien recordado. Si Aquiles hubiera visto este film, jamás hubiera viajado a Troya.
Avida Dollars: qué cabrón
Que sí, que no ha inventado la rueda y ha vendido a todo el mundo una revolución que ya hizo Rosalía (bueno, y que él también firmó) hace un par de años. O incluso que ya hizo Camela a principios de los 2000. Pero qué bueno es El Madrileño. Tangana ha cogido a un grupúsculo de gente de la que ya muchos ni se acordaban (o incluso ni conocían) y ha vendido que son la VERDADERA MÚSICA® , esa que defiende El Fari y que ya pensábamos que había quedado (gracias a Dios) en un pasado oscuro. Y va el tío y la resucita, metiéndole además versos traperillos que incluyen cosas como «con tu piquete Kardashian toditas las gatas te envidian» en un bolero. En fin, que puede que no os guste, pero ha vendido más que nadie este año a través de este invento. Y lo ha hecho demasiado bien.
Jaime San Simón
Podcast Andar, temporada 1 (Marina González y Jordi de Paco)
Las conversaciones que mantienen Marina y Jordi (dos tercios del estudio valenciano Deconstructeam) en el podcast Andar son un genial documento acerca del desarrollo de videojuegos. A través de cándidas conversaciones se abren acerca de sus métodos, sus ansiedades y sus obsesiones, poniendo el acento en esos momentos de la creación en los que desde fuera parece que no pasa nada. Son una ventana abierta a una industria que tiende a la opacidad, pero lo que eleva su material es la manera en que se cuenta. Sus paseos psicogeográficos por Benimaclet son tan importantes como el tema a tratar: vivas descripciones, sonidos tomados sin filtro e incluso parones para acariciar gatos. Podrían hablar sobre los mismos temas sentados en un estudio de grabación con toneladas de apuntes previos, pero las conversaciones no fluirían de la misma manera, no tomarían las mismas tangentes ni darían pie a hablar de una manera tan honesta y desenfadada sobre los altibajos del trabajo creativo.
IDLES
El quinteto de Bristol ha publicado este año CRAWLER, su cuarto álbum. Accidentes de coche, fiestas desenfrenadas y ansiedad ante el futuro se mezclan en un disco denso, con un asfixiante sonido industrial. Las guitarras suenan como motores de combustión, la voz de Jon Talbot desgarra el aire con cada palabra y la línea de bajo reverbera en el cráneo mientras se sucede una colección de estampas oscuras, aunque se permite espacio para sorpresas como la balada The Beachland Ballroom. No contentos con ello, este año han firmado numerosas colaboraciones y remixes, apropiándose con rotundidad de temas de Mogwai, St. Vincent o Sharon van Etten, arrastrando sus temas al territorio visceral de esa noche británica retratada en el videoclip de uno de los temas estrellas de su disco: When the Lights Come On.
Titane (Julia Ducournau)
Cuesta encontrar a alguien que filme los cuerpos con tanto detalle y precisión como Ducournau. La sugerente casquería de Crudo sigue presente en su segunda película, con violentas transformaciones físicas y músculos luchando contra su inminente decadencia, pero si algo domina la directora francesa es usar esas imágenes impactantes para hablar de la relación entre cuerpo y psique. Tras un inicio de slasher cambia por completo de marcha para dibujar una conexión inesperada entre dos personas con una relación complicada con su propio continente, introduciendo fantásticas escenas sobre figuras en movimiento como el violento choque con la masculinidad de la catártica rave final. Una película chocante de una manera inesperada, cercana a los temas de su debut pero con voz propia y sin miedo a experimentar.
Mayka Scharff
Kento Nanami: DILF of the Year Damn, I Love to Fantasize ….about characters that don’t exist!!
Estaba pensando en las cosas que más feliz me han hecho este año y un único nombre, en mayúsculas y con una tipografía muy bonita; ha aparecido por mi mente: Kento Nanami.
Bien es cierto que mi obsesión por Keisuke Baji de Tokyo Revengers le hizo sombra durante un par de meses, pero soy mujer de un solo hombre; sobre todo si ese hombre lleva traje y este le queda así de bien.
Si hay algo en lo que para mí destaca Jujutsu Kaisen es en sus personajes y aunque su elenco protagonista es espectacular, como ya es tradición, mi corazón siempre acaba siendo conquistado por algún secundario molón.
Y es que sigo tan enamorada que, aunque la adaptación animada terminó el primer trimestre de este año, aún no he podido superar ni tan siquiera su fugaz aparición en el segundo opening de la serie que va exactamente desde el segundo 0:36 al 0:38 (estoy enferma).
¡Pero eso sí! No soy la única persona en la tierra que destaca lo maravilloso de este personaje y lo puedo demostrar, pues la última encuesta de popularidad que se realizó este mismo mes lo posicionó como primer puesto en el ranking de «con qué personaje de JJK pasarías San Valentín». Así pues, este párrafo es toda una declaración de intenciones para todas esas personas que lo votaron como su «perfect date» a las que me gustaría decirles: yo lo vi primero.
¡Por fin mezclar anime con cosas sale bien!: Mahjong Soul x Akagi
Si hay un juego al que he recurrido con relativa frecuencia durante este año para paliar mi aburrimiento ha sido el Mahjong Soul. Y digo «con relativa frecuencia» porque en cuanto pierdo un par de partidas seguidas dejo de jugar hasta que consigo olvidar que alguna vez he perdido. (¿Será por eso que no consigo subir de rango? …)
En fin, siempre he pensado que lo único que podría mejorar este juego sería el poder jugar con los personajes de Akagi, el mejor manga sobre mahjong jamás escrito. Y como eso es justo lo que ha pasado este año, me era imposible no nombrarlo en esta lista.
Durante las semanas que duró esta esperada colaboración jugué incontables partidas mientras fantaseaba con ganar alguno de los premios que habían anunciado. Pero el ínfimo porcentaje de probabilidades que había de ganar algo sumada a mi, ya de base, mala suerte, desencadenaron en lo que todos estaréis imaginando: en que me comí un rosco.
Aun así, fue muy divertido volver a tener fe en algo, un sentimiento que pensé había perdido por completo gracias a la universidad. Echando la vista a hace unos meses, sin duda fueron unos días bastante entretenidos, aunque si alguien me preguntase si me gustaría que volviese esta colaboración mi rotunda negativa quizá os sorprenda. Pero es que nunca antes estuve tan cerca de meter dinero en un gacha y esa ha sido sin duda una experiencia… terrorífica.
Miren este anime o sino moriré
Me gusta mucho Ousama Ranking y lo sé porque siento la imperiosa necesidad de hablar sobre este anime todo el rato y a todo el mundo.
El príncipe Bojji es el primer hijo del gran rey Bosse pero, a pesar de ser hijo de un gigante, Bojji no parece tener ninguna habilidad especial, ni siquiera gran tamaño; al contrario: es pequeño y no puede hablar ni escuchar. Esta situación es motivo de constantes burlas y humillaciones ya que nadie confía en que un príncipe con estas características pueda convertirse en rey, ni mucho menos conseguir un buen puesto dentro del «Ousama Ranking», el top que clasifica la fuerza de los gobernantes y por tanto el estatus de sus reinos en este mundo.
Pese a que a día de hoy solo se han emitido sus 11 primeros episodios, este ya cuenta con un extenso elenco de personajes de lo más variopintos. Y no son solo figuras puestas al azar, ya que el anime les ha dedicado capítulos episódicos que han dotado de realismo y personalidad a cada uno de ellos. Al fin y al cabo, en una historia llena de traiciones y donde nada es lo que parece es muy importante dotar de profundidad a los personajes para poder entender cómo se comportan y por qué hacen lo que hacen.
Y creo que este es el punto que más hace destacar a Ousama Ranking. La forma en que los personajes parten de una motivación principal que los caracteriza y el cómo evolucionan en base a esta. Bojji no solo quiere ser rey sino también demostrarse a sí mismo y a los demás que es digno de esa posición, y es esta la motivación que lo embarcará en un viaje con el propósito de hacerse más fuerte.
Ahhhh! Siento que quiero hablar de tantas cosas que no debería para no hacer spoiler a mis amigos… ¡Qué remedio! Esta vez me voy a contener, pero si después de esto no os empezáis Ousama Ranking, no tendré piedad.
Sebastían Torrente
Guilty Gear ‑STRIVE-
El debate de «cómo hacer los juegos de lucha más accesibles» siempre se topa con el mismo problema: no importa cuantas facilidades y recursos des a los jugadores nuevos si no hay los suficientes jugadores a su nivel contra los que jugar. El éxito de Strive es triple: que Ishiwatari siga al frente tras 24 años es poco menos que un milagro en una industria que se deshace de sus creadores en cuanto puede. Que el juego tenga rollback (queja de los jugadores mediante, eso sí) un paso de gigante en su adopción por las empresas japonesas del género. Y su éxito de ventas/jugadores combinado con lo anterior crea una situación en el que los jugadores nuevos pueden disfrutar del juego a su ritmo, con acceso a rivales a su nivel con los que ir aprendiendo.
El futuro es «rollback»
El rollback (la mejor implementación posible a día de hoy para jugar online en juegos de lucha) no es cosa nueva, GGPO tiene quince años. Juegos como Them’s Fighting” Herds o Power Rangers: Battle for the Grid han hecho buen uso de él. Pero la reticencia de las principales compañías japonesas del género a implementarlo o a implementarlo mal (Street Fighter V) ha sido siempre un escollo importante. 2021 marca (espero) un punto de inflexión: el éxito de Guilty Gear ‑Strive‑, reimplementaciones en BlazBlue: Central Fiction y Cross Tag Battle, The King of Fighters XV y Melty Blood: Type Lumina con rollback de entrada… Ha hecho falta poner mucho grito en el cielo y una mezcla de circunstancias muy concreta, pero parece que por fin estamos aquí.
ODDTAXI
Entre unas cosas y otras no he prestado mucha atención al anime en 2021 más allá de tener un ojo puesto en la situación insostenible de la industria. Pero mentiría si no dijese que he disfrutado lo suyo con ODDTAXI. Un tapiz de historias bien hilvanado que elude por fortuna repetir el tono en el que suele caer toda historia que se mira demasiado en Snatch o similares para encontrar su forma de contar las cosas. Historias sobre idols, yakuzas, gente dispuesta a todo por un like o gente llevada a la furia homicida por un gacha. Está todo ahí.
Miguel Vallés
The Great Ace Attorney Chronicles
Ser fan de Ace Attorney es como una travesía en el desierto. Hay un juego nuevo cada 35 años (aproximadamente), las noticias son escasas y las traducciones españolas ni están ni se las espera; pero este año Capcom ha sido magnánimo y nos ha traído Ace Attorney Chronicles, dos entregas de 3DS que nunca salieron de Japón ahora remasterizadas en HD y en un perfecto inglés. ¡Y qué entregas! Qué guión más sólido, qué personajes más redondos (diseñados por Kazuya Nuri, uno de mis favoritos de la franquicia), qué maravillosa sensación de adentrarnos en un mundo totalmente nuevo, inexplorado y lleno de vida, giros, y drama. Un oasis excepcional de la saga en el que regodearse y disfrutar antes de ponerse en pie y seguir caminando, ahora con fuerzas renovadas.
Unpacking
Vamos a poner las cartas sobre la mesa: no he jugado a Unpacking. Lo haré, lo estoy deseando, pero ahora mismo hablo desde la distancia de alguien que ha visto lo suficiente desde fuera; jugué a la demo, he leído un par de análisis de mis crítiques favoritos (uno de Paula, mismamente presente en esta lista) y he visto algún cachito de gameplay. Más que necesario para saber que me encantará cuando le ponga la mano encima. Me alegra mucho saber que existe este juego tan precioso e íntimo de apariencia simple y absolutamente prodigioso en su narrativa, accesible y para todo el mundo.
Sam & Max: Beyond Time and Space Remastered
Dudaba en elegir este tercer videojuego, pensando en que realmente no creo que sea “una de las mejores cosas del año”. Ya me siento lo bastante pequeñito y tonto siendo invitado a este blog junto a auténticos titanes de la escritura. Pero mira, al final esto es un pequeño espacio que nos da Álvaro para hablar de nuestras neuras y mi neura es que me encantan las aventuras de Sam & Max. Estos dos animales de dibujos son uno de mis mayores lugares de confort, que me hacen reír y sentir cariño como pocos. Pues eso es lo que ha recibido este segundo remaster de la trilogía: cariño a raudales de sus creadores que con pocos recursos pero mucho mimo han mejorado y traído a 2021 una de las primeras (y mejores) obras de la historia de Telltale Games. Un auténtico ejemplo de cómo actualizar un clásico, desde los gráficos hasta el acting, la composición visual o nuevos temazos de música en vivo. Toma nota, Rockstar.
2 thoughts on “Moviéndonos más allá de la influencia de los tiempos. Lista (de listas) del 2021”