Extraterrestre, de Nacho Vigalondo
Una de las formas más habituales para definir nuestra identidad es hacer un ejercicio de ida y vuelta con respecto de el otro; en tanto yo soy diferente a el otro en x cosas, y éste es diferente a mi en otras tantas y cosas, se establece un patrón de cosas comunes y disimiles entre nosotros a través de las cuales construimos nuestras identidades recíprocamente. Toda definición de alteridad siempre presupone la caracterización de la identidad de las dos partes. Es por ello que, en último término, necesitamos ‑al menos, hipotéticamente- a un otro para definirnos dentro de aquello que no sabemos ver en nosotros mismos per sé, ya que sólo a través de presenciar lo que no somos podemos vislumbrar lo que verdaderamente somos. Es por ello que el extraterrestre, el absolutamente otro, es aquel que no sólo viene de otro mundo para disruptir cualquier noción de norma estable que se pueda establecer en nuestras mentes como composición necesaria de realidad, sino que también es aquel que nos define como una masa uniforme a todos los humanos sin excepción.
Por supuesto esto es el discurso hegemónico, muy bien determinado por esa suerte de cateto colonialismo que hemos sido capaces de llevar hasta la idea de que todo alienígena sería esencialmente antropomórfico y a nuestra imagen y semejanza, pero no necesariamente lo que ocurre en la realidad. ¿Podría ser que un alienígena fuera exactamente igual que un humano en todo pero no fuera humano? Supongamos: su aspecto es el mismo, sus patrones mentales, sus necesidades, incluso su cultura ‑salvo, por supuesto, del hecho de que su tecnología les permite visitarnos‑, ¿qué nos permitiría diferenciarlos de nosotros? Supongamos que, no sé, Miguel Noguera fuera un extraterrestre, ¿podríamos sospechar que es así? Sí, entendemos que sus patrones mentales son algo peculiares, quizás incluso dotados de un punto esquizotípico, pero en ningún momento están alienados de lo que consideramos un patrón humano. Si existieran alienígenas que fueran exactamente igual que nosotros, y no supiéramos que no son de la Tierra, no tendríamos razón alguna para hacer una diferencia radical ellos-nosotros.