Ken Ishii (ケン・イシイ) nació en Sapporo, Japón, pero no tardaría en mudarse hasta la metropolitana Tokyo donde se iniciaría en el campo donde ha destacado con luz propia: el techno. Como uno de los dj’s más famosos del mundo, aunque también entre los mejores de su tiempo, ha articulado una evolución con carácter marcadamente nipón del Detroit techno y, lo más importante, con una visión muy enfocada hacia un nuevo mercado audiovisual en auge en la época como son los videojuegos. He ahí la elección de Ken Ishii para articular un discurso sobre el techno, cuestionable como cualquier elección, aunque nos limitaremos al punto más interesante de su obra: la confluencia de la imagen con la música en sus videoclips.
El techno es caótico y desarticulado; su orden interno parece una caprichosa aliteración de movimientos sin aparente orden y concierto. Ahora bien, como el universo, el techno se rige por unas estructuras internas que se pueden controlar ‑o para ser más exactos, matematizar- aun cuando nos parezcan imprevisibles o meramente repetitivas. El continuo disparadero de imágenes se nos presenta como una diáspora de información donde no rige una articulación común, un discurso, sino que intenta transmitirnos una sensación, un flujo, particular.
Esta conformación rizomática, que no se articula en un orden sino que desde cualquier punto se puede saltar a otro mismo, quiebra cualquier noción de orden discursiva de la música: es imposible generar un discurso melódico coherente en el techno; no generar un flujo deseante. Por eso el techno huye de melodías ‑entendiendo la melodía como el discurso de la música- sino que se aferra sin vehemencia al generar sensaciones particulares. No necesita contarnos ninguna historia, sólo intenta transmitirnos un espacio mental que el propio techno ya considera como superado.
Repetición. Realidad y Ficción. ¿Donde empieza el mando del chico y acaba su cuerpo? El techno se mimetiza con nuestros propios cuerpos pues no es algo externo, sino que nosotros manipulamos el techno: le damos forma y sensaciones; lo creamos como un espacio físico donde habitar. El videojuego que merezca tal denominación debe confundir nuestros sentidos hasta que todo cuanto ocurra en pantalla nos parezca la más absoluta de las realidades; nos debe obligar a estar dentro del juego. El videojuego como hermano del techno niega el tiempo y el espacio, pues crea un espacio temporal propio para el jugador que es, además, uno que ya está en su propia desaparición. Es mónada y nómada. Pues se crea un espacio que, cuando pasa a ser habitado por el individuo que lo ha creado a través de sus herramientas, se origina en desaparición. La Realidad y la Ficción se mimetizan en conformación de realidad.
Los seres humanos somos máquinas conformadas en órganos, cuerpos y deseos. He ahí que el techno se origine como la posible conformación última del ser humano: se manipula su sonido del mismo modo que los flujos deseantes del hombre. Aquel que se acerca al techno, sea como dj o como mero oyente, se ve atravesado por una infinidad de flujos divergentes originados por la misma conformación de la música. Por su parte, el dj, dejará una parte conformante de sí mismo que articulará un pensamiento, una sensación o un deseo que transmitir al oyente; al absolutamente otro. En el otro lado, el oyente, mimetizará sus flujos deseantes en los que les proponga el techno creando unos absolutamente nuevos auto-reconociéndose como existencia a través de él.
El techno manipula la carne, los deseos, haciéndolos crecer y poniendo en orden mimético el deseo que imprimió el dj sobre los deseos que tiene instalados en su seno el oyente. En esta articulación ambos son auto-reconocidos como ser-en-el-mundo en una relación dialéctica que necesita de la intermediación del techno; porque todo dj es oyente, porque todo oyente es dj.
El dj crea un microcosmos que deja atrás como el sketch que todo aquel que intente instalarse en él tendrá que rellenar sólo para dejarlo atrás como un oasis del pensamiento. Cada canción de techno es una mónada donde nosotros cedemos nuestra extensión.
Ken Ishii — Beep Twist & Ken Ishii — Visionary World
La construcción es industrial pero personalizada, fría pero cálida, deseante pero orgánica; es una paradoja construida entorno a sí misma. Es inaprensible ya que no se puede aunar el carácter monádico y extensivo del mismo: la mónada en su carácter nómada huye de la extensión; no hay una estabilidad real porque siempre está deviniendo en cambio permanente.
Aun con todo, aunque no conozcamos el orden, podemos saber que todo es una serie de afluencias maquinales. Unas máquinas crean otras máquinas articulándose estas otras como generadoras de más máquinas o, en su defecto, de más flujos deseantes. Unas edifican a otras en una conformación lógica-rizomática, aunque no necesariamente lógica-formal; las conexiones entre conformaciones de deseos-maquinas, maquinas-deseos y maquinas-maquinas pueden parecer caóticas pero guardan siempre un orden de conexiones aleatorios pero constante. No hay posibilidad de predicción, de saber de forma fuerte, pero si podemos conocer sus funcionamientos.
Ken Ishii — Future Is What We Are
En los videojuegos, como en el techno, la realidad se rige como eso que hay más allá del supuesto simulacro. No conectan con aquello-que-debe-ser sino que aluden directamente y sin complejo alguno con aquello-que-nosotros-deseamos; con nuestra obligación sino que aluden directamente a nuestros deseos. En el videojuego puedo manipular el mundo a través de un yo que me representa y es, esencialmente, yo porque proyecto mi ser en él. Si a través del techno puedo manipular mis órganos y mi cuerpo, a través del videojuego puedo trascender ambos para convertirme en aquello que realmente deseo sin limitaciones orgánico-corporales. Es por ello que no hay mundo más allá del videojuego: en el videojuego yo soy exactamente quien quiero ser, nunca quien soy como tal en teoría. Por eso mismo no importa la historia, o es un valor secundario, lo que importa es que el videojuego colme mis deseos.
Ahora bien, en el videojuego también hay una serie de reglas, de flujos moleculares, que como en la realidad nos obligan a seguir unas determinadas pautas mecánico-sociales a través de las cuales dirigirnos. Estas directrices pasan de normas a leyes pues son inviolables, pero esto anula la posibilidad del castigo. Así cuando yo manipulo el videojuego para crear mods, o uso trucos para extorsionar los límites del mundo no hay castigo posible ya que las leyes que regían el universo se han quebrado; el universo se ha liberado de su propia extensión para erigirse mónada. En el videojuego, como en el techno, no hay límites porque el dj-oyente y el oyente-dj tienen la obligación de trascender su extensión.
Ken Ishii vs FLR — Space Invaders 2003
A través tanto del videojuego como del techno podemos eludir los flujos moleculares que aniquilan nuestros deseos a través de lo que debemos hacer y lo que debemos ser. No hay extensión para crear órganos dentro de estos, pues ellos escapan de estos para originarse como sensaciones puras más allá de una responsabilidad creada.
La realidad está más allá del entendimiento; de lo que debe ser pensado. Quizás el universo se rija por causas pero su forma de rizoma contradice la lógica formal en tanto esta siempre piensa en términos de las formas de raíz. Somos entidades volubles, manipulables, pudiendo convertirnos en cuerpos sin órgano con una nueva carne donde prescindamos de nuestros órganos para convertirnos en formas puras del deseo. Ahora bien, para conseguir esto se necesita la mediación de los demás a través de los cuales puedo confluir en una trascendencia más allá de mi propia extensión orgánica; de los flujos moleculares que me configuran haciendo oídos sordos de mis deseos.
El techno, como el videojuego, nos liberan porque no pretenden establecer nuevos órganos regidores para sustituir los actuales. Al contrario se establecen como momentums inaprensibles que nos obligan a correr a través de los flujos sin estancarnos jamás en la conformación de nuevos órganos; cambiando la velocidad, el ritmo y la dirección sin estancarnos jamás en un único punto coordinador no-deseado. Y eso lo debía saber bien Ken Ishii. Si quieres ser mónada comienza a correr más allá de tu propia extensión.
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