Cuando se aborda una tarea existen una serie de elementos limitados con los cuales realizarla. Si se da el caso de que para alguna de las partes del mismo nos quedamos corto de material tendremos que abandonar o reformular esa parte. Aunque existe otra posibilidad, optimizarla para hacer de nuestros puntos flacos un punto fuerte inesperado. De esto nos puede dar muchas clases Tomonobu Itagaki, pero se ve muy claramente en Ninja Gaiden 2.
Si de algo carece Ninja Gaiden 2 es de la necesidad de presentación. Su argumento, que es más una excusa que un argumento, es la enésima lucha del ninja Ryu Hayabusa contra el clan de la araña negra que intenta despertar un mal primigenio. La típica acción que corresponde a los cánones de cualquier comitiva de ninjas del mal®. Así nos sumergimos en el mundo superlativo de Itagaki donde, en lo anatómico, todo tiene tetas descomunales además de que los cuerpos humanos tienen 30 litros de sangre y miembros de mantequilla. En lo jugable llega hasta el paroxismo más obsceno y brutal al llegar, incluso en la dificultad más fácil, a ser un juego endiabladamente difícil, entre otras cosas, porque nuestros enemigos siempre tienen muchos más recursos que nosotros. Viendo semejante fascinación por la épica más hiperbolizada por ríos de testosterona uno se espera infinitud de momentos para recordar. Pero el momento más prodigioso ocurre intentando subir unas escaleras.