…I Care Because You Do, de Aphex Twin
El desprecio hacia la música electrónica es una constante en todos los ámbitos de la crítica ya no sólo musical sino también de la cultural, hay una consideración constante de que la electrónica tiene algo de impuro, de aspecto menor de la música, en tanto no hay una interpretación real, física, de la misma. Es por ello que es fácil criticarle que carece de mensaje, que está concebida para ser percibida con estados alterados de conciencia, que no causa emoción o que se prodiga en el puro ruidismo, afirmaciones capciosas e irreales todas ellas; la electrónica, en tanto música, tiene los mismos valores potenciales que cualquier otra disposición sonora de ámbito artístico que pudiera existir. Es por ello que, si seguimos las disquisiciones desquiciadas de Schopenhauer, la música es ese espacio donde se puede vislumbrar la auténtica realidad del mundo más allá de la voluntad que nos arroja a una vida de sufrimiento o aburrimiento; la música es el instante de la catarsis a través del cual podemos ver la realidad en sí. Y precisamente por ello la música es la mejor ventana hacia el mundo: si no podemos entender el mundo racionalmente ‑y no podemos, según Schopenhauer- entonces deberemos entenderlo intuitivamente, de forma subrepticia; la electrónica, en tanto pura forma sonido sin contenido racional, es la herramienta perfecta para conocer el mundo.
Bajo estas condiciones podríamos entender que la música ambient crea una serie de paisajes sonoros a través de la libre circulación de los sonidos ‑algo que compartirá con el post-rock, aun cuando lo hará en condición de abuelo de éste- del mismo modo que el techno evoca una edificación de tránsito o el house origina conformaciones sentimentales: todo género electrónico, aun cuando en solapamientos constantes, articula un discurso propio desde su forma misma. De éste modo podríamos hacer una visión general a través de la cual, en el abordaje de cualquier disco, deberíamos intuir de forma sensitiva la realidad que subyace en la música más que en un discurso formal per sé; sólo en el sonido en sí se encuentra el discurso de la música. Esto, que obliga a la adopción de un pensamiento lateral basado en la pura sentimentalidad ‑y, por tanto, descompone cualquier discurso crítico basado en la racionalidad primera de la lírica‑, llegará hasta el extremo en el decano de la herida sonora auto-infligida: Richard D. James.
Una aproximación malévola hacia …I Care Because You Do sería aquella que ve necesario abordar cada aspecto de experimentación, exponer cuan accesible resulta en comparación con el demás trabajo del autor o, en el peor de los casos, resaltar como su mensaje se va perdiendo entre una serie de parodias posmodernas que no son tales; la razón se ve completamente sobrepasada ante los límites de un disco que hace de lo conceptual, forma. Entre anagramas, formas matemáticas nombres comerciales y slang se pierde toda posible significación ‑de la cual, en realidad, carece de facto a través del uso de confusas construcciones gramaticales- que se pudiera haber interpretado con respecto del disco; no hay una significación real lógico-racional a través de la cual dilucidar un estudio coherente del disco. Es por ello que la crítica, obseso atajo de danzarines señores de la obviedad, es incapaz de dilucidar nada más allá de unos valores que poco importan o nada dicen con respecto del objeto de su estudio, pues quien nada puede decir al reseñismo se dedica.
Sólo en tanto nos dejamos llevar por la intuición, nos sumergimos de una forma incondicionada en las procelosas aguas de la experimentación nuclear de Richard D. James, podremos encontrar el auténtico espíritu original de la música. ¿Qué intenta transmitirnos exactamente James con su música? Transmitir nada; lo que pretende es establecer un auto-retrato de sí mismo. Todo de cuanto se rodea en el aparente casos del proceso musical es un intento de sistematizar las imágenes adecuadas a través del cual podemos vislumbrar el auténtico ser-real de Richard D. James. Y una vez sabido esto, desgranar cada imagen es tan sencillo como dejarse llevar por cada salto de la intuición que él concede.
Aun empezando por lo menos obvio y sardónico de todo según el reseñista medio, las marcas comerciales, podremos ya empezar a vislumbrar el mundo interior de la vida de un hombre en fuga. Con VENTOLIN nos habla de un medicamento para el asma que el propio James ha tenido que usar desde su más tierna infancia por sus problemas respiratorios, caracterizándose la canción precisamente en ese carácter de angustia: es asfixiante, fría y distante; oprime el pecho con violencia, dejando sin respiración al oyente exquisito que paladea cada nota como el masoquista consciente de un placentero dolor. Con Alberto Balsam, el champú que se supone usa para cuidar su pelo, si se da un cierto juego que enlazará con algo muy presente durante todo el disco: el retorno a la infancia como momento de construcción de la subjetividad. Es por ello que como un juego, quizás incluso como un reto, construye una canción basada en una construcción que evoque la frescura y la relajación, el choque de las gotas de agua contra la pila de la ducha; la construcción de un discurso estético de la ducha, del placer del baño, como si el anuncio comercial se transformara en reivindicación existencial al encontrarse transformado en haiku, el más puro de todos, de sonidos.
A partir de este juego podríamos abordar precisamente esa evocación constante hacia el mundo de la infancia, momento primero de la construcción subjetiva del ser-yo, al cual se retrotrae de una forma consciente en algunos de los momentos más emotivos del disco. En la slangiana mookid. nos habla de un niño vaca, un niño con sobrepeso que vive en un mundo mediado entre una feliz tan ingenua como tierna y los primeros atisbos de la crueldad de un universo que no lo acepta como parte de sí ‑la construcción de su identidad nace de ese conflicto con el mundo que no consiste en su evasión o confrontación, sino en el aislamiento (hacia el interior) con respecto de él. Por pura evolución lógico-sentimental COME ON, YOU SLAGS! sería una canción oscura y distante que evocaría los instintos violentos a través de una caracterización oscura y eminentemente sexual: las voces de actrices porno de una película vintage, totalmente inteligibles en su discurso, nos llevan hacia un mundo donde el sexo primerizo es una práctica interna reforzada por el estigma que se le supone; las primeras masturbaciones, entre lo culpable y lo malévolo, caracterizan el instante donde lo iniciático se confunde con lo prohibido. Con respecto de su crecimiento personal siempre nos deja in albis, supeditado a esa idea de él como una entidad esquizofrénica moviéndose entre la ternura supeditada en la pura inocencia y una abyecta oscuridad.
Pero si en todo ello hay una constante, aun cuando cabría repetirse en ello, es el juego. El que desarrolla de una forma más amplia a lo largo del disco es el de los anagramas, los cuales usa con fruición, para auto-definir su ser con respecto de sí en tanto identidad no tanto adulta como sí musical. Es por ello que Wax the nip, anagrama de Aphex Twin ‑entre otras muchas con el anagrama formado por The Aphex Twin-, es un ejercicio de estilo puro que encuadrar dentro de las formas más vanguardistas-pero-agradables de su género del mismo modo que cow cud is a twin, anagrama de Caustic Window, retuerce todo hacia el acid house que cultivaría con tal sobrenombre. Y, siguiendo esta lógica, sería precisamente Acrid Avid Jam Shred, anagrama de Richard D. James, la síntesis totalizadora de toda lógica ulterior de él en sí mismo: la oscuridad, el cambio, cierta inocencia entrañable mediada por una extraña sensación de congoja, los efectos de sonido de marcado cariz infantil y el constante devenir en cambio; puro Richard D. James.
Como hemos podido comprobar de un modo fehaciente a través de lo que hemos rastreado a través de la visión de la pura intuición hemos podido establecer un orden rizomático, caótico por necesidad, de la aparente nada del discurso que contenía el disco fundacional del auto-retrato electrónico. En la emancipación cincelada por Richard D. James a través de diferentes rutas de fuga crea un proceso donde no se puede aprehender un principio o un final, ni siquiera una lógica binaria funcional, a través del cual edificar un discurso coherente; cuanto existe en el auto-retrato es reflejo de sí mismo, pues cada forma es un matiz diferente de lo que el considera de sí mismo que es él como entidad particular del ser. Por eso se nos presenta como incoherente, caótico, esquizofrénico, porque de hecho es lo que es su autor, su auto-retrato, el cual nos recuerda constantemente que la única función real de la música, y la única por la cual tiene interés, es emocionar. Porque en la emancipación de la emoción está el único retrato real del mundo y todo cuanto se contiene en él.
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