Todo viaje acaba siempre en el interior. Sobre «Cenizas» de Álvaro Ortiz
No existe tópico más extendido que el viaje. Siempre que se ha pretendido mostrar la evolución del auto-descubrimiento del individuo, ya desde La Odisea —sea por búsqueda de heroísmo, sueños o madurez; o por obligación en el partir — , se ha recurrido al viaje; viajando durante kilómetros, encontrándose con otras personas y situaciones, siempre está presente la oportunidad de reflexión. Al estar lejos de casa, cualquier constricción desaparece. Existe libertad. Libertad, en minúscula, en cualquier caso: el viaje libera porque aleja de la cotidianidad, pero también aprisiona en tanto aleja de cualquier otra parte. Ahí fuera es todo desmedido. Un viaje hace tan probable que encontremos lo buscado como que acabemos completamente destruidos.
Esa libertad se explora en Cenizas cimentándose sobre su propio título: cenizas literales y metafóricas, de sueños y de amigos, del pasado y el futuro. Historia de viajes, road movie de cómic, tierno relato con tintes de medida extrañeza realista, pero también algo más: canto a la amistad. Eso no impide que el trío protagonista sea la antítesis de la amistad cordial sostenida a lo largo del tiempo; mientras Polly es la huraña amante de la música y Moho el caradura insoportable que vive de apaños, Piter se nos presenta como alma del grupo: de carácter pacificador, buscando entendimiento, sus esfuerzos dan cohesión a sus diferencias; en cualquier caso, no se unen por ninguna razón desinteresada: al morir Héctor, el cuarto en discordia, deben cumplir su último deseo de esparcir sus cenizas en un lugar lejano. Un último viaje por amor para recuperar la amistad perdida. Amistad que es todo aristas, porque ni siquiera es triángulo —no triángulo por cuadrado: la ausencia de Héctor desestabiliza su configuración básica, ya que deja de existir razón para permanecer unidos; cuando a un cuadrado falta una arista no se torna triángulo, sino linea — ; en cada uno de sus extremos están Polly y Moho, sólo unidos por el nudo que supone Piter en esa cuerda imposible de discordialidad.