Aunque mañana sea Halloween, ésto está aún lejos de acabar. Por eso hemos llamado a la sorpresa twittera del momento, aquella que nadie conoce pero todos deberían conocer, que ha demostrado también tener muy buen ojo para la escritura: hablamos de Mórbido, por supuesto. Si quieren saber más pasen por su imprescindible twitter pero, sobre todo, lean éste estupendo artículo que ha escrito para la ocasión sobre Monsters University.
¿Cómo hablar mejor del miedo sino a través de una comedia adolescente sobre el paso a la universidad, ambientada en una época en la que todo es nuevo y por lo tanto desconocido y, así, objeto del pavor? Aun eliminando todos aquellos elementos tardoteens que no han podido atravesar el filtro Disney —que obvia buena parte de los terrores inmanentes a la adolescencia— estos siguen asomando la patita en Monsters University y, junto a otros elementos, son aprovechados para reflexionar sobre la relación inmediata entre el terror y el humor y cómo el mismo vínculo convierte a este último en un instrumento muy eficaz a la hora de teorizar sobre los cómos y los porqués del miedo.
Si digo que el formato de comedia adolescente es el apropiado para una película de monstruos es por la relación inmediata que existe entre el humor y el terror. El elemento esencial que ambos comparten es la sorpresa —entendida como «distorsión de lo real»— y sus circunstancias; es decir, la desfiguración de aquello que es supuesto como real y sus causas y consecuencias inmediatas. Siguiendo esta premisa, humor y terror podrían ser considerados sinónimos, pues no son sino dos tipos de reacción ante un mismo estímulo; no obstante, hay un elemento esencial que intercede entre ambos y establece sus diferencias: los conocimientos que el individuo-objeto posee y el tipo de los mismos. Cuando el pequeño Mike Wazowski aprovecha el descuido de los adultos en la central de sustos para colarse en la habitación de un niño humano junto a un asustador profesional durante su jornada de trabajo aprende cuál es el elemento esencial del miedo: la sugestión. Es el momento en el que el asustador araña el piecero de la cama con sus garras —y que el propio Mike empleará años más tarde con la misma intención— el que condiciona al niño y permite al primero conseguir la máxima puntuación en el macabro juego de acelerar el proceso digestivo de un indefenso infante. ¿Pero qué pasa cuando los asustadores fracasan en su misión y, ya sea por su propia incapacidad o por las inclemencias del ambiente, son descubiertos por el objeto a asustar previamente al comienzo del proceso sugestivo-laxante? Que se ríen en su cara. Es la posesión de un conjunto de conocimientos inmediatos obtenidos por sugestión la que provoca que el terror sea posible en lugar del humor, que, de esta forma, se trata de la reacción light ante una sorpresa y sus circunstancias. El humor, así, no precisa de información inmediata mediante control de la voluntad, sino de una serie de conocimientos ya adquiridos con anterioridad que hacen posible que a partir de un montón de palabras surja una carcajada, una risa, una sonrisa o el tecleo de un «XD» en lugar del suspiro de un triste «meh» en el caso en el que se desconociera su referente. Es el conocimiento previo por experiencia el que hace posible el humor y es el conocimiento inmediato por sugestión el que hace posible el terror. Cuando la decana Hardscrabble rechaza al manso Mike en el examen de Sustos 101 lo hace por no ser lo suficientemente fiero (y por lo tanto, incapaz de sorprender), al igual que al suspender a Sully lo hace por obviar el esencial proceso de sugestión previa al rugido. Ambos deben coaligarse para ser efectivos. El miedo, así, no depende en mayor medida del agente asustador, sino del ambiente que se crea previamente a la sorpresa y que sugestiona al objeto a atemorizar en conjunto con la sorpresa final (la sorpresa y sus circunstancias).
¿Pero no podría haber más de un único tipo de terror? Ya es sabido que, dando continuidad al paralelismo con el humor, pueden distinguirse varias clases de comedia, pero las etiquetas empleadas suelen estar carentes de significado y ser, como la mayoría de las clasificaciones —si no todas — , inútiles. Aunque en menor medida, lo mismo ocurre con el terror; no obstante, sí que se pueden distinguir dos «tipos» (más adelante explico por qué entrecomillo el término) básicos de miedo, que Monsters University analiza en la escena de la cabaña en el bosque: el terror físico y el psicológico. A diferencia del proceso empleado para atemorizar a los niños en sus habitaciones, para el que los monstruos asustadores se sirven de una sugestión mínima, la mayor acumulación de conocimientos (un nuevo ejemplo de la interrelación entre el terror y el humor, pues a medida que se tiene mayor experiencia más difícil es tanto hacer reír como hacer gritar de miedo) por parte de los adultos que irrumpen en el lugar obliga a Mike y Sully a cambiar su estrategia y a darle una mayor importancia al proceso sugestivo (¿pues qué le da más miedo a los adultos sino aquello que no es tangible pero cuya existencia se aventuran a intuir, ya sea Dios, la muerte, la hipoteca o las malas influencias que puedan recibir en el futuro sus hijos aún nonatos?). Mientras que a los niños bastaba con rugirles en sus incrédulas caritas (el terror físico; la sorpresa inmediata en sí) tras un sencillo juego de «silbo, araño, hago ruiditos que le hagan sospechar que algo no va bien» que funciona como lubricante, en el caso de los adultos el mayor peso recae en un proceso de sugestión leveleado (el terror psicológico; las causas inmediatas de la sorpresa —o de la potenciación de la misma — ), orquestado por el afable Mike, y que constituye el preámbulo de la sorpresa definitiva: la acometida de Sully y la visión en primera persona de su campanilla bamboleante. Es probable que al no realizarse los preliminares los adultos hubiesen actuado de forma violenta ante la aparición inmediata de Sully, pero es la sugestión previa llevada a cabo por Mike la que hace que los restos de comida de sus intestinos gruesos salten al suelo desde sus calcetines a medida que ejercitan los cuádriceps en dirección contraria a la pareja protagonista; la personificación —perdón: monstruificación— de la dualidad del terror, sin la cual el miedo no sería posible.
«The two of you did something together that no one has ever done before: you surprised me».
— Decana Hardscrabble
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