Todos tenemos Colores prohibidos. Pero estos son los míos y no los cambiaría por otros.
Una semana más el contenido es variado. Seguimos con una racha de cine no demasiado bueno, salvo las honrosas excepciones de cine asiático, igual que traemos algo de literatura de o sobre el lejano oriente, con Japón siempre en nuestros pensamientos. Del mismo modo en Canino se ha publicado un artículo donde expongo un buen puñado de mangas que no se han publicado en España, pero de los cuales las editoriales deberían tomar buena nota. Para acabar en Studio Suicide, además de las Taxidermias Concretas, hablo del hip-hop de la taiwanesa Aristophanes, firme candidata a haber firmado el disco del año. Ya en la parte de Lo que se está haciendo esta semana toca hablar de mujeres.
Eso es todo. ¿Eso es todo? No. Si tenéis interés podéis escuchar mis impresiones sobre el ya pasado E3, podréis hacerlo en el podcast El mapa del tiempo, producido por los incombustibles chicos de Start Magazine. Pero ni así está todo aún. Porque nos volveremos a ver pronto. ¿Cuándo? La semana que viene, seguramente. ¿Y dónde? Dónde va a ser: aquí, en Colores prohibidos.
Lo que hago
Japón ignoto: 8 mangas que no se han publicado en España (pero deberían) | Canino
El manga ya no es lo que era. En el buen sentido. Donde hace no tantos años la posibilidad de encontrar mangas que se salieran de la norma era prácticamente un milagro, hoy en día las publicaciones se han diversificado hasta un punto donde ya no parece que el manga sea un género monocorde. Y si bien aún no estamos al nivel de salud editorial de países como Francia e Italia, la cosa parece ir mejorando.
Eso no excluye que haya margen de mejora. Problemas. Ciertos prejuicios heredados de los cuales la industria no consigue deshacerse. No por nada, fuera de las novedades y de ciertos autores fetiches, el manga que se publica en nuestro país sigue siendo bastante uniforme. Falta, en suma, ver al manga tal cual es: un medio sin límites con toda clase de historias.
El imperio de los signos, de Roland Barthes | Goodreads
A Roland Barthes no le interesa la realidad. O no tanto como para subordinar la posibilidad de la ficción, de otros mundos posibles o la imaginación, al acto prosaico de la descripción. Pues sabiendo que todo símbolo es una distorsión de lo real, ¿por qué conformarse con el sucedáneo de una invención?
Autasasinofilia. Quiero ser asesinado por una colegiala, de Usumaru Furuya | Goodreads
Haruto Higashiyama no quiere morir. De hecho, siente una intensa angustia ante la idea de la muerte. Sabe que es inevitable, pero no la desea. O no desea la idea de dejar de vivir. Porque Higasihyama, de 34 años y profesor de instituto, tiene un secreto oscuro: ya que en algún momento morirá, desea ser asesinado por una chica adolescente.
Hot Tub Time Machine, de Steve Pink | Letterboxd
A una comedia hay que pedirle que sea graciosa. Esto, que parece una obviedad, no lo es para muchas personas: se ha convertido ya en un lugar común el crítico que, defenestrando el valor de una comedia, sentencia al final «pero al menos te ríes». Como si la función narrativa de la comedia no fuera, precisamente, eso. Hacerte reír. Hacerte cosquillas estratégicamente hasta que no puedes evitar reír a carcajadas.
Hot Tub Time Machine no es una obra maestra. Tampoco lo pretende. Su burla a los tropos clásicos del viaje en el tiempo, su tema sobre cómo no existen vidas escritas de antemano y su tono general gamberro, sin dejar de ser amable y divertido, hacen de la película una comedia desenfadada y divertida.
David Lynch: The Art Life, de Rick Barnes, Olivia Neergaard-Holm y Jon Nguyen | Letterboxd
Autor y obra son dos cosas diferentes. No pueden ser juzgados como un todo indisoluble; hay encuentros, puntos donde se relacionan, pero ni la obra es la totalidad del autor ni la totalidad del autor es su obra. Triste y siniestro sería lo contrario.
Goth, de Gen Takahashi | Letterboxd
A veces ir despacio es bueno. Permite ver cosas que no son evidentes.
Goth se toma las cosas con calma. Nos presenta desde el principio que hay un asesino en serie que le gusta cortar las manos de sus víctimas, pero a partir de ahí todo va despacio. Relajado. Sin demasiada pretensión de llegar rápido a ninguna conclusión.
Taxi 2, de Gérard Krawczyk | Letterboxd
Ninjas. Humor chusco. Japón en sus estereotipos más absurdos (aunque evitando los ofensivos). Velocidad. Coches imposibles. Taxi 2.
Barking Dogs Never Bite, de Bong Joon-ho | Letterboxd
Solipsismo, obsesión, incapacidad de comunicarse. Todos temas hilvanados entre sí. Pero cuando además se introduce en la ecuación un perro —o una serie de perros— todo se descontrola por el motivo más evidente de todos: las personas se comportan con los perros como nunca se atreverían a comportarse como las personas. Para bien o para mal. Y de ese modo cada perro es en la opera prima de Bong Joon-ho un catalizador de los verdaderos sentimientos de los personajes. Buenos, malos, nefastos. Pero sentimientos.
Aristophanes – Humans Become Machines (2017) | Studio Suicide
Si algo bueno ha traído Internet es romper el pequeño caparazón que suponen los medios de producción nacionales. Al crear un sistema de comunicación global cuyo uso es (relativamente) intuitivo y no dependiente (enteramente) del lenguaje, es fácil encontrar alternativas al discurso hegemónico presente en cada lugar. En otras palabras, quien se conforma con escuchar lo que ponen en su radio de referencia, es porque no tiene ningún interés de salir de su pequeña burbuja de lugares comunes.
Aristophanes hubiera sido imposible antes de la aparición de Internet. Eso es obvio para cualquiera. Taiwanesa, rapera, feminista y profesora de escritura creativa, sus bases ácidas y sus fraseos agresivos y poéticos fueron descubiertos a occidente cuando, buceando por SoundCloud, Grimes la encontró y decidió contar con ella para la canción más interesante de Art Angels, Scream. Por eso estamos hoy aquí. Porque gracias a esa colaboración ha podido firmar Humans Become Machines, un disco con pretensión global.
Taxidermias concretas vol. VIII | Studio Suicide
16 Psyche es crudo. Oscuro. Como si alguien, en mitad de la noche, se metiera en tu cuarto, te agarra de pies y manos, y te aporreara de forma constante sin permitirte reaccionar. Pero también ocurriría algo diferente. Algo sensual. Erótico. Descubrir algo cálido y juguetón en ese aporrear, algo que, más allá del dolor, quiere hacerte disfrutar de la experiencia. Y cuando se va, y se acaba, deseas secretamente que cuando vuelvas a dormirte vuelvan a despertarte esos garrotazos.
Y lo que se está haciendo
La directora más feminista (y censurada) de España | Cinemanía
«La primera vez que oí hablar de Cecilia Bartolomé pensé que era un hombre. Fue en 2014, durante la promoción de La isla mínima, cuando el director Alberto Rodríguez citó como fuente de inspiración los documentales de los hermanos Bartolomé. Dos años después, recién cumplidos mis 32, me topé, en un manual sobre el Nuevo Cine Español, con el nombre en femenino. Pero seguí sin caer en que Cecilia Bartolomé era uno de los hermanos. Mosqueada por los escuetos párrafos que le dedicaba el libro, en comparación con sus compañeros varones Saura, Patino, Summers, Regueiro, etc, acudí pocos días después a la biblioteca de la Academia de Cine, uno de los secretos mejor guardados de Madrid para cinéfilos y amantes de nuestra historia del cine. Tampoco allí encontré ningún libro sobre Cecilia Bartolomé –más tarde conocería la existencia de El encanto de la lógica, compendio de textos sobre la cineasta reunidos por Josetxo Cerdán y Marina Díaz López dentro de una serie de título profético, Los olvidados – . Lo que sí que descubrí aquel día fue una copia de trabajo de una película suya, un mediometraje titulado Margarita y el lobo».
Esta es en realidad Mar de Marchis, la misteriosa mujer que dirige “Jot Down” | El Confidencial
«Es un fantasma, una voz sin rostro. De todas las personas con influencia cultural en este país, Mar de Marchis, fundadora y editora de la revista “Jot Down”, es de largo la menos conocida. Su nombre no figura en ningún registro ni existe rastro documental de una de las personas fuertes en el panorama editorial. Ni siquiera sus más estrechos colaboradores, aquellos que llevan seis años trabajando con ella a diario editando la revista, son capaces de identificarla en una fotografía. La escuchan día a día, pero nunca se han sentado frente a frente».
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