A lo largo de toda la historia de la humanidad se ha creído, en mayor o en menor medida, una cierta connotación moral de la naturaleza humana; el hombre nace bueno o malo, pero es algo que está codificado en su esencia, en lo más profundo de su alma, y no podrá cambiarlo jamás. Esta necesidad de anular la existencia como modus vivendi, de erradicar toda responsabilidad a las personas, acaba por no ser más que un modo de anular cualquier posibilidad de crear un discurso autónomo de la agenda oficial de quienes imponen esos términos. Por eso siempre es interesante ver cuestionamientos tan brutales como el de Marilyn Manson en su último videoclip, Born Villain.
Ya el nombre de la canción deja poco lugar a dudas: asume el hecho de que el ser humano, en tanto entidad esencial, es un ser malvado por naturaleza. A partir de ahí, con un estilo común al resto de su trabajo, explora los límites de lo que puede enseñarse a través del uso de una violencia y una sexualidad extrema que, sin embargo, en todo momento nos remonta a obras anteriores. A través de esta referencialidad a la “obra culta” intenta situarse cara a cara con el discurso neo-clásico bien pensante ‑eminentemente cristiano pero no exclusivamente, pues también se encuentra en otras religiones y culturas- con una equivalencia de prestigio en las armas; no sólo confronta lo que está bien a través de una hipérbole de El Mal sino que lo hace desde una serie de obras que las entidades bien pensantes, Los Hidalgos del Bien, respetan como obras difíciles pero que no escapan de su moralidad. Destruye sistemáticamente las nociones de la tolerabilidad de El Bien haciendo de sus mitos, de aquellas metáforas aceptadas a pesar de sus imágenes inadecuadas, algo que vaya más allá de cualquier posibilidad de aceptación.