Etiqueta: Alan Moore

  • Movimientos (totales) en el arte mínimo (XVII)

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    Ángeles fó­si­les
    Alan Moore
    2014

    Defender la ma­gia co­mo al­go vá­li­do pa­ra el pre­sen­te es, por sí mis­mo, un ac­to de re­sis­ten­cia. Que lo ha­ga Alan Moore, guio­nis­ta de có­mics y ma­go, lo es en ma­yor gra­do por su fi­lia­ción po­lí­ti­ca, anar­quis­ta, y sus pre­ten­sio­nes, ilu­mi­na­do­res aun­que iró­ni­cas. Ángeles fó­si­les no se de­ja leer ob­vian­do de quién es la plu­ma. Ver aquí y allá lo que ya pu­di­mos ver en Promethea, V de Vendetta o From Hell —tam­bién, aun­que en me­nor me­di­da pe­ro de for­ma más im­bri­ca­da, en su eta­pa con La co­sa del pan­tano— es na­tu­ral y de­sea­ble, ya que ja­más ha ocul­ta­do su fi­lia­ción má­gi­ca; lo que nos ayu­da a en­ten­der es­te bre­ve, aun­que pri­mo­ro­sa­men­te edi­ta­do, en­sa­yo es por qué ha­ce có­mics: por­que no con­si­de­ra la ma­gia una cien­cia, sino un ar­te que de­be co­mu­ni­car­se con las de­más ar­tes. Cada ac­to ar­tís­ti­co pu­ro es, en su esen­cia úl­ti­ma, la cris­ta­li­za­ción fí­si­ca de un ri­tual de cual­quier ín­do­le. Se ha­ce ar­te pa­ra ha­cer na­cer la crea­ción del mundo.

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  • La locura de Batman. Sobre símbolos, risas maniacas y el mutualismo murciélago-payaso (II)

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    La bro­ma ase­si­na, de Alan Moore

    Si pre­ten­de­mos ha­blar de la lo­cu­ra se nos ha­rá ne­ce­sa­rio, an­tes de na­da, de­ter­mi­nar si la lo­cu­ra se pue­de dar en un es­ta­do pri­me­ro de na­tu­ra­le­za, si exis­ten lo­cos que na­cen lo­cos en sí, o si to­da lo­cu­ra es una con­for­ma­ción que se va crean­do con el pa­so del tiem­po por las cir­cuns­tan­cias da­das en el mun­do. Bajo es­ta te­si­tu­ra la po­si­ción del Joker se nos pre­sen­ta co­mo mu­cho más os­cu­ra y pro­ble­má­ti­ca de lo que has­ta aho­ra se nos ha­bía plan­tea­do ‑pues, en tan­to des­co­no­ce­mos su pa­sa­do o sus mo­ti­va­cio­nes reales, só­lo sa­be­mos que es un lo­co que es lo­co en tan­to siem­pre lo he­mos co­no­ci­do en tan­to tal. Por su­pues­to po­dría­mos afir­mar que el Joker es un ar­que­ti­po de la lo­cu­ra en sí, de una lo­cu­ra na­tu­ral no in­du­ci­da, ya que lo he­mos co­no­ci­do siem­pre des­de esa po­si­ción de su pro­pia exis­ten­cia­li­dad; el Joker es­tá na­tu­ral­men­te lo­co por­que de he­cho nun­ca he­mos co­no­ci­do una po­si­ción mis­ma de su ser-en-el-mundo que fue­ra pre­té­ri­ta o pos­te­rior de la lo­cu­ra mis­ma. Ahora bien, só­lo sa­be­mos aque­llo que se nos di­ce so­bre él en los có­mics ‑lo cual, por otra par­te, ya su­po­ne una vi­sión ses­ga­da: en tan­to ar­que­ti­po de vi­llano es di­fi­cil que ha­ya un in­te­rés en ca­rac­te­ri­zar­lo más allá del bi­na­ris­mo bien-mal en el cual se ve re­clui­do en es­ta se­gun­da posición- por lo cual, si exis­te en al­gu­na par­te una jus­ti­fi­ca­ción pa­ra su es­ta­do, es­ta se ha­brá de de­sa­rro­llar en el seno del có­mic mismo.

    Precisamente des­de es­ta pers­pec­ti­va, la del có­mic pa­ra el có­mic, es don­de nos en­con­tra­mos con uno de los pun­tos ne­gros más lla­ma­ti­vos al res­pec­to de la fi­gu­ra del Joker ya que, aun cuan­do co­no­ce­mos a la per­fec­ción aque­llo que con­vi­do a Bruce Wayne en con­ver­tir­se en Batman, des­co­no­ce­mos que es lo que hi­zo del Joker lo que es en sí mis­mo; a prio­ri des­co­no­ce­mos aque­llo que ha­ce del Joker el Joker en tan­to tal. Aquí ten­dría­mos, esen­cial­men­te, tres po­si­bi­li­da­des pa­ra sa­ber que ocu­rre: a pri­me­ra de ellas se­ría que en al­gún có­mic se nos na­rra­ra la vi­da an­te­rior a la lo­cu­ra del Joker, por lo cual po­dría­mos de­cir que la lo­cu­ra en el mis­mo es un es­ta­do in­du­ci­do y no na­tu­ral per sé; la se­gun­da de ellas se­ría que de he­cho él ya na­cie­ra com­ple­ta­men­te lo­co, por lo cual no ha­bría más que es­tu­diar al res­pec­to; la ter­ce­ra y úl­ti­ma se­ría que ja­más se ha­ya da­do una ex­pli­ca­ción a és­te res­pec­to y sea, sim­ple­men­te, un ar­que­ti­po va­cia­do de to­da sig­ni­fi­ca­ción más allá de su lo­cu­ra misma.

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  • el asesinato como luz de la naturaleza del hombre

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    El te­rror se es­con­de en­tre los plie­gues de la his­to­ria co­mo la san­gre em­pa­pa los te­ji­dos del acu­chi­lla­do y el mis­te­rio ani­da bur­lón en la men­te de los hom­bres. Eso y na­da más que eso es From Hell de Alan Moore.

    En es­te mi­nu­cio­so y des­co­mu­nal tra­ba­jo Alan Moore nos cuen­ta la his­to­ria de Jack el Destripador sal­pi­ca­da por sus bue­nos tin­tes de fic­ción. Eligiendo un hi­po­té­ti­co Jack nos des­gra­na la his­to­ria de lo que pu­do ha­ber si­do la his­to­ria de el Destripador en una mez­cla de da­tos his­tó­ri­cos y crea­ción fic­ti­cia. Ayuda muy con­ve­nien­te­men­te el di­bu­jo de Eddie Campbell, con un tra­zo errá­ti­co, su­cio y feís­ta, siem­pre ju­gan­do con los cla­ros­cu­ros que no nos per­mi­ten ver más allá de lo que la bru­ma del pen­sa­mien­to quie­re que vea­mos. La his­to­ria se tor­na aun más os­cu­ra y con­fu­sa con un di­bu­jo que en­fa­ti­za lo tur­bio y ab­sur­do de in­ten­tar re­cons­truir la his­to­ria del ase­sino más fa­mo­so de la his­to­ria. El caos que se arre­mo­li­na en los sal­tos de la his­to­ria, en sus con­ti­nuos cam­bios de rit­mo y su ex­ten­sa y la­bo­rio­sa lec­tu­ra nos dan una vi­sión tan in­son­da­ble y fal­sa co­mo noble.

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