Esta entrada apareció originalmente publicada en Studio Suicide el 13 de Marzo de 2012.
La más fascinante rara avis ‑la que se nos presenta como indescriptible en su forma, fondo, pensamiento y praxis- nunca es, necesariamente, la que se encuentra más alejada u oculta por las fuerzas de una naturaleza viva conocida como los caprichos del mercado, generalmente está justo bajo nuestras incrédulas narices. Es por ello que no necesitamos buscar extraños músicos de electrónica vanguardista de lo más profundo de Laponia oriental para encontrar un auténtico reto para nuestras expectativas musicales: Richard D. James, más conocido popularmente como Aphex Twin, es el acertijo dentro de un misterio enfundado en un enigma perpetrado en un tanque, con el cual salir a comprar el pan o dar un paseo con su hija, que haya conocido nunca la electrónica. Su inabarcable obra, disparada en todos los sentidos y aspectos inimaginables, le acercan más hacia una especie de música formalista matemática que hacia cualquier clasificación positiva conocida por el hombre ‑lo cual se confirma cuando el drill’n’bass es un género que cultiva sólo una persona en el mundo: él.
Por todo lo anterior, ya que formalmente es inaprensible, y cualquier intento de buscar influencias ha acabado hasta el momento en un extremo ridículo, no me queda más remedio que caracterizarle como espíritu en fuga en el único ejercicio que se puede considerar ortodoxo a su respecto: una deconstrucción regurgitada desde los abismos de la japonesidad latente en algunos de sus tics más constantes.
1. Yellow Magic Orchestra
Cuando se habla de las influencias de Aphex Twin hay un grupo que siempre es colocado, de una forma más o menos constante, como parte hegemónica de su discurso: Kraftwerk; y no, no hay nada en él heredado de estos que no sea cierta continuidad lógica con respecto del género musical del que son venerables, pero ya plomizos, patronos. Sin embargo otra cantar sería el caso de Yellow Magic Orchestra, de los cuales bebe con una fruición impropia del que se supone que viene constantemente de una nada absoluta. Un clásico contemporáneo como es ya de facto Firecracker, y el Yellow Magic Orchestra en general, podría haber influenciado sin ningún problema ‑y, de hecho, lo creo- canciones como algunas de las canciones más abiertamente afables del inglés como On, Xtal y Love 7, esta última en una nueva aspectualización más oscura de Computer Game o Tong Poo. Una herencia que además no está en nada oculta, pues el uso de estructuras comunes, incluso de tempos miméticos, es una disposición común fácilmente rastreable por cualquiera que disponga a tomarse un tiempo de digestivas y estimulantes escuchas experimentales.
En un caso radical podríamos afirmar que en Mike & Rich, una versión más matemática de sí mismo junto con µ‑ziq, podríamos encontrar la evolución lógica condicionada del techno pop amable de los japoneses en su versión más premeditadamente acid: Mr. Frosty, The Sound of a Beady Eyes o Giant Deflating Football se encuentra esa voluntad de futurabilidad amable de los YMO enclaustrada detrás de los barrotes de la hiper-tecnificación del ser. Mike & Rich, amar (el futuro) en los tiempos de la matemática de Grothendieck.
2. The Beatniks
Este caso es poco sugestivo después del anterior: The Beatniks está conformado por Yukihiro Takahashi, 1⁄3 original de YMO, pero a su vez está compuesto por Keiichi Suzuki, genio creador de la BSO de la oda lisérgico-musical en formato videojuego Mother. Es por ello que no debería extrañarnos que Exitentialism, primera obra y magna, del grupo tuviera una influencia mucho más radical del que pudiera parecer tener un grupo siempre más enfocado hacia el synth pop que hacia el techno. Pero el camino del señor está pavimentado de sintetizadores analógicos Roland, y por eso la querencia de los gustos exquisitos y refinados de las melodías más depuradas se ve caracterizado en ambos polos de nuestra ecuación; el músculo formal que se desarrollan en las disonancias de la vanguardista No Way Out hay adelantados destellos ‑especial, pero no exclusivamente, baterías de sonido metalizado y ritmos rotos- de algunas conformaciones en forma embrionaría que veríamos desarrolladas a posteriori en el inglés en trabajos como Drukqs, aunque serían sospechosos habituales de su sonido.
Cualquier intento de entender históricamente a Aphex Twin sin The Beatniks está llamada al fracaso: hay una conformación no sólo de pequeños detalles de estilo, si no auténticos cambios de registro ‑ya que, a decir verdad, Avril 14th tiene más sentido cuando se tiene en mente canciones como Une femme n’est pas un homme- que serían difíciles de explicar sin algo donde aferrarnos.
3. Nobukazu Takemura
El caso más interesante, sonado y completamente esquizofrénico sería precisamente el de Nobukazu Takemura: cualquier cosa que en los 00’s se pretendió hacer en la electrónica él ya lo hizo en los 90’s. Infinitamente mejor. Los delirios lounge de Child’s View poco tendrían que ver en una escucha precipitada con las armoniosas cuchilladas sónicas en fuga de cualquier trabajo de Aphex Twin, pero lo interesante es que de hecho esa hipotética distancia de los afines es lo que permite que su choque sea más profundo, más sutil. En Let My Fish Loose ya encontramos las melodías retorcidas in extremo, la superposición de sonidos aparentemente disonantes y la combinación de diferentes lineas melódicas entre sí para conformar un todo aglutinador que se ceba de cuanto silencio pueda existir en sus periferias. Pero en las melodiosas costas de Pastral waltz, aquí sí como auténtica antítesis del estilo James, podemos encontrar un fraseo de piano que nos puede resultar extremadamente similar: no hay nada en él que no deje de recordarnos, por separado, las clásicas lineas de piano contracorriente que sitúa en el seno de sus canciones más polarizadas el bueno de James.
AFX, Aphex Twin, µ‑ziq, Richard D. James, etc.: infinitos nombres para tantas conformaciones dispares de un mismo hombre que parecen multiplicarse en condición presente como lineas de futuro siempre por desarrollar, siempre por ser pensadas dos pasos más allá de ni lo que el mismo nos demostró que podrían ser pensadas. Richard D. James, amar (la música) en los tiempos de los espíritus etéreos de la japonesidad.