Categoría: The Sky Was Pink

  • un nuevo comienzo

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    Siempre es bueno vol­ver a em­pe­zar pe­ro da­do que es­te blog va a se­guir aquí al me­nos un tiem­po mas, es­pe­re­mos que lar­go, es­ta en­tra­da es pa­ra pre­sen­tar­les los her­ma­nos pe­que­ños del blog, Yes, We Pink! y No Solo Pixel. El pri­me­ro, un sen­ci­llo tumblr don­de po­ner imá­ge­nes y ví­deos que va­ya en­con­tran­do, un tumblr cla­si­co. El se­gun­do, qui­zás mas in­tere­san­te, es un pe­que­ño pro­yec­to pa­ra ha­blar de vi­deo­jue­gos, pe­que­ñas en­tra­das so­bre al­go que es­te ju­gan­do, es­cu­chan­do o vien­do re­la­cio­na­do con los vi­deo­jue­gos, bre­ve y a diario.

    Actualicen sus feeds y alé­gren­se (o la­men­ten­se, ca­da uno sa­brá lo que le to­ca) les que­da Mortem pa­ra ra­to y en can­ti­dad. Hasta que me sui­ci­de hastiado.

  • en dirección a la mediocridad

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    Entre evo­lu­cio­nar y per­der el nor­te hay una pe­que­ñí­si­ma di­fe­ren­cia que, en oca­sio­nes, es di­fí­cil de di­fe­ren­ciar, es­to es lo que ocu­rre con Editors en su nue­vo dis­co, In This Light and On This Evening.

    Siempre res­pe­tan­do su so­ni­do clá­si­co Editors bus­can una re­no­va­ción abra­zan­do un so­ni­do emi­nen­te­men­te elec­tró­ni­co, ca­si synth­pop, sus­ti­tu­yen­do gran par­te de las gui­ta­rras por el uso de sin­te­ti­za­do­res. El re­sul­ta­do fi­nal es una irre­gu­lar su­ce­sión de ano­di­nas can­cio­nes que no con­si­guen que­dar­se en tu ca­be­za. Las úni­cas can­cio­nes que con­si­gue bri­llar al­go por luz pro­pia son Papillon y Bricks and Mortar, sien­do lo de­más post-punk de ín­fu­las de si­nies­treo (The Big Exit, The Boxer) o del glam mas Bowie (Eat Raw Meat = Blood Drool) lo cual da una sen­sa­ción de fal­ta de con­ti­nui­dad y so­bre­to­do, de cier­ta fal­ta de per­so­na­li­dad propia.

    Globalmente In This Light and On This Evening es un buen dis­co al cual le fal­ta uni­for­mi­dad y un po­co mas de per­so­na­li­dad, lo cual se hu­bie­ra con­se­gui­do con un so­ni­do que di­va­ga­ra me­nos en­tre es­ti­los y un par de te­mas que se que­den en la ca­be­za, co­sa que en es­te dis­co es in­exis­ten­te. La evo­lu­ción a la de­ri­va pro­du­ce la mediocridad.

  • vive rapido, muere viejo

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    La exis­ten­cia de la ma­yo­ría de las per­so­nas es una ca­rre­ra de ra­tas ha­cia la muer­te, la cual se vuel­ve pro­ble­má­ti­ca en las car­nes de un ex-supercriminal. Esto nos en­con­tra­mos en Incognito de Ed Brubaker.

    En un mun­do don­de exis­tie­ron los he­roes pulp, Zack Overkill se ve en pro­tec­ción de tes­ti­gos cuan­do le sal­van del in­ten­to de ase­si­na­to, en el cual mu­rió su her­mano Xander, por par­te de su ex-jefe, Black Death. Vive co­mo una per­so­na nor­mal, sin su­per­po­de­res, con un tra­ba­jo de mier­da de ofi­ci­nis­ta sien­do un ce­ro a la iz­quier­da don­de to­dos le ig­no­ran, se sien­te muer­to en vi­da has­ta que las dro­gas que con­su­me pa­ra eva­dir­se por al­gu­na ex­tra­ña ra­zón le ha­cen re­cu­pe­rar sus po­de­res y em­pie­za la fies­ta. Lo mo­nó­tono y ab­sur­do de la exis­ten­cia se ve ali­via­do por el he­cho de rom­per crá­neos de de­lin­cuen­tes, no por ha­cer el bien, sino por el pla­cer de pe­gar a quien se lo me­re­ce, sea del ban­do que sea. Y to­do es­to si­gue así has­ta que des­cu­bren que si­gue vi­vo y to­dos quie­ren su cabeza.

    Zack Overkill no es un hé­roe ni un vi­llano, ni mu­cho me­nos es un an­ti­hé­roe, es un hom­bre nor­mal que por cir­cuns­tan­cias de la vi­da con­si­guió po­de­res y con­si­guió es­ca­par de la ca­rre­ra de ra­tas, de la exis­ten­cia mo­nó­to­na y ab­sur­da de un ofi­ci­nis­ta gris e in­fe­liz. En la ca­rre­ra de ra­tas so­lo ga­na el que con­si­gue es­ca­par de la carrera.

  • inocentemente pop

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    Los de­li­rios pop son el opio del un­der­ground y nues­tro ca­me­llo fa­vo­ri­to es Takashi Miike, el cual nos da una do­sis de pu­ra es­tul­ti­cia pi­ca­res­ca­men­te ino­cen­te en la adap­ta­ción a ima­gen real del ani­me Yatterman.

    Yatterman #1 y #2 son una pa­re­ja de su­per­he­roes ado­les­cen­tes dis­pues­tos a traer la luz a un mun­do os­cu­ro ame­na­za­do por la sexy Doronjo que ha­rá cual­quier co­sa por con­se­guir la pie­dra crá­neo pa­ra su dios, Dokurobei. De es­ta sim­ple y al­go idio­ta pre­mi­sa Miike nos re­ga­la una adap­ta­ción per­fec­ta de un ani­me al ci­ne con ac­to­res de car­ne y hue­so, un con­ti­nuo de­li­rio don­de cual­quier co­sa, pre­via anu­la­ción de la cre­du­li­dad, es posible.

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  • el patetismo del amor

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    El amor lo pue­de to­do, ya sea o bien des­truir­lo, crear­lo o re­ge­ne­rar­lo. Con es­ta afir­ma­ción pro­ba­ble­men­te es­ta­ría de acuer­do Harlan T. Bobo y nos lo de­mues­tra en su ope­ra pri­ma, Too Much Love.

    Todo se ci­mien­ta en el con­tras­te de lo har­mo­nio­so de la mú­si­ca y lo des­car­na­do de la le­tra y la voz. Harlan no can­ta, re­gur­gi­ta con do­lor y ra­bia las his­to­rias de su ma­tri­mo­nio, el cual aca­bo ya ha­ce años pe­ro le si­gue co­rro­yen­do por den­tro, por­que el amor es pa­ra siem­pre. Lamentos por un amor per­di­do que ya no vol­ve­rá ade­re­za­do por un pa­te­tis­mo des­pe­cha­do que to­dos he­mos vi­vi­do, el del que aun aban­do­na­do no pue­de de­jar de que­rer a la aban­do­na­do­ra y aquí ra­di­ca la ma­gia, no se es­con­de, no lo ocul­ta, el es pa­té­ti­co y sa­be que tu has si­do pa­té­ti­co, quie­re co­nec­tar con el pe­que­ño bo­bo con es­pe­ran­zas que to­dos he­mos te­ni­do que ser.

    Bobo no nos da es­pe­ran­zas, no hay pal­ma­di­tas en la es­pal­da ni pa­la­bras de ani­mo, so­lo un can­to mo­nó­tono, tris­te y me­lan­có­li­co na­rran­do las can­cio­nes a la mu­jer que ama y ha per­di­do. Como to­do, co­mo todos.