Kynodontas, de Yorgos Lanthimos
I. Conductismo
El comportamiento humano se nos presenta, a lo largo de toda la historia, como una incógnita incognoscible para cualquier ser humano. Existen personas que actúan bien en la misma medida que las hay que actúan mal y, en cualquiera de los dos casos, es común que estos individuos afirmen que no tienen ni la más remota idea de que les ha llevado a comportarse de ese modo. Es por ello que el intentar manipular al prójimo, intentar encontrar los mecanismos que inducen que una persona llegue a ser lo que es, se ha convertido a lo largo de la historia en una obsesión malsana por parte de infinidad de hombres ‑los primeros de todos los más terribles: los educadores-; si descubrimos por qué las personas hacen/hacemos lo que hacen/hacemos entonces podremos manipular su/nuestra conducta según nuestros intereses. Es por eso que un psicólogo llamado John Watson afirmaría orgulloso haber creado una doctrina, el conductismo, a través de la cual puede explicar todas las diferentes adaptaciones humanas a través de la estructura psíquica que todos compartimos.
¿En que consiste entonces el conductismo? Si seguimos lo que nos dice J.R. Kantor, uno de los más famosos conductistas, el conductismo es una renuncia a las doctrinas del alma, la mente y la consciencia, para ocuparse del estudio de los organismos en interacción con sus ambientes. Esto nos lleva a la situación de que el ser humano no tiene capacidad de decisión sobre su propio albedrío ya que, en último término, todo lo que hace viene determinado por aquello que se da en su vida de forma externa. Las personas que durante su infancia sufren una serie de estímulos negativos serán peores personas que aquellas que se les dote de una serie de estímulos positivos; el comportamiento de una persona se ve originado por la mezcla de estímulos a través de los cuales se forja su propio carácter. Es por ello que, según los conductistas, toda conducta social se puede corregir siempre que se refuercen las conductas positivas con estímulos negativos (dar un premio cuando algo se hace bien) y reprimir las conductas negativas con estímulos negativos (propinar un castigo cuando algo se hace mal). Las aplicaciones del conductismo son variadas y aterradoras en todas sus formas. Aunque la más conocida sea el adiestramiento de perros, el cual conocemos a la perfección por la proliferación de programas al respecto, también es algo común en un contexto mucho más común pero infinitamente más ignorado: la educación de las personas. Los estímulos positivos y negativos son la base no sólo de la mayoría de formas pedagógicas de cualquier padre del mundo, premiando el que se hagan las cosas bien y castigando que se hagan las cosas mal, sino que la educación también se rige por ésta pauta de vigilar y castigar: el que se salga de la normatividad impuesta como actuar bien acabará suspenso, castigado, expulsado o alguna combinación de las anteriores entre sí al tiempo. La educación por tanto no pretende enseñar sino que su única pretensión es la de educar, la de formar a las personas para que hagan exactamente lo que se espera de ellos, para que se dirijan hacia lo positivo y se alejen de lo negativo sin razonar siquiera si eso está bien o mal. El resto de nuestras vidas no es muy diferente a esto: ¿no robamos porque está mal o porque tenemos miedo de acabar en la cárcel? Esta es la pregunta que cabe hacerse pues, en último término, estamos hablando de control y exclusión social, no de crecimiento humano. El problema último del conductismo es que no crea personas con un buen comportamiento, crea prisioneros que se dejan llevar por sus principios biológicos para seguir una racionalidad mayor que los controla como animales. Es por ello que el conductismo no es más que el cáncer congénito del ser humano, el auténtico deseo estancado cristalizado en una forma de control y exclusión social basada en la absoluta eliminación del libre albedrío del ser humano a través de la manipulación de sus imperativos esenciales. Y no hay nada más terrorífico en el mundo que saberse destruido por la naturaleza origen y final de uno mismo. |
II. Caninos
La vida en el paraíso podría serlo menos cuando descubrimos que, para que lo sea, éste debe imponerse como una burbuja donde necesariamente se ha de vivir bajo el engaño de un genio maligno que manipula mi entendimiento. Esta pesadilla, tan cartesiana como kafkiana, se nos descubre entonces como un proceso tétrico en el cual para poder vivir en la absoluta felicidad debemos abandonar todo proceso que nos transporte fuera de la inocencia; para volver al paraíso original debemos renunciar al conocimiento real del mundo. Esto, que lo sabe bien Yorgos Lanthimos, será la base a través de la cual cree su pequeño simulacro de paraíso a través del cual explorar el conflicto que nace en la incipiente necesidad de una mujer que sólo ha conocido la ignorancia, su mundo finito perfecto, de conocer el mundo, de conocer el más allá de su ser en el mundo en la actualidad. La hija mayor de esta extraña familia aislada del mundo demostrará una curiosidad infinita y unas ansias absolutas de descubrir el mundo. A pesar de vivir bajo unas condiciones de estímulos totalmente condicionados demostrará que, como cualquier otro ser humano que se sabe encerrado ‑aun cuando esto sea, en último término, sólo una intuición; lo cual según Schopenhauer sería conocimiento válido en sí mismo- hará lo que esté en su mano para poder escapar de allí: eliminará todo rastro de aquello que la hacen más cercano a un perro, de algo que puede ser domado eliminando todo lo que hay de pernicioso en ella, para poder conseguir una libertad que desconoce y anhela constantemente. Y lo anhela porque, como vemos en el caso de los aviones, desea todo aquello que se muestra lejano, olvidado y distante: nada puede impedir que quiera conocer más allá de su mundo, que en conjunto con su inocencia haya nacido el bendito don de la curiosidad. ¿Cómo se puede huir entonces del paraíso? Eso parece imposible en tanto todo paraíso es, en sí mismo, meta ulterior de toda racionalidad del ser. Esto por supuesto es una visión utópica basada en la condición de lo que unos pocos deciden que es lo que se debe desear; esta chica no ha deseado vivir en ese paraíso de papel crepé, donde la inocencia se mantiene constante en la renuncia absoluta del conocimiento, sino que se le ha sido impuesto en un ejercicio panóptico de vigilancia desde su nacimiento: nada puede hacer que escape de la estricta vigilancia de Dios/Papá. Pero la peculiaridad del sistema, de Dios y de Papá, es que aunque se pretendan omnipresentes ‑y así se hagan presenciar de una forma más o menos constantes- estos tienen siempre puntos ciegos a través de los cuales se pueden transgredir cuantas reglas existen en el microcosmos que pretenden dominar. Incluso el perro mejor adiestrado baila extasiado, aunque sea brevemente y siempre mirando hacia atrás por si acaso aparece la sombra indeseable de aquel que le tiene dominado, cuando el dueño no mira. Los estímulos son incontrolables, el mundo siempre se ve desbordado por un afuera, por la tragedia, que inunda la vida produciendo que todo cambie cuando parecía estar siempre destinado a permanecer igual. La serpiente no era una entidad maligna en tanto fue la única que fue capaz de dirigir la mano del hombre para descubrirle su auténtico deseo lejos de las manipulaciones de Dios/Papá que le susurraban que es lo que quería querer, liberándola en sí misma. Al final asistimos a la completa destrucción de su condición de mujer-perro, su mordiscos salvaje y lujurioso a la manzana donde deja atrás su condición de animal para abrazar la de mujer plena lejos del control inhumano de Dios/Papá. Una vez aquí sólo le queda huír de un microcosmos que ya jamás podrá aceptarla, que ya jamás podrá sostenerla dentro de sí en tanto sabe la verdad ‑aunque intentará, por todos los medios, devolverla a su ignorancia primera con ardides y mentiras‑, para poder vivir su vida inundándose del desbordante flujo natural de sus deseos. Y no hay nada más bello en el mundo que saberse repleto de un deseo en promesa de un éxtasis futuro por venir. |
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