Si la democracia tiene un problema de base es haber sido impuesta sin considerar las cualidades que necesitan las personas para poder aprovecharla. En política es necesario saber moverse en arenas movedizas. SI pretendemos dejar el peso de la política en hombros de los ciudadanos, necesitamos que sean capaces de reflexionar por sí mismo; si no son capaces, entonces nos daría lo mismo tener democracia o cualquier otra clase de sistema: si se consigue la virtud política, el gobierno del más apto o del interés general, será sólo por puro accidente. El problema esencial de la democracia no es que pueda votar cualquiera, sino que la mayoría carecen de las herramientas conceptuales para hacerlo de forma consecuente.
En esa democracia sin crítica, de gusto sin consciencia, es difícil entender qué defienden las personas en tanto sus discursos están huecos. Vacíos de contenido. Algo en lo que Música de mierda, libro sobre el fenómeno Celine Dion a la luz del disco Let’s Talk About Love, no es ninguna excepción. Si lo consideramos desde la crítica musical, encontramos que apenas sí rasca en el valor musical (o ausencia de él) del trabajo de la cantante; como tratado de estética es endeble, pues sus referencias filosóficas no pasan de ser apuntes de bachillerato rebozados en forma de falacias lógicas; y como biografía de la propia Dion es tendenciosa, ya que sólo la utiliza para defender cierta virtud que no puede encontrar en lo musical. ¿Dónde reside el valor del libro entonces? Como autobiografía camuflada de teoría crítica. O lo que es lo mismo, un ejercicio de teoría ficción en la cual el autor, encantado de conocerse, se da la razón a sí mismo sin sostener sus premisas en argumentos de ninguna clase. No porque no existan, sino porque, según nos dice, todo es mera cuestión de gustos.