En ocasiones olvidamos que los superhéroes antes de una entidad con unos poderes suprahumanos son, esencialmente, personas con una vida más allá de la condición misma de tal poder. Aunque puede ser interesante ver como luchan contra el mal o descubren como funcionan sus poderes, al final, siempre se acaba redundando en los lugares comunes propios de una producción de casi un siglo de cómics de superhéroes. Sin embargo Misfits no es sólo una serie de gente con poderes, también es una fantástica comedia dramática que redunda en la problemática del yo; de la identidad.
En Misfits nos encontramos la historia de cinco jóvenes que, mientras hacen sus trabajos para la comunidad por diversas infracciones menores, son alcanzados por un rayo durante una extraña tormenta; este peculiar accidente meteorológico les brindará de poderes supranaturales. Contra todo pronóstico la serie no nos narrará como se convierten en los héroes que salvan el día de su comunidad ni muchísimo menos la historia de unos jóvenes vándalos con poderes; esta es la historia de una generación perdida que lucha por sobrevivir en un mundo que les crucifica pero no les da oportunidad de destacar. Como no podría ser de otra manera sus poderes son, además, un reflejo de la personalidad de cada uno de los personajes, pues quien puede controlar el tiempo es por su obsesiva necesidad de cambiar lo pasado y quien se vuelve invisible es por sentirse eternamente ignorado. Aquí no hay heroísmo, el bien y el mal se difuminan en cada enemigo al cual se enfrentan pues, lejos de ser arquetípicos villanos de opereta, son personajes condicionados por una personalidad que llevada al extremo les condiciona a ser lo otro opuesto a mi.
Todo lo anterior nos valdría para la primera temporada, el como los personajes se van dibujando en un retrato de como son y como las interacciones entre sí van configurando una entidad de grupo pero, ¿qué ocurre en la segunda temporada? El giro de tuerca está en que ya no es importante como son sino en como serán en un futuro próximo y aquí tenemos un ejemplo perfecto: Simon. Un personaje que ya en la primera temporada se descubrió como el auténtico pilar que sostenía la identidad grupal del conjunto en la segunda temporada alcanza cuotas asombrosas en lo que respecta a la perfecta construcción de su personalidad. Por un lado nos encontramos a un Simon aun parco en palabras que, lentamente, coge confianza en si mismo y va convirtiéndose en una persona sin ningún tipo de temor por las relaciones sociales, a causa de su amistad con los demás protagonistas y sus primeros escarzeos amorosos. Por otro lado nos encontramos a un Simon fuerte, decidido, guía y líder del grupo tan buen amante como auténtico héroe capaz de sacrificarse para cambiar el destino general de sus amigos; de su mundo. Así quizás no es tanto que nos encontremos un lo que seremos como un lo que podríamos llegar a ser.
En el excelente especial navideño, en un estupendo y sorpresivo cierre, nos abren una nueva posibilidad para la tercera temporada siendo así, quizás, el principio del arco de lo que hemos elegido ser. El logro de Misfits no es ser un Skins con superpoderes, que no lo es, sino el retratarnos como necesariamente el como somos siempre es algo que nace tanto del yo como del otro. El auténtico héroe es aquel que consigue comprender su sitio en el mundo y actuar en consonancia.
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