Versus, de Ryûhei Kitamura
Aunque pueda resultar evidente, todo movimiento es hacia alguna parte: el estatismo no se orienta, pues se encuentra fijo, y por extensión no tiene dirección de confrontación. Lo estático carece de situación en el espacio, no ve nada más allá de sí mismo —lo cual tiene un ejemplo bastante evidente en el adicto, el cual está estancado en su adicción, no puede ir más allá de ella, y por ello supedita su vida entera a su posición actual: el objeto de su adicción — . Lo que permanece quieto no se encuentra con las demás cosas, ni siquiera cuando éstas buscan colisionar con ello; es imposible que exista algo estático, invariable, que se nos aparezca como parte del mundo. Todo fluye —dijo El Oscuro.
Versus podría entenderse en dos sentidos completamente diferentes, que sin embargo enraízan en una vista común. Por un lado, versus alude al sentido anglosajón en el cual nos habla de una confrontación; por otro lado, versus alude al sentido latino clásico en el cual se nos habla del movimiento de ida y vuelta que produce el labrador al arar la tierra. Lo que tienen en común es que, incluso cuando parece que no tienen nada en común, los dos referencian un estado común de los seres: están yendo hacia algún lugar. Lo interpretemos como una lucha, en cuyo caso sería un encuentro dirigido en ir más allá del otro, o como un movimiento de cultivar el mundo, de coger la tierra del yo para hacerla algo mayor que ella misma, en cuyo caso sería un encuentro dirigido en ir más allá de mi mismo, en ambos casos existe la idea de ir hacia otro lugar. Es una búsqueda de los límites inexplorados del mundo. Por eso toda interpretación de la película de Ryûhei Kitamura pasa, por necesidad, el hecho de comprender hacia donde nos dirige su movimiento, hacia donde nos sitúa su interpretación.
La evidente diferencia entre ambos términos es que incluso cuando se dirigen en una dirección común, se sitúan como fuerzas opositoras: mientras el versus (inglés) nos habla de moverse más allá del otro, de superar el otro, el versus (latino) nos habla de moverse más allá de uno mismo, de superar el yo; en ambos casos hablamos de un movimiento, pero la diferencia se da en la orientación del mismo. En el primer caso estaríamos en el caso de El Antagonista, el cual se nos situaría como una fuerza que busca sus propósitos a través de destruir a un rival, en cuya destrucción, se puede hacer con los poderes del portal dimensional 444 que le permitirá obliterar toda existencia; en el segundo caso estaríamos en el caso de El Protagonista, el cual se nos situaría como una fuerza que busca sus propósitos a través de la auto-extinción, del sacrificio de su propia integridad en favor de encontrar un sentido ulterior más allá del yo inmediato —lo cual puede interpretarse literalmente (el proteger a La Chica) como en el sentido metafórico (sólo parece encontrar su auténtico ser después de morir, de la extinción final). Es una oposición no-binaria, un viaje de ida y vuelta en el cual ambos se dirigen paralelos en donde la posibilidad de encuentro se presenta fortuita: El Antagonista quiere matar a El Protagonista en la misma medida que El Protagonista quiere encontrarse más allá de su actual vida: no es un conflicto, es una resolución común de conflictos paralelos.
No hay oposición real entre los personajes, no hay auténtico conflicto. El conflicto se diluye entonces en una búsqueda catártica que no es tal, que es la consecución lógica del desencuentro que se da en el movimiento paralelo de ambos, en tanto no hay pretensión de combatir entre ambas partes; El Protagonista no se enfrenta contra El Antagonista para evitar sus planes, sino para defender su propia vida. Es por ello que la película se nos sitúa en un extraño punto muerto: no hay oposición auténtica entre los personajes, el gran conflicto son dos conflictos menores diluidos dentro de la lógica común de El Bosque de la Resurrección.
¿Qué significa ésto? Que no hay historia. La película se sostiene sobre unos cimientos que no existen, una historia que no es una historia en tanto carece de cualquier armazón técnico a partir del cual se puede contar algo que pueda considerarse la resolución de alguna clase de conflicto. Cada uno de los personajes sigue su camino, encontrándose fruto de la casualidad y, en esa casualidad, provocando que los movimientos de cada uno se opongan al del otro: el único conflicto nuclear que hay en la historia es que El Protagonista y El Antagonista se encuentran en un punto común intentando ir en direcciones opuestas, al entrecruzarse sus caminos hasta ahora sólo paralelos. Nada más. Es la fortuita casualidad de un encuentro imposible que sólo puede saldarse con la muerte de El Protagonista y con la superación de El Antagonista; no hay catarsis, sólo superación del conflicto al poner en común su situación.
Por otra parte, esto no significa en caso alguno de que la película carezca de sentido o narratividad. Muy al contrario. Lo que ocurre con Versus es que no nos están hablando del mundo, de lo humano, sino de la naturaleza, de lo pre-humano, de aquello que existió incluso antes de que el hombre pisara la tierra; El Protagonista y El Antagonista son fuerzas naturales que deben encontrarse periódicamente, chocar para fundamentar sus propias fuerzas a través del encuentro fortuito que cimienta sus existencias. ¿Qué narrativa existe en el Big Bang? Ninguna: un átomo estalla y nace el universo, un universo que debe contraerse o expandirse de forma constante pero en ningún caso permanecer estático; no hay conflicto, salvo dos conflictos menores (expandirse o contraerse), que en el encuentro producen su propia lógica concomitante: fuera como fuere, se mueve. He ahí que el mérito de Ryûhei Kitamura es explicar un principio universal aplicable al ser humano basándose en una absoluta ausencia de narrativa, aplicando un modelo pre-humano. A la naturaleza le gusta esconderse —dijo El Oscuro.
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