Todo acto de venganza se sitúa en el proceso de un viaje: en tanto se busca activamente un cambio de estados, pasar del agravio a la restitución de la justicia, hay un cierto tránsito espacio-temporal, pero también emocional, que acontece desde el deseo de venganza hasta su consumación; no se es el mismo cuando se comienza algo que cuando ya se ha acabado. Es por ello que la obra de Kazuo Koike es particularmente paradigmática en este sentido, pues ya parte de la presunción de que hay una distancia entre el deseo de venganza y su ejecución — una mujer gesta el deseo de venganza, pero sólo su hija es capaz de llevarlo a término. Y como no somos los mismos cuando empezamos que cuando terminamos, todo acto implica siempre una parte de nuestro propio devenir. Aunque yo elija emprender una acción determinada, una venganza en éste caso, por una serie de causas y motivos el por qué la llevo a término y como siempre acontecerá de un modo diferente, con unos enrizamientos creados en el proceso, al cual estaban planteados en inicio. Lo importante del viaje no es quien acabo siendo, sino quien voy siendo por y en el viaje.
Negros abismos,
la ensangrentada nieve
llega a tu puerta.