prejuicioplastia

Uno no na­ce sino que se ha­ce, los im­pe­ra­ti­vos bio­ló­gi­cos son una guía de co­mo so­mos pe­ro no ne­ce­sa­ria­men­te de co­mo de­sea­ría­mos ser o co­mo nos sen­ti­mos. Dentro o fue­ra son di­fe­ren­cias abis­ma­les co­mo en pri­mer ca­pí­tu­lo de la no­ve­na tem­po­ra­da de South Park.

El se­ñor Garrison se ha­ce una ope­ra­ción pa­ra con­ver­tir­se en mu­jer, que es co­mo real­men­te se sien­te en su in­te­rior. Esto aca­ba con su re­la­ción con el se­ñor Leather «un ma­ri­cón» mien­tras se com­por­ta con to­dos los ras­gos de­fi­ni­to­rios es­te­reo­ti­pa­dos de lo que un hom­bre cree que es una mu­jer. Además Kyle se ha­ce una ne­gro­plas­tia y su pa­dre una del­fi­no­plas­tia pa­ra, al fi­nal, dar­se cuen­ta que el cam­biar lo ex­te­rior de una per­so­na no de­fi­ne lo in­te­rior. El men­sa­je nor­ma­ti­vo nos di­ce que aun­que nos sin­ta­mos mu­jer, ne­gro o del­fín si no he­mos na­ci­do así ja­más po­dre­mos lle­gar a ser­lo por­que, a fin de cuen­tas, eso no es na­tu­ral. Pero la na­tu­ra­le­za ha muerto.

El as­pec­to ex­te­rior no de­fi­ne a una per­so­na co­mo lo que es, sino que, pre­ci­sa­men­te, lo ha­ce su as­pec­to in­te­rior. Ni Garrison es una mu­jer, ni Kyle es un ne­gro, ni su pa­dre un del­fín no por­que las ope­ra­cio­nes les con­ce­dan ese as­pec­to pe­ro, en reali­dad, no lo sean. El sen­tir­se co­mo ta­les se ba­sa­ba en los es­te­reo­ti­pos y ro­les de­fi­ni­dos por la so­cie­dad. No va­le con que te gus­ten los hom­bres, quie­ras te­ner la re­gla y po­der abor­tar pa­ra ser mu­jer co­mo no por ad­mi­rar los del­fi­nes se es del­fín o que te gus­te el ba­lon­ces­to y el hip-hop pa­ra ser ne­gro. Ser mu­jer, ne­gro o del­fín es una cues­tión nor­ma­ti­va, una cues­tión de lo que se de­be ser pa­ra ser al­go y no una cues­tión de sen­tir­se co­mo tal. No se na­ce mu­jer, ni ne­gro, ni del­fín, ni se de­be lle­gar a serlo.

Los pre­jui­cios de una so­cie­dad nor­ma­ti­va per­pe­tua­dos so­bre la anor­ma­li­dad de los otros fa­go­ti­za lo que es ver­da­de­ra­men­te im­por­tan­te de las per­so­nas, su pro­yec­to de ser. Ni hom­bre ni mu­jer, ni cau­cá­si­co ni ne­gro, ni del­fín ni or­ca, to­dos so­mos, ni más ni me­nos, se­res en eterno proyecto.

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