Toda nuestra vida tiene un único sentido: aquel que nosotros le demos. Morir satisfechos ante la idea de que hemos vivido de tal manera que no tenemos nada de qué arrepentirnos. Incluso si eso ha implicado el sufrimiento de ir contra la sociedad o contra aquello que nos han inculcado —ya que, muchas veces, la culpa no viene del fracaso, sino del no encajar con los cánones que otros han pensado para nosotros — , hacer aquello que nos hace felices es la única prerrogativa obligatoria mientras estamos vivos. Y si eso molesta a la sociedad, mejor sería que todos nos fuéramos al infierno.
Eso es lo que ocurre en I Am A Hero. Que todo se va al infierno.