Un ninja se infiltra en una habitación de estética corporativa y se dedica a recoger monedas, activar botones, esquivar trampas de toda clase y, finalmente, huir hacía la siguiente fase. Con esta sencilla premisa nos adentramos en el mundo de N+
En N+ encarnamos a un ninja monocromático (salvo por, si queremos, su bandana) que tiene que ir moviéndose por diferentes niveles recogiendo monedas para que no se agote su tiempo, activando interruptores y pasando por la puerta que da acceso al siguiente nivel. Así una y otra y otra vez. La magia del juego radica precisamente en la condición de ninja de nuestro anónimo protagonista. Las físicas perfectamente ejecutadas hacen que los saltos y caídas milimétricas sean la constante del juego. Todo esto sumado al bello pero simple diseño, propio más de los 16 bits pero con un toque moderno, y una sola melodía que se repite una y otra vez constanemtente consigue cautivar como pocos juegos pueden. Esta economía de recursos nos demuestra que es lo importante de este juego, la perfecta jugabilidad para sentirse como un ninja.
Correr, saltar y hacer cálculos milimétricos en décimas de segundos en una acelerada y calculada huida hacia adelante hacia ninguna parte es lo único que tenemos. El ninja, como nosotros, solo podemos correr hacia delante sin que nunca podamos desandar nuestro camino siempre preocupándonos de que el tiempo no nos alcance.
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