La reinterpretación es una clave excesivamente infravalorada en el arte de un tiempo a esta parte. Aun existiendo en la música los remixes y las versiones siempre parece que los artistas se limitan a imitar lo que han escuchado a su manera, sin intentar aportar algo sustancialmente nuevo, sacar a la luz algo que estuviera escondido entre esas notas. Salvo Bryan Lee O’Malley con su one man band, Kupek.
En su disco Nameless, Faceless Compilation después de un agradable empacho de indie pop de lo más naïf se descuelga de repente con una versión de Born Slippy de Underworld. Huyendo de los sonidos electrónicos mira más allá de la propia canción y no solo la lleva a su estilo, sino que la reinterpreta de principio a fin. Es la misma canción, son las mismas notas, pero a la vez es algo totalmente diferente, algo nuevo, algo que siempre estuvo encerrado ahí y, solo ahora, ve la luz. La canción se vuelve dulce y tierna, con una alegre melancolía que nos empapa enteramente de principio a fin. A su vez, con su minimalismo barroco, consigue despertar una realidad latente que estaba ya tanto dentro de la propia composición, como dentro de nosotros mismos.
Cuando uno reinterpreta debe hacerlo con la cabeza, el corazón y el alma, propio y de la composición. La búsqueda del autentico mensaje escondido en el ánima de la música es otra de las labores del músico que de verdad ama su arte. Y dentro pasea un ángel…
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