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Etiqueta: miedo
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Sugestión, sorpresa, afonía

Aunque mañana sea Halloween, ésto está aún lejos de acabar. Por eso hemos llamado a la sorpresa twittera del momento, aquella que nadie conoce pero todos deberían conocer, que ha demostrado también tener muy buen ojo para la escritura: hablamos de Mórbido, por supuesto. Si quieren saber más pasen por su imprescindible twitter pero, sobre todo, lean éste estupendo artículo que ha escrito para la ocasión sobre Monsters University.
¿Cómo hablar mejor del miedo sino a través de una comedia adolescente sobre el paso a la universidad, ambientada en una época en la que todo es nuevo y por lo tanto desconocido y, así, objeto del pavor? Aun eliminando todos aquellos elementos tardoteens que no han podido atravesar el filtro Disney —que obvia buena parte de los terrores inmanentes a la adolescencia— estos siguen asomando la patita en Monsters University y, junto a otros elementos, son aprovechados para reflexionar sobre la relación inmediata entre el terror y el humor y cómo el mismo vínculo convierte a este último en un instrumento muy eficaz a la hora de teorizar sobre los cómos y los porqués del miedo.
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Sólo en el miedo se define la diferencia (ante la muerte) entre el animal y el hombre

El salario del miedo, de Georges Arnaud
Si existe algo que acompaña de forma casi congénita a todo ser viviente, independientemente de su condición, tamaño o forma, es el inenarrable sentimiento que se padece cuando se es consciente del inminente peligro que acecha tras las sombras. Aunque como planteaba Hegel el ser humano es el único animal que le teme a la muerte, sin embargo no podemos negar que todo animal siente temor en cualquiera de sus formas: los perros acurrucados en un fuerte día de tormenta, los monos patidifusos ante los peligros que se ciernen sobre ellos o las gacelas corriendo veloces ante la vista de un león son reacciones que, si bien podrían considerarse no como terror sino como otra cosa, sin embargo nos recuerdan a ese instinto primario de la auto-preservación que le suponemos a todo ser vivo. Nadie quiere morir, incluso aquellos que en teoría no temen a la muerte.
¿A qué nos remite el salario del miedo ‑nombre de la novela de Georges Arnaud, pero también concepto que sintetiza su propia existencia? Precisamente a algo tan primordial como la analogía que hace, un salario que implica pasar miedo, de vivir sumergido en el miedo mientras ese trabajo dura. ¿Qué salarios del mundo conocemos en nuestro mundo? Todo aquel donde la vida de una persona está en peligro de forma constante, siempre atemorizado en saber que la muerte se esconde justo detrás suyo pero nunca sabrá cuando o como llegará. Aquí por supuesto podríamos entender que hay trabajos que consisten particularmente en el miedo en nuestra vida cotidiana ‑bombero, policia quizás- pero no es algo que se asuma de forma constante, sino que es siempre un miedo que se presenta como intermitente, como la excepción que justifica la normalidad paciente del mundo; el miedo sólo aparece como una excepción, como algo que cuaja de forma constante en un terreno que tiene que se sitúe en la excepcionalidad misma.
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¿terror? no en mi pasión

Acercándonos hacia el final de Halloween ya es una tradición que alguien en su colaboración desoiga mis peticiones para hacer lo que le de la gana: me parece fenomenal. Por eso aquí tienen una interesantísima reflexión de Jim Thin alias Jaime Delgado explicando por qué NO quiere hablar de videojuegos de terror. Y oigan, que me ha convencido… un poquito.
Un juicio que debe ser calificado como anómalo —solo por empezar por algún lado— llevó al corredor en solitario de este blog a pensar en mi una vez más para su cada vez más habitual (y agradecida) reunión de ilustres plumas. No conforme con contactarme para ello, su criterio le condujo a mi como el indicado para hablar de videojuegos y, puesto que el especial en esta ocasión es el que es, más concretamente de algún videojuego de terror. Así me lo hizo saber, y ahora estoy en un verdadero compromiso: por lo escabroso y por la necesidad de corresponder.
Es un problema, pensé en un primer momento, porque apenas he probado juegos de este tipo. No he jugado ningún Silent Hill, Fatal Frame o Clock Tower y llegué a Resident Evil cuando en teoría se alejaron del terror, es decir, desconozco por completo las sagas con más renombre, de las que podría contar algo que se les hubiese escapado a millones de personas. Eh, lo alternativo, me dije entonces, quizá sea el momento de darles una merecida oportunidad a esos juegos a los que se les ha hecho menos caso pero parecen tener algo que contar: Amnesia, Deadly Premonition, Call of Cthulhu, Haunting Ground, el último Alone in the Dark. Más sencillo también, además, descubrir algunas características que los hagan especiales en comparación con los grandes éxitos. No me pareció del todo justo. Coger uno al azar de los mencionados y sacarle su esencia para hacer un pequeño comentario es fácil, pero no tendría nada de especial, no sería una recomendación personal y con todas las de la ley salvo que ese juego me descubriese el mundo, y eso es bastante improbable. Lo retro pasó tan rápido por mi mente como opción que ni siquiera recuerdo qué.
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abandona el terror si deseas devenir en individuo

La adolescencia es un momento problemático de la vida por situarse en los interregnos de la existencia: ya no se es un niño pero tampoco se es completamente adulto; hay una lucha paradójica por intentar conformarse en una entidad equilibrada entre ambos polos. Esta lucha que, bien que mal, nos acompañará el resto de nuestros días produce el terror que le es propio al adolescente. Porque si el adolescente se muestra rebelde e insumiso, no es tanto por un problema hormonal ‑cosa, por otra parte, perfectamente complementaria- tanto como por el hecho de sentir la necesidad de rebelarse contra el mundo que le es pasado y el mundo que aun le es negado. El adolescente es rebelde porque aun no ha cruzado la puerta que le lleve hacia el mundo adulto pero la casa de la infancia ya le es ajena; es una entidad en paradoja para consigo mismo.
La puerta, siempre entendido como umbral que une dos tierras, sería el símbolo que le es más cercana al adolescente, protege en la misma medida que recluye y mantiene ajeno dos mundos diferenciados; induce el cambio entre la esfera de lo público y la de la privado. Ahora bien, los adolescentes se enfrentan ‑como una y otra vez nos explicitó los slashers- ante el terror absolutamente ignoto en esta etapa: el descubrimiento de la sexualidad. Procediendo de la sexualidad pero siendo forma ajena de ella por causa de la estigmatización social que produce el mundo adulto sobre la sexualidad infantil cuando el adolescente deviene en entidad sexual se encuentra que, sus pulsiones, las siente como hecho inapropiado; es incapaz de abandonar el mundo de la infancia, estigmatizado por el adulto, por la visión depredatoria del sexo que le ha sido impuesta. Esto explicaría algunas desviaciones sexuales fascinantes como, por ejemplo, la moda erótica japonesa de lamer pomos.