Cuando recientemente afirmaba sobre el techno que es la cristalización de un concepto fluctuante, más líquido que sólido, de los flujos que le son propios a su vez pensaba en ese punto específico en un trabajo de Ken Ishii en su conjunto. El japonés, siempre a caballo entre una sensibilidad puramente japonesa pero también un estilo marcadamente occidental, hace confluir la paradoja en su seno como acto configurador de toda su obra y, por extensión, de su pensamiento. Es por eso que su disco “Future In Light” articule, quizás de una manera ligeramente maliciosa, un discurso particularmente fuerte con respecto de la actividad nómada del techno.
Articulado todo como una suerte de devenir futuro todo el disco parece querer hablarnos de un momento más allá del cyberpunk, el lugar común de Ken Ishii, para dirigirnos hacia un transhumanismo auténtico; despertar o trascender del ser humano enajenando su plano físico en favor de uno netamente mental. Por eso el disco se conforma, ya desde su inicio, en una única realidad motora: la continua paradoja de sí mismo. Dando bandazos en su sonido podemos encontrar desde temas de un techno ejemplar hasta otros que rozan el minimal además de algunos momentos que se aventura en una suerte de IDM desastrado; encontramos que siempre articula un conjunto deshilachado pero coherente. Éste carácter paradójico que le hace ser a la vez una afirmación y una negación de sus propias cualidades también se ve en el propio nombres de las canciones, una canción llamada Liquid Metal que se torna en un minimalismo IDM deja muy poco a la imaginación. Y he ahí la importancia de la contradicción paradójica en el techno: sólo en tanto es capaz de establecerse en una auto-negación de sí constante puede seguir proyectándose como entidad futura; puede seguir creando espacios sobre los cuales trasciende, no vive.
El techno es nómada porque es una conformación monádica ‑como ya dijimos anteriormente, por otra parte- pero también porque no puede dejar de ser nómada; constituye visiones del futuro que será presente, o no, pero que siempre está enajenado detrás de lo que sabemos que es las sensaciones que son propicias a esas realidades reveladas. Nos presenta un mundo visionario que es el nuestro, que es donde nos constituimos, para huir automáticamente de él porque el techno nunca habla de lo que somos conscientes sino de lo que siempre está por venir. Quizás por eso la popularización del género haya sido una rara avis pues, al no poder constituir un contexto que le sea propio del cual no acabe huyendo por su nomadismo, su popularización en términos masivos es imposible. Y por eso mismo es quizás una de las fuerzas vivas más interesantes de la cultura humana, es la única capaz de haber sobrevivido décadas mutando sin parar pero siempre siendo, a un nivel monádico, esencialmente lo mismo. El techno no es huir hacia adelante; es dar luz hacia los puntos que se mantienen oscuros sin poder vivir nunca fuera de la oscuridad.