Si hubiera que sintetizar lo que ha significado el año 2012 siguiendo el criterio de demarcación que me propone todo lo que vendrá después de estos párrafos introductorios, que es precisamente mi pretensión aquí, tendría que admitir que ha sido un año heterogéneo en el cual la tendencia ha sido tan confusa como nebulosa: grandes super-producciones pisan terrenos indies, mientras estos intentan ganar terreno con nuevas formas de contar lo mismo; las aun nada antiguas glorias, hombres con ya medio siglo a sus espaldas, han demostrado ser también quienes más y mejor han conseguido sintetizar el zeitgeist de su tiempo, pero también hay sitio para nuevas camadas —y aquí sí, de género indistinto— que están dando sus primeros pasos hacia territorios aun en nebuloso aparecer. Y por ello la primera conclusión que aquí haré será una halagüeña, y es que parece que hay un doble relevo generacional inminente tanto en los futuro-presentes grandes maestros como en los próximos maestros que habrá que seguir de cerca para ver si sobreviven en su ascenso hasta la gloria absoluta.
Por otro lado, sea por la crisis o por la media docena de apocalipsis auspiciados por el año, éste año tiene una especial preponderancia no tanto el fin del mundo en un sentido bíblico como en un sentido ontológico: muchos de los invitados han señalado, con cierta perspicacia, que hay muchas señales que indican como todo está si no al borde del colapso, sí que hacia un cambio radical en nuestra percepción del mundo. La catástrofe financiera, la humana —caracterizada de forma particular, aunque no única, en el solipsismo— y la ecológica son las principales preocupaciones aquí desatadas a través de artefactos que ya no se amilanan y señalan con una virulencia impensable ya no hace una década, sino el año pasado, cuales son los problemas de nuestro mundo. Y hacia donde habría que pensar para cambiarlos.
¿Existe una tercera linea secreta articulada en los textos? Por supuesto, pero esa tercera deberíamos desvincularla en al menos otras tres, si es que no se multiplicarían a su vez éstas exponencialmente, si pretendiéramos hacer honor a la diversidad de conexiones que podríamos establecer entre los artefactos y sus diferentes lecturas —lecturas que en su diferencia es donde reside su valor, pues aun cuando se repiten algunos artefactos estos siempre son abordados desde otra perspectiva que nos suscita otra dirección posible a través de las cuales pensar nuestro presente. Es por ello que aquí dejo mi misiva, atropellada y quizás demasiado personal para tener valor, para que así usted, lector, pueda decidir que es lo más relevante de todo cuanto leerá sin estar intoxicado de forma grave por las opiniones propias de alguien que ha sacado conclusiones desde el punto de vista de haber decidido, lo más abiertamente posible, quienes debían ser los responsables de cartografiar nuestro presente. Y ahora es su responsabilidad sacar conclusiones.