A lo largo de toda la historia de la humanidad se ha creído, en mayor o en menor medida, una cierta connotación moral de la naturaleza humana; el hombre nace bueno o malo, pero es algo que está codificado en su esencia, en lo más profundo de su alma, y no podrá cambiarlo jamás. Esta necesidad de anular la existencia como modus vivendi, de erradicar toda responsabilidad a las personas, acaba por no ser más que un modo de anular cualquier posibilidad de crear un discurso autónomo de la agenda oficial de quienes imponen esos términos. Por eso siempre es interesante ver cuestionamientos tan brutales como el de Marilyn Manson en su último videoclip, Born Villain.
Ya el nombre de la canción deja poco lugar a dudas: asume el hecho de que el ser humano, en tanto entidad esencial, es un ser malvado por naturaleza. A partir de ahí, con un estilo común al resto de su trabajo, explora los límites de lo que puede enseñarse a través del uso de una violencia y una sexualidad extrema que, sin embargo, en todo momento nos remonta a obras anteriores. A través de esta referencialidad a la “obra culta” intenta situarse cara a cara con el discurso neo-clásico bien pensante ‑eminentemente cristiano pero no exclusivamente, pues también se encuentra en otras religiones y culturas- con una equivalencia de prestigio en las armas; no sólo confronta lo que está bien a través de una hipérbole de El Mal sino que lo hace desde una serie de obras que las entidades bien pensantes, Los Hidalgos del Bien, respetan como obras difíciles pero que no escapan de su moralidad. Destruye sistemáticamente las nociones de la tolerabilidad de El Bien haciendo de sus mitos, de aquellas metáforas aceptadas a pesar de sus imágenes inadecuadas, algo que vaya más allá de cualquier posibilidad de aceptación.
¿Y por qué? Porque en realidad los pacatos señores de El Bien, de los que asisten como público y repudian el espectáculo sin involucrarse, como ya señalaría el Marques de Sade, son los más perversos de los malvados. Ya sean los jerifaltes engalanados que aplauden con indiferencia ante el vomitivo espectáculo o los don nadie que asisten impertérritos, carentes de cualquier clase de emoción, ante el mismo en la tele todos ellos cometen el mayor de los pecados: son participes a través de su indiferencia. Ni se ven ni unen, porque es sólo un espectáculo para dejar la vida pasar. Ante esta perspectiva no es casual la inclusión de una escena que nos remita directamente hasta Bataille: la extirpación de un ojo para ser inmediatamente después introducido en una vagina que, a posteriori, es cosida alrededor del mismo. Porque, siguiendo a Bataille, el lugar donde realmente hay una auténtica pasión, un auténtico campo de la política, es en la revolución perpetua; una revolución perpetua de los sentidos, los cuerpos, la política y, especialmente, de la mirada.
Los espectadores, mudos participes de la sacristía existencial, miran pero callan ante la misiva del reverendo Manson. Escuchan los fragmentos de La Biblia o de Macbeth y se los apropian como suyos, pero luego hacen de lado la auténtica misión del reverendo: la responsabilidad de la mirada; la implicación como parte del mundo por parte de aquel que está dentro del mundo. Si aceptan su discurso sin ironía, sin pensar en absoluto, deberán parar esa sacristía pero, en caso de hacerlo a través de lo sacrílego de la misma, deberán unirse a ella. Por eso el verdadero mal, el auténtico mal, es la inacción: el que no hace nada, el que censura la acción del otro por incapacidad de pensamiento o acción, es el que trae el mal al mundo.
No hay razón para hacer el mal como lo hace, una y otra vez, Manson a lo largo de todo el vídeo, ¿tendría que haber una razón? El mal, como entidad connotativa de lo que es inadecuado según prefectos morales o éticos, no tiene mayor razón para su existencia que el bien: ninguna más allá que su propia elección en sí misma. Es por ello que el reverendo intenta demostrarnos que aquello que Está Bien no es más que un constructo social; una pantomima que, según el punto de vista, acaba por transformar acciones hechas bajo el auspicio del bien, y que son vistas como tal por sus adeptos, son vistas por el resto como una fuente de auténtica maldad. Por ello no hay ningún mal en nada de lo que pasa en el vídeo, porque toda acción “del mal” podría ser constatada como algo elegido de motu propio por todos los implicados; han elegido actuar de un modo que otros considerarían “malvado”. Por eso la única manera de nacer villano no es nacer humano, sino criarse bajo una idea moral absoluta que nos lleve a la inacción; al desapasionamiento por la vida. No existe nada inequívocamente malvado en ninguna acción del hombre salvo la ausencia de acción, de revolución, en sí misma.
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