La situación del hombre en el mundo se puede considerar una situación penosa y brutal, en tanto como animal somos entidades frágiles que apenas si podemos competir contra los demás nos vemos en la obligación de llevar una vida sedentaria basada en el gregarismo. Esto no tendría un mayor problema si nos guiáramos por una base instintiva pero, en el mismo momento que nuestro intelecto crítico crece, para nosotros la compañía del prójimo puede ser una tortura; una sangrante necesidad. Placebo, que durante toda su trayectoria ‑o, al menos, la que se puede considerar de verdad y no una mala broma- ha enfatizado este hecho hasta el paroxismo, ya nos daría todas las claves en su primer single, ’36 Degrees”.
La pesimista visión de las relaciones humanas de Placebo se ven enfatizadas desde un primer momento donde, a base de elucubraciones metafóricas pero contundentes, van destripando las relaciones como una forma de lepra sentimental. Y lo hace desde la primera frase cuando nos dice: “Estábamos apretados, / Sin embargo, caes en pedazos como la plata se torna en color azul.” De éste modo el primer acercamiento afectivo, y la primera declaración de intenciones, ya nos sumerge en una realidad brutal: el acercamiento afectivo es una forma de oxidación del hombre; los sentimientos son, parafraseando a Bauman, líquido. Tampoco continuará mucho mejor cuando, en otra metáfora completamente diferente, lo compara con “depilarse con la llama de una vela / y quemarse para ti”; configura toda relación sentimental como una preconfiguración de sufrimiento, de sacrificio para con respecto del otro. Ahora bien, no nos dejemos engañar, la visión de Placebo, que podríamos tachar de misántropa en un análisis superficial, está muy lejos de creer que toda relación sentimental es una mutilación del ser como entidad constructiva de sí.