.jpg)
En ocasiones los pensamientos son como notas a pie de página. Ni formas desarrolladas ni estrictamente ideas: sólo anotaciones. Apostillas por desarrollar. Algo especialmente cierto cuando hablamos con amigos, donde ese lenguaje privado creado con el tiempo, con el propio tránsito de la vida, hace innecesario verbalizarlo todo.
Sobre el sentido de la vida en general y del trabajo en particular no deja de ser eso. Esbozos de ideas. Nada concreto. Nada de todo desarrollado. Más pinceladas aquí y allá sobre aspectos tan generales como la existencia, el trabajo o la vida que alguna clase de pensamiento ordenado. No es un ensayo. No al menos en la pretensión de ser leído como un discurso cerrado donde no caben otras propuestas o conclusiones. Algo a lo que ayuda que el libro sea una recopilación de emails que envío la autora a sus amigos mientras estaba siendo tratada por un cáncer. Eso le confiere ese aire de familiaridad de quien no necesita explicarse. De quien siente la urgencia de decirlo todo sin pararse a considerar los antecedentes. Da por sabidas cosas importantes, omite otras tantas igualmente relevantes y todo se resuelve en un esbozo más intuido que dictado. Como si cualquier explicación ulterior fuera innecesaria porque ya se sabe de qué está hablando. Algo cierto para sus interlocutores, que en cualquier caso no somos nosotros.


No existe nada nuevo en el pensamiento de lo útil. Desde tiempos inmemoriales se matan a los niños que nacen inútiles para sus labores —entendiendo por ello una amplia perspectiva de acontecimientos dependiendo del contexto: desde no tener piernas hasta ser mujer, lo que se considera «inútil» depende de las coyunturas económicas de cada cultura— del mismo modo que se abandona a los ancianos en los montes o en residencias por no ser nada más que un estorbo; quien no produce no vale nada, porque el único valor posible es aquel que se da a través de la utilidad de las cosas. Quien no genera capital económico, produce gasto. Cuando nos obcecamos en la posesión apuñalamos nuestra humanidad para abrazar la posibilidad de la posesión, de ampliar nuestro capital, incluso si eso no significa vivir mejor o más apaciblemente; no se buscan mejores condiciones de vida, ni siquiera una buena vida, sino el hecho mismo de poseer más de lo que sea tenía antes incluso si es, irónicamente, una posesión inútil.
