Aunque se tienda a su idealización la infancia no deja de ser una etapa de descubrimiento donde los seres humanos somos particularmente vulnerables y dependientes con respecto a los factores externos del mundo. La infancia es un momento que se tiende a banalizar en favor del hipotético valor intelectivo desarrollado a partir de la mal llamada madurez. Pero si hay un autor que ha sabido retratar mejor lo más tenebroso de esta primera etapa existencial es sin duda Kazuo Umezu con un especial hincapié en su Cat Eyed Boy.
Nuestro protagonista Cat Eyed Boy, demasiado humano para el mundo de los monstruos pero demasiado monstruo para el mundo de los humanos, es un vagabundo que intentará arreglar aquellos problemas que se den en la convivencia entre lo (sobre)natural y lo humano. Así el punto mediador entre dos mundos absolutamente irreconciliables es el bastardo, el diferente, que es incapaz de conjugar en si mismo el orden natural de ninguno de los mundos. En todo su primer tomo el particular desarrollo de Umezu hará hincapié en como sólo desde la divergencia se puede combatir el caos que produce la confrontación de la guerra eterna. Si con respecto a los humanos los monstruos son Lo Otro eso deja a Cat Eyed Boy en la más extraña y peligrosa de las situaciones, es el otro con respecto de todo sí y otro; es lo absolutamente otro a través de nuestra similitud. En el choque de dos realidades que combaten por constituirse como hegemónicas el orden natural de las cosas es Cat Eyed Boy al intentar mantener siempre en un equilibrio perfecto las fuerzas. Él, en último término, es el narrador que impide que ninguna de las fuerzas presentes acabe por alzarse como absolutas.