Si hubiera que sintetizar lo que ha significado el año 2012 siguiendo el criterio de demarcación que me propone todo lo que vendrá después de estos párrafos introductorios, que es precisamente mi pretensión aquí, tendría que admitir que ha sido un año heterogéneo en el cual la tendencia ha sido tan confusa como nebulosa: grandes super-producciones pisan terrenos indies, mientras estos intentan ganar terreno con nuevas formas de contar lo mismo; las aun nada antiguas glorias, hombres con ya medio siglo a sus espaldas, han demostrado ser también quienes más y mejor han conseguido sintetizar el zeitgeist de su tiempo, pero también hay sitio para nuevas camadas —y aquí sí, de género indistinto— que están dando sus primeros pasos hacia territorios aun en nebuloso aparecer. Y por ello la primera conclusión que aquí haré será una halagüeña, y es que parece que hay un doble relevo generacional inminente tanto en los futuro-presentes grandes maestros como en los próximos maestros que habrá que seguir de cerca para ver si sobreviven en su ascenso hasta la gloria absoluta.
Por otro lado, sea por la crisis o por la media docena de apocalipsis auspiciados por el año, éste año tiene una especial preponderancia no tanto el fin del mundo en un sentido bíblico como en un sentido ontológico: muchos de los invitados han señalado, con cierta perspicacia, que hay muchas señales que indican como todo está si no al borde del colapso, sí que hacia un cambio radical en nuestra percepción del mundo. La catástrofe financiera, la humana —caracterizada de forma particular, aunque no única, en el solipsismo— y la ecológica son las principales preocupaciones aquí desatadas a través de artefactos que ya no se amilanan y señalan con una virulencia impensable ya no hace una década, sino el año pasado, cuales son los problemas de nuestro mundo. Y hacia donde habría que pensar para cambiarlos.
¿Existe una tercera linea secreta articulada en los textos? Por supuesto, pero esa tercera deberíamos desvincularla en al menos otras tres, si es que no se multiplicarían a su vez éstas exponencialmente, si pretendiéramos hacer honor a la diversidad de conexiones que podríamos establecer entre los artefactos y sus diferentes lecturas —lecturas que en su diferencia es donde reside su valor, pues aun cuando se repiten algunos artefactos estos siempre son abordados desde otra perspectiva que nos suscita otra dirección posible a través de las cuales pensar nuestro presente. Es por ello que aquí dejo mi misiva, atropellada y quizás demasiado personal para tener valor, para que así usted, lector, pueda decidir que es lo más relevante de todo cuanto leerá sin estar intoxicado de forma grave por las opiniones propias de alguien que ha sacado conclusiones desde el punto de vista de haber decidido, lo más abiertamente posible, quienes debían ser los responsables de cartografiar nuestro presente. Y ahora es su responsabilidad sacar conclusiones.
Por Andrés Abel
El disco doble de Moonspell
Los maestros lusitanos del Metal y Lo Gótico se pasaron Spotify con una colección de canciones que en realidad son dos, ajustadas a sus respectivos campos de excelencia (perfectamente representados por los vídeos de Lickanthrope y White Skies). Homenajes al thrash de la Bay Area y a la épica de los gladiadores, al mástil de Peter Steele y a las Hermanitas de la Caridad, juntos pero no revueltos. Música para escuchar con un puño en alto (Alpha Noir) y una mano en una teta (Omega White).
El regreso a la fama de Ted
La expresión “juguete roto” nunca había sido tan acertada como en el caso de esta antigua estrella infantil, que hoy vive una segunda oseznez gracias al éxito de su homónimo biopic. Desde el estreno de la película que él mismo se encargara de protagonizar a las órdenes de Seth MacFarlane, las comparaciones con Neil Patrick Harris y el tándem Travolta/Tarantino no han dejado de sucederse, y pronto quedarán muy atrás: si los rumores son ciertos, veremos al peluche favorito de América como el compañero de Bruce Willis en la nueva entrega de La Jungla, e interpretando al doctor Peter Venkman en Cazafantasmas 3.
El final del porno
Nunca pensé que diría esto, pero ¿qué sentido tiene ya, existiendo The Cabin in the Woods?
Por Roberto Alcover
Room 237, de Rodney Ascher
Todo régimen político tiene una función: anular la voluntad de la masa, absorber su fuerza e inyectarla a la maquinaria del poder. Los sistemas totalitarios lo practican a través de métodos coercitivos, represores…es sin duda un mecanismo eficaz pero demasiado evidente, incluso harto desgastante. Los sistemas democráticos, al contrario, conceden una falsa voluntad de elección al pueblo, practicando la represión a través de las leyes del mercado y de movimientos sociales varios. El constructivismo, teoría básica del pensamiento posmoderno, es el mejor sistema de control que un régimen puede utilizar: conceder el criterio de VERDAD a un pueblo que no está preparado para llevarlo a cabo implica el mantenimiento del status quo que dicho régimen pretenda establecer. De ahí que el sistema no haya variado demasiado: si antes la VERDAD/ lo REAL estaba en manos de un grupo de sabios iluminados, ahora descansa en la estulticia de una masa zombiática que actúa según aquello que dicta…otro grupo de sabios. Y hemos llegado a esto. Hemos llegado al punto en que todos opinamos de todo como si fuéramos expertos. Hemos llegado al punto donde el conocimiento es un simple apunte a pie de página. Ese camino sin final aparente es el que explora Room 237, el magistral ¿documental? de Rodney Ascher, la obra que mejor explora el vacío intelectual en el que está sumida la mayor parte de las sociedades civilizadas del siglo XXI.
El traje, de Juan Cavestany
“Ya no temo a las mareas que vienen y van, ahora me tumbo en la arena a verlas pasar”, cantan McEnroe en su último disco. La voluntad de aceptar la dificultad como método para poder seguir avanzando. Un concepto trabajado en este duro año que nos puede permitir mirar hacia adelante con un cierto optimismo, con la sensación de que la salvación no está en echar la vista hacia otro lado sino en embadurnarse de mierda y salir a la calle a luchar. Un vago concepto de “es posible” partiendo de la aceptación que todo está muy jodido. Quizás por eso me ha gustado tanto un libro como La luz es más antigua que el amor de Ricardo Menéndez Salmón, o películas como Infierno blanco de Joe Carnahan o The Master de Paul Thomas Anderson. Quizás también por eso la última obra teatral de Juan Cavestany, El traje, me parece no solo un firme testimonio del presente sino también una ilustrativa hoja de ruta del mañana. Artistas forjados en la desolación (McEnroe, Menéndez Salmón, Cavestany, PT Anderson) embarcados en un viaje hacia el futuro, hacia la necesidad de creer en que, pese a todo, hay una salida posible. Porque aunque El traje entronque con todos los miedos que agarrotan al ciudadano consumido por el vacío moral generado por la crisis (la de valores, que construyó la económica), se cierra con una esperanzadora e inquietante mano de salvación que brota desde el infierno en el que ya nos hallamos sumidos.
Editorial Capitán Swing Libros
Burbujas, burbujas, burbujas…en 2012, hemos tenido hasta burbuja de burbujas: hamburguesas gourmet, gin-tonics, series de televisión, penurias económicas, manipulación del lenguaje. Pero nos faltaba una: las nuevas editoriales “independientes”. Menos mal que no solo lo intuyo yo. Pero me asusta. Me asusta leer, como en casi todo, los mismos nombres de siempre vitoreados ya no sólo en los suplementos culturales que sabemos quienes pagan sino también en supuestos medios online que se visten de independencia pero que en realidad son minas de publicidad encubierta. Y como este repaso va del final del principio, tenemos que intentar superar el punto 1 y fomentar el punto 2. El caso es que cuando leo los libros de Capitán Swing tengo una sensación de que hay alguien que está haciendo las cosas bien. Rápidamente descarto esa impresión de que una editorial “indie” son dos colegas que se dedican a petarlo con libros que mañana dormirán el sueño de los justos. NO. Lo contemporáneo tampoco son las conversaciones de un tipo insomne. Lo contemporáneo debería ser fomentar un modelo cultural sólido (Guía de la Kultura, de Ezra Pound) con unas bases de calidad más que contrastada (Ensayos y discursos, de William Faulkner), mirando hacia atrás (Miami y el sitio de Chicago, de Norman Mailer) y recuperando aquello que ha erigido todo lo que estamos perdiendo (La formación de la clase obrera en Inglaterra, de E. P. Thomson). Y partiendo de ahí, analizar nuestro presente (Chavs: la demonización de la clase obrera, de Owen Jones) e intentar dilucidar nuestro futuro (El minotauro global, de Yanis Varoufakis). Una frase tan simple. Una labor tan ardua. Bienvenidos a 2013.
Por Mikel Alvarez
Cenizas, de Álvaro Ortiz
Diré que este era el cómic más esperado de 2012. Muchas cosas nos contó el Señor Ortiz desde Angulema donde hizo parte del cómic y cuando llegó no decepciono para nada. Una historia que narra el viaje de tres viejos amigos que vuelven a reunirse después de hace mucho. Un viaje hacia una X. Todo con el maravilloso estilo y color que sabe darle Álvaro a sus cómics. Incluso sale un mono. Un cómic que en cuanto empiezas a leerlo no puedes soltarlo, lo que pasará al final es demasiado fuerte y tira de ti hasta que te lo acabas. Y acabas, si, con una sonrisa en la cara.
A Fantastic Fear of Everything, de Crispian Mills
Una película protagonizada por el actor Simon Pegg en calzoncillos. Jack (Simon Pegg) es un autor de libros infantiles que está escribiendo su nuevo libro, un libro sobre los asesinos en serie de la época Victoriana, algo que le lleva al extremo de obsesionarse y empezar a temer todo lo que le rodea de forma patológica. Lo cual le lleva a pasar una alocada y estresante noche en la que se irán descubriendo los entresijos de su infancia. Esta película nunca llego a España, pero me parece lo suficientemente maravillosa como para que conste en esta lista.
¿Dónde está el guionista?, de Andrés Palomino y Alex S. Roca
Webcómic lanzado hace bastante poco pero que está consiguiendo muy bueno resultado. Nos cuentan a modo se sitcom visual como es el día a día de los guionistas de un programa de la televisión. El trabajo de este webcómic se divide en dos, Alex S. Roca se encarga del magnífico dibujo en bitonos, por otro lado Andrés Palomino se encarga del guion siempre desternillante al más puro estilo de Seinfield o The IT Crowd y la mezcla no me cabe ninguna duda de que es muy buena y prometedora.
Por Álvaro Arbones
Conversaciones con David Foster Wallace, de Stephen J. Burn
Este año no será recordado por haber sido relevante ni literaria ni filosóficamente, al menos en lo que respecta a los límites propios de la industria editorial española. Aun con todo, entre el cenagal siempre nacen las rosas más bellas, y quizás por eso este Conversaciones con David Foster Wallace se erige, por peso propio, como una de las lecturas (literaria, filosófica, existencial) más relevantes que un hispanohablante pudo hacer en el 2012 desde el 2012; la rabiosa inteligencia de David Foster Wallace hace acto de aparición a cada segundo como una bella tormenta de pensamiento inocente, como un huracán en que sus mayores aciertos se dan sólo en tanto se aceptan según vienen: cuando intenta dirigir el pensamiento roza la genialidad pero la esquiva, sumergiéndose en ella sólo cuando lo hace desde la inconsciencia de estar entrando en los más delicados terrenos de la noche. Y he ahí el nexo de unión con el otro gran evento editorial español de este año: Shintaro Kago.
Choice of Weapon, de The Cult
Después de casi treinta años en el negocio, o quizás precisamente por ello, The Cult siguen siendo la ominosa presencia que cada vez que decide aparecer asesta un brutal golpe en la mesa al determinar los usos de lo que debe ser una música que pueda ser considerada arte. En Choice of Weapons le pasan la mano por la cara a todos los jóvenes al abordar todas las temáticas que estos tocarían en los discos más relevantes del año, sólo que todo en un mismo trabajo auto-contenido en su propia coherencia: la rebelión social (Crystal Castles), el regreso hacia connotaciones mitológico-místicas (Panopticon) o la vida en derrumbe de las ciudades contemporáneas (Burial) se suman regocijo de volver la mirada sobre la temática de brujeria, los guiños hacia el metal extremo y una auto-consciencia de en que clase de mundo viven (y, sobretodo, lo que éste realmente necesita) que resulta aterradora. Si a eso se le suma que Ian Astbury, gurú absoluto de la contemporaneidad y luz guía de la humanidad, pidió personalmente a Salem que realizaran un remix de Elemental Light, se puede discernir hasta que punto no son sólo auto-conscientes, sino que además están apostando lo más fuerte posible por hacer oír su voz.
Ese cerebro suyo, (el) de Joss Whedon
¿Qué hay más artefactual que un cerebro y cómo podría ser más cultural cualquiera que el de Joss Whedon? Piedra base de la cultura p0p de los 90’s —y, hasta hoy por lo menos, también de todos los tiempos por venir— este año se ha mostrado como la fuerza viva que siempre ha sido: su anuncio político en favor de Obama donde parodia un apocalipsis zombie republicano, dirigir una epopeya mítica contemporánea como Los Vengadores —con un fuerte regusto a crítica geopolítica, ¿o hay alguna duda de que los chitauri no son más que China invadiendo Occidente por culpa de un dios corrupto (El Capital) que sólo le importa su propio bien? — , producir el fin del principio y el principio del nuevo recorrido del cine de terror en The Cabin in the Woods —y, de nuevo, con una lectura mitológica y crítica atroz, sólo que esta vez el dios maligno es mucho más concreto que El Capital: la generación de actuales hombres próximos a la jubilación o ya en ella— y dirigir una versión de Muchos ruidos y pocas nueces de, todos en pie por favor, Sir William Shakespeare —con más crítica social, pues es una obra del XVI que trata… sobre la mercantilización del amor a través de su falsa idealización; como ven, nada contemporáneo: 2012 es para Whedon un críptico mitológico sobre El Mal (en forma de capital)— nuestro orondo cerebro favorito tiene muy claro qué y por qué ha sido el 2012. In Joss Whedon we trust.
Por Noel Ceballos
Follies / El traje
En un mismo año: el coloso crepuscular de Stephen Sondeheim y James Goldman, la miniatura apocalíptica Juan Cavestany. En cierto sentido, Mario Gas entendió Follies como un funeral vikingo: su canto del cisne en el Teatro Español ha sido a través de una elegía por un pasado de neón y champán que, también, es nuestro pasado más inmediato, una forma de entender el espectáculo cultural que estamos dejando atrás y que ya empezamos a mirar con la nostalgia de los antiguos amantes. El futuro pasa por las salas pequeñas, por las piezas de cámara, por la claustrofobia moral de El traje. Una habitación sin vistas, pero radicada en el interior más putrefacto de nuestra sociedad. Todo el mundo es un escenario, y estas dos propuestas antitéticas (pero complementarias) lo han encapsulado a la perfección.
Time to Dance
Dirigido por Daniel Wolfe, este videoclip de The Shoes ha supuesto una de mis experiencias audiovisuales más rotundas de 2012, a la altura de Cosmópolis (David Cronenberg) o la segunda temporada de Sherlock. Su tratamiento de la violencia, de la psicopatía y de la noche complementa (y matiza, potencia, expande) una canción rotunda, convirtiendo este clip en mucho más que una pieza de marketing: un acontecimiento narrativo. No ha sido el único paso en esa dirección, pues el documental Shut Up and Play the Hits (disponible en zona 2) convirtió el concierto final de LCD Soundsystem en una reflexión sobre el discurso y el legado de uno de los grupos imprescindibles para entender la escena cultural de los primeros años del milenio.
Persona del año: Nadezhda Tolokonnikova
Componente de Pussy Riot, activista y prisionera política, su foto con el puño levantado y la camiseta de “¡No pasarán!” nos recordó, de repente, que la lucha cultural sigue viva, que esa línea recta entre la vanguardia europea, el activismo y el punk que trazó Greil Marcus aún continúa con vidas y puede darnos nuevos (e inspiradores) ejemplos. Putin declaró que la banda erosionó los fundamentos morales de Rusia como argumento para enviar a tres artistas a la cárcel. También estaba delimitando, sin saberlo, la tarea del artista en nuestros tiempos terribles.
Por Xabier Cortés
Cryo Chamber: 24 bit dark ambient label
¿Qué mejor forma de nombrar a dos de los proyectos de dark ambient que este año han marcado una línea y han elevado su arte hasta alcanzar un nuevo nivel, que señalar a la discográfica que les da cobijo como uno de los grandes y más destacables acontecimientos de este 2012 que agoniza? Claro que esto no hubiera sido así, si tras el sello Cryo Chamber no estuviera la mente que maquina los claustrofóbicos parajes de Atrium Carceri —con dos discos este 2012; Reliquiae y Void— ni los vericuetos post-apocalípticos de Sabled Sun —con otros dos lanzamientos este año; 2145 y 2146— que no es otro que Simon Heath, el maestro del dark ambient.
Mon Meilleur Ennemi, de Dernière Volonté
Geoffroy D. ha decidido liberarse del lastre que suponía para él enmarcar a su proyecto dentro del marcial industrial más ortodoxo y en este 2012 —tras su primeros escarceos con el anterior Immortel— ha dado rienda suelta a su maravilloso delirio synthpop industrializado-militarista para disfrute de todos. Todo formaba parte de su particular plan maestro, por supuesto. Ése cuyas líneas principales se empezaron a escribir con aquel lejano y primitivo Obeir Et Mourir de 1998. Mon Meilleur Ennemi nos abre las puertas de par en par a un nuevo universo, el universo military pop.
Narrow, de Soap&Skin
Nunca la melancolía nos supo tan bien como en este segundo disco de la fulgurante carrera de la artista austriaca Anja Plaschg. Desde la sentida ofrenda que abre el disco, Vater dedicada a su fallecido padre; hasta la industrializada y dramática Big Hand Nails Down que cierra el disco, sin olvidarnos de esta deliciosa e irreconocible versión del Voyage Voyage de Desireless. Narrow no puede faltar entre los artefactos culturales más importantes de este 2012. Y no falta a su cita.
Por Jaime Delgado
Sherlock. Escándalo en Belgravia
Solo la belleza esconde una perfección rota. Únicamente el libre albedrío y la elongación en toda dirección y sentido alberga la más precisa armonía. Es indiferente cual de ambas, si acaso las dos, ficción y realidad, Adler y Moffat, clásico relato o mejor pero igual reinterpretación, nos atraiga hacia la satisfacción de descubrirnos como seres básicos y tremendamente sencillos en su pureza; en su ser, estar y ver.
Super Hexagon
Basta en ocasiones con alzar la vista al cielo y mirar la luna, ese diminuto plano que es solo gigantesco redondo en percepción, para que el contexto que la rodea parezca aumentar y así con ella todas las cosas. Para dejar el cuerpo en tierra y ser simplemente consciencia en todo lugar y en ninguno. Desconectar del mundo para ser parte de él y, si acaso no entender nada en absoluto, si sentirnos más cerca de ese misterioso conocer.
Reestructuración político-social egipcia
Así como la guerra, armada o no, es por naturaleza dependiente de una duración infinita, mostrando eternamente las evidencias internacionales, los intereses políticos de las grandes potencias o la más abierta despreocupación humana a propósito de países sin nada que ofrecer, es solo en el fin de los combates cuando durante apenas un parpadeo, en comparación, se construye una civilización que parece la primera por las enseñanzas que arroja sobre el resto. Que parece el renacimiento de toda la humanidad con el mismo foco como origen.
Por Pablo El Orenz
Prometheus, de Ridley Scott
Mucho se ha discutido sobre la decepción que para muchos ha supuesto una película que parecía tan prometedora. Algo irónico, si tenemos en cuenta que es de lo que ésta trata precisamente: de la decepción; del fracaso de lo que conocemos, lo que elegimos creer y la esperanza de encontrar respuestas acerca del sentido de nuestra existencia. Toda la película es una sucesión de fracasos. ¿Qué pasaría si aterrizáramos en un mundo extraño y lejano habitado por extrañas formas de vida? Que ninguna teoría científica o explicación mística podría dar cuenta de lo que suceda. Nada funciona ni nadie actua como sería de esperar; esto es así porque, por mucho que tanto el científico como el creyente lo nieguen, el mundo es imperfecto. No hay una verdad última, una gran respuesta. Y, de haberla, no seríamos capaces de comprenderla. Así que lo mismo da. Pero, en nuestra arrogancia —como ya les pasara a los Ingenieros en su momento — , pretendemos negar este hecho y actuamos como si supiéramos exactamente lo que hacemos en todo momento, hasta que ya es demasiado tarde. Esto hace de Prometheus una película profundamente lovecraftiana, no tanto por su forma, que también, sino por el discurso que maneja con asombrosa perspicacia, aunque aplicando un tono más irónico y desenfadado que en el escritor de Providence. Esto último es lo que quizás haya descolocado a más de uno. Pero no se equivoquen. Prácticamente cada línea de diálogo, cada situación que se retrata, es un apunte más a una cuidada reflexión acerca de nuestra (in)capacidad para conocer el cosmos en toda su magnitud. Y es que la realidad tiene su propio lenguaje; nosotros, como parte de la misma, sólo podemos llegar a comprender una fracción insignificante, permaneciendo lo demás rodeado de misterios. Misterios que, en algunos casos, preferiríamos no desvelar, creanme.
En época de monstruos y catástrofes, de Camille de Toledo
Cuando la realidad se torna simulacro, la verdad absoluta desaparece en favor de la mentira absoluta. Todo, hasta la misma muerte, resulta un tanto irreal. En este teatro del absurdo, sólo cabe sumergirse en el placer más banal y liviano, dejarse llevar por los artificieros del deseo y sus pleasure box. Poco importa si estas vidas carentes de profundidad, en ciudades de cartón piedra a modo de parques temáticos, se sustentan en la miseria y la destrucción de millares de hogares. Lo importante es seguir disfrutando. Hasta que todo estalle. Es en este contexto, donde surgen multitud de jóvenes guiados por El Monk (El Monje), que exigen el retorno a los valores ascéticos y claman por la destrucción del decorado en el que vive Occidente. Camille de Toledo nos muestra cómo el capitalismo posmoderno y livinidoso produce su propio opuesto: el fundamentalismo más virulento, que lucha por dar un sentido sólido a la existencia. En época de monstruos y catástrofes es un grito desesperado por que algo cambie de verdad, de una forma profunda y radicalmente real. No es cuestión de destruir el decorado, sino de llenarlo de sentido, de hacerlo nuestro, sin mesías del placer o del ascetismo que nos digan qué debemos desear.
III, de Crystal Castles
Si, como he tratado de mostrar, no nos vale un sentido del mundo que cristaliza nuestra experiencia de lo real confinándola y tampoco uno que niega la existencia de la propia realidad, ¿hacia dónde tiramos? ¿Qué nos sacará de esta dialéctica entre luz y oscuridad? Es aquí donde entra el último y maravilloso disco de Crystial Castles. Con un tono inicialmente triste, casi desgarrador, el disco va derivando en un tono cada vez más optimista, como si unas suaves manos femeninas que nos acariciaran y nos curaran las heridas, insuflándonos esperanza. Pero, y esto es lo más interesante, tanto el tono melancólico como el optimista están presentes al mismo tiempo en todas y cada una de las canciones, sólo que dando más peso a uno u otro en cada momento. Así, Cristal Castles nos adentran en un mundo de luces y sombras que se nos muestra variable sin perder por ello la coherencia. La verdad puede ser algo cambiante y a la vez lleno de sentido. Sólo así podremos interactuar con una realidad que constantemente nos reta. En un tiempo en el que palabras tan importantes como democracia o amor han sido vaciadas de sentido, no podemos resignarnos a renunciar a ellas, sino reapropiárnoslas y llenarlas de nuevo, sin necesidad de tallarlo en piedra.
Por Lola Fett
Infernal Man-Thing, de Steve Gerber y Kevin Nowlan.
Que sí, que este año han salido cosas como lo nuevo de Charles Burns o el Bulletproof Coffin: Disinterred, pero es que este regalito desde beyond the grave de lo más parecido que hubo a un Alan Moore en el mainstream setentero yanqui se merece un cariñito.
Allellujah! Don’t Bend! Ascend!, de God’s Pee.
Algo así como una década sin un mísero guasap y de sopetón y a traición toma discazo, y es bien comprobar que mi bienamado clan de wacky jews siguen en forma, por más que los temas principales ya tuvieran, en realidad, unos añitos y estuvieran rodando en forma de tutubos live y tal, pero que igual me han dejado como siempre el culo picueter, y que te lo escuchas y te quedas como stoned sin nada y a palo seco y niveles en sangre default, yo no sé vosotros pero lo mío es amor verdadero. <3<3<3
Conversaciones con David Foster Wallace, de Stephen J. Burn (ed.)
Parece que sólo leo gente muerta y hasta mis contemporáneos la diñan antes de tiempo para no hacerme fallar, y este año he leído diría que mucho y se me ha ocurrido éste porque mola, aunque la traducción haga aguas mayores y menores a ratos (ese «libro de humor» por, fijo, comic-book, y eso que el contexto ayudaba, ay), y porque DFW me muestra a las claras lo que es la figura del intelectual yanqui contrapuesta a la del europeo y así, platonic mode on, la cosa se te simplifica y puedes soltar chorradas y obviedades de brocha gorda y hablando de gordas, ya me he comido mucho espacio y doy la vara, o qué.
Por Carlos Garm
Warren Ellis” MACHINE VISION
La lista de correo que El Maestro creó para informarnos de las evoluciones editoriales de su último libro, Gun Machine, y que contiene de todo desde consejos sobre cómo ser un escritor a tiempo completo hasta reflexiones sobre las redes sociales, pasando por transhumanismo y gente de bien como Eliza Gauger. Suscríbanse.
El cierre de Coilhouse
Voy a echar mucho de menos Coilhouse. Esto ya lo he dicho en otro sitio, pero lo repetiré, por el bien del argumento: Coilhouse ha hecho más por mi educación que la primaria, la secundaria y la universidad juntas. Todos los temas que importan están entre sus textos y sus imágenes. Yo pude comprar los dos últimos números de la revista, ustedes pueden descargarselos todos desde su web. Descarguen.
Double Fine Adventure / Minecraft — The Story of Mojang
Ah, el poder de Kickstarter. En realidad no vengo a hablarles de Kickstarter, sino de 2 Player Productions. Paul Levering, Paul Owens y Asif Siddiky han sido una parte importante de mi vida desde que sacaron el documental Reformat The Planet. Y ahora, con estas dos nuevas maravillas, lo van a ser mucho más. Compren.
Diamond Flash, Carmina o revienta y El mundo es nuestro
Mientras El cosmonauta sigue intentando hacer la primera película crowdfunding de la historia de la humanidad desde hace años, tres directores muy poco parecidos entre sí agarran una cámara y un puñado de actores en forma y hacen tres películas con cuatro duros que coinciden en dos aspectos: en que se habla ‑por fin- más del producto en sí que de lo que ha costado (y A PESAR de lo que ha costado) y en que han trascendido el nicho al que el mercado ha querido recluir a los productos fuera de los cauces habituales de la industria. Cine a pesar del cine. Y olé.
El Hematocrítico
Y van dos años seguidos en los que le incluyo por aquí. En concreto en este caso apunto al fenómeno tróspido, ese triple salto mortal con pirueta mediante el cual un usuario de a pie de las redes sociales consigue construir una comunidad en torno a él para revivir el fenómeno de los habitantes del poblado en torno a la hoguera escuchando las historias de los ancianos. Solo que ahora la comunidad es digital, la hoguera es un televisor y los ancianos pueden ser cualquier cosa que sea susceptible de ser comentada en voz alta.
Por Peter Hostile
Nueva cultura del Apocalipsis, edición de Adam Parfrey
Otra vez acomodados en la idea de que otro apocalipsis más ha sido invocado y superado podemos echar la vista atrás y recordar a uno de los más importantes profetas de la cultura del ínterin entre el SXX y el SXXI. Adam Parfrey en 1987, al borde del cambio de milenio, editó el que con el paso del tiempo se consideró una de las publicaciones fundacionales de la contracultura. Recopilación de textos apocalípticos en el sentido más básico de la palabra. Revelaciones de todo aquello que por desconocimiento se nos muestra invisible. Puede que en 1990, cuando sacó la edición revisada y aumentada, Adam Parfrey pensara que una segunda parte no tuviera sentido. Diez años después y con un apocalipsis ¿fallido? de por medio quedó claro que ese estado mental apocalíptico había llegado para quedarse. El fin del mundo era excusa, pero no requisito, para tratar la transfiguración colectiva ya que, a la manera baudrillardiana, el apocalipsis puede ser una idea futura pero se manifiesta en un presente constante; el apocalipsis colectivo nunca dará tanto miedo como el apocalipsis personal. Las zonas limítrofes, ya sean de cuerpo, mente, culturales o sociales, siempre se muestran más sensibles, se podría decir flexibles, a aquello que podrá o no esparcirse como un cáncer hacia el interior; por lo tanto es sano tomar el pulso a quienes nos desvían la atención hacia ellas. Porque mientras esperamos una lluvia de fuego desde el cielo nuestro cuerpo y nuestra mente no dejan de mutar de formas quizá imperceptibles pero al menos reales y medibles.
Escena musical extrema francesa
Como no podía mencionar a unos para olvidarme de otros prefiero dedicar este espacio al conjunto de bandas que este año han explotado en el país vecino. Pese a ser un pilar europeo Francia nunca se ha caracterizado por dar en el clavo con sus acercamientos a la música extrema. Eso en los últimos años esta cambiando, diría que incluso invirtiéndose pues este mismo año un buen puñado de los mejores discos metálicos han venido de ahí. No podemos menos que alegrarnos de que haya surgido una nueva escena en nuestro patio trasero. Grupos como Gojira con L’enfant Sauvage y Ufommamut con las dos mitades del ORO han dado el salto a discográficas en EEUU. Les Discrets, Blut Aus Nord, Alcest, Klone, Deathspell Omega, The Great Old Ones, todos han sacado referencias este año y todos han vuelto a dar en la diana, se ve que ese florecimiento no ha sido un espejismo de un día. Por eso me veo incapaz de elegir una única referencia discográfica y prefiero centrar la mirada del lector, en la medida de lo posible, en lo que pase este próximo 2013 más allá de los pirineos.
Chronicle, de Josh Trank
El cine superheroico ha tenido este año tres pesos pesadísimos en la forma de The Amazing Spider-Man, The Avengers y The Dark Knight Rises. Por supuesto como pasa con la mayor parte de este cine parten de una bien consolidada, y conocida, contrapartida en el mundo de los cómics, lo que según la óptica del que las vea o bien las engrandece o las empequeñece. Cuando nos disponemos a ver una película del superheroe XXXX todos tenemos ya dentro, en mayor o menor medida, su mitología bien aprendida, o al menos sus puntos pivotales; lo que hace que si se ajusta a nuestra configuración mental nos parecerá una adaptación acertada (cojan la que prefieran), una adaptación fallida (cojan la que mas rabia les dio este año) o una adaptación que pasará sin pena ni gloria por nuestro recuerdo (la que les quedé a mano). Lo que está claro es que rescatando, reactualizando, reciclando y revisando esas historias que ya todos conocemos arriesgar, lo que se dice arriesgar, no arriesgan nada. Lo que es peor: son incapaces de innovar o, atentos, contar una historia nueva. Chronicle forma parte de esas OTRAS películas de superheroes, esas que deciden empezar de cero. Super, Unbreakeable, Special, Defendor, The Incredibles, Darkman, incluso The Toxic Avenger. Una tradición modesta pero mucho más interesante y gratificante que la oficial. Partiendo de esa ligereza e inmediatez que siempre ha caracterizado a las fabulas superheroicas Chronicle no escatima nada en su historia, el origen de los superpoderes, su utilización, su ambigüedad moral, el enfrentamiento que conlleva, todo ello hilvanado a través de una historia personal de primero de adolescente con superpoderes y con un gimmick muy logrado en su utilización del found footage. En definitiva, cine de superheroes para aquel que no le interesa que le cuenten la misma historia una y otra vez.
Por Henrique Lage
“Ojalá vivas tiempos interesantes” — Presunta maldición china.
Cine serializado
Hasta ahora, podíamos entender el interés del cine por las franquicias, auspiciadas desde 1977 por el éxito de Star Wars. Sin embargo, enfrentarse a una película como Los Vengadores, al margen de gustos, es tratar de entender lo que supone una operación comercial a tan largo plazo combinando distintas franquicias con un poco de creatividad. Que películas como Prometheus y su final inconcluso, El Hobbit y su ridícula extensión o The Dark Knight Rises, Skyfall y X Men: First Class con sus vocaciones de (falsa) continuidad hayan estado igual de presentes este año es un dato muy importante. Lo cierto es que la compra de Lucasfilm por parte de Disney ha venido a confirmar eso, que la incertidumbre por el negocio del cine ha llevado a tomar el modelo que lleva despertando más pasiones últimamente: las series de televisión. Ahora un actor como Mark Ruffalo puede firmar por seis películas de un mismo personaje porque los estudios saben que, en su guerra de derechos y en su carrera a contrarreloj, necesitan ofrecer en la pantalla grande lo mismo que en la pequeña, pero más espectacular. Ya no estamos ante un asunto de secuelas o remakes, sino de ofrecer productos rentables y explotables a largo plazo. Estas pantagruélicas operaciones son tan delicadas que no será raro ver algún tropezón mortal, pero mientras tanto, la necesidad de seguir alimentando a Moloch, un público insaciable y que ahora goza de otros estímulos con los que distraerse, apremia y el mundo del cine parece concentrarse en no detener la maquinaria a cualquier precio.
Acto de contrición en los videojuegos
Cuarenta años después de nacer Pong, los videojuegos se han encontrado inesperadamente con la madurez. Una madurez convocada por la enorme representatividad que está teniendo, democratizando un medio que todavía se resiste a dejar de ser marginal. Si el éxito para todas las familias de Wii ha tenido su legado en Wii U, no hablemos ya del salto definitivo a los teléfonos móviles o la proliferación de plataformas de desarrollo indie, como IndieDB o el polémico sistema de elección por votos de Steam Greenlight; esta omnipresencia se está traduciendo en la incertidumbre de donde sigue el camino, con consolas como Ouya o SteamBox anunciadas como una suerte de modelo mixto. Mientras, el estreno de Indie Game: The Movie mostraba las aún sucias entrañas del sueño del programador independiente, disfrazándolo de propaganda optimista, casi lo que Hoop Dreams hizo por el baloncesto. Pero también esa madurez se está traduciendo en una situación generacional, donde los que vivieron el auge del videojuego como artefacto cultural han crecido y buscan que su medio favorito lo haga con ellos: cuando Anita Sarkeesian trató de financiar el documental sobre feminismo y videojuegos Tropes vs. Women in Videogames, recibió una enorme campaña de descrédito y acoso que puso en alerta la enorme misoginia entre los jugadores bajo el hastag #1reasonwhy1. El mito erótico Lara Croft, que ayudó a llevar al videojuego a las portadas de la prensa, se ha reconvertido en una muchacha sufrida y dolorida hasta casi rozar el torture porn, que ahora el jugador no busca que se contonee ante sus ojos sino protegerla como a una hermana menor. Por otra parte, la campaña de promoción de Hitman: Absolution mostraba al protagonista impactando su puño contra una mujer disfrazada de monja fetichista e hizo saltar aún más alarmas, igual que la no presencia del personaje de Elizabeth en la portada de Bioshock Infinite o el miedo de la compañía Naughty Dog a colocar en primer plano de su cubierta a Ellie, la co-protagonista adolescente de The Last of Us”, por si esto reducía el número de ventas. Pero el mayor escándalo ha sido conocido como el Doritogate2, cuando la imagen del presentador Geoff Keighley promocionando Halo 4 entre bolsas de Doritos y latas de Mountain Dew se convirtió en toda una ola de desconfianza hacia la prensa de los videojuegos, cuestionando algo que siempre se había conocido tácitamente: la de cómo las grandes compañías ofrecen regalos a cambio de mejores críticas y promoción de sus productos. A partir de ahí, el Doritogate es una trama tan complicada de periodistas renunciando y defensas panza arriba que no hay espacio para describirla fidedignamente. Todo ello, mientras los mejores juegos del año han hablado sobre el miedo a la autoridad, la incertidumbre del modelo social y político y el desamparo del individuo, aunque sea por casualidad. E aquí una industria que se ha encontrado alimentando a un monstruo del que ahora quiere deshacerse, e aquí un medio que se pregunta seriamente hacia dónde vamos mientras crece y se expande como nunca lo había hecho.
The League of Extraordinary Gentlemen, Vol. III: Century
Un espectro recorre el tebeo de Alan Moore y Kevin O’neill. Un espectro que transcurre desde la Ópera de los tres peniques hasta Harry Potter. El repaso al siglo XX a través de sus ficciones parece concluir en 2009 con el temor de la banalización de la sociedad, pero lo cierto es que obedece más bien al verdadero significado de la palabra Apocalipsis: “revelación”, algo con lo que Moore ya había jugado en su obra Promethea. Así, el fin del mundo, que no ha sido tal, viene a cuestionar la ficción actual no como el temor de quién añora al Simbad de Las mil y una noches frente a la Operación Simbad3 de las tropas británicas en Irak, sino de quien se plantea si aún cabe recuperar la inocencia y las esperanzas, el consuelo que ofrecen historias y personajes imaginarios al tiempo que hablan de los “tiempos interesantes” que nos han tocado vivir. ¿Ha perdido la ficción la capacidad de maravillarnos? ¿Hemos estado tan sometidos a una cultura omnipresente hasta el punto de inmunizarnos? ¿Pueden volver las historias ficticias a sanar a nuestro espíritu? ¿Sómos capaces de construir hoy una ficción pura, una ficción que no necesite subirse a los hombros de gigantes o repetir los hallazgos ajenos para existir? ¿Es el posmodernismo el fin de la cultura? Ese efecto se replica en The Newsroom, donde Aaron Sorkin parece preguntarse lo mismo en relación al periodismo con la ventaja de cuestionar las acciones de profesionales con más de un año de ventaja sobre nuestra actualidad. Tal vez las voces de Moore y Sorkin puedan sonarnos gruñonas, lastimosas e hipócritas pero no está de más que las hayan alzado.
Por Grace Morales
Todo lo sólido se desvanece en el aire
El 2012, su lista de desastres socioeconómicos y calamidades, ha servido para que la Mayoría haya aceptado —y a las bravas— lo que no quería ver y no quería oír: que su mundo, estable, cómodo y bien clasificado, ya no existe. Todos los productos culturales que han ayudado a insistir en este hecho han tenido buena recepción crítica, pero no así de público, como algunas de las mejores películas del año: Killing Them Softly, Grupo 7 y Take Shelter.
Love will save you
Menos a Michael Gira en esta canción (Swans han publicado The Seer, uno de los discos del año), sólo el amor como compromiso, organización fraterna, sentido de la justicia, muy lejos de los esquemas que pesan sobre nuestro turbio sistema de relaciones, puede salvarnos del derrumbamiento. Así lo expresa Michael Haneke en la hermosa Amour. También lo escribía Dickens hace cien años, en su obra capital, Casa Desolada, reeditada por Valdemar en 2012.
Run to the city of refugee.
La ciudad, representación de planos reales e imaginarios, se ha revelado de nuevo como ese espacio para el descubrimiento interior (la exposición sobre William Blake y el libro de Iain Sinclair sobre Londres y Blake, La Topografía Sublime), pero también ha vuelto como el lugar colectivo para la toma de decisiones, ocupando el sitio arrebatado por el poder. Aunque eso sí, una de las mejores obras del año acerca de nuestra endeble condición se desarrolla en el desierto: Vapor, de Max.
Por Pantalla Partida
Hora de Aventuras (Cuarta Temporada)
(Léase este texto con voz distorsionada por vocoder) A pesar de que films como Brave, Paranorman y O Apostolo o series como Gravity Falls y Kids On the Slope han convertido el 2012 en un año excelente para la animación, Hora de Aventuras en su cuarta etapa en antena sigue contemplando a todos sus contemporáneos desde una atalaya mucho más elevada. Porque está al alcance de muy pocos presentar tal explosión de imaginación o ignorar tantas convenciones a cada nuevo episodio, lo que junto con aproximaciones ‑cargadas a partes iguales de vitalismo, curiosidad y pavor- a temas como los primeros picores, el sexo en la tercera edad, los lazos de amistad durante la adolescencia o el tiempo como maldito bastardo corruptor de todo lo bello, sitúan la serie de Pendleton Ward en una posición privilegiada a partir de la cual puede ya avanzar sin límites hacia cualquier lado, ir a donde sea, ser lo que quiera.
Hotline Miami, de Dennaton Games
Durante este año las grandes editoras han apostado todo a franquicias mastodónticas con un 3 detrás del título, sin embargo, cuando echamos la vista atrás para comprobar la producción de la temporada, los juegos más interesantes han sido aquellos cocinados en estudios poco convencionales (Journey) o los nacidos en la periferia de la industria (Super Hexagon, Lone Survivor). De entre todos ellos, tal vez Hotline Miami se trate del más excitante: juego de acción con mecánicas tremendamente gratificantes y con una estética que debe ser lo más similar a ver Drive puesto de MDMA. El eléctrico juego de Cactus trata sobre la cruzada ultraviolenta de un perdedor que le arrebatan lo único que le separa del abismo, sobre el placer derivado de reventar cráneos entre las manos y sobre lo predispuestos que estamos los jugadores a aceptar sin cuestionar cualquier orden de un videojuego. Me apuesto muchas cosas a que dentro de décadas todavía seguiremos jugando con él (y él con nosotros).
Prometheus, de Ridley Scott
No es de extrañar que para aquellos que entiendan la ficción como una lógica de arcos dramáticos tirados con escuadra y cartabón, coherencia interna de titanio y leyes de causa/efecto innegociables, Prometheus haya supuesto un jarro de agua fría. El film del este año bautizado como “hermano malo” del tristemente desparecido Tony Scott, muy al contrario de ser ese artefacto de hard sci-fi que muchos esperaban, se colocó más cerca de unas aventuras espaciales con textura de novelita barata envuelta por una fascinante mitología sobre el origen, el sentido y los lindes de la existencia. En tiempos del subrayado, de la sobre-explicación, de la reverencia hacia lo cristalino y lo realista, Prometheus se alza como una obra importante por lo que tiene de resistencia, por reivindicar el valor de lo incomprensible, por proteger el misterio.
Por Jesus Rocamora
El concepto: CT o la Cultura de la Transición
2012 fue el año en que el término acuñado por el periodista Guillem Martínez llegó al gran público, gracias fundamentalmente al libro colectivo CT o la Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española publicado por Debolsillo en mayo de 2012, coincidiendo con el primer aniversario del 15M. No fue casualidad: “En un sistema democrático, los límites a la libertad de expresión no son las leyes. Son límites culturales. Es la cultura”, escribe Martínez en el primer capítulo. Como un huracán, las siglas CT abrieron de golpe y se colaron por las ventanas de todas las conversaciones, artículos y redes sociales; llegamos incluso a bromear con su presencia fuera de nuestras fronteras. ¿Es Dire Straits CT? ¿Lo era Lady Di? Más allá del chiste, lo que evidencia es que, aunque es un fenómeno puramente nacional nacido en una Transición marcada por los pactos (entonces, a finales de los 70, “las izquierdas aportaron su cuota de estabilidad: la desactivación de la cultura”, escribe Martínez), se ajusta sin problemas dentro de un fenómeno global no exclusivamente cultural, una corriente mainstream que borra todo lo que tiende a no ajustarse a su discurso unificador y cero conflictivo. En CT o la Cultura de la Transición, el libro, están (prácticamente) todas las firmas a las que hoy merece la pena seguir y que tienen algo interesante que decir, y sus enfoques afectan a todos los ámbitos de nuestra sociedad: la política, la economía, la prensa y, claro, una cultura nacional donde el mérito lo ha marcado durante años el premio Planeta (lo decía hace unos días Constantino Bértolo: “Ese equivalente cultural a la quiebra de Lehman Brothers que, en mi opinión, significa la entrada de autores como Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán o Juan Benet en el juego de los premios Planeta”), en la cual la SGAE ha ejercido de ministerio de cultura mientras los ministros del ramo daban palmas en la espalda de aquellos escritores, músicos y cineastas que no se metían en política (lo cual no tiene nada de apolítico por parte de los creadores), y, ay, una cultura dictada por unos medios de comunicación que nos bombardeaban desde suplementos, promociones y publicidades con unas obras maestras muy concretas: aquellas que lanzaban su propio grupo editorial. Nos engañaron, nos dijeron que eran los nuestros, que eran de los nuestros.
El estilo: La neopsicodelia
El revival psicodélico, con la mirada muy fija en los años 60 —o sea, los Beatles de Sgt. Pepper, Hendrix, etc.— y del que ya hemos empezado a conocer algunas obras importantes, ha tenido este año dos nombres esenciales: Tame Impala, con un segundo álbum todavía más flipado (Lonerism) y el hiperactivo Ty Segall, que se ha escrito nada menos que cuatro discos en 12 meses y que representa él solo el triunfo de ese sonido retro, garagero, invadido por guitarras con fuzz y muchos acordes fosforescentes reluciendo entre charcos de barro”, escribía Javier Blánquez en uno de los resúmenes de 2012 en Playground. Y nos recordaba que esto lleva algunos años incubándose en la mente de público y artistas: Animal Collective y su horda de seguidores/imitadores eran la vanguardia de todo lo que ha llegado este año, en el que han entregado disco, además de los mismos Animal Collective: The Brian Jonestown Massacre, Moon Duo, Sleepy Sun, Of Montreal, Thee Oh Sees, The Fresh & Onlys, Beachwood Sparks, Ariel Pink’s Haunted Graffiti, Spiritualized, Six Organs of Admittance, Dan Deacon, Islands, Yeasayer, The Flaming Lips (en plan supergrupo), Clinic… y hasta The Dandy Warhols, además de estrenarse bandas como Django Django, Melody’s Echo Chamber y TOY. Más: 2012 fue el año en que murió Bill Doss dejando al acid folk noventero un poco más huérfano (Olivia Tremor Control estuvieron presentes en el Primavera Sound) y también el glorioso año en que Fuck Buttons colaron su hit drónico Surf Solar en la ceremonia de apertura de los JJOO (para escuchar, a su manera, a la Electric Light Orchestra, Pink Floyd y I am The Walrus tuvimos que esperar a la ceremonia de clausura). 2012 fue el año en que se reeditó a Can (¿el revival del krautrock cabe aquí?) y a Frank Zappa y el año en que At the Drive-In tocó en el FIB. Si me apuran, la canción más escuchada en 2012 en Spotify, Somebody that I used to know, del belga Gotye, apesta a MGMT y a Empire of the Sun, o sea, a pop psicodélico con aguachirri. Pero el artefacto más psicodélico y enigmático de 2012 es el videojuego FEZ (Polytron) y su banda sonora, una maravillosa sucesión de sintes cósmicos y geométricos compuesta por Disasterpeace. FEZ es el videojuego al que le hubiera gustado jugar a Philip K. Dick (lo sé porque me lo ha dicho en sueños), un plataformas que se juega en dos dimensiones que en realidad son un trampantojo de algo más profundo, como un cruce entre Super Paper Mario y Echochrome, y al que para jugar necesitamos darle vueltas a sus cuatro lados, como si tuviéramos un cubo entre las manos. Protagonizado por un tipo llamado Gomez, FEZ tiene un diseño de niveles caleidoscópico y laberíntico plagado, en efecto, de cubos, anti-cubos, hiper-cubos, glitches, guiños a la tradición del píxel, puertas abiertas, puertas cerradas, llaves y tesoros. El misterio mejor guardado de 2012 y no ese otro cubo, el de Molyneux, que en realidad ha resultado ser un globo con forma de salchicha relleno de aire.
El personaje: Nikola Tesla
La mejor novela que he leído en 2012 es Relámpagos, de Jean Echenoz, publicada por Anagrama a finales de enero, durante el que fue sin duda para mí el fin de semana más frío de estos 12 meses: como sabía que en cuestión de semanas me quedaría sin trabajo, decidí huir unos días a una casa en la playa sin calefacción. Gran idea. Echenoz me salvó de la congelación y Relámpagos, parte biografía no oficial, parte fábula steampunk sobre la lucha de un genio contra el imperio de los monopolios, parte realismo mágico, me abrió el apetito por la figura de Nikola Tesla. Tesla, ese científico loco que recordaba por unos diálogos delirantes en Contraluz de Thomas Pynchon y que últimamente, mires donde mires, parece estar en todas partes. De ahí hasta llegar a la imprescindible biografía de Margaret Cheney (Nikola Tesla. El genio al que le robaron la luz) hubo un solo paso, justo y necesariamente obvio. Editada por Turner, amplió ante mi vista los hallazgos de este hombre (700 patentes y avances aún por explorar en los campos de la electricidad, la física, la radio, la computación y hasta las comunicaciones extraterrestres), sus sueños (energía eléctrica sin cables para todo el planeta), sus errores (rechazar el cobro de millones de dólares por buena fe) y batallas (contra Edison, contra sus mecenas, contra las leyes de los hombres, contra las leyes de la naturaleza). A esta biografía le han seguido estos meses otras dos publicaciones en Turner dedicadas al inventor, gracias al trabajo del periodista Miguel A. Delgado: Yo y la energía (con dos textos inéditos en español: su autobiografía Mis inventos y el artículo El problema de aumentar la energía humana) y el reciente Firmado: Nikola Tesla, con escritos y cartas entre 1890 y 1943, año en que murió, dicen, solo y arruinado, dejando definitivamente inconcluso su proyecto más ambicioso: la Torre Wardenclyffe, con la que pretendía transmitir energía sin cables.
Por Ontopop
Locus Solus, de Raymond Roussel (edición de Capitán Swing).
Clásico de culto, de innegable influencia en el así llamado postestructuralismo francés ‑y, en general, en las Letras galas‑, ha merecido una notable edición este año, con la traducción de la obra acompañada por textos diversos de un auténtico quién es quién ejemplar de lo dicho: Michel Foucault, Gilles Deleuze, Maurice Blanchot, Michel Butor, Michel Leiris, Alain Robbe-Grillet… Si están en ello: revelador.
El arte de Céline y su tiempo, de Michel Bounan.
Auténtico detector de idiotas, este librito de excelente estilo desnuda emperadores a partir de temas manidos —el antisemitismo, la trascendentalidad del arte, los disfraces de la «izquierda»…— de forma tan sintética como certera. Vean la imagen que les devuelve y piensen en ello.
Allellujah! Don’t Bend! Ascend!, de GY!BE.
Cuando hará cosa de una década surgió este ecléctico combo canadiense, lo fácil fue etiquetar su sonido como «post-rock» y juntar a la banda junto a otras con las que poco tiene que ver —léase Mogwai, para empezar — . Por más que las etiquetas, los nombres, supongan un sucedáneo de captación tranquilizadora, quizá haya cosas que es mejor no intentar siquiera comenzar a comprender.
Por Francis Ruiz
La edición de Luther en España, de EsPop Ediciones.
Aún no tengo el libro en mis manos, pero sé que me gustará como fan loco de la serie de Neil Cross, de su personaje y de su manera de contar historias, una manera que me hace sentir como si no estuviera ya un poco cansado de genios deductivos, crímenes y policías al límite. Es decir, que todo me sabe a nuevo sin dejar de ser lo de siempre. Además hay que mencionar el encomiable esfuerzo de los responsables de EsPop Ediciones, porque echar a andar una empresa cultural es siempre una gran noticia y más en estos tiempos en los que nos bombardean con mensajes sobre eliminar lo superfluo, arrimar el hombro o ajustar nuestros hábitos a nuestras posibilidades. Mensajes para justificar el desprecio a la inteligencia, la cultura y el pensamiento. Por eso lo mejor del año no es solo a EsPop, es también a todos aquellos que se han atrevido a lanzar al mercado productos culturales arriesgados en un país como el nuestro, sean películas, libros, música o empresas. Qué quieren que les diga, que estas personas se atrevan y se arriesguen lo llena a uno de esperanza.
La lectura de Nyarlathotep, de Javier Calvo
Marco incomparable: el salón de actos de la facultad de Relaciones Laborales de Córdoba, estructura ballardiana de líneas rectas, cristal y aluminio incrustada en una zona histórica con varios cientos de años y al lado de la torre Malmuerta. El público está compuesto de cuarentones y treintañeros, muchos con sus hijos, incluido un diabólico profesor de Derecho del Trabajo al que hace una semana vi cantando el Vals del Obrero de Ska‑P con su hijo de cinco años por la calle. Unas chonis, probablemente estudiantes de Turismo, entran y salen a los cinco minutos. Javier Calvo empieza a leer con voz extraña una versión adaptada de Nyarlathotep de Lovecraft. De fondo, una presentación audiovisual con motivos psicodélicos que van variando al compás de su voz y de una música que es básicamente un pitido absurdo con miles de matices. Todo cobra un extraño sentido y estamos hipnotizados, con un horror extraño subiendo desde el estómago. Calvo empieza a gritar palabras sin sentido, sonidos guturales que parecen salir desde algún abismo del tiempo. Suelta esos sonidos como si fuera a vomitar algo, como si se fuera a convertir en algo que ni siquiera podemos llegar a imaginar. Terrorífico y a la vez ridículo, intuimos un peligro en él y en lo que dice aunque no lo entendamos. Se encienden las luces, aplaudimos y respiramos aliviados. Más o menos aliviados.
Max Payne 3, de Rockstar Games
Hay un momento en Max Payne 2 en que su compañera Winterson, sin dar crédito a nada le dice a nuestro querido policía “Max… ¿qué haces? ¿qué haces?”. Eso es lo que define la saga, el asistir a un desastre tras otro, el intentar arreglar las cosas y acabar peor que antes. Habrás tocado fondo pero aún te puedes arrastrar por ahí mucho tiempo, y eso sin contar que te encuentres dos o tres sótanos más. En la tercera entrega más que en ninguna somos testigos de estupideces sin sentido, situaciones que se van de las manos y momentos bochornosos, en los que Max hace idioteces que no valen para nada pero que le hacen sentirse un experto. Por ejemplo, harto de que sus intentos de rescate acaben con trescientos brasileños pobres tiroteados, decide infiltrarse en las favelas como turista, para lo cual se rapa la cabeza, se pone unas gafas de sol y una camisa de flores. Tras unos cinco minutos de tembleque alcohólico y de vergonzosos intentos de preguntar a los lugareños acaba recibiendo una paliza y a tiros poco después. Max, te queremos, pero no la líes más, retírate en la playa y se feliz. Y ustedes, señores de Rockstar, déjenlo en paz, que yo sufro mucho por él.
Por Javi Sanchez
Ouya; crowdfunding
Internet era esto. La atomización de las audiencias ha terminado por engendrar el mayor hackeo cultural desde el fanzine underground y el ciclostil panfletario: el crowdfunding, la aparición de pequeñas masas que dirigen, mediante aportaciones, la inversión en productos nicho ajenos al beneficio más allá de la obra. El segundo paso de esta lógica ha sido Ouya, una videoconsola libre en la que todo consumidor es, al mismo tiempo, un creador de contenido potencial. ¿Lo más perverso del asunto? Se mire como se mire, la existencia de un sistema de mecenazgo ajeno ‑de momento- a los radares estatales, autorregulado por las propias aportaciones y fuera del control de un mainstream cada día más monolítico, sólo puede leerse como un triunfo liberal.
Hawkeye #6
El cómic de Matt Fraction y David Aja ha dinamitado los límites del género superheroico para producir la joya pop más deliciosa del medio. La premisa, “¿qué hace un superhéroe cuando no ejerce como tal?”, viene a dar la razón a aquel Manifiesto del Viejo Bastardo de Warren Ellis: si la gente quiere superhéroes, ponle un traje ridículo a tus personajes y haz tu propio tebeo. Fraction, a parsecs de distancia de sus otros trabajos alimenticios para Marvel, construye un superhéroe de la clase obrera a ritmo de los 70, en perfecta simbiosis con un David Aja cada día más despojado de trazo ‑y hasta de viñetas- buscando las esencias de la narrativa secuencial y la composición de página y encontrando nuevos (u olvidados, tanto da) límites del lenguaje por el camino. El número 6 puede mirar a la cara a todos los estupendos artificios de Chris Ware y decirles “hola, soy un tebeo mensual de 24 páginas y no pretendo ser otra cosa. ¿Tú qué tal?”. Que aquí protagonista y cómic son la misma cosa.
Hotline: Miami
El videojuego funciona mejor cuando se mueve en coordenadas de derribo por acumulación, cuando exhibe su tradición de parasitismo y remezcla de corpus ajenos para sostener sus armazones mecánicos y elaborar nuevos mensajes. Así, mientras la industria produce homogéneos ladrillos que sólo se diferencian entre sí por su remate técnico hacia un nefasto fotorrealismo, la última hornada de creadores indis retoman el píxel como punto de partida hacia terra incognita. Hotline: Miami, de Cactus, lo lleva al extremo: arranca como una adaptación oficiosa y ‑más- ultraviolenta de un Drive llevado a la crankésima potencia que, en poco rato, se convierte en un tratado sobre la esquizofrenia cuyas paredes colindan con el laberinto infinito de La casa de Asterión.
Por Germán Sierra
Alien vs. Predator
No la película, sino el libro de poesía de Michael Robbins (Penguin, 2012). Me resulta muy difícil escoger un sólo libro ente los muchas novedades que me han gustado este año, y elijo éste porque es fresco, brutal, divertidísimo, inteligente y, en mi opinión, un artefacto a la altura del tiempo que vivimos. Ojalá alguna editorial española se anime pronto a traducirlo. (El acontecimiento literario del año en España, ha sido, para mí, la publicación por Alpha Decay de «Nada. Retrato de un insomne» de Blake Butler)
Herencia epigenética transgeneracional
En los últimos años se hain ido acumulando evidencias de que determinados cambios en el medio ambiente pueden modificar la regulación de la expresión génica (y, por lo tanto, la función de los genes), y que algunas de estas modificaciones específicas pueden ser transmitidas a la descendencia. A lo largo del 2012 se ha teforzado la hipótesis de que largas moléculas de ARN no codificante (lncRNAs) podrían jugar un papel importante en ese proceso. Esto pone parcialmente en cuestión la idea de que los caracteres adquiridos no pueden ser transmitidos a través de los mecanismos moleculares de herencia biológica. (Admito mi sesgo hacia el área de ciencias de la vida: Para los media, la noticia científica del año habrá sido el bosón de Higgs)
Google trends: http://www.google.com/trends/explore#q=LncRNA%2C%20&cmpt=q
Ontología orientada a objetos
El término es anterior a 2012, pero a lo largo de este año ha «explotado» en el debate filosófico. Según Ian Bogost (autor de Alien Phenomenology, or What is Like to be a Thing, University of Minnesota Press, 2012), en términos sencillos: «La ontología orientada a los objetos (OOO) pone a las cosas en el centro del estudio filosófico de la existencia. Los representantes de esta corriente filosófica defienden que nada posee un estatus especial de existencia, sino que todo existe igualmente […] En el pensamiento contemporáneo, los objetos son habitualmente entendidos o bien como agregados de elementos más pequeños (naturalismo científico), o como construcciones de la conducta humana y de la sociedad (relativismo social). La OOO abre un camino entre ambos, dirigiendo su atención a los objetos en todas las escalas (de átomos a alpacas, de bits a tortitas), valorando su naturaleza y relaciones entre ellas tanto como sus relaciones con nosotros mismos.»
La OOO se desarrolla, entre otras fuentes, a partir de las ideas de Bruno Latour y del realismo especulativo de Graham Harman. Algunos de los autores más interesantes involucrados en el debate intelectual que ha surgido alrededor de la OOO son Levi Bryant, Jussi Parikka, Timothy Morton y Quentin Meillasoux.
Google trends: http://www.google.com/trends/explore#q=Object%20oriented%20ontology&cmpt=q
Por John Tones
Lords of Salem, de Rob Zombie
Hacía años que el cine de género no recibía una película tan rotunda y absoluta como la última de Rob Zombie, que como era perfectamente esperable, fue recibida en el pasado Festival de Sitges con apasionadas adhesiones y rechazos algo desmesurados. O quizás no tanto: la película de Zombie se reboza muy a gusto en la estética del grotesque satanico, y aunque se citan a los clásicos del género, como La Semilla del Diablo, también se venera en un tramo final descocado y, literalmente, sin parangón en el cine de género actual, a directores de videoclips de horror-punk y, cómo no, a la madre del cordero de la estética del desvío satánico, Kenneth Anger. Zombie mete en una batidora entregada y genuinamente diabólica (una que perfora las entrañas del espectador mínimamente sensibilizado con la dialéctica del paganismo pop) demonios de látex e iconografía impía, cruces de neón y vírgenes de saldo. Jugando a la sutileza (esa descripción de un mundo estéril, lleno de treintañeros sin descendencia, ese impecable uso de la música de la Velvet Underground) y tanto como a la obviedado (muñecajos del infierno, sacerdotes recibiendo mamadas), Lords of Salem es una película malvada y necesaria. Una que nos recuerda cómo debería ser el cine de terror. Todo el rato.
Pudridero, de Johnny Ryan
Aunque el cómic original ya tiene unos años, la edición española es incluso superior a la norteamericana y es la excusa perfecta para recuperar uno de los comics underground más notables de los ultimos tiempos, uno que sirve para trazar la línea entre el discurso del exceso y el puro goce del mismo, y luego emborronarla con una creación que habita a miles de kilómetros de cualquier consideración teórica: Pudridero es un festival de pasotes violentos, sexuales y escatológicos, pero también es una abstracción que comenta, sin la más mínima veleidad discursiva, hasta dónde podemos llegar y de qué nos sirve llegar hasta allí. Y quizás, también, una vez que hemos llegado, para dónde tiramos. El típico existencialismo splatter.
FEZ, de Phil Fish
Tengo muchos juegos favoritos este año, algunos de ellos grandes, mastodónticos, superproducciones como Dishonored, Spec Ops: The Line o Max Payne 3. Pero experimento un agradable escalofrío de placer cuando compruebo que los dos juegos más significativos e importantes del año son producciones independientes y de elevadas aspiraciones expresivas y narrativas: Journey y Fez. Son dos juegos absolutamente opuestos en lo estético y en lo intencional, ambos demuestran muchas cosas sobre las posibilidades y los logros del medio, pero si tengo que quedarme con uno, por filias personales y por convencimiento absoluto de que la única forma de abrir paso hacia el futuro es reinterpretando el pasado, me quedo con Fez, un descargable de Xbox 360 endemoniadamente difícil y visualmente cautivador, que guiña un ojo hacia clásicos mayores y menores (¡Ne-bu-lus!) para, de una patada a las convenciones del mainstream, señalar una zona inexplorada del mundo de los videojuegos a la que acudir con fe. Con fez.
Por Borja Vargas
Las viñetas de El Roto
Una avalancha de ataques pseudopolíticos-financieros, concentrados en poco tiempo y destinados a la creación de una nueva sociedad estamental, nos deja en shock. Pero para recuperarnos y seguir en pie tenemos las viñetas de El Roto en El País. El Roto unifica todas las noticias fragmentarias que nos amargan cada día, esforzándose para que sigamos teniendo claro que aquí no hay una dinámica económica inevitable ni una clase media insostenible, sino una ideología. Un dogma irracional, cuyo principio básico es que todos —excepto las oligarquías— somos números antes que personas, y que la eficiencia económica que destruye la sociedad es la única manera de salvar la sociedad.
La limusina blanca como símbolo, en Cosmópolis (David Cronenberg) y Holy Motors (Leos Carax)
El visionario Chris Cunningham ya se dio cuenta del potencial evocador de las limusinas blancas XXL en Windowlicker (1999). Pero ha sido este año cuando dos películas han conseguido establecerla como símbolo cultural, cada una por su lado y a su manera. Y es que es ahora cuando podemos entender la limusina blanca, falsamente limpia y pura, como el opaco y hortera atributo divino de los totalmillonarios de nuestra época, como la manifestación en miniatura de su desprecio de un mundo que creen no necesitar por tener ya todo en el suyo. Y, a la vez, como el objeto de nuestro trágico deseo de emular a los ricos, alquilándola durante un día.
The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer, Anonymous y Christine Cynn
The Act of Killing es una película que no he visto, como tantas otras que merecerían estar aquí y de las que ni siquiera he oído hablar. ¿Hace falta ver una película para conocerla o sólo para vivirla? Sus protagonistas son antiguos asesinos al servicio del régimen de Indonesia. Ellos mismos protagonizan escenas que recrean sus crímenes —reales— a partir de sus géneros favoritos: cine de gángsters, musical… Las profundas implicaciones sobre la memoria histórica, el terrorismo de Estado o el papel del imaginario cinematográfico en nuestra relación con la realidad hacen indudable que esta película es la mejor del año, confirmado por todos los que sí la han visto.
Por Pablo Vergel
PSY: “Gangnam Style”, de Internet
El desplazamiento del caduco Eje Atlántico (América del Norte-Europa) hacia Oriente se lleva vaticinando desde hace décadas. Lo que pocos podían esperar es que la tan temida Decadencia de Occidente iba a ser certificada por un jovenzuelo rechoncho, desvergonzado que canta en una lengua ignota, pero capaz de hacer temblar el Status Quo del entretenimiento mundial con un temazo como Gangnam Style, el vídeo más visto de la historia de Youtube. Desde hace años las economías asiáticas muestran un evidiable vigor respecto a Europa y a Estados Unidos pero en lo que concierne a la Sociedad Global del Espectáculo, la cultura pop asiáticahabía sido incapaz de generar un fenómeno que trascendiera sus ámbitos culturales regionales. Hasta que ha llegado Gangnam Style. La mayor sensación del 2012 ha sido protagonizada por un señor coreano, y esto supone un punto y aparte.
¿Cuál será la evolución? Nadie lo sabe pero se me ocurren varios escenarios en términos geomilitares:
1. 11 de Septiembre: Espectacular pero inofensivo. Todo este artificio no es más que una victoria aislada que no va a cambiar en profundidad el paradigma cultural en en el que vivimos.
2. Pearl Harbour: ¿Habrán despertado los ejecutivos europeos y norteamericanos de sus sueños y se han dado cuenta de que quizás unos ojos azules no sean suficientes? ¿Estamos preparando una contraofensiva que volverá aponer a estos jodidos amarillos en su sitio?
3. Stalingrado: La corriente ha cambiado. ¿Es Gangnam Style la batalla que marca el cambio del curso y precede a una cruenta y larga campaña de invasión de contenidos?
4. Normandía: ¿Y si no nos hemos dado cuenta y sus fuerzas han desembarcado y se encuentran a pocos kilómetros de, por ejemplo, París?
Perros del desierto, de Francisco Serrano
Vivimos en una época maximalista donde pirotécnicas trilogías literarias deforestan hectáreas de bosques, sagas cinematográficas se planifican por décadas y se plantean videojuegos con un presupuesto equivalente al PIB de Túnez. Intuitivamente uno se ve obligado a conceder que para ser relevante en este año 2012 uno debe convertirse en un engranaje de una industria apabullante. Pero no tiene porque ser así. Esto es una perogrullada pero no está de más que alguien como Francisco Serrano nos recuerde que una única persona con algo que contarte puede ser capaz de sacudirte mucho más que el penúltimo proyecto faraónico de un Departamento de Marketing de la Megacorporación de turno. Perros del Desierto (Editada en la colección Memento Mori, viene flanqueada por su hermana espiritual Nigromancia en el Reformatorio Femenino de John Tones) es la absoluta victoria de la Mente sobre la Materia. Una novela breve, concisa y efectiva como un tiro en una pierna, y que demuestra que muchas historias, historias que valen la pena ser contadas, siguen ocultas en nuestras cabezas como esos “osarios secretos” de los que nos habla Francisco Serrano.
Games TM Edición Española, de Grupo Zeta
La atroz crisis (Bostezo) que vivimos está poniendo en evidencia la agonía de ciertos modelos de negocio que son incapaces de captar ingresos a cambio de generación de contenidos. Periódicos, revistas, discográficas, televisiones, productoras de cine, etc… deben afrontar una menguante recaudación al mismo tiempo que el consumidor goza de de un acceso casi ilimitado a todo tipo de contenidos. ¿Contradictorio? No voy a lanzar la clásica diatriba contra la “Cultura Del Todo Gratis Powered by Internet” pero que duda cabe que algo hay… Por eso reivindico la edición española de la revista Games TM, una publicación que ha tenido la valentía de marcar un precio a priori desmesurado para los standards de kioskos españoles y que refleja una verdad inapelable: Si queremos contenidos de calidad, quizás debamos acostumbrarnos a pagar algo más de lo que estamos haciendo. Otra cosa será ver si tanto Industria será capaz de organizar modelos efectivos y rentables, y si, por otro lado, el consumidor está dispuesto a renunciar a este consumo clandestino de cultura de garrafón, tan adictivo como pernicioso.
Tres happenings culturales, por Dr Zito
Bond
Tres de las tendencias culturales de este 2012 que termina han sido eventos globales. El primero de ellos ha sido el regreso del agente 007 al borde de su quincuagésimo aniversario en pantalla. Helados, cervezas, revistas generalistas se han llenado de agentes secretos con pajarita y pistola con silenciador. El happening se centraba alrededor de Skyfall, la visión que Sam Mendes aportaba al universo del espía creado por Ian Fleming, una película que podrá gustar más o menos, que podrá ser conservadora en el fondo o solo en la forma, pero que desde luego posee una calidad cinematográfica que afianza a Bond como icono inmortal.
Las limusinas
Y no solo porque sea cada vez más común ver por nuestras ciudades estos vehículos demenciales llenos de jóvenes vociferantes sino porque dos de las películas del año han tenido su epicentro en ellas. Holy Motors de Leos Carax y Cosmópolis de David Cronenberg, bastante alejadas por lo demás, llevaban a sus demiurgos protagonistas en sus respectivas misiones a bordo de elongados vehículos blancos. La de Carax en particular se ha convertido en un happening cultural dentro de ciertas esferas cinéfilas, tan cerrado sobre sí mismo como una limusina brillante deslizándose por una ciudad en proceso de irse a la mierda.
El apocalipsis
Primero en forma cotidiana de holocausto económico ‑epitomizado por el tan traído y llevado Rescate Financiero En Condiciones Muy Ventajosas™- y después en forma de supuesta profecía maya. El armaggedon ha sido central en nuestra cultura con renovadas fuerzas, protagonizando campañas de desodorantes y hasta comedias románticas (Seeking a friend for the end of the world, Lorene Scafaria, 2012). Precisamente por eso, El Apocalipsis parece estar dando señales de agotamiento cultural. Por ejemplo, en la próxima de Guillermo del Toro se habla de “cancelar el Apocalipsis” y una revista a priori tan poco concienciada como Bloomberg ha llamado estúpido en su propia cara a todo aquel que siga pensando que el cambio climático no es un problema. Parece que, como civilización, hemos tomado nota.
Por Rak Zombie
Line The Wall, de Bo Ningen
Perfección asegurada para quien le guste escuchar la tormenta refugiado bajo una finísima tela plástica. Melodías absorbentes de punk psicodélico en las que la mente fluye para conseguir rescatar al máximo el origen del garage convirtiéndolo a su vez en el ruido que harían tus deseos si los dejases escapar.
The Cabin in the Woods, de Drew Goddard
Perderse en un horizonte de posibilidades habría sido fácil siempre y cuando no tuviésemos un plano pactado con lo desconocido que nos lleva al peor lugar posible. Redes conectadas bajo nuestras pisadas y observaciones hacia el mundo de la ciencia ficción y el terror combinadas para llevarnos a ese lugar que temíamos encontrar nos harán querer superar la barrera entre la paranoia y la realidad más intangible pero definitiva.
El extraño talento de Luther Strode, de Justin Jordan, Tradd Moore y Felipe Sobreiro
Cuando toda tu vida has sido un cero a la izquierda, obtener por tu propia mano la gran responsabilidad de mantener todo lo que te rodea puede parecer un suicidio. Ríos de sangre y de vísceras serán tus aliados cuando la venganza deba cernirse bajo tu mirada impenetrable, aquella que nunca vieron y que jamás podrán olvidar desde el infierno de sus días.
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