La broma asesina, de Alan Moore
Si pretendemos hablar de la locura se nos hará necesario, antes de nada, determinar si la locura se puede dar en un estado primero de naturaleza, si existen locos que nacen locos en sí, o si toda locura es una conformación que se va creando con el paso del tiempo por las circunstancias dadas en el mundo. Bajo esta tesitura la posición del Joker se nos presenta como mucho más oscura y problemática de lo que hasta ahora se nos había planteado ‑pues, en tanto desconocemos su pasado o sus motivaciones reales, sólo sabemos que es un loco que es loco en tanto siempre lo hemos conocido en tanto tal. Por supuesto podríamos afirmar que el Joker es un arquetipo de la locura en sí, de una locura natural no inducida, ya que lo hemos conocido siempre desde esa posición de su propia existencialidad; el Joker está naturalmente loco porque de hecho nunca hemos conocido una posición misma de su ser-en-el-mundo que fuera pretérita o posterior de la locura misma. Ahora bien, sólo sabemos aquello que se nos dice sobre él en los cómics ‑lo cual, por otra parte, ya supone una visión sesgada: en tanto arquetipo de villano es dificil que haya un interés en caracterizarlo más allá del binarismo bien-mal en el cual se ve recluido en esta segunda posición- por lo cual, si existe en alguna parte una justificación para su estado, esta se habrá de desarrollar en el seno del cómic mismo.
Precisamente desde esta perspectiva, la del cómic para el cómic, es donde nos encontramos con uno de los puntos negros más llamativos al respecto de la figura del Joker ya que, aun cuando conocemos a la perfección aquello que convido a Bruce Wayne en convertirse en Batman, desconocemos que es lo que hizo del Joker lo que es en sí mismo; a priori desconocemos aquello que hace del Joker el Joker en tanto tal. Aquí tendríamos, esencialmente, tres posibilidades para saber que ocurre: a primera de ellas sería que en algún cómic se nos narrara la vida anterior a la locura del Joker, por lo cual podríamos decir que la locura en el mismo es un estado inducido y no natural per sé; la segunda de ellas sería que de hecho él ya naciera completamente loco, por lo cual no habría más que estudiar al respecto; la tercera y última sería que jamás se haya dado una explicación a éste respecto y sea, simplemente, un arquetipo vaciado de toda significación más allá de su locura misma.
El hecho es que en La broma infinita el mago, guionista y activista político Alan Moore nos saca de dudas a éste respecto narrándonos el origen del Joker. Él era un hombre normal que intentaba ganarse la vida como humorista de forma infructuosa para poder darle una vida digna a su mujer y el hijo que esta abriga en su seno. Ante el fracaso de sus intentos de dedicarse al humor planeó un golpe criminal salvo porque, justo antes de que pudiera haberlo ejecutarlo, su mujer murió en un desgraciado (y aparentemente imposible) accidente con la caldera; completamente desquiciado fue arrastrado a cumplir el golpe por parte de los criminales ‑el cual, para él, ya carecía de todo sentido práctico ante la muerte de aquellas personas que más amaba en éste mundo- y, después de toparse con Batman, cayó sobre un montón de fluidos químicos desconocidos. De su supervivencia del imposible accidente emocional (la muerte de su mujer e hijo), estético (su transformación en un semblante de payaso) y mental (la completa perdida de la cordura ante la destrucción plena de aquello que lo aferraba a la humanidad) nacerá el Joker en tanto arquetipo diametralmente opuesto de Batman, nacerá del caos mismo de la casualidad una fuerza disruptora que se definirá y crecerá a través del caos mismo.
El Joker no es así por que la naturaleza misma le confiriera una mala mano en su vida, sino porque el mundo es un lugar absurdo al cual es siempre dificultoso para encontrar razones lógicas para aferrarse ante el vaciamiento del sentido que éste nos propone. Mientras los acontecimientos que llevaron a Bruce Wayne a convertirse en el hombre murciélago fueron completamente incidentales y podrían haber sido evitados, porque de hecho es racional concebir el crimen en la sociedad, el caso del Joker es la concatenación de una acumulación de absurdos que hubiera sido imposible refrenar aun cuando se hubiera controlado mejor el mundo; donde Bruce Wayne puede aferrarse a que un orden mayor del mundo podría haber evitado la muerte de sus padres, el Joker sólo puede afirmar que el orden no hubiera acontecido en ningún beneficio redundante para él cuando fue el azar más puro el que lo arrastró hasta su funesto destino.
Batman y Joker son dos caras de la misma moneda, un binomio de arquetipos que, lejos de situarse en el espectro del enfrentamiento propio entre el bien y el mal, son las oposiciones directas entre el orden y el caos. Batman representa la normatividad y la ley, lo apolineo, todo aquello que podría ser evitado si hubiera un control más férreo de lo humano en tanto tal y el Joker es la representación de la futilidad de los esfuerzos humanos por doblegar el azar, lo dionisiaco, por doblegar una naturaleza que gusta de esconderse para patear el culo de la humanidad inmisericordemente cuando esta no mira; donde Batman piensa la aceptación de la normatividad humana como modo de aplacar la legislación natural, Joker ve la aceptación de la legislación natural para explicar el sin sentido de la normatividad humana. La diferencia entre ellos es la representación de como ven el mundo, si como un todo ordenado u ordenable o como un sin sentido completo que se rige por el caos mismo lejos de toda posible intervención humana. Es por ello que el cómic, una vez terminado de disponer todas estas reglas sobre la mesa ‑incluida la caracterización más certera hecha nunca del Joker: al ir a disparar a Batman aparece un cartel con la onomatopeya ¡bang!; el caos inherente al arquetipo del Joker hacía que igualmente podría ser un arma real o una ficticia, siendo esto aceptado como una necesidad imperativa por éste- se atreve con el salto vacío al final. Batman propone al Joker unirse a él para poder ayudarle, y éste le contesta con un chiste:
Están dos tipos en un manicomio y una noche, una noche deciden que no quieren vivir más en un manicomio. ¡Entonces deciden que se van a escapar! Entonces se suben al tejado y ahí, del otro lado de una brecha angosta, ven los techos de la ciudad, acariciando la luz de la Luna… acariciando la libertad. El primer tipo agarra y salta al otro lado sin problema. Pero el amigo, el amigo no se anima a dar el salto. Sabes… Sabes, tiene miedo de caerse. Entonces el primer tipo tiene una idea… Le dice: «¡Ey!¡Tengo encima mi linterna!¡La haré brillar a través de la brecha entre los edificios para que puedas caminar por el rayo y venir conmigo! P‑pero el segundo tipo hace que no con la cabeza. Le d‑dice… Le dice: «¿Qué te crees?¿Que estoy loco?¡Me la vas a apagar cuando vaya por la mitad!»
Y se ríen, los dos, a mandíbula batiente. He ahí el auténtico sentido de la relación Batman-Joker, el binomio imposible en el cual toda relación debe sucederse necesariamente en un tira y afloja en el cual saben que toda realidad no es la que representa uno de los dos sino que es la combinación de ambos en una sola. La risa como catarsis, como verdad mistérica revelada, se nos presenta aquí como ese chiste tróspido que apenas es concebible en su contexto como algo admisible pero que los une en lo único que puede aunar sus diferencias en una realidad común. Por ello ambos están completamente locos, más allá de todo posible sentido, y por eso son capaces de comprender al otro, pues uno no es más que la fuerza que da sentido al otro en su locura y, en la risa, son capaces de entender la futilidad de una batalla que ha de acontecer necesariamente en tanto conformación equilibrio mismo del mundo. Batman no puede ser sin el Joker del mismo modo que el Joker no puede ser sin el Batman; ambos son la locura que se pretende como única realidad posible, como si el uno pudiera existir sin el otro, como si la muerte de uno no conllevaría la destrucción de todo significado de ambos. Son los dos locos que deciden que no quieren vivir más en un manicomio y que se dan cuenta que el uno sin el otro no pueden salir de él, que de hecho ellos dos en su conjunto configuran en sí mismos el manicomio que es el mundo.
Increíble, me gusto la frase «..el mundo es un lugar absurdo al cual es siempre dificultoso para encontrar razones lógicas para aferrarse ante el vaciamiento del sentido que éste nos propone…» me identifico mas con la filosofía del joker. Soy entonces mas caótico que ordenado?. Muy buen análisis.
Me alegro que te gustara la entrada y que te sientas identificado con el Joker, es quizás más sano que identificarse con Batman. Más que caótico la cuestión aquí es que serías más tendente hacia lo anárquico, pero eso es algo que abordaré en la tercera y última entrada sobre Batman y la locura. Atento a ella.
Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.
Desde mi punto de vista (solo es una opinión)la diferencia entre Batman y el Joker radica principalmente en que el primero tiene un lazo de unión con el mundo alguien a quien sujetarse y no caer del todo en el abismo de la locura, «solo cuando lo hemos perdido todo somos libres para actuar»(en el caso de Batman interpretado este lazo de unión por la figura de Alfred) podrá estar loco o no, entendiendo loco como alguien que es diferente del resto de la sociedad y de lo que esa sociedad estipula que es lo normal, en el caso del joker no tiene ningun lazo que lo ate al mundo de echo el personaje de harley quinn no hace otra cosa si no potenciar su locura tiene a alguien que a su parecer entiende sus actos y su forma de pensar en cierto modo e incluso ve en la figura de Batman esto también y esto no hace si no reforzar ese estado de «locura». (Mis disculpas si no me expreso bien y no estas de acuerdo con el comentario) un saludo.