Siempre hay cierto grado de relatividad en nuestros actos. Aquello que está bien o mal depende del criterio y la comprensión del que juzga, haciendo que sea difícil discernir algo así como una regla universal. Y Halloween no es una excepción. Si deberíamos celebrarlo o no queda para la reflexión interna de cada uno, porque en esta santa casa ignoramos ese debate estéril: aquí celebramos Halloween. Al menos, hasta donde nos dan las fuerzas.
Eso implica también que estamos limitados por las circunstancias. Halloween es tanto el alcoholismo desenfrenado y los disfraces (pretendidamente) terroríficos como el recogimiento y el placer encontrado en la intimidad de un libro o una película de terror. Ninguna opción es mejor que la otra. Pero dada la naturaleza del blog —y de los blogs, que existen sólo en Internet — , nuestro único modo de poder celebrar la festividad es del segundo modo. Y así está bien. Por eso hemos elegido tres artefactos culturales para que podáis pasar una noche tranquila, a la par que terrorífica, o, si el alcohol y la tragedia se interponen, para que lo hagáis cualquier otro día. Al fin y al cabo this is Halloween y cada uno lo celebra como quiere. O como puede.