Imaginemos una pareja de amigos: uno un chico con sobrepeso obsesionado con el sexo con más boca que michelines y el otro un chico tímido, tierno y con un gran sentido ético. Juntos, en su último verano antes de la universidad, intentarán conseguir su objeto de deseo, follar. Y esta es la propuesta de Superbad de Greg Mottola.
El instituto está apunto de acabar y los inseparables Seth (Jonah Hill) y Evan (Michael Cera) irán cada uno a una universidad diferente. Así el pasar estos últimos meses juntos y el intentar follar antes de la universidad les llevará a una odisea por llegar a la casa donde se celebrará la fiesta donde serán los héroes por llevar el alcohol y conseguirán su objeto oscuro de deseo. Así se conforma una ejemplar comedia juvenil de la factoría Apatow la cual nos da una continua patina de humor descerebrado. Pero entre toda la comedia, al final, lo importante no es si consiguen novia o no los protagonistas, sino como su amistad ha soportado (y soportará) la inminente separación. Aunque creían que para ellos lo más importante era follar, en realidad, lo más importante eran el uno para el otro. Esta hermosa reflexión llega mientras nos dan un ejemplar ejercicio de humor en el cual no faltan las continuas referencias a los clichés del genero, llevados hasta el extremo en muchos casos, y la continua ridiculicación de sus personajes. Personajes que, incluso ridiculizados, nunca dejan de ser entrañables.
Incendios, disparos, hostias, borracheras y momentos de sexualidad chusca son la carta de presentación de una comedia que juega continuamente con sus referentes inmediatos. Y al final, lo único que queda, es el amor: como amistad, como romance o como amor hacia la fiesta descerebrada adolescente que no se plantea las consecuencias de los actos.
Cada vez que la veo me gusta más… pero nunca llega a satisfacerme. Tiene una conclusión muy franca, muy desnuda, eso no se le puede negar. Tiene también momentos inspiradísimos y universales, como el relato sobre dibujar penes de forma compulsiva. Pero a grandes rasgos me deja tibio. Con «Adventureland» me pasa algo muy parecido, pero no se le puede negar a Mottola un ojo finísimo para describir hábitats adolescentes.
Pues aunque lo entiendo no lo comparto, a mi me satisface plenamente. Su humor es impecable, universal y muy bien ejecutado, siempre haciendo una parodia fina muy bien llevada. Quizás le problema sea precisamente lo transparente que es, no oculta nada, juega sus cartas destapadas y eso le pasa factura en el final; no sorprende ni puede sorprender. La verdad es que Mottola tiene buen ojo para las relaciones adolescentes y su problemática, pero adolece de ser demasiado evidente en sus desarrollos.