el amor se esconde en la sistematización enciclopédico-animal

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El hom­bre in­vi­si­ble y el zoo de los Bowles, de Félix Romeo1

En la obra del re­cien­te­men­te fe­ne­ci­do Félix Romeo siem­pre hay esa in­ten­ción eru­di­ta, qui­zás de tin­tes ilus­tra­dos ‑sin las con­no­ta­cio­nes socio-filosóficas pro­fun­das que im­pli­ca es­te término‑, que le lle­va has­ta la enu­me­ra­ción, la sis­te­ma­ti­za­ción y la con­jun­ción en pa­res equi­va­len­tes pa­ra juz­gar, atar y sub­yu­gar la vo­lun­tad del tex­to. Es así co­mo des­plie­ga una pro­sa lú­ci­da, ex­tra­ña e in­clu­so un pun­to tier­na en el que siem­pre pa­re­ce dis­po­ner de una he­rra­mien­ta nue­va que arro­jar so­bre el lec­tor; Romeo ja­más aban­do­na la ne­ce­si­dad con­ti­nua de con­ca­te­na­ción de con­cep­tos, ideas y mo­men­tos es­pe­cí­fi­cos de ful­gu­ro­sa ne­ce­si­dad pic­tó­ri­ca. Siempre es­tá un pa­so más allá de lo que esperamos.

Por su­pues­to El hom­bre in­vi­si­ble y el zoo de los Bowles no es una ex­cep­ción sino que, en cual­quier ca­so, es si aca­so una exa­cer­ba­ción bru­tal, un co­lo­ri­do co­ro­la­rio, de to­da su obra an­te­rior. Para ello va vo­lan­do in­ce­san­te­men­te, de un la­do a otro, en­tre la re­la­ción que te­nían con sus ani­ma­les tan­to William Burroughs co­mo los Bowles pa­ra crear una supra-genealogía del amor ani­mal don­de en­glo­bar to­do el mi­cro­uni­ver­so en so­la­pa­mien­to que se da en­tre esas tres fi­gu­ras. Sólo de es­te mo­do nos de­mues­tra Romeo una eru­di­ción le­jos de ar­ti­fi­cios o pom­po­si­dad, muy lla­na pe­ro apa­sio­nan­te en sus for­mas, que va ra­yano un en­ci­clo­pe­dis­mo sal­va­je que pre­ten­de uni­fi­car la vi­sión cos­mo­ló­gi­ca del ani­mal, de la mas­co­ta, del ami­go y el aman­te fiel en el mun­do de los an­ti­guos es­cri­bas per­di­dos en Tanger.

Pero si al­go es, en úl­ti­mo tér­mino, es un es­plen­do­ro­so can­to de amor ha­cia los ani­ma­les, ha­cia el mun­do y ha­cia la vi­da. Rebosante de vi­ta­li­dad nos con­du­ce con agi­li­dad por la vi­da de los des­cas­ta­dos y los ama­dos pa­ra en­se­ñar­nos co­mo, en­tre dos mun­dos, siem­pre hay, al me­nos, una po­si­ción en co­mún. Así el amor por la vi­da, pro­fe­sa­do con vir­tud di­vi­na en la es­cri­tu­ra pe­ro tam­bién por los ani­ma­les en to­dos los ci­ta­dos, se cris­ta­li­za en su re­la­ción con sus mas­co­tas, sus ami­gos y con­fi­den­tes, que cons­tru­yen una fi­gu­ra­ción pic­tó­ri­ca su­bli­me de sus due­ños. Y, en úl­ti­mo tér­mino, to­do ese zoo­ló­gi­co en mi­nia­tu­ra tam­bién nos arro­ja luz so­bre la pro­pia fi­gu­ra de Romeo; ilu­mi­na cuan­to le ro­dea, bes­tias o per­so­nas, a tra­vés de ser el mis­mo un re­fle­jo ma­quí­ni­co, aho­ra sí en­ci­clo­pé­di­co sin du­da, de la sis­te­ma­ti­za­ción cons­tan­te de ese amor por los ani­ma­les que él vio re­fle­ja­do en los au­to­res de los cua­les habla.

No se pue­de en­con­trar na­da en El hom­bre in­vi­si­ble y el zoo de los Bowles que no ob­nu­bi­le el pen­sa­mien­to pa­ra em­bar­car­lo en las ne­bu­lo­sas tie­rras de la pa­sión pues, to­do cuan­to en­con­tra­mos en la úl­ti­ma (bre­ve) pie­za de Romeo, es un can­to a la vi­da; só­lo se pue­de amar a los ani­ma­les, o a cual­quier buen ami­go, co­mo se ama al amor: in­ce­san­te­men­te y sin condiciones.

  1. Romeo, Felix et all. Perros, ga­tos y lé­mu­res. Los es­cri­to­res y sus ani­ma­les. El hom­bre in­vi­si­ble y el zoo de los Bowles. pp. 145 – 157. Errata Naturae. Digital. (Última con­sul­ta 08−11−11) []

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