todo espacio consiste en como ha sido en el tiempo

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La vuel­ta ha­cia las mo­das o for­mas cul­tu­ra­les pa­sa­das ja­más pue­den ser exac­tas a co­mo an­tes fue­ron ya que siem­pre que­da el po­so de afec­ta­ción de lo que ha si­do des­pués de es­tas. Así no se pue­de ha­blar ja­más de una re­su­rrec­ción del da­dá sino que en su día fue ne­ce­sa­rio ha­blar de neo-dadaísmo por la con­di­ción afec­ta­da, cam­bian­te, del mis­mo tiem­po trans­cu­rri­do. O co­mo el doom me­tal que cul­ti­van Devil en su Magister Mundi Xum.

Cultivando un so­ni­do clá­si­co, ca­si ana­cró­ni­co, nos en­con­tra­mos es­te de­but en el cual des­plie­gan su me­jor ar­ma­men­to; y es que no nos cos­ta­ría na­da en­con­trar­le las in­fluen­cias de Pentagram, Witchfinder General o Candlemass en su so­ni­do. El pro­ble­ma es que ob­viar el ca­mino que ha re­co­rri­do el gé­ne­ro has­ta el mo­men­to es im­po­si­ble. Así su pul­so clá­si­co se va di­lu­yen­do en fi­nas ve­tas, qui­zás im­per­cep­ti­bles pa­ra los pu­ris­tas, de los sub­gé­ne­ros que han ido co­pan­do las ma­ne­ras del gé­ne­ro. Ciertos to­ques de un pe­ga­jo­so slud­ge y, es­pe­cial­men­te, una fuer­te car­ga del sto­ner de úl­ti­ma ge­ne­ra­ción ‑con Subrosa a la cabeza- se de­ja en­tre­ver en­tre sus fi­su­ras. Pero no nos de­je­mos lle­var por el fa­na­tis­mo, el tra­ba­jo de Devil es­tá muy le­jos de des­me­re­cer sus pro­pias ín­fu­las clá­si­cas, muy al con­tra­rio, se re­fuer­zan en la con­ta­mi­na­ción de lo con­tem­po­rá­neo. Muy le­jos de so­nar co­mo una bur­da co­pia o co­mo un so­ni­do in­ne­ce­sa­ria­men­te an­ti­cua­do con esas in­evi­ta­bles y se­gu­ra­men­te sub­cons­cien­tes pin­ce­la­das con­tem­po­rá­neas ac­tua­li­zan el so­ni­do ha­cién­do­lo más in­tere­san­te. Recrean lo que fue el doom me­tal des­de lo que es.

La más anec­dó­ti­ca de las dis­cu­sio­nes en es­te mo­men­to se­ría si de­be­ría de­no­mi­nar­se a Devil co­mo doom o, en un re­true­cano ab­sur­do, co­mo neo-doom ya que, real­men­te, no nos apor­ta­rá na­da sus­tan­cial. Lo que si de­be­ría­mos ha­cer es ver co­mo el pa­sa­do y el pre­sen­te hi­bri­dan de for­ma cons­tan­te, aun cuan­do es de for­ma in­cons­cien­te, pa­ra per­pe­tuar lo que fue y lo que es en lo que se­rá. Es im­po­si­ble vol­ver al pa­sa­do, só­lo se pue­de re­crear co­mo mi­ra­da ha­cia el futuro.

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