No se puede comenzar un post como éste sin hacer una breve recapitulación de las razones para ello; eso estoy haciendo desde este mismo instante. Ya se ha convertido en una tradición que cada año convoque a un grupo de selectos caballeros y señoritas predispuestos para anunciar a los cuatro vientos que es aquello que, en el año que dejamos atrás, no deberían haberse perdido jamás. ¿Por qué? Porque, ya que vivimos abotargados de información, cada día más es necesario una mano amiga que guie la mirada perdida entre le maremagnum auto-perpeutizante de la masa devenida cada vez más velozmente. Precisamente como eso es lo que hacen los individuos invitados ‑o, al menos, lo hacen la mayoría- prácticamente de diario esto es, a la vez, un recenso de cuales son los artefactos culturales que deben seguir seguidos y púlpito desde el cual poner en común las mentes más preclaras que firman en Internet, siempre para un servidor. No todos los invitados han participado, ni todos los que vinieron el año pasado han vuelto pero, eso sin lugar a dudas, todos los presentes están entre los mejores en su campo.
Las instrucciones para participar fueron vagas: tres párrafos, tres artefactos culturales; los excesos en contenido, forma o extensión son algo común y deseado en la serie de intervenciones ‑incluída la cabecera de Mikelodigas- que, dentro de unas pocas lineas, podrán catar, y esa era la intención inicial. Aunque era necesario poner cortapisas para mantener un tono común cada uno ha llevado a su territorio, y ha interpretado como le ha dado la real gana, las instrucciones que les han sido dadas. Y eso está bien.
Con respecto de las intervenciones en sí podríamos decir que el 2011 ha sido particularmente heterogéneo pero con algunos puntales particulares que han conseguido la unanimidad del respetable. Portal 2, Drive o Black Mirror han demostrado ser algunos de los eventos más extraordinarios del año, pero no más de otros tan constantemente resaltados, aunque más indirectamente, como lo han sido las revueltas que comenzaron con La Primavera Árabe. Pero igual que les di a cada uno tres párrafos para que se explayaran yo no tomaré más de lo mismo para hacer este (breve) prólogo así que, sin más dilación, les dejo con lo mejor del 2011 según los mejores de la blogocosa. Gracias a todos los involucrados, por sus esfuerzos siempre bien intencionados. Y a ustedes, nuestros fieles lectores, espero que les guste tanto como nos ha gustado a nosotros componer tan mastodóntica pieza. Siempre por (y para) ustedes.
“Critical film studies”, Episodio 19 de la segunda temporada de Community, de Dan Harmon
Es complicado quedarse con sólo un capítulo de la serie de Dan Harmon, auténtico regalo divino en forma de sitcom que está siendo víctima de su propia genialidad. Discutía amigablemente hace poco con una bloguera televisiva sobre el supuesto problema de la serie: “vive de su autorreferencialidad, de sus guiños, de sus regalos a los fans incondicionales”. Eso, según ella, hacía que no hubiese manera de ganar adeptos a la mitad, es decir, que difícilmente alguien que pille Community por un capítulo al azar va a quedarse a ver el siguiente. “Para sobrevivir”, decía ella, “tiene que abrirse más, girar menos sobre sí misma, facilitar las cosas”. Es decir, empeorar. Para que Community logre salvarse y continuar una cuarta temporada debería ser una serie peor. Bueno, pues seamos felices de haber llegado hasta aquí y que baje el telón. Ah: este es mi capítulo favorito de la segunda temporada, porque tengo debilidad por Louis Malle.
El hematocrítico de arte, de El Hematocrítico
El mayor golpe de genio por parte de la Internet en español del último año, junto con ese ser incontrolable llamado @masaenfurecida. Una idea sencilla y una resolución brillante en el noventa por ciento de los casos. It’s the arts.
Tree of life, de Terrence Malick y Drive, de Nicolas Winding Refn
No las películas en sí, que también, sino la combinación maravillosa que hacen sus directores de música clásica e imágenes (Malick) y música retro-electrónica e imágenes (Winding Refn), que hacen que más allá de las narraciones el espectador tenga una inyección cojonuda de impresionismo, expresionismo y cualquier otro ‑ismo que se nos ocurra.
Por Álvaro Mortem
Ultraviolencia, de Miguel Noguera
Intentar hablar de Miguel Noguera es como tener la pretensión de explicar lo imposible: un ejercicio vacuo de interferencias intelectivas. Es por ello que su libro Ultraviolencia, auténtico objeto fetiche de éste año en lo que España se refiere, habla por sí mismo con la elocuencia sagaz del que se sabe un monstruo polimorfo, esquizofrénico, que va apuntando en todas las direcciones disparando salvas sin parar un sólo segundo. Si el propio Noguera afirma que prima la cantidad por la calidad no es por una cuestión de meter lo más posible, es meramente un ejercicio de la imposibilidad de discriminación, ¿cómo puedes elegir lo que es realmente brillante si atiendes a una lógica interna que va más allá del mundo? Por eso, y por todo lo que demuestra dentro de sus páginas, Ultraviolencia es la visión apócrifa del Mil Mesetas de Deleuze y Guatari para el campo del humor. Con todo lo que ello conlleva.
Heavy Rocks, de Boris
Es un hecho común que cuando los artistas han conseguido un cierto reconocimiento sufran un cierto estancamiento en sus formas pasadas; viven de las rentas de sus creaciones explotándolos sin intentar llevarlos hacia un nuevo campo. Por supuesto este no es un problema que asola a Boris como nos demostró en los tres lanzamientos que han hecho este año. Por ello si en New Album se atreven a visitar el J‑Pop en Attention Please harán lo mismo con el noise pop y el shoegaze demostrando una capacidad que sólo poseen los artistas más allá de su tiempo: la capacidad de renovarse perpetuamente pero sin perder jamás un ápice de su personalidad. Es por ello que Heavy Rocks es una epifanía donde, después de demostrar que pueden hacer cualquier cosa, donde nos enseñan el auténtico futuro del rock. Y, no se ustedes, pero yo quiero quedarme a vivir allí hasta que llegue.
Juego de Tronos, de David Benioff y D. B. Weiss
Aunque la premisa de los libros me parece interesante he de admitir que el estilo de George R. R. Martin ‑o la incapacidad de su traductora, lo desconozco- me produce una repulsa de la cual soy incapaz de sobreponerme. Es por ello que la serie de la HBO ha caído como una bendición del cielo al permitirme descubrir unas aventuras fascinantes sin el tedio de una prosa terrible y una incapacidad patológica para la síntesis de acontecimientos vacíos de significación. Con la factura clásica de la cadena explayan un preciosismo salvaje que contrasta con la brutalidad de la historia, las muertes se van sucediendo en un retrato de una Edad Media fantástica descorazonador que es la nuestra sólo que camuflada; toda esa violencia física, verbal y moral no deja de ser el origen de donde venimos, nuestra producción más terrorífica de todos los tiempos. Eso es lo interesante de la serie pues, si Juego de Tronos habla fundamentalmente de nosotros, entonces sólo tenemos certeza de dos cosas: que los dioses nos han abandonado, porque de hecho nunca estuvieron ahí, y que la condición del mundo es exclusivamente fruto de nuestras decisiones. Para bien y para mal.
Por Carlos Garm
1. Vinyl Revival en BBC Radio 6 Music
Pete Paphides está haciendo más por recuperar el verdadero significado del vinilo (y, por extensión, por recuperar una conexión sincera y profunda con la música) que ninguna otra persona en el mundo.
2. Xeni Jardin
Co-editora del weblog Boing-Boing, tweetea en directo su primera mamografía, que resulta en un diagnóstico positivo, y escribe uno de los textos más emotivos del año.
3. Penn & Teller: Fool Us
Un programa de magia e ilusionismo en televisión (o bajado de Internet o… bueno, ya me entienden) era algo que no se veía desde hace muchísimo tiempo. Que una gran cantidad de gente haya visto a magos de la talla de Benjamin Earl, Mathieu Bich, Cubic Act, Shawn Farquhar, Soma o Daniel Madison acompañados por dos titanes como Penn y Teller y sin rastro de gentuza repugnante como Criss Angel es algo a celebrar.
Por Chiconuclear
Drive, de Nicolas Winding Refn
Me pide Álvaro que le liste tres artefactos culturales de este 2011 y en mi cabeza aparece un escorpión dorado. Sé que Drive es un logro estético gigantesco; sé que es la película negra que más me ha impresionado desde Brick, y de eso hace ya unos años; sé que su banda sonora es fenomenal. Pero si cierro los ojos sólo veo un escorpión dorado, y si me fijo un poco más veo una espalda y una mano metida en el bolsillo y la otra, enfundada en un guante, llevando una bolsa de deporte. Veo esencialmente a Ryan Gosling, convertido automáticamente en un icono poderosísimo. Hace ya un tiempo que vi Drive y su recuerdo sólo ha crecido y crecido en los últimos meses; que la recordaremos dentro de unos años es algo de lo que no me cabe ninguna duda.
Portlandia, de Fred Armisen, Carrie Brownstein y Jonathan Krisel
Recordé esta serie hace unos días, por casualidad, y me daría pena no mencionarla por haberla relegado a esa estantería de la memoria donde uno deja las cosas de principio de año. (Muy de principios de año: los seis capítulos de la primera temporada fueron emitidos entre finales de enero y febrero; la segunda temporada, por cierto, empieza el día 6 de enero de 2012.) Portlandia retrata la vida en Portland, Oregon, un sitio «donde los jóvenes van a retirarse» y el sueño americano de los 90, el de la generación X, el de hacerse piercings y tatuajes tribales, el que animaba a la juventud a ser ellos mismos y a diferenciarse de la masa. El resultado es un retrato ferozmente respetuoso, o respetuosamente feroz, de lo hipster: ante nuestros ojos desfilan obsesos de lo orgánico que antes de comer su pollo en el restaurante tienen que ir a visitar la granja donde son criados, hoteles donde los huéspedes son recibidos por un DJ que les informa de las comodidades scratch mediante, devoradores culturales que acaban enzarzados en peleas a muerte por demostrar que leen más que los demás, etc. Fred Armisen es hilarante como siempre y quiero casarme con Carrie Brownstein.
Catherine, de Atlus
Catherine no saldrá en España hasta febrero de 2012, pero (ventajas de la crítica de videojuegos) he podido jugarlo antes de que termine el año. Es un videojuego que va de un tipo, Vincent, que en una noche de esas en las que bebes más de la cuenta le pone los cuernos a su novia, Katherine, con una chica que se llama también Catherine. Entre (K)Catherines va a la cosa, pues; necesitaría una resma, y no un párrafo, para explicar todo lo que hace que estemos ante uno de los juegos más brillantes de los últimos años (también para hacer notar sus terribles tropiezos: no por nada es japonés), así que me limito a recomendarlo. Es un juego necesario: no creará tendencia y seguramente pase más bien desapercibido, pero demuestra que se pueden tratar algunos temas tradicionalmente alejados del imaginario del videojuego (no: follarte a un muñeco verde con cuernos en una nave espacial después de intercambiar cuatro líneas de diálogo espantosas no cuenta, ni contará jamás) directamente, sin inundar el asunto con metáforas como hacen algunos independientes ni renunciar a un tipo de juego profundamente tradicional. En el fondo, Catherine es un juego de puzzles; un Tetris que reflexiona, y nos hace reflexionar, sobre el compromiso, la confianza, la fidelidad, la paternidad y el género. Qué loco, ¿no?
Donde asoman las culturas: Tres direcciones disparatadas, por Dr. Zito
La calle: Attack the block, de Joe Cornish
Es la más jocosa de las manifestaciones en la pantalla que han tenido de las revueltas populares del 2011. Una película en la que los desposeídos salvan el mundo de una invasión alienígena que nadie más ha constatado. Mientras tanto, al otro lado del charco, El origen del planeta de los simios, más espectacular pese a su aroma a serie B, repetía un ejercicio similar pero haciendo de los simios protestones los amos de un nuevo mundo. Aparte de entretenidísimas, el poder de ambos films como metáforas del presente resultaba difícil de resistir.
Los planetas: El arbol de la vida de Terence Malick
Produjo en sus espectadores más generosos un Stendhalazo de proporciones solo comparables a las que generaba Melancolía de Lars Von Trier, dos obras bellísimas, que desde posturas antitéticas, la del quien quiere conservar su fe y la del nihilista irredento, acudían a visiones maximalistas de planetas en alienación para aprehender nuestra verdadera escala en el universo.
La carretera: Drive, de Nicolas Winding Refn
Permanece completamente ortogonal a cualquier eje. Auténtico hit de la temporada, su protagonista persigue un vector horizontal, a velocidad propia, mezclando sabiamente ecos y referencias ilustres para crear una rareza casi única, ajena a las tendencias, que engloba cuatro décadas, una película violenta y gentil, romántica y sensual, sórdida y electrizante.
Por Dulcemorgue
Sjukdom, de Lifelover
Pocas bandas llegan hasta los niveles de autodestrucción por los que navega, con soltura, Lifelover. Han nacido para esto. Cada segundo de cada canción de cada disco es un manotazo sangriento en la pared acolchada de sus celdas. Con este Sjukdom, que será el último disco de Lifelover ya que tras la muerte en extrañas circunstancias del principal compositor han anunciado su disolución, Lifelover culminan esa espiral de decadencia y auto-flagelación que han ido construyendo a lo largo de toda su discografía. Y lo hacen de una forma brillante.
War Of Roses, de Ulver
Lo han vuelto a conseguir. Ya desde los primeros segundos del corte que abre este War Of Roses, sorprendentemente acelerado comienzo de disco tengo que añadir, te enganchan en una ola con sabor progresivo y experimental que no quieres que cese. Pero cesa, menos mal que tenemos el botón de repeat. A Ulver gracias.
Vault, de MZ.412
Sí, se trata de un recopilatorio. Sí, se trata de la reedición de toda su discografía. Y sí, se merece estar en mi top3 particular de este 2011 que se extingue. ¿Por qué? Porque la forma de condensar sonidos rituales, ambientes claustrofóbicos y brutalidad sonora de la que ha hecho gala MZ.412 desde sus inicios es única y este Vault merece un lugar de honor en nuestras estanterías.
Four Lions, de Chris Morris
Una (anti)comedia enternecedora sobre el mundo de las células terroristas islámicas, pero que podría hacerse extensivo a cualquier tipo de organización terrorista y/o subersiva. Bajo la mirada de Chris Morris el mundo yihadista tiene más que ver con el de Atraco a las Tres que con el de Mission: Imposible, y los personajes que lo pueblan más parecen sacados de una sociedad gastronómica o de la tuna de veterinaria que de una organización maligna tipo Espectra o Hydra. Se estreno en 2010, pero fue llegando a nuestras costas a lo largo de este año, es decir: tarde, mal y a rastras. Aún estamos esperando por el estreno oficial.
Black Mirror, de Charlie Brooker
En las últimas semanas se ha escrito tanto sobre Black Mirror que es poco lo que yo podría añadir aquí. Charlie Brooker, su principal artífice, ya había jugado
con éxito con los géneros-basura televisivos (reality shows y demás) en la fabulosa Dead Set que terminaba, recordemos, con una invasión zombie en la casa del Gran Hermano británico. Black
Mirror es una continuación de ese ácido comentario por otros medios. Por todos los medios. Uno puede estar de acuerdo o no con su visión moralista y tecnofóbica de la sociedad de la información,
incluso puede estar en desacuerdo con que sea moralista y tecnofóbica, pero no puede negar lo que el propio revuelo que ha levantado pone de manifiesto: que nos encontramos ante las tres horas escasas de televisión más imprescindibles de 2011. Seize the time!
Neonomicon, de Alan Moore y Jancen Burrows
Resulta significativo que mi tebeo favorito de este año no existiría de no ser por los problemas fiscales de su autor. Sí, amigos, Alan Moore tiene problemas con hacienda y, para solucionarlos, no se le ha ocurrido nada mejor que escribir esta miniserie, que viene a complementar y continuar aquella rara avis de 2003 que se llamo The Courtyard sometiendo a la mitología lovecraftiana a un up to date de aquí te espero que ha llamado la atención del público por lo explícito de sus escenas sexuales, lo que ha obligado a Panini a incluir un disclaimer en la portada. Una obra menor, sí, incluso lo que podríamos llamar una obra alimenticia, pero que da sopas con onda a todos los demás continuadores de Lovecraft dentro y fuera del mundo de la viñeta. ¡Ay, Alan, si no existieras tendríamos que inventarte!
Por Francis Ruiz
Drive, de Nicholas Winding Refn
Escribo esto a unas horas de haberla visto y no se muy bien qué comentarles sobre la película. Podría hablar de que contiene una de las historias de amor más bellas que recuerdo, donde los silencios son más elocuentes que cualquier tipo de palabrería, o donde una mano que se posa sobre otra en una palanca de cambios es más emocionante que cualquier beso. También están esas persecuciones de las que ya no se ruedan. O esos estallidos de violencia que encogen de terror el estómago. Pero ya les digo, todo eso son palabras para una película que no las necesita, para una película de silencios, de interiores y de miradas, de sentarse y dejarse llevar.
No habrá paz para los malvados, de Enrique Urbizu
Es curioso que la mejor adaptación del tono y las maneras de Ellroy al cine no sea a partir de una novela suya. La película de Urbizu es ingrata para el espectador, que sale confuso y sin saber muy bien qué coño ha pasado con Santos Trinidad antes y durante la historia que nos cuenta. Aquí no hay una reunión del detective con los malos en plan «a ver me explique usted que es esto antes del tiroteo del final». Lo que tenemos aquí es una enrevesada historia de cine negro construida a partir de pequeños detalles, fotos que se deslizan sobre una barra y conversaciones tan autorreferenciales que hasta da palo estar mirando, porque usted, obviamente, no está invitado a escuchar. ¿Que el todo lo que les cuento es fruto de falta de medios, agujeros de guíon y tramas que se quedan en la sala de montaje? Pues vale. Pero qué bien les ha quedado.
Dark Souls, de From Software
Es un juego difícil y cruel, dicen todos. Y tienen razón. Dark Souls es como la vida misma: hay veces que las circunstancias se te ponen en contra y te enfrentas a duros retos, vale, pero la mayoría de las veces que fallas es por que eres gilipollas, a veces por arrogante y otras por inexperto. En Dark Souls, y en la vida, cuando crees que lo has visto todo, que eres sabio y que tienes mas tiros pegados que una barraca de feria es cuando encuentras nuevas formas de cagarla. Pero no hay que desesperar, porque la clave en Dark Souls y en la vida es conservar la cabeza fría ante las circunstancias adversas para no perder más de lo que ya has perdido y volver a donde has fallado siempre y cuando hayas aprendido algo de la hostia que te has comido. Si es usted de los que no aprenden o sencillamente tienen escasa tolerancia a la frustación, mejor pase de largo.
Por Henrique Lage
El regreso a las políticas de la calle
El 2011 será sin duda recordado por los miles de ciudadanos de todo el mundo que salieron en protestas de diversa índole a tomar las calles. El vuelco cultural no ha estado a la altura: la mayoría de las ofertas editoriales han sido inanes y triunfalistas y otras industrias como el cine (con la azarosa excepción de In time de Andrew Niccol) o los videojuegos aún no han reaccionado, pese a que se avecinan proyectos en los que ya asoma algo de retroalimentación, tales como La chispa de la vida o Bioshock Infinite; sin embargo, ha traído de nuevo interés por discutir estos asuntos y permitirá que haya una actitud más combativa y crítica incluso aunque el sistema pretenda hacerlo suyo, como se ha visto en los anuncios de marcas como Movistar. Twitter, por ejemplo, ha reflejado lo malo de esta tendencia, tanto en sus Masas Enfurecidas como en su tendencia a convertir en Trending Topic cualquier banalidad por 15 segundos de fama (el minuto cotiza demasiado hoy en día), pero también su lado bueno con propuestas, comunicación y diálogo.
El cine polarizado.
Si en un medio ya de por sí conservador como el cine le añadimos una crisis global y los problemas de lidiar con el cambio del espectador al usuario, tenemos la situación actual: un cine polarizado que se divide entre aquellas piezas realizadas con escasísimos medios y mucho ingenio y un cine sobreproducido — les invito a contar, entre los trailers del próximo año, cuantos incluyen monstruosas batallas entre ejércitos — refugiado en ese salvavidas deshinchado que está resultando el RealD 3D. El espacio intermedio en el que cómodamente los autores podían arriesgar lo suficiente y aún así, llegar a un público amplio ya no existe como tal y vemos grandes apellidos refugiándose en un lado u otro. Abajo los presupuestos medios. De este quiebro nace cierta incertidumbre pero también algo de esperanza. Ahora que el cine está al alcance de todos puede motivar que este lenguaje despierte de su letargo y se vea obligado a resultar más especial y único que nunca.
Portal 2, de Valve
El primer Portal supuso una enorme sorpresa que se convirtió en un clásico instantáneo a base de cuestionar los propios recursos de un videojuego: el trayecto marcado, la Voz que dicta las normas, el carácter artificioso y mecánico que pretende recrear un espacio real y harmónico y, por supuesto, el objetivo del juego, la recompensa, la tarta. Portal 2 tenía que lidiar con ser la secuela de un producto pluscuamperfecto y lo hizo de la mejor manera posible: reventando todo. Si Portal 2 supone el juego más relevante del año es por el hermoso equilibrio entre su argumento, diálogos, jugabilidad y, sí, discurso propio, que le ha propiciado el convertirse en un modelo a proyectarse en el futuro. Si hasta ahora los videojuegos conocían el lenguaje, igual que Griffith dio con muchas de las claves del cine, al fin tenemos aquí a nuestro Orson Welles, dispuesto a sellarlas como modelo al que aspirar.
Por Jim Thin
Portal 2, de Valve
Portal 2 es, ahí donde lo ven, el primer videojuego de la historia. Que aparezca 40 años después de que en teoría empezara todo esto de los jueguitos y el arte y el joystick y eres un asocial es un poco depecionante de cara al pasado, pero bastante revelador de cara al futu… no, no les voy a engañar: Portal 2 es una isla, es un hecho aislado que sucede una vez cada muchísimos años y que no se deja ver de nuevo hasta que el anterior ha sido olvidado. Por suerte Portal 2 es presente, pasado y futuro para aquél que puede apreciarlo en el momento de su aparición; Portal 2 es ahora, ha sido 2011 y será el cómo se hacen las cosas hasta que nos olvidemos de nuevo que en todo esto de los videojugos hay una razón de ser.
Bored to Death, de Jonathan Ames
El mayor enemigo de una serie es la sutileza. Arrested Development lo puede constatar, y ahora, también, Bored to Death. Que la serie con mayor número de chistes de penes y homosexualidad sea a la vez la más madura que ha existido en los últimos años puede sonar extraño (además de no encajar del todo con el concepto de sutileza), pero es que ese es el juego de Bored to Death: cubrir de relato noir la relación de tres amigos (Zach Galifianakis y Ted Danson son ya razones per sè para ver la serie. Y a Jason Schwartzman… se le coge cariño), erotizarla, y meter minidosis de surrealismo; y después no hacer ni caso a ese surrealismo, tratarlo con naturalidad, sin PUMS ni intención de hacer reír (Community es perfecta, como sitcom). Bored to Death es la narración irreal más creíble que uno puede consumir, es vivir una vida que no nos pertenece pero a la que pensamos podríamos aspirar. Bored to Death se olvida de su condición de serie, de producto cultural, de intenciones u objetivos, y sin embargo con su cancelación este año tras la tercera temporada ha
conseguido alcanzar todos los que se hubiese propuesto.
Revolución egipcia, de La Realidad®
Hacía tiempo que un documental no era mi película favorita del año —por no decir que nunca lo ha sido — , pero en enero, mientras veía Al Jazzera y Egipto en llamas, sirenas y gritos, un documental en tiempo real, cultura en directo, supe que eso era lo más importante que vería durante el año, y tal vez bastante más. La revolución egipcia no fue la primera en formar parte de lo que después se llamó Primavera Árabe, no fue la más sangrienta ni la que más muertes ha causado, no ha sido la más longeva (pese a que tras la abolición del régimen totalitario de Mubarak aún sigue habiendo protestas) ni la más excepcional, pero sí me atrevo a decir que ha sido la más internacional (pese al morbo de Libia y Gadafi), la que más calado ha tenido en el resto de sociedades (pese a la aún activa y constante información que nos llega de las revueltas sirias) y —esto sin pesares— la más cohesionadora. Egipto es ese país al que todos deseamos el bien, sin conflictos de intereses ni segundas intenciones ocultas, y es el país al que escuchamos atentamente como si fuera nuestro hermano menor, que aún tiene tanto que descubrir de la vida. Egipto grita a su padre y a su madre, de los que se quiere independizar, pero a su hermano mayor le intenta enseñar lo poquito que sabe, le cuenta lo que va aprendiendo día a día, cada vez que su mundo se pone patas arriba. Egipto le contó al resto lo que ya le había contado Túnez, pero nadie hizo caso a ese país feote; Egipto le contó a Europa que por muy cómoda que esté, la desigualdad sigue ahí, y que también tiene derecho a manifestarse contra las injusticias, aunque estas se den en una escala diferente. Y España recibió el mensaje, y Londres se dio cuenta de que tenía razón, Italia recordó cómo se hacía, Grecia recibió un extra de apoyo para lo que ya llevaba tiempo haciendo, aprendió de un país menor un par de cositas sobre el cómo y el dónde. Y a Japón le llovió un terremoto, porque así es la vida, porque no todo es planeado. Por desgracia, como les suele pasar a los que se creen ya formados y maduros, repicamos el mensaje (que llega a Estados Unidos y a Sudamérica, aunque ya lo conocían; que pasa a ser global) pero nos olvidamos rápido de él. Porque estamos conformes, porque aún tenemos pan. De regalo, esta revolución egipcia nos ha querido enseñar también el potencial de las redes sociales y la tecnología mejor que cualquier sofisticado capítulo de Black Mirror. Ha mostrado una cara del terror que no sale en ningún episodio de American Horror Story (y ya es difícil). Nos ha dejado claro, en definitiva, que si queremos algo la única manera de alcanzarlo es yendo a por ello, no esperando a que Wikileaks suelte una bomba que al final nunca llega. Esto, y no otra cosa, es un producto cultural relevante.
Por Manel Mourning
Tassili, de Tinariwen
Con la que está cayendo, cultural y musicalmente hablando, y la caravana tuareg de Tinariwen sigue avanzando inexorablemente por los desiertos de Mali, luchando contra las tormentas de arena y el hastío contemporáneo. Para Tinariwen no existen las prisas, el desazón o la fatiga. Solo el ineludible pasar del tiempo y las estaciones. Este grupo de nómadas, que fue declarado rebelde por el gobierno durante la rebelión tuareg de los años 90, empezó a ser conocido en Occidente gracias a su participación en Le Festival au Désert en 2003, pero llevan en activo desde 1983. Fueron coronados como los Rolling Stones del desierto, pero disco tras disco, han conseguido que su blues impertérrito llegue a un nuevo nivel de conciencia colectiva, llevándolo más allá de la música para ser reconocido como el sentimiento de todo un pueblo. Probablemente este no sea el mejor disco de 2011, pero Tinariwen merecen estar en esta lista por ser el adalid de la lucha contra una industria propia de unos tiempos que no son los mejores que la música ha vivido.
Ravedeth, 1972, de Tim Hecker
Poco a poco parece que vamos viendo la luz al final del túnel para el tipo de música que hacen Oneohtrix Point Never o Tim Hecker. ¿Hay que maldecir o dar las gracias a medios como Pitchfork? Eso, sinceramente, no me interesa. El disco de Tim Hecker es una maldita obra maestra que jamás sonará en ninguna discoteca porque, por mucho que la industria se empeñe en disfrazarlo de hype, no es divertido. No es fácil y no se adapta a la fórmula actual de hit after hit de la música contemporanea. No engancha, no es bailable y da igual lo bien producido que esté. Se escapa, involuntariamente, a los tentáculos de la música del fastfood, del merchandise y del usar y tirar. Es un producto complicado y bonito, que precisa de tiempo y dedicación para ser apreciado, todo lo contrario que los one hit wonders de turno. Y es que la fotografía de la portada no es ninguna broma.
Hot Snakes @ Moby Dick 12/14/2011
RIFFOLOGY. Esa es la ciencia creada por el Gran Maestre John Reis. Han pasado 25 años de debut de Pitchfork y casi 20 del de Drive Like Jehu y pudimos ver a un Reis ojerizo, con la frente más clareada de lo normal, acostumbrados a ese pelazo engominado, con movimientos lentos mientras acomodaba sus guitarras, una Fender y una Gibson, a sus dobles jacks. No parecía estar en su mejor momento. Justo entonces, subió al escenario su amigo y casi némesis Rick Froberg, con el peor aspecto de la historia, el cabello enmarañado tapándole los ojos, una mochila a la espalda y los movimientos del elefante que sabe que su fin está cerca. Cualquier persona ajena a estos dos monstruos podría pensar «¿Estos dos viejos, que juntos suman casi 100 años, van a hacer que me exploten las orejas?». Sí, señor. En cuanto John imprimió el primer riff a su guitarra, se le cambió la cara, se dibujó una sonrisa en su rostro y la sala se vino abajo. Es como un niño con un juguete nuevo. Solo tienes que verlo tocar para estar totalmente seguro de que este hombre ha nacido para esto. No quiere otra cosa en la vida. Rick, en el otro extremo del escenario, se transforma por completo. Le vuelve la sangre a las venas y el Rock Pateaculos patentado por ellos mismos recobra su denominación de origen. No he visto un directo más brutal en toda mi vida. Lo mejor de su concierto es que podría durar horas y ni te darías cuenta. Hot Snakes tienen tres discos de estudio, tres discos perfectos donde no hay otra cosa que hits, así que da lo mismo qué canción van a tocar luego. Cuando acaban, te quedas con el pelo hacía atrás, las orejas chirriando y cara de no haber entendido nada pero querer más. Demos gracias a Swami y al destino por haber vuelto a juntar a estos dos gurús de la guitarra y del pelotazo sónico.
Por Mikelodigas
Por Noel Burgundy
1. Tomemos prestado el término a H.W. Auden y refirámonos al año que acaba como la Era de la Ansiedad: un tiempo de Cielo tecnológico e Infierno económico, una pulsión de muerte colectiva que nos lleva a desear que esa catástrofe medioambiental que se nos antoja inminente se sincronice con un catártico Apocalipsis interior. La cultura ha empezado a reflejar nuestro presente de diazepanes y tranquimazines: ahí está Melancholia, de Lars von Trier, inspirada en esa cita de poeta danés Tom Kristensen que aludía a la añoranza del naufragio y la muerte repentina. La novela Otra dimensión, de Grace Morales, recordaba los simulacros apocalípticos que inauguraron el siglo XXI (11‑S y 11‑M) para analizar el estado de entropía emocional y lujuria tecnológica en el que nos sumieron. La nueva cultura de las plazas y el 1% han generado un renacimiento de la canción protesta (ahí está la Fundación Robo) y han dado lugar a ficciones de urgencia: habrá que ver cómo sobreviven al paso del tiempo. Y, hablando del tema, los estragos de la crisis han reactivado el interés por las webs sobre lugares abandonados: paseos melancólicos por espacios exteriores que reproducen nuestro paisaje interior.
2. El futuro es retro, sentenciaba el Dr. Repronto en uno de sus más certeros discursos. En su ensayo Retromania: Pop Culture’s Addiction to its Own Past, el crítico musical Simon Reynolds hablaba de una nostalgia por un futuro perdido y del posible precipicio creativo al que se enfrenta una cultura tan obsesionada por el pasado que ha perdido interés por significar en el presente. Series como Pan Am o videojuegos como Superbrothers: Sword & Sworcery EP demuestran que esta nostalgia de superficies no es propiedad exclusiva de la música pop, mientras que el éxito sin precedentes de la aplicación para móviles Instagram (y derivadas) está convirtiendo, casi imperceptiblemente, nuestra vida en la secuencia final de El resplandor.
3. Es posible que Black Mirror, serie de la Channel 4 creada por Charlie Brooker, sea mi artefacto cultural preferido del año. A medio camino entre Rod Serling y el Nigel Kneale de The Year of the Sex Olympics, Brooker ha presentado tres distopías que diseccionan con un bisturí empapado en bilis todos los planos de nuestro presente: el político (1×01), el social (1×02) y el sentimental/privado (1×03). 2011 ha convertido a Steve Jobs en una suerte de profeta de un futuro mejor: Black Mirror se ha encargado de poner contrapesos pesimistas a esa teoría y mostrarnos la posibilidad de un mañana donde la tecnología avance más rápido que nuestros usos morales.
Por NtmeC
End Time, de Brutal Truth
Si algo tienen de bueno los momentos de auge de lo contestatario entre el gran público es la puesta en valor y la subida a la palestra de propuestas que siempre estuvieron protestando y que pasaron desapercibidas anteriormente. No resultaría extraño por ello que alguien se acordase del grindcore, uno de los géneros contestatarios por antonomasia, y en concreto de uno de sus máximos referentes. End Time no es nada nuevo bajo el sol para los ya adeptos de la banda, pero puede ser toda una experiencia para los ajenos al combo americano y una llamada, si no a la revolución al menos a la reflexión por el ruido y el caos. Maravilloso.
Tintín y el secreto del unicornio, de Steven Spielberg y Peter Jackson
Hacen falta películas que apetezca verlas un domingo después de comer. La suspicacia era natural después de la última película de Indiana Jones, pero esta vez Spielberg nos ha dado mierda buena junto a su amigo Peter. Un film que hace olvidar al público de USA que su protagonista es francés (explícale a un americano qué es un belga) debe ser bellísimo, y desde luego Tintín y el secreto del unicornio lo es. Ni un minuto de respiro, unas escenas de acción carpetovetónicas (esgrima con grúas… BADABING), una trama que conjuga a la perfección tres de los tebeos de la saga y unos espectadores que terminan exhaustos y muy felices.
La muerte de Amy Winehouse / La confirmación como reina del pop de Lady Gaga
El via crucis drogadicto, la muerte y la resurrección en forma de recopilatorio de Amy Winehouse, aun esperados (casi que precisamente por eso), supusieron su inclusión por pleno derecho en la mitología pop. Además de que cantaba de puta madre e hizo discos guays, claro. Las extravagancias, el divismo loco y la también titanez musical de la Gaga en su género (claro que copiando a Madonna y tomando buena nota de otras tantas cosas que vinieron antes, la chica no es tonta ni mucho menos) son la forma de convertirse en mito sin cascarla, aunque todos sabemos que en la cultura pop la gente que termina espichándola más pronto que tarde son los que más molan. Que tampoco quiero yo que se muera la muchacha, ojo.
Por Peter Hostile
The Tunnels, de Terra Tenebrosa
Este trío en su primer disco nos traen sonidos probablemente sacados de debajo de la tierra de su Suecia natal, de galerías infinitas donde no se ha escuchado música hecha por humanos en décadas. Si no, uno no puede explicarse como en su debut pueden sonar tan alejados de este mundo. Puede que los elementos de los que se compone su música no sean nuevos (esa sección rítmica a veces es puro Neurosis) pero lo que sacan después de cocinarlos no nos recuerda a nada. Post metal, Post Doom, Post Sludge, Post Drone, Post Black: es todo eso y más, se sitúan a una distancia equidistante de todos los elementos, si es por casualidad o por pericia solo lo descubriremos con el tiempo. Por ahora solo sabemos que este disco es tan frío que hace daño escucharlo.
Hobo With A Shotgun, de Jason Eisener
Segunda película sacada de los rescoldos de la operación Grindhouse de Tarantino y Rodríguez, esta vez nacida de un concurso online de fake trailers. Sin duda, para un servidor, es la que más fiel se mantiene durante todo su metraje al espíritu lúdico-festivo de las producciones de Serie B y Exploitation originales, aún por encima de Machete. Jason Eisener pone un ojo mirando al cine de Vigilantes de principios de los 80, pero el otro ojo está bien fijado en las producciones zetosas de Troma & Cia. Así pues se suceden por igual homenajes a Charles Bronson, a El Vengador Toxico, a Exterminator o a Street Trash en un festival lleno de humor, casquería, one liners y personajes únicos.
Toda aquella caspa radioactiva, de Darío Adanti
Adanti es un terrorista del humor. Ya sé que ahora en España tenemos unos cuantos (Chanantes, Pioneros del SXXI, Venga Monjas, Miguel Noguera) pero es que Darío Adanti llevaba haciéndolo en El Jueves AÑOS sin que nadie se diera cuenta, fue uno de los primeros en empezar a renovar esa cabecera de humor que llevaba ya demasiado tiempo estancada, y lo hizo encima desde una postura radical con respecto a la «línea editorial», no pocos lectores habituales se quejaron, allá ellos. Desgraciadamente El Jueves confía demasiado en ese tipo de lector y, por eso mismo, procura no arriesgarse si ello conlleva que la vieja guardia se retira (aunque eso traiga nuevos lectores!) y por eso hasta ahora solo teníamos una pequeña recopilación de 60 paginas editada por esa casa. Ha tenido que ser Glenat quien dé el paso de editar el libro que hace justicia a aquellas maravillosas tiras.
Por Rak Zombie
Santa Sangre, de Los Carniceros del Norte
13 nuevas puñaladas de Los Carniceros en las que homenajean 13 películas de terror, en este caso de origen latino. Desde La noche de Walpurgis hasta Kill, Baby Kill pasando por Rojo Profundo nos deleitan con el deathrock característico del norte de España al que nos tienen acostumbrados donde se da cabida a monstruos, maldiciones, vampiros, brujería y demás constantes carniceras. No decepcionan, se nos muestran tan auténticos como siempre y tan dementes como nunca. Una de esas bandas españolas que se deben ver en directo para sentir la embriaguez del terror musical en las venas.
Hobo with a Shotgun, de Jason Eisener
Comenzando por Rutger Hauer y siguiendo por Grindhouse era de esperar que esta película apareciera en mi lista de lo mejor del 2011. Divertida y amarga historia de un vagabundo que con escopeta en mano infunde su justicia intentando cambiar el mundo sometido en ruinas en el que vive. Con unos personajes dignos de admiración que secundan circunstancias donde nada es lo que parece hasta que la muerte llega para poner orden. Aunque sin duda, con lo que más disfruté de la película fue con The Plague con sus apariciones que otorgaban minutos musicales ochenteros y unos asesinatos que han conseguido protagonizar unas de las mejores escenas de este año en cuanto a cine se refiere. Sobre el final os animo a que lo recordéis: merecedor de aspavientos dentro de la perfección, sin duda.
American Horror Story, de Ryan Murphy
Como amante del terror, me ha parecido consecuente incluir la mejor serie que he visto este año. Razones no me faltan ya que con 40 minutos de dosis semanal de batiburrillo de elementos del cine de terror conseguía hacerme quedar pegada a la pantalla y esperar impaciente hasta el próximo capítulo. A su vez todos los episodios me han sorprendido por sus continuaciones, las cuales conseguían sorprender a cada minuto. Esta serie me ha hecho reconciliarme con las casas encantadas después de las bazofias que se estaban haciendo actualmente en todo este terreno, y eso ya es decir mucho.
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