Otra dimensión, de Grace Morales
Se preguntaba un alemán de bigote impecable allá por finales del siglo XIX algo que, no por simple, dejaría de tener repercusiones mucho más profundas de lo que al alemán medio hubiera deseado: ¿es esto vivir? Cuando Nietzsche se pregunta esto no está aludiendo a ninguna clase de relación ontológica, metafísica, antropológica o política de ninguna clase ‑o, al menos, no en primera instancia, obviamente tendrá repercusiones profundas en todos esos campos- sino que está haciendo un cuestionamiento eminentemente positivo, se plantea simple y llanamente si la vida del hombre de su tiempo es una vida que merece ser vivida. Esta pregunta, uno de los puntales primeros de la filosofía nietzschiana, sería la misma que se irían preguntando sistemáticamente una infinidad de filósofos, escritores, artistas e, incluso, alguna persona normal no relacionada con las inquietudes más elevadas del espíritu; aunque la mayoría crean lo contrario, siempre llega el momento ‑o, en el más funesto de los casos, los momentos- en que cabe preguntarse: ¿es esto vivir?
Responder esta pregunta será cosa de cada uno, como no podría ser de otro modo, sin haber una respuesta universal para nadie. Según Nietzsche esto es vivir sólo si es una buena vida pero según, supongamos, H.P. Lovecraft esto no es vivir en absoluto pues si hasta la muerte puede morir, ¿qué sentido tiene la existencia? No es baladí esta posibilidad pues, si hacemos caso a la posibilidad de que no exista una Historia ni un Dios ni otros grandes conceptos, no hay un sentido ulterior del mundo al cual aferrarse; si los grandes conceptos no existen, o si existen pero nos son contrarios, nuestra existencia es sólo una caída libre hacia la muerte. Esa es la cuestión terrorífica y brutal, capaz de descomponer el rictus airado de cualquier lector por afilosófico que éste se declare, que intentaba evitar la pregunta anterior: ¿es esto vivir si no hay un sentido ulterior de la vida?