Aun cuando es imposible entrar en la mente de otra persona debido a las problema de la falibilidad de la traducción mente-lenguaje sí que podríamos abordar, a grosso modo, un acercamiento próximo a la conformación del pensamiento de otra persona a través de su obra artístico-teórica. Aun con todo habrá que tener siempre presente que este acercamiento, siempre inexacto y parcial, sólo es un reflejo de lo que realmente se cuece en la mente; es la proyección en el mundo de una actitud generadora de realidad, de mundo. Por eso es muy interesante el cortometraje brasileño “Tarantino’s Mind”, ya que intenta retratar el mundo interior de Quentin Tarantino que se trasluce a través de su arte.
La situación es un clásico dentro de la obra de Tarantino: dos personas dialogan, uno enfrente del otro, de una forma distendida dando saltos temáticos aparentemente sin ningún rasgo común entre sí. En éste caso, en vez de abordar sobre la temática de una canción de Madonna o los problemas identitarios de Superman, nos encontramos con un análisis comedido y algo temeroso, aunque lleno de pasión, de la obra del director americano. En éste análisis van hilando la relación entre los diferentes personajes de cada una de las películas de Tarantino y sus apariciones repetidas en diferentes films; como cada una de sus películas no son más que un fragmento en particular de una inmensa cosmogonía. Las relaciones vagas que se suceden se van hilvanando entre las livianas discusiones que van asomando de un modo algo forzado en el discurso general de ambos sujetos. Y, aunque no se puede pedir que lleguen al nivel dialogal de Tarantino, el problema del corto es que, en un sentido puramente teórico, apenas si se quedan a las puertas de hacer algo realmente interesante: un análisis de la génesis fundacional entre arte y filosofía en la obra de todo autor en general, y de Tarantino en particular.
Cuando en la letra L (de Literatura) de su abecedario nos dice Gille Deleuze que la literatura media y atraviesa de forma radical la filosofía no es una boutade, es un hecho fácilmente constatable. Esto es así porque, siguiendo el razonamiento del francés, entre el personaje y el concepto, entre el escritor y el filósofo, no media diferencia alguna; no existe una separación real entre escritor/filósofo y personaje/concepto en tanto están interconectados de un modo absoluto. Es precisamente con ese respecto donde deberíamos situar la obra de Tarantino para ser analizada: como cineasta su condición de artista es inserapable de forma inmanente de su condición de (in)voluntario filósofo. Y sólo desde este punto se puede comprender la fuerza de la obra de Tarantino, o de cualquier otro gran artista cual quiera que sea.
Por ello, efectivamente, es interesante fijarnos en los personajes de Tarantino como piezas determinantes de su pensamiento pero no tanto por su repetición o relación, con el medio cinematográfico ‑aunque, en otra ocasión, no cabría obviar este punto- o entre sí, como con respecto de sí mismos. Sus personajes son humanos en un nivel que las personas corrientes no son conscientes de serlos: son contradictorios con respecto de sí mismos; no tienen un auto-conocimiento veraz más allá de un esbozado con respecto de sí. Nadie en éste mundo se conoce, por introspectivo y analítico de su mente que sea, para ser siempre objetivo y adecuado con respecto de su pensamiento. Nuestro subconsciente, o el devenir mismo del existir, nos pueden poner en situaciones que, aunque nosotros creamos que abordaríamos de una cierta manera, nos obligarán a hacer cosas que jamás pensamos que haríamos. Ese es el punto exacto donde se sitúan los personajes de Tarantino, entre la disquisición de unos ideales que no siempre pueden cumplir y unas conductas que les rigen con rectitud samurái que no podrían verbalizar por desconocimiento; sus personajes son entidades vivas en su incompletud de conocimiento de sí mismos.
¿Cual es el secreto del “método”, de la composición de la mente, de Tarantino? La construcción de sus personajes, desde la elección de los actores hasta su dirección pasando por sus diálogos. Las situaciones, repeticiones u homenajes son hechos incidentales, prácticamente intercambiables, que domina más por oficio y repetición que por una búsqueda ontológica que sólo se da para amplificar la construcción de los personajes; la historia es parte consustancial del tiempo presente de la conciencia de los personajes. Y he ahí la fórmula mágica de Tarantino: construir unos personajes tan sólidos, tan humanos, que todo lo demás sólo sea hacer que el escenario y las situaciones orbiten alrededor de las contradicciones propias de su devenir existencial. Las personas con conocimiento absoluto no existen, quedaron atrás como la búsqueda del tiempo perdido.
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