El tratar la vida como un intento de alcanzar la perfección, o al menos, nuestros objetivos más perentorios, tiene la problemática de que siempre tendremos una vista distorsionada de lo que ocurre. Aunque delante nuestro esté ya sólo el infinito por conquistar o la más impenetrable de las mediocridades podemos caer en el engaño de que fuera justo lo contrario ante lo que estamos. Un ejemplo triste y perentorio es Nick Drake como podemos ver en el documental A Skin Too Few — The Days of Nick Drake.
De un modo cronológico se nos va exponiendo a través de los testimonios de sus familiares y amigos la vida de Nick Drake, desde su nacimiento hasta su súbita e inesperada muerte final. Aquí se hacen hincapié en dos aspectos particulares de la personalidad del músico: su capacidad perfeccionista y su profunda tendencia hacia la depresión. Con una capacidad única, casi mágica, para la guitarra nos enseñan desde el punto de vista tanto técnico como anecdótico como sus composiciones siempre se conformaban dentro de una depurada técnica. Ninguna nota estaba jamás fuera de su sitio, ningún instrumento era necesario más allá de lo que tocaba Drake; su guitarra y su voz eran el centro regidor de su universo. Pero su segundo aspecto, lo que su hermana definiría como “Nick nació con una piel de menos” siempre le lanzaría a la par que lastraría. El pensar que era un fracaso, que jamás podría llegar a nadie le motivaba a perfeccionar aun más el centro de su realidad, pero a su vez le alejaba del mundo que debía presenciar para poder seguir existiendo.
En nuestra vida siempre nos acompaña la necesidad de ser la mejor de las personas posibles, el alcanzar la pureza necesaria para ser como deseamos ser. La vida para Nick Drake, para todos nosotros, es como subir la Torre de la Victoria de Chitor donde cada peldaño nos acerca un paso más hacia alcanzar a ver el mundo; a ver nuestro mundo. En este subir cada peldaño hacia ver nuestro mundo nos acompañaría nuestro otro exactamente similar, nuestra posibilidad de ser, el Á Bao A Qu de Borges. Al principio del camino, invisible, empieza nuestro camino taimado sin saber muy bien que veremos cuando miremos hacia ese horizonte para cuando, a partir de mitad de las escaleras, nuestro reflejo comience a hacerse patente tras nosotros. Sólo en la cima, sólo cuando podemos presenciar el mundo como es para nosotros, éste se materializa ante nosotros no ya como una entidad ajena a nosotros sino, precisamente, como lo que ahora somos: una singularidad imposible. Y éste es precisamente el camino que seguiría Nick Drake sólo que cuando los demás ya podían ver su Á Bao A Qu, lo que el es en verdad en el mundo, el sólo podía ver las sombras de un mundo en ruinas.
Aunque Nick Drake se suicidó antes de conocerlo, en sus discos sólo podemos ver la figura del Á Bao A Qu que alcanzaría a materializar en su plenitud. Y, aunque se suicidará y con ello cayera éste tras él, queda ahí grabado su viaje y esplendor en lo más alto de un mundo que creo exclusivamente en su mirada. No existe el fracaso para quien nunca abandona el seguir escalando la Torre de la Victoria.
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