This is the way the world ends
Not with a bang but a whimper.
T. S. Eliot
Siempre acabo buscando puertas. Me duele el pecho y siento que hay algo que lo aplasta; pienso entonces que mi vida va por un camino del que no estoy seguro pero que no hay vuelta atrás: allí, al fondo, hay un precipicio. Dejo de respirar, me ahogo y tengo que salir de donde esté. La última vez fue en el metro, pero paso por muchas calles, me siento en muchos coches y entro en muchas casas. Me levanto en mitad de la noche, cuando creo oír el mar a medianoche, pero estoy en la cama, y tras abrir un ojo me veo desnudo y sudado. Salgo de casa apenas vestido y tropiezo en la puerta. Camino con el corazón en la boca, la cabeza a punto de estallar bajo la niebla de la madrugada y al pasar unas horas, pensando apenas en andar rápido sin rumbo fijo, me calmo un poco, me siento en un banco al lado de un perro grande de ojos rojos. Me encuentro en un bosque de árboles cuyas copas no alcanzo a ver, a mi lado hay un macuto negro y noto el sofoco de la humedad. En el bosque no hay puertas.