La justicia es el juicio revelando la verdad insacrificable del mundo (I)
Dredd, de Pete Travis
En un mundo donde se cometen tantas faltas que sólo se pueden tratar una mínima parte de éstas, la labor del juicio no es tanto saber aplicarlo como poder discernir por sí mismo y con rapidez cuales son aquellas intervenciones que con mayor fruición debe perseguir; cuando es imposible llegar a todo, saber elegir el qué buscar es tan importante como saber discernir su importancia. No importa si hablamos de los crímenes en Mega City One, una metrópolis con decenas de millones de habitantes, o de la industria editorial española, un conglomerado mercantil con casi cien mil títulos publicados por año, pues en ambos casos el juicio debe regirse por las mismas características: claridad, necesidad, incisividad; el juez, como el crítico, debe ver todo aquello que el hombre común no puede ver. Ese es el principio básico a través del cual se sostiene el juicio, y el enjuiciamiento, de la película.
Hasta aquí podríamos decir que Dredd, dentro de su lacónica espectacularidad más centrada en el desarrollo hiperviolento de las consecuencias del conflicto propio desatado en una ciudad en crisis que en reflexiones de elevado calado ideológico, tiene la capacidad sorprendente no sólo de auto-generarse como una película con un gusto exquisito para la estetización de la violencia, sino también para demostrarnos el funcionamiento de uno de los conceptos más vitoreadamente confusos: la justicia. Y, como ocurre en el cómic homónimo en la cual se basa, lo hará a través de la figura del Juez Dredd, el más implacable y brutal de los jueces de Mega City One que velan por hacer un intento (infructuoso) por conseguir que las calles dejen de ser un nido de delincuencia constante. Nada hay en la figura de Dredd que no sea la personificación del juicio, de todo aquello que es necesario para establecer una cierta verdad radical que está necesariamente circunscrita en un tiempo específico: todo juicio es una búsqueda de la verdad, de la justicia, de desvelar aquello que es más razonable en el contexto específico en el cual se realiza una acción determinada.