El universo es la caótica contingencia del ser. Una lectura (cripto)especulativa de Prometheus (I)
Prometheus, de Ridley Scott
El problema sustancial de la humanidad es creerse centro último de toda forma del sentido de lo real. El científico medio, por no decir el ser humano medio, cree que todo aquello que no sabemos o podemos explicar y/o entender es simplemente porque aun no hemos encontrado el mecanismo lógica que nos lleve hasta él pero que, necesariamente, en algún momento del futuro lo haremos; la humanidad se ocupó en el sitio de Dios a su muerte como único garante posible de la plasmación y edificación de sentido de la realidad en sí misma: los seres humanos son los únicos capaces de conocer a priori la realidad del mundo a través de su razón, conexión directa con el sentido profundo de lo real. Es por ello que cualquier plasmación que pretenda demostrar como ese conocimiento kantiano, ese conocer la realidad a través de los límites de la mente humana, es una falacia estúpida es necesariamente acusado de reduccionista, capcioso o anti-humanista. Los hombres son incapaces de aceptar su propia condición de contingencia en el mundo.
Prometheus no partiría exactamente de esta premisa, aun cuando sería el fondo epistemológico que se ocultaría en último término en ella, sino que partiría de la concepción anti-correlacionista de Quentin Meillassoux: no existe una interrelación necesaria hombre-mundo, humano-realidad. La primera escena con un ingeniero ingiriendo una droga que lo matará pero, a su vez, descompone su ADN en una conformación biológica diferente ‑o, lo que es lo mismo, el sacrificio de Dios aka Prometeo para la creación del hombre- a través de la cual construir un nuevo sentido del mundo. A partir de ahí toda la película será la búsqueda del por qué de ese acto, por qué una raza interplanetaria que nunca nos han venido a ver a posteriori declarándose como nuestros creadores, de hecho, nos crearon. El problema de eliminar cualquier noción de correlacionismo es que no sólo significa que el hombre y el mundo no están interconectados y que, de hecho, el universo existe de forma independiente del hombre ‑cosa que demostraba Meillassoux a través de los artefactos arqueológicos anteriores al hombre: tenemos prueba de la existencia de partículas del Big Bang, las cuales son anteriores al hombre y existen en sí‑, sino que también significa que la lógica del hombre no tiene por qué poder inferir la realidad en sí. El hombre está sumergido en un universo lleno de razones que no tiene por qué llegar a comprender jamás necesariamente.