Cuando todos miran la realidad se transforma adecuándose a los deseos de los criminales perfectos del mundo mediático. El ruido de la masa, sus ganas de expectación, lleva a los directores de la manipulación encontrar las maneras de ensalzar, dignificar y encumbrar su mediocre producto. Y aquí nos enclavamos nosotros para mirar.
Ya hemos visto como el hype aborda la venta de un producto, por definición, con toda carencia de cualquier valor real que este mismo nos proponga. ¿Y como logra seguir vendiendo tras la expectación y la decepción dada? Mediante la pura y dura manipulación, la mentira desnuda. Un caso que todos recordamos, más o menos meridianamente, es el de Maxell vendiendo su formato de cinta como el mejor y único soporte realmente eficiente para escuchar la música y no solo oírla. Pero cuando la realidad nos ha demostrado lo contrario, un buen slogan(1), no es suficiente para vender nada, así que entonces acudimos al argumento de autoridad. Pongámonos en situación. El insigne Peter Murphy escucha complacido en su cinta Maxwell la vigorosa Night on the Bare Mountain de Nikolái Miaskovski. La elección no es, ni muchísimo menos, casual. Aquí ambos autores y su música son lo suficiente insignes como para que el melómano medio los conozca sobradamente y, al tiempo, el oyente ocasional de música sienta cierta familiaridad con la música y con el sujeto de distinguida apariencia. El anuncio parece decirnos que si ellos, adalides de la cultura oficial y de la underground, aceptan como suya esa tecnología no cabe duda de que es positiva. Y el espectador, desde una asociación falsa de conceptos, lo cree. El último caso de esto que podemos (y debemos) analizar lo encontramos en Belen Esteban.