Movimientos (totales) en el arte mínimo (XXXIII)
La nariz
Ryūnosuke Akutagawa
1915
En tanto seres vivos, estamos condicionados por causas ajenas a nuestra voluntad desde el mismo momento de nuestro nacimiento. Nadie elige su nombre como nadie elige su físico, nos vienen impuestos de antemano, pero resulta evidente que son hechos que nos condicionan personalmente: vivimos a través de ellos, son nuestra máscara, incluso si no hemos tenido voz ni voto a la hora de elegirlos. Pongámonos en una situación hipotética, ¿cómo sería tener una nariz tan exageradamente grande, tan extravagante, que su punta nos tocara la barbilla, que más que aguileña fuera de pelícano, impidiéndonos comer si alguien no nos ayudara para que no acabemos con las narices en el fondo del plato?