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  • Del netouyo a la alt-right. ¿Por qué los nazis llevan avatares de anime en las redes sociales?

    Del netouyo a la alt-right. ¿Por qué los nazis llevan avatares de anime en las redes sociales?

    Este ar­tícu­lo se pu­bli­có ori­gi­nal­men­te el 17 de agos­to de 2017 en Canino Magazine. Por des­gra­cia, ha re­sul­ta­do ser mu­cho más pre­mo­ni­to­rio y acer­ta­do de lo que nun­ca hu­bie­ra de­sea­do, así que aho­ra, sie­te años des­pués, lo res­ca­to aquí, en mi blog, pa­ra que se pue­da se­guir ac­ce­dien­do a él en la for­ma más óp­ti­ma po­si­ble. Que es­te ejer­ci­cio de ar­chi­vís­ti­ca sir­va pa­ra re­cor­dar que ya lo vi­mos ve­nir. Y que aún es po­si­ble pen­sar en pre­sen­te.

    Un breve recenso sobre la situación en la que nos encontramos

    Vivimos, y a la ac­tua­li­dad más re­cien­te nos re­mi­ti­mos, un te­rro­rí­fi­co au­ge de po­lí­ti­cas de ex­tre­ma de­re­cha. Y por en­ci­ma de es­vás­ti­cas y cal­vas, hay una no­ta es­té­ti­ca co­mún en­tre los dis­tin­tos gru­pos de na­zis: los ava­ta­res de ani­me ¿Acaso el ota­ku es de de­re­chas por de­fi­ni­ción? Para con­tes­tar es­tas pre­gun­tas vo­la­mos ha­cia Japón y nos aden­tra­mos en su po­lí­ti­ca y su Internet. Y lo que en­con­tra­mos allí, es el ger­men, ha­ce diez años, de lo que hoy es­ta­mos vi­vien­do en occidente.

    Japón siem­pre ha si­do un país con una gran im­pron­ta na­cio­na­lis­ta. Desde la fi­gu­ra del sa­mu­rái has­ta la di­vi­ni­dad del em­pe­ra­dor, pa­san­do por su pa­pel en sen­das gue­rras mun­dia­les y su as­pi­ra­ción de ser la má­xi­ma fuer­za co­lo­nial a prin­ci­pios del XX, su iden­ti­dad ha es­ta­do vin­cu­la­da a me­nu­do con os­ten­tar una su­pe­rio­ri­dad na­cio­nal in­na­ta so­bre los paí­ses de su en­torno. Y si bien tie­nen en su ha­ber va­rias de las ma­sa­cres y vio­la­cio­nes de los de­re­chos hu­ma­nos más te­rri­bles de la his­to­ria del si­glo XX, es al­go más bien po­co co­no­ci­do tan­to den­tro co­mo fue­ra de sus fron­te­ras. Entre otras co­sas, por­que el go­bierno ja­po­nés se nie­ga a reconocerlas.

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  • Movimientos (totales) en el arte mínimo (XXVII)

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    Military!
    Hiroshi Kimura
    2015

    Ella era pri­me­ra te­nien­te del ejér­ci­to de Krakozhia y ve­nía a pro­te­ger­me. Me se­du­je­ron sus for­mas sua­ves, su as­pec­to re­don­dea­do, sus ojos gran­des, su Remington M 700 con el cual me abrió un ter­cer ori­fi­cio na­sal des­pués de de­rri­bar la cuar­ta pa­red de mi ca­sa con un tan­que: ella era pri­me­ra te­nien­te del ejér­ci­to de Krakozhia y era una lo­li­ta. En me­nos de un mi­nu­to es­tá­ba­mos ha­blan­do de las bra­gas es­tam­pa­das de su com­pa­ñe­ra, se­gun­da te­nien­te del ejér­ci­to de Krakozhia. Eran ado­ra­bles. Su co­ne­ji­to nos mi­ra­ba des­de su cu­lo en pom­pa sin nin­gún mo­ti­vo más allá del fan­ser­vi­ce, un panty shot gra­tui­to que me ce­gó du­ran­te al­gu­nos se­gun­dos, su­fi­cien­te pa­ra po­ner­me en si­tua­ción de re­ci­bir un dis­pa­ro de un lan­za­cohe­tes AT‑4 a la al­tu­ra de la zo­na in­gui­nal. Durante al­gu­nos se­gun­dos per­dí el co­lor de mi cuerpo.

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  • por tus adicciones perderás el ritmo

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    Este ar­tícu­lo apa­re­ció ori­gi­na­ria­men­te en el blog de vi­deo­jue­gos, aho­ra en es­ta­do co­ma­to­so, The Virtual Simulacrums Archives con el tex­to re­vi­sa­do pa­ra la ocasión.

    Conocí el per­so­na­je de Hatsune Miku, mas­co­ta del sin­te­ti­za­dor de voz Vocaloid de Yamaha, por las pa­sio­nes que des­pier­ta en­tre el pu­bli­co mas en­fer­mi­zo del fan­dom ja­po­nes. Y en reali­dad no so­lo en­tre un gru­po de ota­kus sino que ha lle­ga­do al pun­to de ha­cer­se po­pu­lar en me­dios que po­drían cla­si­fi­car­se co­mo mains­tream. Después de to­do, si se pre­ten­de en­viar una re­crea­ción en vi­ni­lo en la na­ve Akatsuki con des­tino a Venus y pue­de dar un con­cier­to en vi­vo con Gackt no es de ex­tra­ñar que el si­guien­te pa­so sea pro­ta­go­ni­zar su pro­pio videojuego.

    Hatsune Miku: Project DIVA (初音ミク プロジェクト ディーヴァ, Hatsune Miku Project DIVA) es un cla­si­co jue­go de rit­mo don­de pre­mia la ha­bi­li­dad pa­ra dar al bo­tón en el mo­men­to jus­to. Este ti­po de jue­gos ba­sa­dos en el Quitame-de-ahí-ese-QTE con orí­ge­nes en ese pre­té­ri­to PaRappa the Rapper no ha cam­bia­do tan ape­nas a pe­sar de su ya lar­go es­ti­lo de vi­da. No es que Hatsune Miku: Project DIVA (HM:PD a par­tir de aho­ra) sea una re­vo­lu­ción en as­pec­to al­guno de es­tos jue­gos pe­ro si nos ofre­ce unos re­fres­can­tes cam­bios en al­gu­nos aspectos.

    Todo HM:PD es­ta he­cho por y pa­ra fans de Hatsune Miku, un jue­go que se re­crea en un prác­ti­ca­men­te in­exis­ten­te ar­gu­men­to en el que se nos con­fía la la­bor de lle­var al triun­fo ab­so­lu­to co­mo idol a Miku. Aunque, a pe­sar de es­to, no ten­dre­mos con­trol so­bre las co­reo­gra­fías, ni las cá­ma­ras, ni ci­tas con ella co­mo si pa­sa en Idol Master, co­sa que por otra par­te es de agra­de­cer pa­ra el ju­ga­dor oc­ci­den­tal co­mún. El abis­mo in­sol­da­ble en el que se sus­cri­ben es­tos jue­gos es te­rri­ble pe­ro si tie­ne un as­pec­to que res­ca­ta de es­tos es el moe. Ella es moe, pro­ba­ble­men­te el per­so­na­je mas moe que ha pi­sa­do es­ta ge­ne­ra­ción vi­deo­con­so­la al­gu­na. Y es­ta es la car­ta que jue­ga con­ti­nua­men­te el jue­go ca­ra al pú­bli­co, la fas­ci­na­ción que pue­de lle­gar a sus­ci­tar Miku.

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