La muerte del deseo es la muerte del hombre. Sobre «Wish» de The Cure
Ninguna existencia está exenta de verse mediada por el deseo. Cualquier intento de obliterar toda condición deseante en nuestras vidas, lo cual nos convertiría en el equivalente armónico de una piedra —una piedra muy zen, pero piedra; la extinción absoluta del deseo es una quimera, porque sólo desde él nos ponemos en relación con el mundo: construimos mundo a partir de aquello que queremos, pero no tenemos — , nos haría caer en la propia imposibilidad de liberarnos del deseo; cuando nos creemos libres del mismo es cuando más profundamente estamos sumergidos en su seno. Somos lo que deseamos, lo que soñamos, lo que necesitamos, porque todo lo demás no es más que nuestra condición de entes: entre un ciervo y un humano sólo media la diferencia de poder construir mundo, de convertir la naturaleza en cultura, lo cual sólo puede acontecer a través del deseo. Quien nada desea nada cambia, está estancado, en nada se diferencia de los muertos.
El mundo es caótico, el ser humano es el que lo hace ordenado. Lo que en los animales es instinto, un orden aleatorio de imperativos biológicos, en los humanos se convierte, por la fuerza del deseo, en una lógica sentimental más compleja que la mera suma de sus partes constituyentes; no existe cura para lo sentimental, porque los sentimientos son la expresión abstracta de nuestro deseo, de cómo nos sentimos con respecto al ordenamiento del mundo. La felicidad sólo es posible en un mundo ordenado, coherente, lógico. Es por eso por lo que la música es el arte más perfecto para vehicular sentimientos, ya que su condición de lenguaje abstracto lo sintoniza bien con la inconcretud de lo sentimental; los matices idiomáticos se pierden en la traducción, una misma palabra no significa lo mismo para dos personas distintas, y la música tiene un carácter intuitivo, subconsciente, que hace innecesaria su traducción.