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The Sky Was Pink

Don’t look now. Sobre «Círculo interno» de Noel Ceballos y John Tones

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Salve, se­ño­ra de las pe­sa­di­llas, la muer­te, la lo­cu­ra, la desesperación

Aunque siem­pre ha exis­ti­do el te­rror ha­cia lo des­co­no­ci­do, ca­rac­te­ri­za­do en la exis­ten­cia del otro, del que pien­sa o ac­túa di­fe­ren­te, su pre­sen­te ha ido evo­lu­cio­nan­do con­for­me cam­bia­ban los tiem­pos. Incluso en el ca­so más pa­ra­dig­má­ti­co, el del sa­ta­nis­mo, po­der­nos ver có­mo lo que preo­cu­pa en él no es siem­pre lo mis­mo: en la edad me­dia, per­se­gui­do por con­fluir con­tra el po­der di­vino de la igle­sia; en el si­glo XIX, por he­rra­mien­ta de po­de­ro­sos; ya en el XX, en­tre los 60’s y 80’s, por ser el enemi­go in­vi­si­ble que ame­na­za­ba las vi­das de la co­mu­ni­dad en ge­ne­ral. Nada ate­rra más que la otre­dad. Por ese mo­ti­vo, aun­que cam­bie de for­ma, aun­que asu­ma di­fe­ren­tes mé­to­dos o me­dios, siem­pre bus­ca­mos aque­llo que po­da­mos te­mer y gri­tar «¡bru­ja!», na­ci­do de la si­mien­te de dios y el dia­blo, no tan­to pa­ra con­fir­mar que te­ne­mos ra­zón co­mo pa­ra ase­gu­rar que en­fo­ca­mos la mi­ra­da ha­cia otro la­do: sin bru­jas, sin Satán, ¿qué cris­tiano no aca­ba­ría cues­tio­nán­do­se, pa­ra em­pe­zar, su pro­pia creen­cia? Sin enemi­gos, ¿quién no aca­ba­ría cues­tio­nán­do­se, pa­ra em­pe­zar, a sí mismo?

Circulo in­terno es cohe­ren­te des­de su mis­mo tí­tu­lo, por­que es­truc­tu­ral­men­te asu­me la for­ma de una se­rie de círcu­los con­cén­tri­cos que van crean­do una ima­gen ar­gu­men­tal que só­lo se re­suel­ve en la su­ma de to­dos ellos: siem­pre se pue­de sos­pe­char la exis­ten­cia de más círcu­los, un sal­to más en la di­men­sión es­pe­cí­fi­ca de lo re­pre­sen­ta­do, pe­ro no por ello se co­no­ce, de for­ma fác­ti­ca, su exis­ten­cia. No has­ta que se nos pre­sen­tan. Empezando por el círcu­lo más am­plio y más abier­to a la in­ter­pre­ta­ción, una mu­jer en­san­gren­ta­da va­gan­do por el cam­po —no sa­be­mos que ha­ce allí, pues po­dría ser na­die y cual­quie­ra — , la pe­lí­cu­la aca­ba en el círcu­lo más con­cre­to y ce­rra­do de la in­ter­pre­ta­ción, una mu­jer en­san­gren­ta­da an­dan­do por el cam­po —co­no­ce­mos quien es y có­mo ha lle­ga­do has­ta allí; el via­je ha­cia el co­no­ci­mien­to ha terminado.

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