Max Stirner “El hegeliano” contra “Kant-Ye” West. Una disputa ontológica sobre el ego
Si el arte constituye el objeto y si la religión vive solamente por la secuencia a este objeto, la filosofía se distingue muy claramente tanto de uno como de otra. Esta última no se opone a un objeto a la manera de la religión, ni crea uno, a la manera del arte. Al respirar la libertad, por el contrario, amplía su mano destructora tanto contra la constitución del objeto, como contra la propia objetividad.
Max Stirner
Si el arte se origina como creación de un objeto, entonces deberíamos entender que cuando alguien lleva su vida personal hasta convertirla en una cierta forma del arte el yo se justifica en su articidad creadora: el ego que nace del arte no es puro egotismo, sino el objeto validado de su propia creación. No existe per sé el ego en su concepción cotidiana. Es por ello que el ego nacido del puro sentimiento de egotista, nacería como un fundamento religioso; en oposición al ego que surge sólo en tanto se edifica como arte, el ego religioso sería la consecución ya no del amor por sí mismo, sino de la confrontación con algún otro: existe sólo en tanto oposición: se tiene ego por oposición a la otredad del ego. Bajo este prisma no seria absurdo entender que el ego entonces sólo es posible en el arte, pues sólo a partir de que alguien constituye su ego como tal puede darse un otro a partir del cual edifique un ego religioso, un ego nacido de la pura oposición, un ego abortado del auténtico sentimiento de individualidad. Es un ego falsamente puro, nacido de un binarismo hegeliano carente de todo sentido.